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Los 'Delpiners': ¿de dónde salen tantos fans del presidente de Ferrovial?
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Los 'Delpiners': ¿de dónde salen tantos fans del presidente de Ferrovial?

Sorprende la cantidad de fans que le han salido a un señor al que pocos ponían cara. Que preside una empresa que está más presente en nuestras vidas de lo que creemos

Foto: Rafael del Pino, presidente de Ferrovial. (Reuters/Juan Medina)
Rafael del Pino, presidente de Ferrovial. (Reuters/Juan Medina)
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Dicen que en España enterramos bien, pero creo que encumbramos mejor. Quizás un poco de manera aleatoria y con criterio puramente intestinal. Eso sí, una vez elegida la pieza, lo hacemos con fuerza desmedida. Ahí tienen, por ejemplo, a Rafael del Pino Calvo-Sotelo, presidente de Ferrovial. Desde este jueves pasará a la historia como don Rafael del Pino Parera, campeón entre los campeones, ese hombre de capaz de doblegar a Sánchez y convencer al 93% de sus accionistas de las ventajas del traslado de la sede social de la compañía a Holanda.

Y, no contento con tamaña gesta, su victoria frente al sanchismo nos recuerda algo que todos sabemos y padecemos. La manía persecutoria que le tiene el Gobierno de coalición al empresario y en general a todo aquel al que le va bien y vive aún mejor. Al triunfador, al que ejerce la libertad a su manera. El que considera que el dinero mejor en el bolsillo o en Holanda o en cualquier otro lugar de interés fiscal.

Sorprende la cantidad de fans que le han salido desde hace poco

Deberíamos recordar cada mañana al despertar la suerte que tenemos de convivir con los mejores. Ese ramillete de elegidos que sí merecerían dormir en el Palacio de la Moncloa aunque nadie los haya votado. Sigue ahí con fuerza Rafael Nadal y de ese podio nadie le bajará, pero en ese Gobierno de los mejores también están Amancio Ortega, Ana Patricia Botín y Juan Roig. Y, como éramos pocos y nos faltaban nombres, parimos a don Rafael.

Sorprende la cantidad de fans que le han salido desde hace tan poco a un señor al que pocos ponían cara. Que preside una empresa que está más presente en nuestras vidas de lo que creemos, aunque no nos llene la nevera, ni nos vista y tampoco guarde nuestros ahorros.

Son los Delpiners —el concepto no es mío, se lo escuché a Javier Ruiz, periodista de la Cadena SER—, que encumbran a un señor como el nuevo héroe de los patriotas que se alegran de que las empresas se vayan de su patria. Personas dispuestas a encadenarse a una farola de la Gran Vía —como hizo Carmen Thyssen para evitar la tala de los árboles del paseo del Prado— para defender al presidente de la empresa responsable de, entre otras muchas infraestructuras, del alumbrado público de la arteria madrileña.

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En redes sociales hay mensajes deliciosos de personas anónimas que dicen cosas como "Desde aquí, todo mi apoyo a Ferrovial", y lo acompañan con fotos de uno de esos días en los que Pedro Sánchez tiene mala cara. Y no ha de tardar el lumbreras que proponga que en la declaración del IRPF se incluya una casilla de apoyo a del Pino, con el fin de garantizar que no pase jamás penalidad alguna. Cada vez más convencida de que vivimos en el mejor país.

En todo caso, el héroe no se ha construido solo. Su principal aliado ha sido el propio presidente del Gobierno, que se ha tomado esto como si la decisión se hubiera tomado porque él gobierna y la afrenta le resultara intolerable. En vez de, yo qué sé, respetar una decisión meditada desde hace años y legal aunque no la compartas, y sacar pecho por los que se quedan. Como si las grandes compañías no contaran con planes de contingencia por si hay que salir por patas.

Aunque poco mérito le doy yo al protagonista en el alicatado de su propia leyenda. Ahí tiene mucho que agradecerle a su hermano Leopoldo del Pino, que votó en contra del traslado a Holanda y un Judas en la familia siempre humaniza a los grandes hombres.

Foto: Rafael del Pino, presidente de Ferrovial. (Jon Imanol Reino)

Pero mi favorito, mi personaje estrella y persona favorita también desde este jueves fue quien habló pasados unos 80 minutos de que comenzara la junta de accionistas. Se llama Valentín de Torres-Solanot. Se arrancó con un discurso perfectamente escrito y con una entonación digna de elogio. Como elogios fueron los que dirigió a la empresa de la que posee 200 acciones. "Me represento a mí mismo únicamente", afirmó.

Una compañía donde los trabajadores e inversores son tratados con el esmero que merecen. Los primeros, porque pueden "trabajar y rendir todo su potencial de acuerdo con su cualificación, su conocimiento y aptitudes". Los segundos, porque Ferrovial les garantiza "un retorno de la inversión que logre una rentabilidad al dinero ahorrado y duramente trabajado para complementar justamente sus ingresos. Rentas de trabajo y ahorros que pagan sus correspondientes impuestos".

Hubo ahí, en ese preciso instante, una pausa dramática, y se oyó el pasar de la hoja en la que estaba todo escrito. Gran dominio de los tiempos, sí, señor. Emocionante.

Foto: Junta de Ferrovial. (Jon Imanol Reino)

Pero no crean que para don Valentín todo fueron lisonjas. A continuación, se encargó de decirnos, con enorme colmillo afilado, para quien quiera entenderlo: "Para quienes realizan una mala gestión, los recursos recaudados siempre son insuficientes, pues su capacidad de dilapidar es infinita y muy alejada de lo que es una justicia social". Es una lástima que no pudiéramos verle la cara mientras hacía estas afirmaciones y que del Pino tenga semejante contención gestual. Vamos, que con todo esto pueden interpretar ustedes lo que les parezca oportuno. Yo intuyo que en la Moncloa les pitaron los oídos.

Como colofón, un final abierto: "No quiero que aplaudan mi intervención. Quiero que aplaudan a los trabajadores y trabajadoras de Ferrovial, sus directivos y directivas, y a su presidente, don Rafael". Y digo abierto porque don Valentín y don Rafael son primos. Un detalle sin importancia, un accionista más. Un servidor, que nunca un esclavo.

Un circo, dice mi compañera Ruth Ugalde. Un circo, añado yo, donde todos son familia y donde aplauden los Delpiners.

Dicen que en España enterramos bien, pero creo que encumbramos mejor. Quizás un poco de manera aleatoria y con criterio puramente intestinal. Eso sí, una vez elegida la pieza, lo hacemos con fuerza desmedida. Ahí tienen, por ejemplo, a Rafael del Pino Calvo-Sotelo, presidente de Ferrovial. Desde este jueves pasará a la historia como don Rafael del Pino Parera, campeón entre los campeones, ese hombre de capaz de doblegar a Sánchez y convencer al 93% de sus accionistas de las ventajas del traslado de la sede social de la compañía a Holanda.

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