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Ley trans: todos somos mujeres mientras no se demuestre lo contrario
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Ley trans: todos somos mujeres mientras no se demuestre lo contrario

Las decisiones se pueden tomar de manera informada o desinformada, de forma auténtica y también de manera oportunista. Habrá que preguntarse, entonces: ¿existe algún motivo espurio para que alguien se cambie de sexo?

Foto: Montero, junto a miembros del colectivo trans en la puerta del Congreso. (EFE/Javier Lizón)
Montero, junto a miembros del colectivo trans en la puerta del Congreso. (EFE/Javier Lizón)

En La vida de Brian, cuando uno de los miembros del Frente Judaico Popular decidía que se iba a llamar Loretta y pedía que luchasen con denuedo por su derecho a concebir un feto pese a no tener matriz, el público se reía. El público se reía en los setenta de cosas que hoy resultan inaceptables, ¿verdad? Pues creo que nos vamos a reír con las "consecuencias indeseadas" que nos promete la ley trans. Partimos de la base de que la han parido los autores intelectuales del "sí es sí", en torno a una filosofía mutante, mutable y vaporosa.

Veamos. La autodeterminación del género, que galvaniza esta ley, es algo trascendental. Pensemos en ella. Penetra en un territorio donde había un orden sencillo, y lo subvierte. Para despatologizar en lo social el malestar psicológico de los afectados por la disforia y dar cabida a esas nuevas identidades que surgen como churros, desde el momento en que esta ley pase por el BOE, en España ya no se pondrá requisito alguno para elegir el sexo. Bastará la mera palabra del individuo.

Foto: Manifestación a favor de la aprobación de la ley trans. (EFE/Fernando Villar)

Bien. Habrá quien piense que nada ha cambiado para quienes no somos personas transgénero, pero basta recapacitarlo para descubrir que no es cierto. Una vez que los individuos pueden cambiar su sexo sin control o requisito, sin preguntas o informes, sin más anclaje que la voluntad expresada, yo ya no soy hombre, ni mujer, sino un ciudadano que no ha tomado su decisión.

Esta será la nueva realidad registral en España. Ni hombres, ni mujeres, sino gente que toma decisiones. Ahora bien: las decisiones se pueden tomar de manera informada o desinformada, en el acierto o el error, de forma auténtica y también de manera espuria u oportunista. Habrá que preguntarse, entonces: ¿existe algún motivo espurio para que alguien se cambie de sexo?

Yo ya no soy hombre, ni mujer, sino un ciudadano que no ha tomado su decisión

En España existen juzgados especiales para mujeres, becas para mujeres, cuotas para mujeres en empresas públicas, control de paridad en ciertos sectores privados, pruebas diferentes para mujeres y hombres en acceso a trabajos, bonus por contratar a mujeres, por ascenderlas, programas de ayuda a mujeres en situaciones que afectan también a hombres, penas diferentes para mujeres y hombres por los mismos hechos y toda una serie de medidas que, pensadas para combatir la desigualdad ancestral, han planteado indiscutibles ventajas.

¿Podrían ser esas ventajas el motivo espurio de algún hombre para convertirse en mujer? Es insensato ponerlo en duda, más todavía cuando no se te obliga a cambiar tu nombre o tu indumentaria. Al respecto, hubo polémica pensando en que un maltratador podría cambiarse el sexo en el registro para no pasar por los juzgados de violencia de género. Ante ese posible fraude, se incluyó un artículo curioso, que pone patas arriba la lógica interna de la propia ley.

Foto: La ministra de Igualdad, Irene Montero, en el Congreso. (EFE/Javier Lizón)

Dice el 41.4 que "la persona que rectifique la mención registral del sexo pasando del sexo masculino al femenino no podrá ser beneficiaria de medidas de acción positiva adoptadas específicamente en favor de las mujeres en virtud del artículo 11 de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, respecto de las situaciones jurídicas anteriores a la rectificación registral. No obstante, la persona que rectifique la mención registral pasando del sexo femenino al masculino conservará los derechos patrimoniales consolidados que se hayan derivado de estas medidas de acción positiva, sin que haya lugar a su reintegro o devolución".

