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Roy contra Roy: la batalla final de 'Succession' ya ha empezado
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Roy contra Roy: la batalla final de 'Succession' ya ha empezado

Este lunes se ha estrenado la cuarta temporada de una de las series emblema de HBO, 'Succession', creada por Jesse Armstrong e inspirada en los tejemanejes empresariales de Rupert Murdoch

Foto: Kieran Culkin, Sarah Snook y Jeremy Strong, en una imagen de la cuarta temporada de 'Succession'. (HBO)
Kieran Culkin, Sarah Snook y Jeremy Strong, en una imagen de la cuarta temporada de 'Succession'. (HBO)

Son despreciables, pero no puedes dejar de mirarlos. Como una tibia sanguinolenta y astillada que emerge entre la carne en un accidente de tráfico. Es asqueroso, pero también supura lo hipnótico del desastre, del horror. Pocos personajes hay más aborrecibles que la familia Roy: algunos por estulticia, otros por mezquindad, pero todos apuñalables hasta sacarles los higadillos y la cartera. Clasistas, malhablados, niñatos privilegiados capaces de vender a sus hijos primogénitos por un puñado de (millones de) dólares por un lugar "en la conversación".

Succession se ha convertido en uno de los buques insignia de HBO —ha ganado 13 emmys y cinco globos de oro, una rara avis entre las series de moda. Mucha cháchara empresarial, mucha acción de despacho; mucha farlopa, eso sí— que apela a un público adulto, paciente, que se deje arrastrar al lado chanchullero de una compañía familiar dedicada al noble arte del periodismo —que tiene mucho más de avaricia y mucho menos de ideales de lo que sus estandartes defienden de cara a la galería— muy inspirada en Rupert Murdoch, magnate de la comunicación —es dueño de Fox News, The Times, The Sun y Sky, entre otros medios— y titiritero de la política internacional gracias a sus cabeceras y sus canales de televisión. Murdoch, por cierto, ha saltado de las páginas salmón a las rosas porque, a sus 92 años, y nueve meses después de separarse de Jerry Hall, ha anunciado su quinta boda con la viuda millonaria Anna Lesley Smith. Todo muy Succession.

En diciembre de 2021, se estrenó el último capítulo de la tercera temporada de Succession y, casi año y medio después, llega este lunes 27 de marzo la cuarta —y última— temporada a HBOMax, uno de los estrenos más esperados de la temporada. Succession es un paliativo para nosotros, los pobres: los ricos también sufren. Sufren por desdichas similares a los pobres, pero también —y sobre todo— por desdichas exclusivas de los ricos. Sufren por no recibir la aprobación de su padre o porque la gente que viene a su cumpleaños es interesada y, además, un coñazo. Sufren por no poder decidir si vacaciones en la playa (en el yate) o en la (mansión de la) montaña. Sufren porque mamá volvió a firmar un contrato que deja a los hijos fuera del consejo de la empresa familiar, sufren por haber pillado la gonorrea en una orgía y sufren porque piensan (saben) que todo el mundo quiere arrimarse a ellos por si cayese una migaja.

En 2021, dejamos a la familia Roy resquebrajándose por una maniobra final y maquiavélica del patriarca, Logan Roy (Brian Cox), que aprovechó la boca de su exmujer y madre de sus hijos para dar un volantazo empresarial y ceder el control de su empresa a la tecnológica Gojo, más joven, más dinámica y con un CEO tan disfrutable como Alexander Skarsgård. La traición de su padre sirvió para que los hermanos Roy, siempre enfrentados por la sucesión de la empresa, uniesen fuerzas frente a un enemigo común: su padre.

placeholder Brian Cox sigue paseándose con su gorra sempiterna. (HBO)
Brian Cox sigue paseándose con su gorra sempiterna. (HBO)

