Es noticia
Una bailarina rusa fue la espía favorita de Hitler (y otras historias de agentes secretas)
  1. Cultura
ADELANTO EDITORIAL

Una bailarina rusa fue la espía favorita de Hitler (y otras historias de agentes secretas)

Los periodistas Manuel P. Villatoro e Israel Viana publican el libro 'Historia de la Segunda Guerra Mundial. Sin mitos ni tópicos'

Foto: Marie-Madeleine Fourcade.
Marie-Madeleine Fourcade.

Hitler tuvo también su espía favorita, Marina Lee, una misteriosa bailarina nacida en San Petersburgo de la que no ha quedado ni un solo registro fotográfico. En su expediente se la describía como una rubia hermosa y delgada que dominaba varios idiomas y que era capaz de infiltrarse en un campamento aliado paran robar los planos secretos de una operación importante. No obstante, lo que llama la atención de ella es cómo acabó una rusa al servicio del mayor enemigo de su país. La respuesta es fácil: en la revolución de 1917 los bolcheviques ejecutaron a sus padres y ella juró venganza.

Huyó a Noruega para no sufrir el mismo destino, donde se casó y llevó una vida estable hasta que, en 1937, los alemanes le ofrecieron trabajar para el Reich aprovechando sus contactos en las altas esferas. Ella no dudó, porque no había nada que deseara más que eliminar al régimen que había asesinado a su familia, y trabajó con tanta destreza que consiguió infiltrarse en los cuarteles noruegos de las Fuerzas Expedicionarias Británicas y obtener la información sobre el plan de ataque que iban a perpetrar contra los alemanes, que habían invadido el país en 1940. Gracias a ella, Hitler consiguió responder al golpe y ganar la batalla justo cuando parecía que iba a perderla. Eso le permitió estar allí cinco años más y establecer una administración militar con un Gobierno autóctono afín.

placeholder Historia de la Segunda Guerra Mundial, de Manuel Villatoro e Israel Viana.
Historia de la Segunda Guerra Mundial, de Manuel Villatoro e Israel Viana.

Un caso parecido es el de Larissa Swirski, el ejemplo más claro que tenemos de agente doble. Era una espía rusa que comenzó trabajando para Alemania como consecuencia del trauma que le había generado asimismo el haber sido testigo del asesinato de su familia en la revolución de 1917. El delito de sus padres y hermanos fue estar emparentados con el zar Nicolás II. Sin embargo, en medio de la guerra acabó renegando de los nazis cuando se enteró, por su hermana, del genocidio judío que el Führer estaba llevando a cabo en los campos de concentración. Todo lo que hizo fue tan sorprendente que Ian Fleming, el famoso creador de la saga del Agente 007, se inspiró en ella para crear a las primeras chicas Bond.

Larissa Swirski inspiró a Ian Fleming para crear a las famosas Chicas Bond

Su periplo comenzó al huir de su país antes de que la capturaran los comunistas y emprendió un largo periplo por Europa hasta establecerse en Andalucía. Allí se casó con un militar sevillano íntimo amigo de Franco, a través del cual los nazis le propusieron trabajar para ellos como agente. Vivía entonces en Ceuta y recibió su entrenamiento en Tánger para instalarse después con su familia en el Campo de Gibraltar, muy cerca de donde la armada británica mantenía una base crucial para el control del Estrecho.

Su primera misión fue informar de la ubicación de los barcos aliados atracados en el puerto del Peñón, para que los hombres rana italianos y alemanes pudieran colocar bombas lapa en sus quillas. Larissa caminaba tranquilamente con su hija para que pareciera que estaba solo de paseo y no dudaba en llevársela con la lancha para dibujar detalles de los portaaviones enemigos atracados en el muelle, aunque sabía perfectamente que se jugaba la vida. Ya tenía conocimiento de que los británicos estaban ahorcando a los espías que descubrían en Gibraltar y hasta había oído hablar del verdugo que se desplazaba desde Londres solo para ejecutarlos. Aun así, no se detuvo.

placeholder Larissa Swirski.
Larissa Swirski.

Tras la revelación de su hermana no le resultó difícil cambiar de bando, porque Gibraltar estaba lleno de espías de una y otra facción, ya que se hallaba en juego la Operación Félix que el Führer había estudiado con el Caudillo para apoderarse del Peñón (y que contamos en otro capítulo). Larissa se convirtió entonces en una de las agentes dobles más destacadas de la zona, pero los alemanes pronto sospecharon de ella e intentaron tenderle una trampa.