Yo he escupido el café. ¿No convierte eso que acabas de leer a las mujeres trans en "menos mujeres", como si JK Rowling le hubiera soplado en la oreja a la ministra de igualdad esa apostilla? Lo que se nos dice, propagandísticamente hablando, es que la ley es necesaria porque permite a cada cual ser lo que es, lo que siempre fue, según lo que siente, así, en presente y retrospectivo. Pero, dado que es previsible que ciertos maltratadores o violadores busquen su ventaja, han metido con calzador ese artículo que nos dice, subrepticiamente, que las mujeres trans no son mujeres completas.

"Han metido con calzador ese artículo que nos dice, que las mujeres trans no son mujeres"

Solo a partir del trámite, independientemente de tu sentir, eres mujer. Imaginemos entonces a la mujer trans que cometió el delito que se castiga más duramente si eres un hombre, que jura sobre los evangelios que ya era una mujer en el momento del delito, que siempre lo fue, pero que vivía en el armario debido al repudio social y la discriminación. ¿Van a responderle que como hombre será juzgada? Pues sí, porque está previsto en la ley. Y ¿no es eso una gravísima discriminación?

Dicho de otra forma: ¿cómo saber si alguien miente o dice la verdad cuando todo depende de lo que está diciendo? En su freno al fraude, la idea de que la biología no importa, central en la ley, ha saltado por los aires. Lo que dice ese artículo es que, hasta el cambio en el registro, la biología lo es todo. Quien nació hombre, será juzgado como hombre aunque fuera mujer y lo jure. De modo que, volviendo a la idea central defendida por la ministra, ¿de qué estamos hablando aquí? ¿Ser hombre o mujer depende de la voluntad, del sentir o del registro civil?

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Sin embargo, a continuación, el oportunismo previsible, el fraude, vuelve a ponerse a caminar. ¿Cómo saber si alguien que se cambia el sexo seis meses antes de pedir una beca, optar a una plaza reservada a mujeres o incorporarse a la paridad del equipo de rodaje miente o dice la verdad? ¿Quién es el juez para decirle a una mujer trans llamada Manuel Gálvez Pérez y con pinta de hombre que no es, realmente, una mujer? ¡No hay absolutamente ningún requisito para cambiar de sexo! Y, sin embargo, hay muchas medidas contra la discriminación, el maltrato e incluso la discusión.

¿Quién puede demostrar que una mujer trans no era una mujer trans antes del cambio de registro? Y si la condenan como hombre, ¿a qué cárcel se la envía ahora que sí consta como mujer? Y ¿quién es nadie para decirle a otra persona que dice ser una mujer que no puede beneficiarse de lo previsto por las leyes después de haber hecho esa rectificación registral? ¿Cómo se prueba que la motivación era espuria?

Si has leído hasta aquí sin sufrir un derrame cerebral, enhorabuena. Las consecuencias cuando este vaporoso conjunto de ideas choquen con la realidad van a dejar La vida de Brian en película levemente divertida. La risa se helará, claro, cuando hormonaciones y mutilaciones empelidas por la corriente social que trae esta ley, y por el delirio de hacer constar como "terapia de conversión" todo lo que no sea terapia afirmativa, tornen en arrepentimientos.

En La vida de Brian, cuando uno de los miembros del Frente Judaico Popular decidía que se iba a llamar Loretta y pedía que luchasen con denuedo por su derecho a concebir un feto pese a no tener matriz, el público se reía. El público se reía en los setenta de cosas que hoy resultan inaceptables, ¿verdad? Pues creo que nos vamos a reír con las "consecuencias indeseadas" que nos promete la ley trans. Partimos de la base de que la han parido los autores intelectuales del "sí es sí", en torno a una filosofía mutante, mutable y vaporosa.

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