Sánchez se sobra y Feijóo se divierte: el último duelo del año en el Senado
El último duelo a garrotazos en el Senado ha sido más bien un duelo de bronquita fina. Los dos con tono de Papá Pitufo. Uno cargado de sarcasmo y el otro intentando ser moderado, aunque no le salga
Ya sabemos que Pedro Sánchez cambia con frecuencia de opinión. Desde este martes, también podemos añadir que hay un Sánchez de mañana y otro vespertino. El de maitines acude al Congreso de los Diputados suave —que no suavón— e intenta esparcir algo de sosiego en la Cámara Baja, su poquito de agua bendita. En un intento de demostrar que sí se pueden calmar las aguas del debate político. Luego llega la tarde y en vez de hacer lo que hacemos todos, estar modorras perdidas a las cuatro de la tarde, saca a pasear al chuleras que lleva dentro. Este miércoles, tocaba Senado.
Y este miércoles, presidente, nos hemos sobrado un poco.
La que escribe lo ha percibido en varios detalles. Su tono, el de ese tipo de personas un poquito insoportables que celebran con enormes aspavientos los goles después de ir siete a cero. Porque así intuyo que se ha sentido. Mejor que nunca, fresquísimo en el tono y en el talle. Acusando al PP de tener la piel muy fina, citando a Sabina —y qué raro le quedó—, mofándose de los que le acusan de ser un tirano y pretender instaurar una república bolivariana. Como si no tuviéramos suficiente con soportar entre nosotros a Cristiano Ronaldo.
Y se notó en la condescendencia, en esa altivez con el "menos mal que no venía usted a insultar", porque su contrincante, Alberto Núñez Feijóo, no paró de sonreír ante sus dentelladas. Como ese que ve que su enemigo, lejos de atacarle, está retratándose y quién sabe si haciendo un poco el ridículo.
Y está su cara, señor Sánchez. Porque cuando se enfada, aprieta la mandíbula. Pero cuando quiere disimular su hartazgo, dar a entender que compartir oxígeno con los presentes es una pérdida de tiempo, le salen dos hoyuelos en las mejillas. No he enloquecido, presidente, es que son horas de observación.
Y hubo un momento de la comparecencia, cuando apenas había pasado media hora, en la que apoyó la silla hacia atrás, se puso de lado. A veces miraba a las alturas, al gallinero de los pobres que no pueden pagar mejor entrada.
"Poniendo el foco en el ámbito aeroespacial…", arrancó una de sus respuestas una vez silenciado el presidente del PP. Qué pereza todo, ¿verdad? Cuando uno tira de papeles y ni aun así le sale, porque se traba. Es la desgana y que se había ido a vivir a su propio planeta, deseando que aquello acabara. Le confieso que yo también, que tengo mucha plancha en casa y una maleta por hacer.
Este miércoles, el último duelo a garrotazos en el Senado ha sido más bien un duelo de bronquita fina. Los dos con tono de Papá Pitufo. Uno cargado de sarcasmo y el otro intentando ser moderado, aunque no le salga. "¿De verdad va a seguir usted así? (...) Deje de provocar al Tribunal Constitucional, déjelo ya", dijo el líder del PP, que estuvo más tranquilo que otras veces, echándose hacia atrás en el asiento, echando un vistazo al móvil, mirando a su contrincante con cierto gesto de “criaturica, qué mala tarde tienes".
El presidente del PP optó por el continuismo del raca-raca. Acusó al inquilino de la Moncloa de estar más preocupado por satisfacer a sus socios que por el cumplimiento de las leyes. Núñez Feijóo tiene la Constitución como texto sagradísimo e intocable, aunque se cumpla de aquella manera, y se sirve de la primera persona del plural para dar pompa a las cosas. "Nos ha costado 40 años conseguir [insertar aquí cualquier avance]". Por ponerles un ejemplo.
Este miércoles hubo jarana en el Senado. Su poquito de abucheo, su hipérbole en los gestos, su cuarto y mitad de indignación. El presidente del Senado, Ander Gil, pidió calma, sosiego, mesura. A punto estuve de bajar de la tribuna de prensa a darle un abrazo y animarle en el empeño.
Tiene una la sensación de que ninguno de los dos que aspiran a presidir España habló de las cosas que de verdad importan. Aunque ambos estén convencidos de que, rotos todos los consensos y la posibilidad de diálogo, abrir el cajón de mierda es la clave. Que el Tribunal Constitucional y el CGPJ nos desvelan a todos. Que más allá de su propio ombligo, no hay nada.
A la salida, una pareja de veinteañeros paseaba de la mano junto a los jardines de Sabatini. "¿Tú quieres que te lo dé todo? Pues te lo voy a dar", aseguró él. "A ver si es verdad", contestó ella.
Por un momento pensé que seguía en el gallinero del Senado, atendiendo a estos dos señores con tanta estima por sí mismos.
Ya sabemos que Pedro Sánchez cambia con frecuencia de opinión. Desde este martes, también podemos añadir que hay un Sánchez de mañana y otro vespertino. El de maitines acude al Congreso de los Diputados suave —que no suavón— e intenta esparcir algo de sosiego en la Cámara Baja, su poquito de agua bendita. En un intento de demostrar que sí se pueden calmar las aguas del debate político. Luego llega la tarde y en vez de hacer lo que hacemos todos, estar modorras perdidas a las cuatro de la tarde, saca a pasear al chuleras que lleva dentro. Este miércoles, tocaba Senado.
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