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Hablemos de lo 'woke' con la familia: pesadilla en Navidad
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Hablemos de lo 'woke' con la familia: pesadilla en Navidad

Empiezas a pasarlo regular, te preguntas en qué momento decidiste acaparar los 'flashes' de la noche. Porque los tuyos siguen esperando respuestas y este año el discurso del rey les da un poco igual

Foto: Viandantes observan productos navideños. (EFE/Mariscal)
Viandantes observan productos navideños. (EFE/Mariscal)

Las siete de la tarde es una hora malísima siempre, porque un café te puede llevar de cabeza al insomnio y porque intuyes que todavía es un poco pronto para empezar con el alcohol. Y esa negritud que acecha a las siete de la tarde aumenta en Nochebuena. En casa llevan un rato colocando multitud de cubiertos sobre la mesa, aunque ninguno de los asistentes los utilizará todos. Y al echar un vistazo al reloj te das cuenta de que en casa estarán haciendo lo mismo, preguntándose dónde diablos estás y si llegarás a tiempo para echar una mano con los canapés.

Y tú sabes, porque no es la primera vez que te pasa, que la tardebuena es traicionera. Que un año más empiezas con las cañas a media mañana porque hay un montón de gente con la que quieres celebrar cosas. Además, siempre te dices a ti mismo que, ya que cenarás demasiado, la comida mejor ligera.

Foto: Hugo y Onieva. (Ilustración: Jate)

Empiezas a beber y viene el achispamiento. Y ocurre lo de siempre, pasas por todas las fases posibles. Quieres a todo el mundo primero, luego ese mismo mundo te decepciona, te da por criticar a mucha gente y acabas mandando un mensaje a quien no debes. Pero lejos de contenerte, llegas a la cena con una mezcla de emociones en el cuerpo y muy decidido a ampliar el repertorio de temas de conversación. No sé si llego tarde, pero por si acaso: no es buena idea.

Créeme que te entiendo porque yo he sido tú. Estás un poco harto de las anécdotas de siempre, las lagrimillas al hablar de ausencias, las inseguridades de quien cocina, que no para de preguntar si está todo rico y nunca se da por satisfecho con las cantidades. Tienes más cosas en común con tus amigos que con tu familia, pero podría ser peor. En cuanto se produzca el primer silencio, lanzarás la pregunta: "¿Qué os parece el aluvión de leyes woke con las que acaba el año el Gobierno?".

Foto: EC Diseño.
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Al principio te sentirás profundamente satisfecho por el efecto obtenido. Primero el silencio, luego los ojos como platos. Todo el mundo pendiente de ti, obviando los ibéricos y el olor a sopa de pescado. Por unos segundos serás el centro de atención, aunque lo que venga después quizá no te guste.

Tu madre juntará las manos y mirará a lo alto, encomendándose a alguien y lamentando tu ebriedad. Tu suegro preguntará cómo se escribe la palabra. Y tú la deletrearás muy despacio con la boca pastosa por culpa del Somontano de más. Y vendrá el lío. Que si significa despertar, caminar, que si es algo que tiene que ver con la comida. Hasta que alguien en la mesa elevará la voz y dirá con voz desgarrada: "¿Qué han hecho estos ahora?".

Foto: Chimamanda Ngozi Adichie en el Hay Festival de Cartagena de Indias en 2019 (EFE)

Y tú, que querías hacerte el listo, pero que el fondo no sabes ni lo que es woke, ni cis y tampoco terf. Que simplemente lo has visto escrito por ahí, pero eso te ha bastado para lanzarlo con el plato a rebosar de langostinos. Te planteas cambiar rápidamente de tercio y a ver si cuela, pero tu familia ya no te dejará en paz hasta que lo expliques. Eso te pasa por listo, pensarán. Y comenzará tu infierno.

Tendrás que decidir si lo woke significa estar alerta ante las injusticias o más bien es una pamplina como la copa de un pino. Mirarás de reojo a tu tía, que está convencida de que lo de ahora sí que es una dictadura y no la de Franco, "qué tío, nos lo va a quitar todo, mejor que lo gastemos cuanto antes". Tres asientos más allá, tu cuñada lamentará que estamos con una crisis mucho peor que la de 2008, que lo tiene clarísimo. Así que, dadas las circunstancias, ha optado por desconectar. Ya no lee periódicos, ya no escucha la radio, ha desenchufado la tele. Pero está más informada que nadie. Nunca te cayó bien.

Foto: La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde. (Reuters/W. Rattay)

Pero las buenas y las malas familias se parecen en tener un poco de todo. Algunos de los asistentes mirarán con interés y con la boca pequeña. Tendrás que echar mano a los titulares y hablarás de la ley trans, de la de bienestar animal. Alguien te ha dicho por ahí que la autodeterminación de género es una barbaridad y que a ver si vamos a cuidar más a los perros que a las personas. Pero también sabes, achispado mío, que en España ya hay más mascotas que menores de 14 años en los hogares, que abandonamos animales con enorme ligereza y responsabilidad, aunque te pillara de pequeño aquella campaña publicitaria que rezaba Él no lo haría.

Empiezas a pasarlo regular, te preguntas en qué momento decidiste acaparar los flashes de la noche. Porque los tuyos siguen esperando respuestas y este año el discurso del rey les da un poco igual. Si total, está todo mal. Así que para ti tienen todo el tiempo del mundo. Y si no se quedan satisfechos, aún queda la comida del 25.

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Cruzarás los dedos para que nadie hiperventile al hablar del aborto. Ahí quizá haya un poco más de consenso porque algún caso hay en la familia y "no conviene generalizarlo todo". Beberás agua y te servirá para recordar el mensaje tan ridículo que le mandaste a quien no debías.

"¿Pero entonces eso del woke es bueno o malo? ¿Y qué pasa, que no hay una palabra en español para decirlo?", dirá tu madre, que está hartita de tanto inglés. Ya ha dejado las plegarias, pero como aún te ve un poquito perjudicado por las circunstancias, te ofrecerá darte una ducha y acostarte porque mañana será otro día.

Pero tú no quieres decepcionar a tu público y sí quieres desobedecerle, así que te crecerás un poquito y dirás, como si estas cosas no tuvieran secretos para ti, que hay gente para la que lo woke es el mismísimo infierno, que solo tiene de moderno el término. Que son cosas de la superioridad moral de la izquierda, y que con eso se creen con derecho a dominar el mundo.

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Tu sobrina de 15 años dirá que en el instituto tiene compañeros no binarios, que quiere más a los animales que a las personas y que no piensa votar jamás, así que le dan igual los gobiernos. Que pasa de todos vosotros, pedazo de muermos. Otro silencio dramático en la mesa. Esa noche anuncia que ejercerá el veganismo desde esa misma noche. Mirará con desprecio los ibéricos del plato.

Después de eso, tu madre volverá a juntar las manos, mirará al cielo, volverá a rezar. Tenías que haberte ido a la ducha nada más llegar a casa.

Las siete de la tarde es una hora malísima siempre, porque un café te puede llevar de cabeza al insomnio y porque intuyes que todavía es un poco pronto para empezar con el alcohol. Y esa negritud que acecha a las siete de la tarde aumenta en Nochebuena. En casa llevan un rato colocando multitud de cubiertos sobre la mesa, aunque ninguno de los asistentes los utilizará todos. Y al echar un vistazo al reloj te das cuenta de que en casa estarán haciendo lo mismo, preguntándose dónde diablos estás y si llegarás a tiempo para echar una mano con los canapés.

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