Los mandos nazis le encomendaron una misión en Argentina con la idea de que cogiera un barco y que otro agente la arrojara al fondo del mar en mitad de la travesía. Por fortuna, los aliados la previnieron antes y ella se excusó ante los nazis diciendo que tenía que ir a Sevilla con su marido. Ellos la creyeron y no tuvo que hacer el viaje; pensaron que ya tendrían tiempo de cazarla más adelante, pero en la capital andaluza abandonó de forma definitiva sus labores de espionaje y vivió en paz hasta su muerte, en 1977.

Preparadas desde la Primera Guerra Mundial

Los dos servicios de espionaje que hemos mencionado hasta ahora, el británico y el germano, fueron los más importantes de la época. Es cierto que ningún país los había desmantelado por completo tras la Primera Guerra Mundial, pero fueron ellos los que más habían invertido en su mantenimiento y desarrollo, por lo que estaban mucho mejor preparados, antes, incluso, de que Hitler ordenara la invasión de Polonia en septiembre de 1939. Esto se debe, sobre todo, a que a muchas de las agentes secretas que habían entrado en acción entre 1914 y 1918 se las volvió a reclutar en la Segunda Guerra Mundial, a pesar de no haber trabajado en la clandestinidad al finalizar aquella primera contienda.

En la Gran Guerra se había experimentado una gran generalización del empleo femenino en la inteligencia profesional

Es cierto que en la Gran Guerra se había experimentado una gran generalización del empleo femenino en la inteligencia profesional, pero fue en 1939 cuando los diferentes gobiernos no tuvieron más remedio que hacer pública la necesidad de contratar a más mujeres para proveer de personal sus oficinas secretas. Las féminas acudieron en masa, pero no para trabajar de secretarias en un segundo plano, sino en el contraespionaje, la criptografía, las estaciones de ultramar, las redes secretas, los servicios de mensajería y las oficinas de censura. Especialmente importantes resultaron las criptógrafas y las radiotelegrafistas, como Aileen Monis Clayton, asignada a la detección de mensajes enemigos, y Joan Clarke Murray, que trabajó en la máquina de codificación alemana Enigma.

placeholder Joan Clarke Murray.
Joan Clarke Murray.

Los progresos de esta última fueron impresionantes y su aportación a la derrota final de las potencias del eje, decisiva. Se convirtió en una de las pocas mujeres que formó parte del equipo de Alan Turing para descifrar el código usado por el ejército nazi en sus comunicaciones. La fichó el Hut 8, una sección de la Escuela de Código y Cifrado del Gobierno del Reino Unido, nada más graduarse en la carrera de Matemáticas en Cambridge, en junio de 1940. Al año ya había localizado las embarcaciones alemanas que tenían equipos de cifrado y códigos. Aquel descubrimiento fue crucial. Para que se hagan una idea, antes de contar con esa información, entre marzo y junio de 1941 los germanos lograron hundir más de doscientas ochenta y dos mil toneladas de barcos británicos al mes mediante ataques masivos con sus submarinos. Después, se redujeron a sesenta y dos mil toneladas. Su jefe, el célebre Hugh Alexander, la describió como "la mejor del equipo".

Ravensbrück, el infierno de las mujeres

No hay que olvidar tampoco que la mayoría de las mujeres que habían formado parte de La Dame Blanche, la principal organización de la Resistencia belga de la Primera Guerra Mundial, volvieron a reunirse en los años cuarenta en una nueva red llamada Clarence. Especial notoriedad adquirieron también las componentes de la Dirección de Operaciones Especiales (SOE, por sus siglas en inglés), a la que pertenecía la mencionada Nancy Wake y que estaba destinada a organizar la lucha en los territorios ocupados por Hitler. Por otro lado, el Gobierno estadounidense también contó con mujeres en tareas de inteligencia, en especial a través de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, por sus siglas en inglés).

placeholder Nancy Wake.
Nancy Wake.

