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George Monbiot: "La ganadería es hoy la mayor amenaza para la vida en la Tierra"
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'REGÉNESIS' ES SU ÚLTIMO LIBRO

George Monbiot: "La ganadería es hoy la mayor amenaza para la vida en la Tierra"

Necesitamos comer, pero este escritor británico disecciona en su ensayo que quienes nos traen esta comida están llevando todo el sistema al colapso. Monbiot señala a los culpables y ofrece soluciones para quien quiera leerlas

Foto: Retrato del autor de 'Regénesis'. (Guy Reece)
Retrato del autor de 'Regénesis'. (Guy Reece)

El último libro del escritor y ambientalista inglés, George Monbiot (Londres, 1963) se titula Regénesis y desde fuera podría dar la impresión de ser un alegato pastoral por una alimentación sostenible o por el veganismo. Sin embargo, de lo que realmente se trata es de un análisis increíblemente exhaustivo —en su elaboración, Monbiot ha consultado, según confiesa, 5.000 estudios científicos y otra media estantería de libros— de cómo el sistema de alimentación que mantiene a los humanos con vida, la agricultura y la ganadería, puede acabar con el colapso de los sistemas de soporte vital del planeta, algo que a menudo llamamos eufemísticamente naturaleza, pero, en el fondo, es el lugar de donde procede el 99% de las calorías que consumimos.

No es un catastrofismo rampante, sino muy calculado. El autor trata al sistema alimentario, de productores a consumidores, como un sistema complejo, igual que podría ser el financiero: algo que se desarrolla de forma espontánea a lo largo de mucho tiempo gracias a miles de millones de interacciones que logran un estado de autoorganización. Como el sistema financiero hizo en 2008, el sistema alimentario mundial podría colapsar si se omitieran las advertencias y se llegara a ese umbral a partir del cual todo se derrumba. Cuando un sistema complejo falla, lo hace sin aviso previo, pasando de un estado de equilibrio a otro y llevándoselo todo por delante, por muy grande —Lehman Brothers, cajas de ahorro españolas— que sea.

La diferencia es que los bancos centrales pueden emitir dinero para rescatar, pero, en este caso, no existe esa opción. Un crédito puede sacarte de la bancarrota, pero el hambre inmediata no puede saciarse con comida del futuro.

Hay muchas señales de que eso puede estar sucediendo. La más evidente es que, tras muchos años cayendo el picado, el número de gente malnutrida en el mundo ha vuelto a crecer a partir de 2014. En pocos años, hemos pasado de 607 millones de personas al borde de la hambruna a los 828 millones de 2021, más de los que había 15 años antes. Todo esto a pesar de que cada año se baten récords de producción de comida. ¿Por qué cada vez más comida llega a cada vez menos gente? Para Monbiot, la respuesta está en la debilidad o ausencia de las características que evitan el colapso de todo sistema complejo: redundancia, modularidad o sistemas de respaldo.

La pandemia o la guerra han sido ejemplos palmarios, el corte en el suministro de soja o maíz desde el granero de Europa ha provocado que animales en granjas de todo el continente se quedaran sin comida, aumentando de paso los precios de los fertilizantes y de la carne. Pero también las borrascas invernales en España y Marruecos han dejado a Reino Unido sin tomates y pepinos o un accidente en el canal de Suez puso en riesgo durante días un 10% del tráfico mundial de trigo. Cada vez más shocks están siendo capaces de perturbar a un sistema que parecía invulnerable por su propia naturaleza, un mercado abierto globalizado.

Como todo se está estandarizando hacia una dieta global, donde en todas partes se come algo parecido, también los cultivos, los métodos de producción, los fertilizantes o los pesticidas tienden a ser los mismos en distintos lugares del mundo. Por tanto, si algo falla, fallará en todas partes.

El libro comienza en "un lugar maravilloso para un huerto de árboles frutales, pero un lugar horrible para cultivar fruta", el huerto comunal de manzanos, perales o cerezos que Monbiot trabajaba él mismo en los alrededores de Oxford. Pese a las infames condiciones meteorológicas de las que Inglaterra presume, lograban producir cada temporada unas 14 variedades de manzana, de la wyken pippin a la bella de boskoop, todas absolutamente inéditas para quienes compramos manzanas en algún supermercado o mercado de abastos español.

PREGUNTA. Al leer sobre su huerto, tuve la revelación de pensar cómo la biodiversidad no solo se ha reducido en la naturaleza, sino también en nuestro sistema alimentario. Mientras usted recoge docena y media de variedades en función de la época del año, las manzanas que yo encuentro en mi supermercado de enero a diciembre son básicamente los mismos tres tipos.

