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Sergio del Molino, 'un tal González' y una 'motomari'
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Sergio del Molino, 'un tal González' y una 'motomari'

El tal González, de nombre Felipe, no estuvo. Y eso que el libro va de él. Y eso que se le elogió. Eso que se pierde

Foto: Sergio del Molino (EFE)
Sergio del Molino (EFE)

En el escenario, Ana Blanco y unas zapatillas de deporte. Verdiblancas, limpísimas, una diría que estrenadas ayer mismo. Y sobre ellas, un señor muy nervioso llamado Sergio del Molino, nacido en Madrid en 1979. Que antes de arrancar el acto miraba de reojo al público, a la periodista que le presentó su libro, ‘Un tal González’ (Alfaguara), a esas manos de falso debutante que no paraban de acariciar sus rodillas y de colocarse la chaqueta. Pero se deshizo del tembleque en cuanto la Blanco dijo que estar ahí era “un honor”.

El público estuvo desde el principio entregado perdido a una mujer a la que hemos visto siempre el mismo corte de pelo y nunca jamás las piernas. Cristina Delgado, mujer del autor y sentada en primera fila, lo inmortalizaba con su móvil y no paraba de sonreír. Y entre los asistentes, personas respetabilísimas para la que escribe, como David Trueba, Ignacio Varela, Marta Reyero, doña Luz Sánchez-Mellado.

Es un retrato del que llegó al poder con 202 escaños. Que fue poderoso, el que más, "más que cualquier rey, tenía el estado bajo control"

El tal González, de nombre Felipe, no estuvo. Y eso que el libro va de él. Y eso que se le elogió. Eso que se pierde. Del Molino y Blanco son personas que trasmiten cierta paz. Más en el caso de ella, que llevó de la mano al autor con sus preguntas. Una mujer que no parece ponerse nerviosa nunca, que demostró que se ha leído el libro y que llevaba preparadas las preguntas en su iPad. Una motomari en esencia. Hubiera sido lo suyo que al finalizar el acto, mientras del Molino firmaba sus ejemplares, se hubiera organizado un besamanos en torno a ella. No es una crítica, solo una mera sugerencia.

placeholder 'Un tal González', de Sergio del Molino
'Un tal González', de Sergio del Molino

Sergio del Molino quería mirar el país en el que vive, y se encontró con González –“un tipo sevillano con mucho pelo”- como iceberg. Y lo ha contado en un libro que no es de Historia, tampoco una biografía. Es una novela que dibuja el González que a él le ha dado la gana. Y que reivindica la Transición porque percibe, dice el autor, cierto adanismo a su alrededor. Que culpa a esa época de todo lo malo, “que echa balones fuera, que señala con su dedo moralizante”.

Es un retrato del que llegó al poder con 202 escaños. Que fue poderoso, el que más, “más que cualquier rey, tenía el estado bajo control”. Que se fue porque perdió las elecciones y el brillo. El Gal, la corrupción, el sex appeal. Ya nadie le decía aquello de “Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo”. Y en medio, su relación con líderes internacionales. Su amistad con Helmut Khol, con François Miterrand, al que mostró la crudeza del terrorismo de ETA, las cosas de Fidel y de Torrijos, la carta en hoja cuadriculada que conserva la Fundación Felipe González en la que le dice a Alfonso Guerra que lo suyo no puede ser porque no se atreve a decírselo a la cara. Un despido con circunloquios.

Es una novela que dibuja el González que a él le ha dado la gana. Y que reivindica la Transición porque percibe cierto adanismo a su alrededor

El autor le da la importancia que merece al azar. Ése al que no se le tiene muy en cuenta y que a veces determina todo. La cena en el chalet de El Viso de Miguel Boyer y Elena Arnedo. La pompa de Manuel Fraga y su decepción ante el recibimiento de aquella panda de rojos. La entrevista de Diego Bardón a Carmen Romero para 'Diario 16'. Era diciembre de 1976 y aquel hombre se inventó casi todo mucho antes de que existiera el concepto de ‘fake news’. Pero consiguió hablar con la mujer del presidente. Y en la portada apareció al día siguiente un titular: “No soy celosa”. Que lejos de interpretarse como olor a feminismo o cierta modernidad, se dedujo que a aquella mujer le daba bastante igual que se le abalanzaran las que quisieran a su presidencial marido.

Del Molino ha hablado con el protagonista para escribir este libro. Lo define con un concepto precioso, “llenar de carne al personaje”. También con muchas otras personas que le han dicho lo mismo: “Esto no cuentes que te lo he dicho yo”. Le ha mandado el libro a Felipe. De la presentación salimos un poco más listos de lo que entramos y con ganas de leer ‘Un tal González’. Se puso a firmar libros y Blanco desapareció como lágrimas en la lluvia. Cosas de motomari.

En el escenario, Ana Blanco y unas zapatillas de deporte. Verdiblancas, limpísimas, una diría que estrenadas ayer mismo. Y sobre ellas, un señor muy nervioso llamado Sergio del Molino, nacido en Madrid en 1979. Que antes de arrancar el acto miraba de reojo al público, a la periodista que le presentó su libro, ‘Un tal González’ (Alfaguara), a esas manos de falso debutante que no paraban de acariciar sus rodillas y de colocarse la chaqueta. Pero se deshizo del tembleque en cuanto la Blanco dijo que estar ahí era “un honor”.

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