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El Gobierno te dice "si estás mal, no estés mal"
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El Gobierno te dice "si estás mal, no estés mal"

Hay una tendencia creciente en la izquierda que habla de la necesidad de tener esperanza en el futuro sin contarnos exactamente cómo va a ser ese futuro

Foto: Cartel de la campaña. (Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030)
Cartel de la campaña. (Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030)

Esta semana algunos amigos me han escrito para hablarme de la campaña publicitaria que el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 ha lanzado con el título "Basta de Distopías. Volvamos a imaginar un futuro mejor". La razón, que algunas de las frases del spot parecen salidas de mi libro 'Futurofobia' (perdón por la autorreferencia), en el que abordo algunas de las ideas que se exponen en el anuncio: que solo somos capaces de imaginar visiones del mundo negativas y que los relatos distópicos, que presentan el porvenir como un camino inexorable hacia el apocalipsis, han ocupado el lugar de las utopías.

"Siempre que pensamos en el mundo del futuro imaginamos un mundo peor, ¿verdad?", es la primera frase que se escucha en el anuncio. "Un mundo tóxico, una atmósfera irrespirable, brutal e inhabitable. Una sociedad desigual, injusta, represiva y cruel". Las imágenes presentan figuras salidas de uno de esos futuros terribles retratados en un claroscuro 'caravaggiano', pero intenta concluir con una llamada a la acción, o algo por el estilo: "Pero nada está escrito, todo depende de nosotros y lo que somos capaces de imaginar es lo que somos capaces de hacer".

Tirando piedras contra mi propio tejado, porque en el fondo no deja de ser lo mismo que cuento en el libro, respondo a todos mis amigos lo mismo: no me gusta la campaña, incluso me ofende. Aunque sea necesario, como explico en el libro, deshacerse del pesimismo que nos ha paralizado, que nos ha convertido en personas cínicas, desesperadas e individualistas, la respuesta por parte de los poderes públicos no puede ser una mera enunciación de nuestro catastrofismo.

No sé si los que bajan al metro cada mañana, y se encuentran con el cartel cara a cara, de verdad piensan que su verdadero problema son las distopías o si la frase "vamos a imaginar un futuro mejor" no les resulta irónica. La campaña es un poco el equivalente optimista de la famosa frase caricaturesca "¿estás mal? No estés mal". En el libro intentaba analizar cómo el pesimismo ha permeado en la sociedad, pero creo que el papel del Gobierno no debería ser el de animarnos si antes no ha sido capaz de explicarnos, aunque sea someramente, cómo va a ser ese futuro mejor.

Si carecemos de imágenes de futuro, alguien debería empezar a dibujarlas

Lo que el anuncio consigue, paradójicamente, no es otra cosa que reforzar esa sensación de que vivimos en el peor de los mundos posibles. Lo hace, de hecho, adoptando los lugares comunes del discurso apocalíptico. El spot, que intenta promocionar la Agenda 2030 sin llegar a entrar en su contenido, es una ocasión perdida para haber puesto sobre la mesa algunas de las propuestas que se recogen en el proyecto. ¿Por qué no hablar, por ejemplo, del reparto de la riqueza, de las medidas sociales? Si el problema es que carecemos de imágenes de futuro positivas, precisamente lo que necesitamos es que alguien empiece a dibujarlas, y ese debería ser el papel de la política.

Es solo el ejemplo más claro de una tendencia cada vez más en boga entre los partidos de izquierda, los cuales hablan de la necesidad de tener esperanza en el futuro sin contarnos exactamente cómo va a ser ese futuro. Un mensaje que corre el peligro de quedarse en una apelación hueca al optimismo, como lo hacían las promesas cristianas de un Más Allá sin sufrimientos ni labores. En un momento en el que la gente siente más incertidumbre que nunca, no necesita que el Gobierno le diga que el futuro está en sus manos, sino que este garantice que es así.

placeholder 'No mires arriba'. (Netflix)
'No mires arriba'. (Netflix)

Esta epifanía que muchos han experimentado corre el riesgo de quedarse en frases bonitas y spots publicitarios. Si te dicen que no mires arriba, que todo va a ir bien, pero no haces nada para detener el fin del mundo, solo nos queda un irresponsable optimismo. Un triunfalismo que no puede convencer a nadie, porque no necesitamos que nos digan que todo va a ir bien, sino que nos expliquen exactamente cómo puede ser ese futuro que debemos esperar con confianza, y qué podríamos hacer para alcanzarlo.

Esperanza sin optimismo

Todos caemos en la misma trampa. Sabemos que tenemos que inventarnos otro futuro, pero no tenemos ni idea de cuál es. El papel de la política debería ser precisamente el de trazar horizontes de futuro y mapas para llegar a él, no el de solicitar a una población atemorizada que sonría, por favor. Como mucho, lo que esta clase de mensajes señala es, en el mejor de los casos, el agotamiento del discurso pesimista apocalíptico, pero no una alternativa real. Una agotadora exigencia de optimismo.

"Si no hay razón para que las cosas acaben bien, no la hay para que no acaben mal"

Uno de los textos más recordados de Terry Eagleton es 'Esperanza sin optimismo', en el que criticaba lo segundo para poner en valor lo primero. "El optimismo como actitud general se alimenta a sí mismo", escribe. "Si resulta difícil argumentar en su contra es porque se trata de una postura primordial frente al mundo, como el cinismo o la credulidad, que ilumina los hechos desde su propio prisma y, por tanto, se resiste a ser refutado por ellos". Esta clase de mensajes intentan sustituir la desesperación por un optimismo, a cambio de nada. Como Eagleton dice, "si no hay una buena razón para que las cosas resulten satisfactoriamente, tampoco la hay para que no acaben mal, por lo que la confianza del optimista es infundada".

Frente al optimismo, Eagleton realiza una digresiva defensa de la esperanza, "la clase de virtud que implica un conjunto de cualidades igualmente encomiables: paciencia, confianza, valor, tenacidad, resistencia, entereza, perseverancia, mansedumbre, etc.". Yo también digo que no soy optimista ni pesimista, pero que tengo esperanza, quizá porque la considero como algo que forma parte de nosotros, que es una de las cualidades esenciales que nos hacen humanos, y el optimismo es una filosofía autoimpuesta que distorsiona nuestra visión del mundo.

placeholder Terry Eagleton en 2007. (Colin McPherson/Corbis)
Terry Eagleton en 2007. (Colin McPherson/Corbis)

No se puede exigir a nadie optimismo, pero tal vez sí podamos cuidar la poca esperanza que nos queda. Para eso es más interesante proponer utopías que recordarnos que vivimos en una distopía, soñar con ficciones, volver a ser capaces de tener imaginación. Y una vez más, termino este artículo sin saber exactamente cuáles son esas visiones que nos sirvan de guía: he vuelto a caer en la trampa.

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Esta semana algunos amigos me han escrito para hablarme de la campaña publicitaria que el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 ha lanzado con el título "Basta de Distopías. Volvamos a imaginar un futuro mejor". La razón, que algunas de las frases del spot parecen salidas de mi libro 'Futurofobia' (perdón por la autorreferencia), en el que abordo algunas de las ideas que se exponen en el anuncio: que solo somos capaces de imaginar visiones del mundo negativas y que los relatos distópicos, que presentan el porvenir como un camino inexorable hacia el apocalipsis, han ocupado el lugar de las utopías.

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