RESPUESTA. Es un asunto muy interesante. Y, cuando miras las manzanas elegidas por los supermercados, ¿son las más sabrosas? No. ¿Son las manzanas más jugosas? No. ¿Son las manzanas más bonitas? No. Las manzanas que pueden sobrevivir al transporte y almacenamiento muy fácilmente. Y, entonces, obtienes estas atrocidades como la manzana Pink Lady. No sé si tienen de eso en España, pero, honestamente, una pelota de cricket es más sabrosa. Pero la ventaja de la Pink Lady es que puedes botarla en el suelo y no le pasa nada, por eso la eligen. Y, así, todas estas variedades se eligen por la conveniencia de las empresas que las venden, más que por el placer de los clientes.

"Una pelota de 'cricket' es más sabrosa que una manzana Pink Lady"

Por supuesto, esto reduce el desperdicio. Si la fruta no puede magullarse, se perderá menos en términos de peso. Pero significa que nuestra experiencia se reduce también y que muchas personas viven y mueren sin siquiera probar realmente cómo debería saber una manzana. O..., oh, Dios mío, o casi todas las peras, diría yo. Casi todas las peras que se venden aquí son peras de conferencia, que, de nuevo, en general, son como piedras. Están muy poco maduras, en realidad nunca maduran correctamente, mientras que el rango potencial de peras, algunas de las cuales se tienen que comer directamente del árbol porque, incluso si la transporta una milla, al llegar a casa ya están completamente trituradas. Pero, cuando las comes directamente del árbol, es que es una fruta completamente diferente. Son tan tan diferentes a las peras que compras en la tienda que apenas puedes creer que sea el mismo tipo de fruta.

P. También está la cuestión cultural. Por ejemplo, recuerdo los "tomates del país" que sacaba mi abuelo durante tres semanas en verano y sucede exactamente eso, pero cada vez más gente, y los hijos de esa gente, conocerá a lo largo de su vida solo los insípidos tomates pera o de ensalada que se venden en el supermercado. Hay mucha cultura local que se acaba perdiendo.

R. Sí, es cierto. Y eso es una tragedia. Se reduce el alcance de nuestra experiencia y nuestro disfrute de la vida. Es una gran lástima, pero también, quizá lo más importante, hace que el sistema alimentario sea menos resistente. Hemos perdido una gran parte de la diversidad de cultivos. Creo que la cifra es que, desde 1900, hemos perdido el 75% de la diversidad genética de los cultivos, y eso hace que estos sean más susceptibles a plagas y enfermedades. Porque, si una enfermedad se adapta a una planta, entonces puede saltar a las mismas plantas a lo largo de miles de kilómetros, porque ahora las mismas plantas se cultivan en todas partes. Esto también socava la resiliencia sistémica general del sistema alimentario mundial.

placeholder Monbiot podando el huerto. (Stuart Simpson/Penguin Random House)
Monbiot podando el huerto. (Stuart Simpson/Penguin Random House)

P. Siempre recuerdo la historia del Gros Michel, la variedad de plátano que era predominante hasta los años 50, cuando el mal de Panamá —un hongo de suelo llamado Fusarium oxysporum— acabó con casi toda la producción mundial y hoy solo sobrevive en algunas partes de Uganda. Bien, pues hoy estamos igual, pero con el omnipresente plátano Cavendish. Si hubiera otra plaga...

R. ... nos quedaríamos sin plátanos.

P. Se sustituyen cosas, pero no se resuelve el problema de fondo.

R. Exacto, lo que vemos es una falta de inversión en alternativas. Vemos a todo el mundo persiguiendo los beneficios inmediatos que pueden obtenerse de las variedades prémium, pero no se invierte en reemplazarlas o en diversificar.

P. Por mi experiencia, los periodistas que escribimos de medioambiente somos precisos al discernir los problemas, pero no tanto a la hora de señalar quiénes son los culpables o cuáles son las soluciones. Usted aquí no hace rehenes, muestra al completo este ciclo problema-causa-solución.

R. Creo que uno de los problemas con el periodismo ambiental en general es que tiende a ser bastante general y, a veces, impreciso. Y tenemos que ser muy claros sobre lo que tiene que cambiar. Nos enfrentamos a la mayor crisis a la que se ha enfrentado la humanidad, que es el posible colapso de nuestros sistemas de respaldo, en la que debemos decidir exactamente qué debemos hacer para evitarla.

