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A solas con el 'cipotudo perfecto': seis meses bebiendo en una cabaña a 30 grados bajo cero
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entrevista con sylvain Tesson

A solas con el 'cipotudo perfecto': seis meses bebiendo en una cabaña a 30 grados bajo cero

Escritor y aventurero, ha vendido cientos de miles de ejemplares narrando experiencias extremas a las que se somete con la pretensión de bucear en el alma humana y encontrarse a sí mismo

Foto: Entrevista a Sylvain Tesson. (Isabel Blanco)
Entrevista a Sylvain Tesson. (Isabel Blanco)
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Poco después de cumplir los 37 años, el geógrafo Sylvain Tesson (París, 1972) se fue a vivir seis meses a una cabaña de madera a orillas del lago más antiguo del mundo, el Baikal, a 120 kilómetros del pueblo más cercano. Se pertrechó con una serie de objetos (un hacha, un puñal checheno, iconos de santos ortodoxos, retratos de zares, una bandera de Francia…) que enumera en la página 27 del libro en el que detalla su aventura (La vida simple, 2012). Pasó los días a temperaturas que caían por debajo de los 35 grados bajo cero cortando leña, pescando, escribiendo haikus en la nieve con un palo, bebiendo litros y litros de cerveza y vodka, fumando puros Partagás, mirando a través de los cristales empañados de su ventana, encontrándose con focas y osos, patinando y abriendo agujeros en el hielo, y leyendo montones de libros que iba sacando de una caja. "El cagadero, a ciento veinte pasos de mi cabaña: un agujero en la tierra y un alero de planchas mal ajustadas".

Por su choza van desfilando pescadores que viven en la zona y con los que mantiene mayormente conversaciones de borrachos. Le hablan de cómo los judíos dominan el mundo (menos Francia, que la dominan los musulmanes). De que Stalin era un verdadero jefe, de que los franceses son homosexuales y de que el 11-S fue "una comedia montada por los yanquis". Las visitas suelen ser interrumpidas por las ganas de hacer otras cosas del anfitrión. "Estoy borracho como un conductor de tranvía moldavo y es la hora de patinar en el hielo". Un día, Tesson se encuentra con un oso al que ya no tiene tiempo de ahuyentar con las bengalas especiales que lleva encima para ello. "No he preparado nada, y retrocediendo lentamente no se me ocurre más que esto: grito '¡Jódete, conejo gordo!'. El ensalmo funciona, el oso se retira revolviendo los arbustos".

Por su choza van desfilando pescadores que viven en la zona y con los que mantiene mayormente conversaciones de borrachos

Sentado en la cabaña, bebiendo sin parar y leyendo librotes de filosofía y poemas chinos, escribe lo que se le ocurre en un diario.

15 de febrero. "Los eslavos pueden pasarse horas mirando humedecerse los vidrios. A veces se levantan, invaden un país, hacen una revolución, y después vuelven a soñar frente a sus ventanas".

2 de marzo. "Es bueno no tener que alimentar una conversación. ¿De dónde viene la dificultad de la vida en sociedad? De este imperativo de encontrar siempre algo que decir".

3 de marzo. "Antes jugaba al lobo, ahora hago el oso".

6 de marzo. "Después del frío, el ruido del tapón de vodka que salta cerca de una estufa suscita infinitamente más goce que una estadía palaciega sobre el gran canal veneciano".

26 de marzo. "Nieve. Camino sobre el lago y alzo el rostro con la boca abierta. Bebo los copos en la teta del cielo"(...) Ahogo el pesar de haber vuelto [de pescar] con las manos vacías en veinticinco centilitros de vodka y dejo actuar el alcohol en las venas. ¡A mí, poetas chinos!".

placeholder Sylvain Tesson. (I. B.)
Sylvain Tesson. (I. B.)

29 de marzo. "En las antípodas, las órdenes de París: ¡Debes tener una opinión sobre todo! ¡Debes atender el teléfono! ¡Debes indignarte! ¡Debes estar donde podamos localizarte!".

18 de abril. "Pesco tres salmones de veinte centímetros. Terminarán sobre la estufa, rellenos de arándanos con un chorro de aceite. La carne es sabrosa. Fresca, casa bien con el vodka. Todo casa bien con el vodka. Salvo los besos de una chica. No corro ningún riesgo".