Y esta nueva temporada parece que apunta en la misma dirección (HBO solo ha adelantado el primer capítulo, así que hay que aventurar): matar al padre. Logan Roy celebra su cumpleaños sin la presencia de sus tres hijos menores, que siguen con el rencor en el cuerpo. Shiv (Sarah Snook) se plantea su relación con su marido, Tom (Matthew Macfadyen). Kendall (Jeremy Strong; por cierto, no se pierdan este perfil hilarante que le dedicaron en The New Yorker), quien —recordemos— estuvo a punto de morir ahogado en una piscina después de un incidente automovilístico, quiere recuperar su lugar como hermano primogénito —siempre ignorando al botarate de Connor (Alan Ruck), que, en realidad, es el mayor de todos—. Y Roman (Kieran Culkin), ¡el emasculado Ronan!, coge cada vez más fuerza y autoestima para revelarse como algo más que un díscolo pervertido. Y Greg (Nicholas Braun) sigue sin enterarse de nada. O haciendo como que no se entera.

En la segunda temporada, los guionistas de Succession —que han sido hasta 13— nos presentaron a Nan Pearce (Cherry Jones), dueña del conglomerado mediático progresista PGM, con la de Waystar Royco, la compañía de los Logan, flirtearon para una hipotética absorción de los primeros por parte de los segundos. En el primer capítulo, vuelven las conversaciones con Pearce, pero la situación familiar es muy diferente. Es un Roy contra Roys. Hasta aquí, muy somera, la trama. Pero lo que importa es lo demás.

placeholder Nicholas Braun y Matthew MacFayden son los empotrados en los Logan. (HBO)
Nicholas Braun y Matthew MacFayden son los empotrados en los Logan. (HBO)

Succession siempre ha tenido una estructura similar a la de una telenovela. Romances, traiciones, punto de giro tras punto de giro y gancho final. El espectador juega a adivinar las futuras traiciones y las alianzas, y el guion ofrece el nivel de puñaladas traperas que promete. Sin embargo, el formato empieza a adolecer de desgaste. HBO anunció recientemente que esta será la temporada final: las tramas empiezan a sonar repetitivas. Más allá de las muecas, los ojos en blanco, los resoplidos y los improperios, el personaje de Logan —en el primer capítulo, recordemos— no parece dar para mucho más allá de su estado de salud quebradizo y su mal carácter. El cabeza de familia sigue prefiriendo los baretos tradicionales a los salones de gala, sigue despreciando a los aduladores crónicos y a sus hijos y a sus sobrinos en particular.

Será el 28 de mayo cuando HBO emita el capítulo final, el día que Succession desvele el futuro de Waystar Royco. Que los creadores hayan decidido no aprovechar el tirón y no alargar innecesariamente la serie la acerca al estatus de culto. El hecho de que no haya tantas tramas y tantos personajes que cerrar, como en el caso de Juego de tronos, posibilita aún que haya un final digno, que no tengan que meter la quinta marcha para no dejar cabos sueltos. A lo largo de estas tres temporadas, los bandos han cambiado tanto que pocas resoluciones serían sorprendentes, más allá de que Greg —como suposición, como fantasía— se hiciese con el imperio como un chiste cósmico. Sería el peor castigo que Logan podría reservar a sus herederos, y significaría el triunfo del inútil, del idiota, del perrito faldero, del lameculos. Y del que intenta hasta la humillación pertenecer a una clase que solo acepta miembros de cuna. Sería, probablemente, el final más meritocrático de todos.

Son despreciables, pero no puedes dejar de mirarlos. Como una tibia sanguinolenta y astillada que emerge entre la carne en un accidente de tráfico. Es asqueroso, pero también supura lo hipnótico del desastre, del horror. Pocos personajes hay más aborrecibles que la familia Roy: algunos por estulticia, otros por mezquindad, pero todos apuñalables hasta sacarles los higadillos y la cartera. Clasistas, malhablados, niñatos privilegiados capaces de vender a sus hijos primogénitos por un puñado de (millones de) dólares por un lugar "en la conversación".

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