P. En el libro reflexiona también sobre cómo el capitalismo genera cada vez más individuos pobres, tanto en dinero como en tiempo, que les acaba detrayendo también de posibilidades de recurrir a un tipo mejor de alimentación, generando a su vez incentivos perversos para perpetuar el sistema actual. ¿Cómo se rompe entonces este círculo vicioso?

R. Estamos en un gran problema porque ni siquiera estamos discutiendo todo esto. No sé si hay algún Gobierno en la Tierra que se haya tomado en serio el desafío presentado por la pérdida de resiliencia sistémica y el sistema alimentario. Pronto testificaré ante un comité parlamentario, aquí en el Reino Unido, que investiga acerca de la seguridad alimentaria, he escrito una presentación, pero, si se lo toman esto en serio, creo que sería el primer parlamento en el mundo que se está comprometiendo seriamente con el tema de la resiliencia del sistema alimentario mundial. La gente habla de todos los temas equivocados, pero no de los que son realmente fundamentales, los que han estado en la literatura científica durante 10 años, pero que nunca son discutidos por los gobiernos o los medios de comunicación.

placeholder El autor, entre los manzanos que tan bien conoce. (Stuart Simpson/Penguin Random House)
El autor, entre los manzanos que tan bien conoce. (Stuart Simpson/Penguin Random House)

P. La "industria de la comida" en España vive precisamente de producir esos vegetales que países como Reino Unido o Países Bajos no pueden obtener, pero es cierto que se esquilman recursos, acuíferos y, sobre todo, el uso de tierras. ¿Qué deberíamos hacer para alinearnos con esos principios que usted indica en Regénesis y revertir el deterioro del sistema alimentario?

R. Bueno, no es que España tenga que salir necesariamente de ese modelo, pero es muy importante diversificarse y no depender tanto de él. Por el contrario, nosotros dependemos totalmente de España para una gran cantidad de nuestros productos. Recientemente, debido al frío invierno que tuvieron, nuestras estanterías se vaciaron de tomates, pepinos, pimientos y berenjenas. Simplemente, desaparecieron de las tiendas. Y eso fue por lo que había pasado en España, lo que muestra cuán dependientes nos hemos vuelto. Creo que necesitamos diversificar nuestras fuentes de suministro, y España necesita diversificar lo que está cultivando, porque ejerce una enorme presión, particularmente sobre los recursos hídricos. Es muy difícil imaginar cómo, si estamos disminuyendo los recursos hídricos, España va a poder sostener esa producción. Quiero decir, no me malinterpreten, estamos agradecidos por esa producción. De lo contrario, aquí no tendríamos tomates, pepinos y demás productos en invierno. Bueno, algunas personas las cultivan aquí en el Reino Unido, pero a un coste ambiental enorme porque nuestros invernaderos funcionan con gas y eso es mucho más dañino que comprar nuestras verduras de Almería y transportarlas en camiones.

P. Desde el Brexit, ¿ha habido algún cambio en términos de garantizar su independencia alimentaria?

R. Bueno, no tanto todavía, pero al menos estamos viendo que se está desarrollando un nuevo sistema de subsidios. Y que es mejor de lo que yo me temía que sería. No es tan bueno como debería ser, pero definitivamente es una mejora sobre la Política Agrícola Común de la Unión Europea. De hecho, tendrías que esforzarte mucho para empeorar la Política Agrícola Común. Yo voté Remain en el referéndum y estoy muy avergonzado por todo lo del Brexit, estoy avergonzado de que mi país saliera de la Unión Europea. Pero, si se hubiera votado solo sobre cuestiones agrícolas, habría votado por el abandono porque, con mucho, lo peor que hace la Unión Europea es la Política Agrícola Común. Sorprendentemente, eso apenas apareció en el debate sobre el Brexit. Ya sabes, simplemente no querían hablar de eso, a pesar de que es, con mucho, la partida presupuestaria más grande y, con mucho, la cosa más genuinamente dañina que hace la Unión Europea. El único beneficio real del Brexit que tenemos no son los pasaportes azules, cualquier beneficio real del Brexit es salirse de la Política Agrícola Común.

P. Tampoco en el resto de Europa hay mucho debate público sobre la PAC, lo único que se discute es si los agricultores reciben más o menos dinero, pero no realmente las sutilezas de lo que se suscribe o las repercusiones a largo plazo.