El espionaje había cambiado mucho desde la Primera Guerra Mundial. En la década de 1920 se habían centrado en la política, la ideología y la economía, pero a partir del acceso de Hitler al poder en 1933 empezaron a potenciarse los servicios de inteligencia militares. Nadie parecía sentirse seguro cuando se filtraron las atrocidades que estaba cometiendo el nacionalsocialismo. En ese momento, la intervención femenina en la guerra aumentó de forma considerable; tanto que los nazis se vieron obligados a establecer un campo de concentración solo para mujeres, el de Ravensbrück, a noventa kilómetros al norte de Berlín. De las ciento treinta mil presas que pasaron por él entre 1939 y 1945, solo sobrevivieron cuarenta mil. Allí encontraron la muerte espías tan valiosas como Violette Szabo, que dio una excelente muestra de su coraje al enfrentarse a las SS antes de que la detuvieran.

La intervención femenina en la guerra aumentó de forma considerable; tanto que los nazis crearon un campo de concentración solo para mujeres

Andrée Virot estuvo a punto de ser asesinada allí cuando la arrestaron el 10 de mayo de 1944. Llevaba cuatro años trabajando como espía de la Resistencia francesa, en los que consiguió salvar la vida a centenares de prisioneros y recabar todo tipo de información relevante acerca de las actividades de los alemanes en la costa de Brest, su pueblo natal. Al final la pusieron al frente de una sección de la Oficina de Información de Bretaña y averiguó los movimientos de las tropas y los barcos nazis, la cantidad de equipamiento militar que transportaban y la localización exacta de las fortificaciones que estaban construyendo para defenderse del inminente desembarco aliado.

En uno de los intercambios de información con las oficinas de Londres, Virot recibió una carta personal de agradecimiento escrita de su puño y letra por Churchill: "¡Su última misión equivale a una victoria en el campo de batalla!", aseguró el primer ministro en un gesto que la dejó profundamente conmovida. Gracias a él supo que el Día D tendría lugar pronto y respiró aliviada, aunque tuviera que destruir la nota para no dejar pruebas. Aquello no le sirvió de nada, porque un compañero capturado por la Gestapo reveló sus datos después de que le obligaran a ver cómo torturaban a varios miembros de su familia. Andrée, por su parte, logró llegar a París, pero allí la detuvieron, la golpearon brutalmente y la trasladaron a Ravensbrück.

¡Anotad el nombre de esta mujer! ¡A la cámara de gas!". Un guardia la golpeó con un látigo y anotó en un papel el número que llevaba tatuado

Unos meses después, un oficial nazi se detuvo frente a ella en uno de los múltiples recuentos que se producían en el campo de concentración y gritó: "¡Anotad el nombre de esta mujer! ¡A la cámara de gas!". Un guardia la golpeó con un látigo y, tras retorcerle el brazo violentamente, anotó en un papel el número que llevaba tatuado. "No volveré a ver a mi familia ni viviré lo suficiente como para ver a Francia liberada de esta tiranía", pensó, hundida en la tristeza. De repente, una de las amigas polacas que había hecho en aquel infierno comenzó a arrastrarse por el suelo entre las filas de las prisioneras hasta llegar a la mesa donde estaban depositados los nombres. Localizó el suyo y se lo comió antes de regresar a su fila sin que nadie la viera. Pocos días después, los aliados liberaron el campo y ella pudo regresar a casa, donde murió a los ciento cuatro años con numerosas condecoraciones de los gobiernos de Francia, Reino Unido y Estados Unidos.

Los tres mil espías de la Alianza

Son muchos los ejemplos de espías que lucharon contra los nazis, aunque sus nombres hayan caído en el olvido. Andrée de Jongh tenía solo veinticuatro años cuando puso en marcha la red Comète, que se encargó de evacuar a los pilotos aliados derribados en Países Bajos, Bélgica y Francia. Elizabeth Pack consiguió los códigos navales alemanes que permitirían coger por sorpresa a los nazis en el norte de África. La Gestapo llegó a distribuir carteles con la foto de Virginia Hall por toda Francia, en los que advertía: "Esta mujer que cojea es una de las agentes aliadas más peligrosas. Debemos localizarla y eliminarla". Y eso que había perdido la pierna en un accidente fortuito con su arma en una cacería en Turquía, lo que no fue impedimento para que la Dirección de Operaciones Especiales británica la reclutara y la entrenara para llevar a cabo misiones con una identidad falsa. Salvó también incontables vidas y ayudó a debilitar a las fuerzas nazis, pero se la recuerda por desempeñar un papel fundamental en el desembarco de Normandía, ya que organizó los saltos en paracaídas que sorprendieron al mismísimo Hitler.

placeholder Marie-Madeleine Fourcade.
Marie-Madeleine Fourcade.