5 de mayo. "Es al quinto vaso de vodka cuando se hace difícil resistirse al siguiente".

7 de mayo. "Me metamorfoseo por comer pescado desde hace meses. Mi carácter se ha vuelto lacustre, más taciturno, más lento, la piel se me ha blanqueado, suelto un olor escamoso, la pupila se me dilata y el corazón se hace más lento".

8 de mayo. "El Estado lo ve todo; en el bosque, se vive oculto. El Estado lo oye todo; el bosque es la nave del silencio. El Estado lo controla todo; aquí solo valen los códigos inmemoriales. El Estado quiere seres sumisos, corazones secos en cuerpos presentables; las taigas vuelven salvaje al hombre, le desatan el alma".

22 de mayo. "Las placas [de hielo] se disuelven con un crepitar de azúcar impregnada en champán. El lago ha soltado un perfume de sexo".

22 de junio. "En el modo en que los rusos vacían el vaso y empuñan los cuartos de carne late el orgullo de escapar a toda cadena comercial".

5 de julio. "Tomar en consideración a los insectos procura alegría".

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Sylvain Tesson. (I. B.)

Después de los primeros meses, empieza a tener ocurrencias en voz alta que hace pasar por proverbios rusos. Cenando y bebiendo con dos pescadores a los que les faltan algunos dedos de las manos, enuncia: "Camarada, dame foca, dame un carro y tomaré Polonia".

Leyendo noticias sobre corruptelas políticas en un periódico viejo que le trae una visita, declama: "La fealdad de esos trajes y corbatas y la pobreza de expresión de esa gente son peores que sus malversaciones".

Al volver de cortar leña con el torso desnudo, con una cruz ortodoxa al cuello y tras limpiar las ventanas con vodka diluido en agua, se le ocurre resumir así su estancia: "Dejé la caverna de las ciudades y viví seis meses en la iglesia de las taigas. Seis meses como una vida".

Días antes lo había descrito así: "Si me preguntan por qué vine a encerrarme aquí, respondería que tenía lecturas atrasadas".

Hacia el final del viaje, lee el mensaje que su novia le ha enviado desde París al teléfono satelital, que mantiene en una maleta por si hay una emergencia: "La mujer que amo rompe conmigo (...) Cierro los libros y lloro abrazado a mis perros".

"En Europa de Este, es todo salvaje: el paisaje, las distancias, el clima, las almas, la profundidad de las cosas y la gente… para bien y para mal"

Tesson ha vendido cientos de miles de libros —traducidos a decenas de idiomas y convertidos en comics y películas documentales— con relatos como estos. Vueltas al mundo en bicicleta, expediciones al Himalaya, trenes siberianos, cabalgadas por Mongolia, acampadas en las montañas de Afganistán, travesías por el desierto y cosas de ese estilo. Excepto la de los 15 días de agosto en un camping de Benidorm, su currículo está engordado con todas las experiencias extremas a las que se puede aspirar a sus 50 años de vida. Nos encontramos con él en la terraza de un ático de Madrid, donde ha venido a recoger el Premio Internacional de la Sociedad Geográfica Española.

PREGUNTA. En un mundo cada vez más interconectado, en el que podemos acceder a imágenes y fotografías de cualquier rincón del mundo desde un teléfono, la figura del expedicionario y del aventurero podría parecer finiquitada. Pero tus libros se venden mucho en decenas de países. Has tenido mucho éxito.

RESPUESTA. Voy a responder a la pregunta de manera brutal. Estoy seguro de que esta mutación que ha sufrido la Humanidad con internet no es una buena noticia para la Humanidad. Los dispositivos móviles han hecho más y más líquido el espíritu, el alma y las capacidades del ser humano. Por eso tienes éxito cuando escribes un libro con historias reales sobre vivir en el bosque, sobre escalar montañas, sobre navegar en el mar, sobre contemplar cosas bellas como el arte, los libros, el paisaje… Tienes éxito porque atraes la atención sobre las cosas reales. Es una reflexión muy banal, pero es cierta. Haces un libro con una propuesta que es casi infantil, que trata de alguien que vive en el bosque y lo cuenta… Y tienes éxito porque tenemos un déficit de cosas reales.