R. Sí, lo sé. Es increíble, ¿no? Y, como resultado, se deja que los agricultores decidan lo que quieren. O las grandes organizaciones agrícolas, los grandes sindicatos agrícolas, siempre logran encontrar algo bueno para ellos y terrible para todos los demás. Sí, tenemos que ser más conscientes de lo que está pasando y cómo se gasta el dinero de los europeos. Esto es para todos los contribuyentes y se está malgastando terriblemente. Está yendo a las personas más ricas y está causando una destrucción ambiental masiva.

P. ¿Por qué cree que sucede esto, que el 40% del presupuesto europeo vaya a la agricultura y ganadería, pero no haya apenas escrutinio del público? En su libro apunta a que la propia complejidad del asunto ahuyenta a la gente común y beneficia a estas grandes corporaciones que sí tienen un interés en sacar partido.

R. Sí, eso es correcto. Es una combinación de las grandes corporaciones que se aprovechan y básicamente administran el sistema alimentario. Y los gobiernos tienen cada vez menos influencia sobre ello. Pero también tiene ahí toda esa demagogia de los políticos que solo lo utilizan para su beneficio personal sin realmente tomar el tema en serio. Estamos viendo esto particularmente en los Países Bajos en estos momentos, con la crisis de los nitratos: la extrema derecha ha irrumpido y está usando la crisis a su favor para afirmar que hay una agenda oculta, que el Gobierno está tratando de robar la tierra de los agricultores y dársela a los inmigrantes. Es una versión de toda la teoría de la conspiración del Gran Reemplazo, que es muy peligrosa, y por eso se ha explotado sin piedad esta situación. Esto es fácil de hacer porque muy pocas personas entienden lo que realmente está sucediendo.

placeholder Monbiot, autor de 'Regénesis', critica el enfoque de la comida de proximidad (Stuart Simpson/Penguin Random House)
Monbiot, autor de 'Regénesis', critica el enfoque de la comida de proximidad (Stuart Simpson/Penguin Random House)

P. Hablemos de las soluciones que plantea en el libro para resolver estos problemas. Una de ellas me ha llamado la atención por su simplicidad: ya que los europeos financiamos el cultivo de frutas y verduras a través de la PAC, estas deberían estar subvencionadas para hacer que así la gente consumiera más alimentos saludables.

R. Es tan básico y tan simple. Pero, sorprendentemente, el único lugar donde escuché esto fue a una persona que dirige un banco de alimentos local. No está siendo discutido por los gobiernos, no está en los medios. Como usted dice, con la Política Agrícola Común, la gente no le presta atención a este tema. Simplemente, continúan pagando el dinero a ciegas sin obtener nada bueno a cambio de ello, pero no lo cuestionamos.

Sin embargo, podrían usar ese dinero de una manera muy positiva. Podría mejorar enormemente la dieta de las personas y ayudar a apoyar a los pequeños productores de frutas y verduras. Dios sabe que necesitan ese apoyo porque es muy difícil ganarse la vida de esa manera. Pero, en cambio, estamos invirtiendo todo el dinero en la ganadería. Se lo estamos dando a los mayores terratenientes, incluso a personas que no tienen ninguna definición de agricultores. No importa. Si eres el dueño de la tierra, obtienes el dinero. Entonces, un jeque petrolero saudita puede comprar un gran pedazo de tierra en Europa y recibir subsidios agrícolas pagados por todos.

P. Otra de las soluciones que propone para "arreglar" el problema pasa por regular adecuadamente los alimentos del futuro, esas carnes de laboratorio con proteínas generadas con bacterias. Al principio, me recordó a estas utopías en las que alguien propone resolver el cambio climático solo con tecnología, sembrando el mar con dispositivos de absorción de CO₂, pero usted parece tener mucha confianza en la alimentación del futuro.

R. Bueno, creo que ninguna de nuestras crisis ambientales se puede resolver solo con tecnología, pero ninguna de ellas se puede resolver sin tecnología. Entonces, es una condición necesaria, pero no suficiente. Es un poco como si, con respecto a la energía, dijéramos: "Tenemos que dejar de usar combustibles fósiles, tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles, pero no tenemos sustitutos para ellos". Si no hubiera energía eólica, ni energía solar, ni energía nuclear, pero le dijéramos a la gente que tiene que dejar de usar combustibles fósiles. Bueno, obviamente, no llegaríamos a ningún lado. Incluso si las personas aceptaran el argumento, no podrían cambiar porque no habría sustitutos. Es lo mismo con el sistema alimentario. Podemos decirle a la gente: "Deberías dejar de comer carne y dejar de tomar leche". A menos que esté animando a todo el mundo a volverse vegano, lo cual es muy poco probable, tiene que producir buenos sustitutos para eso.