No debemos olvidarnos tampoco de la agente parisina Marie-Madeleine Fourcade, a quien cogió por sorpresa la orden del comandante Georges Loustaunau-Lacau: "Tú vas a organizar la clandestinidad". Navarre, como le conocían sus colaboradores más cercanos, estaba convencido de que ella podía hacerlo, aunque solo hubiera ejercido hasta ese momento como su asistente en una revista sobre espionaje. "Solo soy una mujer", protestó ella. "Esa es otra buena razón. ¿Quién sospecharía jamás de una mujer?", contestó, antes de que Fourcade insistiera: "Tengo mucho miedo de no estar a la altura de lo que espera de mí. Es un asunto aterrador. Apenas tengo treinta años y me está pidiendo que dirija a combatientes curtidos como usted. Preferiría servir en el frente". Sin decir nada, Navarre comenzó a andar por la habitación, se sentó en su escritorio y escribió: "No confío en nadie salvo en ti". A continuación le entregó una nota con su primera misión. Tras un largo silencio, aceptó. Tenía que dividir en secciones la Francia de Vichy y enviar a cada una varios agentes reclutados por ella, con el objetivo de que vigilaran los movimientos de las tropas alemanas en la zona.

"Solo soy una mujer", protestó ella. "Esa es otra buena razón. ¿Quién sospecharía jamás de una mujer?", contestó

El general Charles de Gaulle estaba convencido de que el mariscal Philippe Pétain acabaría convirtiendo aquella vasta región en un Estado títere de Hitler, como así fue, y quería estar preparado. Lo que no se esperaba Fourcade era que Navarre acabaría siendo arrestado y que ella tendría que ponerse al frente de aquella gigantesca red de tres mil espías bautizada como la Alianza. Eso no impidió que consiguiera mantenerla en funcionamiento hasta el final de la guerra, burlando a la Gestapo cada vez que intentaba capturarla. La apresaron una vez, pero fue capaz de escapar de su celda escurriéndose entre los barrotes, desnuda, con el vestido sujeto entre los dientes, y avisar a uno de sus confidentes de que planeaban detenerlo.

Era tan rápida, inteligente e intuitiva que, gracias a su trabajo, consiguió informar a sus superiores sobre los movimientos de las tropas alemanas en Francia, la localización de sus arsenales y la naturaleza de las nuevas "armas de la venganza" de Hitler, en referencia a las bombas V-1 y los cohetes V-2. De todos estos importantes logros, el más relevante fue sin duda que facilitó un mapa detallado con la localización de las defensas nazis en la costa de Normandía donde los aliados pensaban desembarcar el Día D.

La artista y la espía

La espía francesa más famosa fue, sin embargo, Josephine Baker. Nadie que hubiera observado a esta elegante y glamurosa cantante en aquella fiesta de la embajada italiana en París, en la primavera de 1940, habría sospechado jamás que estaba allí en una importante misión aliada. Sonreía, hablaba y coqueteaba con los invitados como si no hubiera una guerra o esta no fuera con ella.

Y eso que debía obtener toda la información que pudiera de los jerarcas fascistas que allí se encontraban sobre si Mussolini iba o no a entrar por fin en el conflicto en apoyo de Hitler. Cuando obtuvo lo que quería, entró en el baño como si tal cosa y escribió lo que había oído en una nota que se guardó bajo la ropa interior. ¿Quién se atrevería a buscar ahí cuando volviera a la fiesta para seguir interpretando su papel de artista vivaracha? Nadie.

Escribió lo que había oído en una nota que se guardó bajo la ropa interior. ¿Quién se atrevería a buscar ahí?

Hablamos de una de las cantantes más famosas de Estados Unidos en los años veinte, la primera actriz negra que protagonizó una película de Hollywood y la musa de escritores como Ernest Hemingway y pintores como Pablo Picasso. Una celebridad... y, además, rica. ¿Por qué iba a arriesgar su vida como espía? Por una razón: en su juventud había sido testigo de los ataques racistas en su San Luis natal, la ciudad en la que había crecido también el trompetista Miles Davis y en la que los afroamericanos sufrieron el mismo desprecio y violencia que Hitler estaba perpetrando contra los judíos.