P. Tus primeros viajes los hacías con compañeros, pero últimamente viajas casi siempre solo. ¿Por qué?

R. He vivido grandes relaciones humanas. Yo digo que son relaciones como las que se tienen en la montaña con los compañeros de cuerda, que son necesarios cuando estás escalando porque de ellos depende que sobrevivas. Si caes, tu compañero te puede salvar la vida. Esa es una relación muy bonita, porque tienes un amigo del que depende tu vida, pero estás varios metros separado de él. Para mí ese es el símbolo de una buena relación: no estar demasiado cerca, pero ser muy útil. A mí me gusta más viajar solo, pero si voy con un amigo, me gusta hacerlo como si estuviésemos en la montaña: no demasiado cerca, pero unidos por una cuerda que nos puede salvar la vida.

placeholder Sylvain Tesson. (I. B.)
Sylvain Tesson. (I. B.)

P. ¿Pero por qué prefieres viajar solo?

R. Cuando estás solo puedes preparar tus libros, cuando estás solo conversas con tu propio espíritu, cuando estás solo estás rodeado por tus memorias, por tus poemas, por tus libros. Cuando estás solo te preguntas por lo que te rodea y eso es lo que te hace compañía. Estar solo para un escritor es la manera más profesional de vivir. Cuanta más gente tienes alrededor, menos poética es la búsqueda a la que se lanza tu mente.

P. ¿Y qué descubriste en esos seis meses en el lago Baikal?

R. Lo que intenté expresar en La vida simple es que no dependes de los paisajes que descubras, ni de la ruta que hagas. Es otra manera de viajar, enfocando la atención en el tiempo que ves pasar, en las estaciones, en la dialéctica entre el tiempo y el espacio. En mis primeros viajes, me centraba más en los kilómetros, en el desarrollo del paisaje que pasaba delante de mis ojos. Sacaba de eso la inspiración, las ideas. Pero en la cabaña experimenté justo lo opuesto. Como si fuese un pintor, me fijaba en los detalles más pequeños, en el paso del tiempo. Esas son las cosas que descubrí ese año.

P. Has viajado mucho por Rusia y en tus libros siempre se destila una cierta admiración por su cultura y su forma de vida.

R. Por favor, no hagas que esta respuesta suene como una respuesta política. Estos días no puedes evitar darle una interpretación política a cualquier cosa que digas de Rusia, pero sería un error. Entiendo que un escritor tiene que entrar en estos temas, pero déjame responder como si no hubiese una guerra. Lo que me gusta del mundo eslavo y del mundo de Europa de Este en general es que es todo salvaje: el paisaje, las distancias, el clima, las almas, la profundidad de las cosas y la gente… para bien y para mal. En el sentido positivo, por ejemplo, porque han creado una literatura y un arte muy profundo, muy intenso. En el sentido negativo, por su brutalidad. Esta intensidad es algo que buscaba cuando era muy joven y quería una vida muy intensa, una vida muy fuerte, como si fuese James Dean. Todo eso lo encontraba en Rusia, con sus extremos y su existencia excesiva. Pero, por supuesto, cuando vas creciendo, vas cambiando, y aprecias otras cosas. Ahora, de pronto, aprecio más la dulzura, la tranquilidad, la vida simple, la calma. Por eso ya no voy más a Rusia.

"No soy feliz cuando estoy rodeado de gente, de seres como yo"

P. En general, pasas tiempo en lugares fríos y extremos. A otros aventureros les ha dado por islas tropicales, pero no es tu caso. No sé si es una coincidencia o hay realmente un patrón.

R. No es una coincidencia en absoluto. Me atraen los lugares hostiles del mundo, los lugares remotos, sobre todo el norte y las montañas. En Europa del Este, sucede que, cuando vas al norte, aumenta también la altitud. Hay una correspondencia entre altitud y latitud. Me gustan estos lugares porque las expediciones, durante toda mi vida, han sido en busca de lugares remotos, en los bosques siberianos, en la alta montaña, etcétera. Creo que la vida es más real, más pura, que te haces mejor. Cuando estás en París o en Madrid, cuando estás en una ciudad, todo es fantástico, pero estás dormido, estás aletargado. Eso es algo que intentaba evitar sobre todo cuando era más joven. Por eso me iba a países fríos, como tú dices, aunque en realidad no se trataba de ir a sitios donde hace frío, sino a sitios remotos y geográficamente muy hostiles y difíciles.

