Es noticia
La importancia de poder mandar todo al carajo
  1. Cultura
TRINCHERA CULTURAL

La importancia de poder mandar todo al carajo

Quienes tienen el poder de mandarlo todo a la mierda están por encima de lanzar billetes en la plaza de Callao o convertirse en abuelas de su hijo muerto

Foto: Una polémica escultura del artista checco David Cerny. (EFE/Gustavo Monge)
Una polémica escultura del artista checco David Cerny. (EFE/Gustavo Monge)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Me pone lo indecible Brian Cox. De Rey Lear, Hannibal Lecter, Agamenón o Logan Roy, el escocés puede llamarme a filas para marcarnos un Braveheart que voy como alma que lleva el diablo a defender la causa calzado con un kilt de highlander y un hacha de Lochaber. Su presencia dura, algo psicopática en el cine, siempre me ha hecho pensar que me zumbaría garganta abajo unos buenos whiskys frente una chimenea con él. Pero lejos de mis frikis ensoñaciones de onvre, Cox ha avivado todavía más mi admiración por sus declaraciones en la reciente visita que hizo a España promocionando Succession. En una entrevista para El Mundo dijo: «Solo pienso: a la mierda, aquí estoy para bien o para mal. Así que puede irse todo a la mierda. Que les den».

¡Ah, qué éxtasis! Nada hay más peligroso que quien no tiene nada que perder. Y quien no tiene nada que perder no puede ser más libre. Quizás sigo pecando de pueril. Lo de mandar las cosas al carajo todavía me parece un gustoso síntoma de desahogo. De emocionante satisfacción. De hecho, lo de Cox me recuerda al personaje de John Malkovich en The New Pope de Paolo Sorrentino, cuando Sir John Brannox le confiesa a una despampanante Cécile de France (oh, Cécile, llena eres de gracia…) que sus famosos favoritos son: «Dennis Hooper, Jack Nicholson, Sean Penn, Sharon Stone y Marilyn Manson». Acto seguido, la divina Cécile le pregunta: «¿Qué le gusta de ellos?» y Sir John contesta: «que parecen libres…».

* Si no ves correctamente el módulo de suscripción, haz clic aquí.

Efectivamente, coincido con Brannox. Esa gente puede ir sucia, desnuda, meterse a un club de superreaccionarios, sacar un disco de trap infantil o hacerse un tribal de brazo entero, que el juicio emitido sobre ellos quedará relegado a una simple expresión de su excentricidad derivada de la fama y el dinero. Los Libres (que dicho así parece un grupo mexicano de rancheras) esquivan la autocensura, la tensión del prejuicio, puede incluso que el arrepentimiento. Se marcan la de la pija hortera indignada porque no hay macarons en una pastelería de pueblo en Murcia y nadie intenta bajarlos del burro debido a su estatus.

Lejos de las redes y el bullicio indirecto, similar al del colega sin media hostia gritando que no llueve un monzón de galletazos porque lo sujetan, Los Libres solo acaban bregando con las fantasías que se cimientan a su alrededor. Leyendas, como la de Manson extirpándose una costilla para darse el gusto de una fellatio ad se (las guarradas en latín suenan mejor) o hechos confirmados, como el aumento de pechos no consentido de Sharon Stone. Y sea como fuere, hagan lo que hagan, su libertad, su "puede irse todo a la mierda", les hace la cama para llamar la atención, hasta para hacer billetes, que es lo que más los diferencia del vulgo. A tu vecina ya pueden haberle dejado una teta como un melón de lengua de sapo y la pareja en su forma original de cantalupo, que como mucho rasca una indemnización.

La fama, pero sobre todo el dinero, te da mucho que perder, pero también un estatus que te facilita no perderlo. El asunto se retroalimenta. Por eso, poniendo ejemplos más patrios, puedes lanzar billetes en mitad de Callao haciendo un frívolo y patético espectáculo, ignorando gritos y maldiciones de los fans ahora convertidos en chusma enloquecida que se agacha frente al poder de tu cartera. O puedes chutar bajo la cama las pelis de serie B convirtiéndote en mabuela de tu hijo muñeco por vientre de alquiler, con un par de ovarios metafóricos, porque los de verdad te faltan y harían que la cosa fuera todavía más bizarra. Dos cosas que dan bastante ascazo y de las que estoy seguro sus protagonistas solo piensan frente a las críticas recibidas: «¡Pues que les den!».