Por eso, cuando se produjo la famosa Noche de los Cristales Rotos, Baker decidió unirse a una organización llamada Liga Internacional contra el Racismo y el Antisemitismo. Su trabajo en París fue tan bueno que llamó la atención del Deuxième Bureau, una organización de la inteligencia militar francesa que formaba parte de las Fuerzas Libres del general De Gaulle. Buscaba agentes que pudieran permitirse viajar y trabajar sin cobrar, por lo que ella era perfecta. Sin embargo, se encontró con la objeción del jefe, Jacques Abtey, que pensó que era una estupidez confiarle a ella algo tan serio como el espionaje no solo por ser mujer, sino porque también parecía cambiar de hombre como de vestuario, y pensaba que podría traicionarlos.

placeholder Josephine Baker.
Josephine Baker.

"Francia me ha hecho lo que soy. Me ha dado su corazón y ahora yo le daré el mío. Capitán, estoy preparada para dar mi vida por Francia. Puede usted hacer uso de mí como quiera", le propuso. Tras varias semanas de entrenamiento en el uso de las armas, los idiomas, la autodefensa y las pruebas de memoria, la enviaron a su primera misión en la mencionada embajada. Aquello no fue más que el principio de una exitosa carrera como espía en la que salvó la vida a numerosos miembros de la Resistencia, convirtió sus mansiones en almacenes de armas y estableció contacto con diferentes grupos afines de España, Portugal y el norte de África, todo ello mientras iba de gira en compañía de Abtey como falso manager.Por sus esfuerzos durante el conflicto, Josephine se convirtió en la primera estadounidense en recibir la Cruz de Guerra, la Orden Nacional de la Legión de Honor y la Medalla de la Resistencia. Además, tuvo el honor de dar un discurso justo antes de que Martin Luther King pronunciara el suyo en la histórica Marcha sobre Washington de 1963.

Las traidoras

Hubo también espías que, por voluntad propia o viéndose obligadas por el enemigo, acabaron cambiando de bando. Mathilde Carré, una de las principales figuras de la Resistencia francesa, terminó delatando a todos sus camaradas supuestamente presionada por los alemanes, mientras que Ruth Fischer, cofundadora del Partido Comunista de Austria, hizo lo mismo en 1918 y acabó protagonizando una campaña furibunda contra la URSS.

Muy mal vistas por sus conciudadanos fueron también la estadounidense Velvalee Dickinson, que traicionó a su país por dinero, y la belga Sybille Delcourte, que se puso del lado de quienes habían invadido su país.

placeholder Mathilde Carré.
Mathilde Carré.

Mucho más impactantes para la opinión pública fueron los casos de Claire Phillips, que tras la caída de Manila en manos de Japón adoptó la identidad de una mujer muerta y abrió un club nocturno para conseguir informaciones valiosas de los soldados nipones; de Olga Chéjova, la actriz preferida de los alemanes, quienes nunca sospecharon que, en realidad, era agente de Stalin; de la princesa Stephanie von Hohenlohe, una espía que se mantuvo fiel a Hitler a pesar de su origen judío, y de Wallis Simpson, la duquesa de Windsor, esposa del rey Eduardo VIII y amante del líder nazi Joachim von Ribbentrop. Una combinación explosiva que ayudó a esta última a facilitar información valiosa al Tercer Reich, obtenida de la familia real, durante la invasión de Francia por parte de Alemania. "No siento lástima por los franceses, la verdad", declaró.

Hitler tuvo también su espía favorita, Marina Lee, una misteriosa bailarina nacida en San Petersburgo de la que no ha quedado ni un solo registro fotográfico. En su expediente se la describía como una rubia hermosa y delgada que dominaba varios idiomas y que era capaz de infiltrarse en un campamento aliado paran robar los planos secretos de una operación importante. No obstante, lo que llama la atención de ella es cómo acabó una rusa al servicio del mayor enemigo de su país. La respuesta es fácil: en la revolución de 1917 los bolcheviques ejecutaron a sus padres y ella juró venganza.

Historia Segunda Guerra Mundial Hitler
El redactor recomienda