P. ¿Se puede hacer un viaje enriquecedor en un país industrializado y moderno como España?

R. En estos países puedes encontrar arte, principalmente museos. El arte es la otra cosa que me interesa en la vida, además de la naturaleza. Entre el arte y la naturaleza salvaje es donde está la esencia humana. A mí lo que me interesa es estar delante de un oso o delante de una virgen de Rafael. Todo lo que hay en medio no me hace feliz, no me interesa. No soy feliz cuando estoy rodeado de gente, de seres como yo. Pero puedo ser feliz en el Prado, como esta mañana, o cuando subo al macizo de Montserrat, o en la montaña aragonesa. Allí sí.

"Mis compatriotas a menudo creen que son la gente más miserable e infeliz del mundo"

P. Tú llevas a menudo una bandera de Francia a tus expediciones y celebras el día nacional, el 14 de julio. Han citado mucho una frase tuya según la cual los franceses son personas que viven en el paraíso, pero creen que viven en el infierno. ¿Qué quieres decir?

R. No quiero que parezca una frase burguesa. Soy consciente de que hay gente en mi país que está pasando por situaciones difíciles. Cuando digo que Francia es un paraíso es porque no hay guerras, tenemos un estado de bienestar que te ayuda con muchas cosas, hay muchas facilidades para vivir. A pesar de ello, mis compatriotas a menudo creen que son la gente más miserable e infeliz del mundo. Les escuchas y parece que están en Etiopía. Ahora, por ejemplo, hay huelgas, protestas, y yo entiendo que este sistema económico es perverso. Pero hay un problema de percepción en Francia, de perspectiva. De todos modos, esta frase se la han intentado apropiar los macronistas en Francia para defender las ideas liberales. Y no estoy de acuerdo. Ellos usan la frase para decirle a la gente que está en el paraíso y que no debería quejarse. Lo que yo quería decir no era esto, simplemente pretendía opinar que su vida es mucho más sencilla que en lugares en los que he pasado años, como Afganistán o Siria…

P. Permíteme acabar volviendo a un tema del que ya has hablado: tu relación con la tecnología. Es paradójico, porque sin la tecnología la mayoría de tus viajes serían imposibles. Te mueves en aviones, portas teléfonos satelitales, etcétera. ¿Hay alguna barrera entre las tecnologías que consideras aceptables y las que no consideras aceptables?

R. Por supuesto, soy consciente de que hay una enorme contradicción entre el elogio de la simplicidad que hago y algunas de las cosas que hago. Como dices, cojo aviones, trenes, coches... Hay una contradicción. Con todo, yo estoy seguro de que el orden cibernético es muy mala noticia para la humanidad. Nos hemos convertido en esclavos de las máquinas. Nos dijeron hace unos años, cuando empezó el proyecto de Silicon Valley, que todo esto iba a mejorar nuestras vidas, que íbamos a ser más felices, sabios y eficientes. Pero es fake news. Internet entero es fake news. No es que produzca fake news, es que es fake news. La mayor fake news es creer que nuestro futuro y nuestro bienestar están en las máquinas. Por eso intento evitarlo e intento escapar de todas las maneras que puedo de los dispositivos. Yéndome al bosque, quedándome en una cabaña, mirando un cuadro en un museo, leyendo poesía, intentando hacer una vida simple. En el fondo, todo lo que digo es muy banal, muy simple. Es tan sencillo que resulta evidente.

Poco después de cumplir los 37 años, el geógrafo Sylvain Tesson (París, 1972) se fue a vivir seis meses a una cabaña de madera a orillas del lago más antiguo del mundo, el Baikal, a 120 kilómetros del pueblo más cercano. Se pertrechó con una serie de objetos (un hacha, un puñal checheno, iconos de santos ortodoxos, retratos de zares, una bandera de Francia…) que enumera en la página 27 del libro en el que detalla su aventura (La vida simple, 2012). Pasó los días a temperaturas que caían por debajo de los 35 grados bajo cero cortando leña, pescando, escribiendo haikus en la nieve con un palo, bebiendo litros y litros de cerveza y vodka, fumando puros Partagás, mirando a través de los cristales empañados de su ventana, encontrándose con focas y osos, patinando y abriendo agujeros en el hielo, y leyendo montones de libros que iba sacando de una caja. "El cagadero, a ciento veinte pasos de mi cabaña: un agujero en la tierra y un alero de planchas mal ajustadas".

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