La fama, pero sobre todo el dinero, te da mucho que perder, pero también un estatus que te facilita no perderlo

Mal que pique, poco a poco te vas dando cuenta que solo hay dos maneras de que todo pueda irse a la mierda sin que tiembles, haciendo un corte de mangas como forma de vida a lo Johnny Cash. La primera, no teniendo nada. Abandonado a la abulia o la carencia total, gritar ¡qué se joda Dios! es fácil, pero triste. La segunda, teniendo mucho. La pasta, la pela, eso sí que da libertad y pone a todo el mundo en su lugar. E, incluso, el beneplácito de ser injusto con ridículas consecuencias. Véase lo que le ha pagado la mabuela Obregón al hornillo andante -no debe verla de otra forma- que ha cocinado a su janieta.

Hace tiempo dejé escrito que donde la fortuna reina para los simpatizantes de la carrera hacia la corrección, la honra sobrevive en aquellos que imprimen carácter en sus gestos… Ahora veo que me equivocaba. La fortuna reina para los que manejan el parné. Los valientes, los honestos y los puros, sean sus trincheras la corrección o la gresca, pueden pelear para sobrevivir a los apuros, pero quienes consiguen salirse con la suya y atrincherarse en burbujas sin piedad, aislados de la realidad, son quienes pueden financiar las injusticias a las que se vinculan.

Veamos. Esto que cuento no es la piedra de Rosetta, ya lo sé. En pocas palabras, todo se resume en que los empoderados hacen lo que les da la gana. A pesar de ello, el debate no deja de servirse. Ocupa titulares y críticas por doquier, que son lo más parecido que hay a una persona maldiciendo un incendio forestal y sintiéndose muy-mucho-bien por lanzarle cubiletes de agua que no le hacen ni cosquillas. Ahora, lejos de poner a parir las debilidades estructurales que señala este sudapollismo elitista, lo que sí me hace sentir inútil y ridículo es que, como ya he dicho, la actitud de Los Libres me pone. Siento incluso mala envidia.

La fortuna reina para los que manejan el parné. Los valientes, los honestos y los puros pueden pelear para sobrevivir a los apuros

Ojalá me equivoque -una forma distinguida de decir que no creo hacerlo-, pero pienso que pocos se resistirían al lujo de ver realizadas sus fantasías, de tener la libertad de poner delante de sus decisiones un "que les den". Lo que significa que la tarita no es individual, sino de conjunto. Inmersa en el subconsciente colectivo, resiste la idea, una vez superado el umbral de lo imposible, de dejarnos querer, no por la ética, la moral, la justicia o la razón, sino por el infinito poder del mercado que extiende sus garras hasta El país de las maravillas.

En fin, yo soy un mequetrefe en esta selva. Ejercito el único "que les den" a mano que tengo; escribir esto. No es gran cosa, pero calma los nervios y alumbra un conjunto vaporoso de ideas que a según quién gustará. Y dudo que algún día pueda estar en la rueda de Los Libres, y dudo que si lo estuviera haría semejantes mamarrachadas, y dudo que me pasase por el arco del triunfo las críticas… pero, como dice mi madre, "nunca digas de este agua no beberé y este cura no es mi padre". Es fácil ponerse en el lugar del desgraciado y peligroso hacerlo en el del poderoso. La honradez intachable suele venirse abajo frente a la libertad de vicio.

Y termino con una disculpa. Siendo hoy Domingo de Resurrección, no me he puesto muy católico que digamos. Pero es que Los Libres, cristianos, musulmanes o cienciólogos, si por algo se caracterizan, es por inventarse sus propias reglas. Su propia religión que empieza y termina en su mismísimo ombligo.

Me pone lo indecible Brian Cox. De Rey Lear, Hannibal Lecter, Agamenón o Logan Roy, el escocés puede llamarme a filas para marcarnos un Braveheart que voy como alma que lleva el diablo a defender la causa calzado con un kilt de highlander y un hacha de Lochaber. Su presencia dura, algo psicopática en el cine, siempre me ha hecho pensar que me zumbaría garganta abajo unos buenos whiskys frente una chimenea con él. Pero lejos de mis frikis ensoñaciones de onvre, Cox ha avivado todavía más mi admiración por sus declaraciones en la reciente visita que hizo a España promocionando Succession. En una entrevista para El Mundo dijo: «Solo pienso: a la mierda, aquí estoy para bien o para mal. Así que puede irse todo a la mierda. Que les den».

Trinchera Cultural
El redactor recomienda