"Hay que buscar sustitutos a la carne porque no es probable que todo el mundo se haga vegano"

Necesitamos sustituir, pero eso no significa que haya que dejar de pedir cambios políticos, económicos, sociales y culturales, que también necesitamos. No es cuestión de uno o de otro, tienen que ir juntos.

P. Uno de los grandes mantras hoy en alimentación, tanto a nivel de calle como incluso en los grandes restaurantes gastronómicos, es que hay que comer alimentos locales y de proximidad. En el libro, sin embargo, no cree que esto sea una solución y dice que incluso puede ser un problema, como pasa con las "vacas alimentadas con pasto".

R. Comer localmente se ha propuesto como una solución durante mucho tiempo, pero, en realidad, no resuelve en absoluto la crisis ambiental. Es un verdadero mito que la producción local sea necesariamente mejor ambientalmente. De hecho, en muchos casos, es mucho mucho peor. Como sugerí en el libro, en mi cálculo, tendrías que enviar un kilo de habichuelas 100 veces alrededor del planeta para que tuviera el mismo impacto de gases de efecto invernadero que un kilo de carne de ternera del campo de al lado. Y, también, la mayoría de nosotros no podemos comer localmente. Simplemente no tenemos suficiente tierra que pueda producir los cultivos que necesitamos cerca de donde vivimos. Simplemente exageramos demasiado el transporte de alimentos, pero infravaloramos muchísimo el impacto de la producción de esos alimentos.

Entonces, incluso si comer localmente fuera la política correcta, el Gobierno y la industria se resistirían, pero es que ni siquiera es la política correcta. Creo que el problema real será el poder de las industrias antiguas; en este caso, la ganadería. Al igual que el poder de la industria de los combustibles fósiles hace que sea muy difícil garantizar que logremos desarrollar las políticas energéticas correctas, las que necesitamos, el poder de la industria ganadera dificulta que esta transición suceda. Y esta industria ha estado presionando mucho para que las nuevas proteínas no obtengan la aprobación regulatoria. Creo que, como ecologistas, deberíamos hacer retroceder a la industria ganadera. Quiero decir, hay dos cosas que debemos hacer para proteger y restaurar el planeta vivo. Una es dejar los combustibles fósiles en el suelo y la otra es dejar de criar animales. Y ambas son igualmente importantes.

P. Aunque agricultura y ganadería pueden ser comparables, por ejemplo, al sector del transporte en cuanto a emisiones de CO₂, usted indica que esta también afecta a otras áreas como el uso de agua o de terreno, que se convierten en arados o pastos en lugar de dejarlos en estado salvaje, donde agrupaban más biodiversidad y absorbían, por tanto, más dióxido de carbono.

R. La producción de alimentos, y, concretamente, la ganadería, es actualmente la mayor amenaza para el planeta. Es la causa principal de la destrucción del hábitat, de la pérdida de la vida silvestre, de extinción, de uso de la tierra, uso del agua, degradación del suelo, cambio climático, contaminación del agua y del aire. Es difícil pensar en algún otro sistema que no esté afectado directa o indirectamente por la industria ganadera.

P. No sé si estuvo al tanto, pero, hace un tiempo, uno de los ministros del Gobierno, Alberto Garzón, dio una entrevista a The Guardian donde decía que España debía comer menos carne para limitar el cambio climático y criticaba las macrogranjas. Provocó una polémica muy sonada. Medio país, incluidos miembros del partido con el que gobierna, pidió su dimisión por aquello.

R. Hay muy poco margen aquí para el debate racional, todo tiene que ver con las emociones. Son asuntos muy viscerales, no importa lo calmado y racional que intentes ser, la gente va a reaccionar furiosamente a cualquier cambio sugerido.

El último libro del escritor y ambientalista inglés, George Monbiot (Londres, 1963) se titula Regénesis y desde fuera podría dar la impresión de ser un alegato pastoral por una alimentación sostenible o por el veganismo. Sin embargo, de lo que realmente se trata es de un análisis increíblemente exhaustivo —en su elaboración, Monbiot ha consultado, según confiesa, 5.000 estudios científicos y otra media estantería de libros— de cómo el sistema de alimentación que mantiene a los humanos con vida, la agricultura y la ganadería, puede acabar con el colapso de los sistemas de soporte vital del planeta, algo que a menudo llamamos eufemísticamente naturaleza, pero, en el fondo, es el lugar de donde procede el 99% de las calorías que consumimos.

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