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Sergio del Molino: "La democracia cosmopolita, liberal y abierta está indefensa"
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Entrevista

Sergio del Molino: "La democracia cosmopolita, liberal y abierta está indefensa"

El escritor aclara algunos de los "usos y sambenitos" que le cayeron a su ensayo 'La España vacía' en 'Contra la España vacía', una defensa de la democracia liberal "desde dentro"

Foto: Sergio del Molino (EFE)
Sergio del Molino (EFE)

Hace cinco años, aunque en estos tiempos acelerados parezcan dos siglos, Sergio del Molino (Madrid, 1979) consiguió un enorme éxito entre los lectores y la crítica con 'La España vacía' (Turner, 2016). De hecho, el término se institucionalizó para designar la desploblación de buena parte de la España mesetaria (si bien después se inoculó con calzador el más feo "España vaciada"). Era un viaje principalmente literario, a la manera de la tradición de muchos de nuestros escritores que se habían preguntado por las entrañas y problemas del país. Pero, de ahí, explica hoy el escritor y periodista, salieron usos y sambenitos que ahora combate o al menos intenta aclarar en 'Contra la España vacía' (Alfaguara), no tanto una enmienda al anterior sino más bien a ciertas cuestiones que se han intensificado en este lustro "intensísimo", en palabras del propio Del Molino.

Desde los populismos nacionalistas, el esencialismo identitario o las ensoñaciones con una naturaleza mística. El escritor propone una defensa de la democracia liberal desde dentro -"no torpedeándola"- y aboga por encontrar un elemento sentimental que dé fuerza al patriotismo constitucional. Esto último, desde luego, está ahora en el centro del debate.

PREGUNTA: Hace muchos años en una entrevista que te hice a partir de 'La hora violeta' me comentaste que ya no te podías permitir ser superficial. ¿Este libro lo has escrito, precisamente, por tomarte este asunto de España en serio?

RESPUESTA: Es algo en lo que me insisten mucho: que me tome las cosas en serio. Pero es algo a lo que me resisto mucho porque no sé. Prefiero contestar con una broma evasiva que con una respuesta fundamentada. Algunas cuestiones son culpa mía, las he generado con mis libros y a las que no puedo reaccionar con cuatro wasaps, así que sí, era una forma de tomarme en serio. Es un compromiso que he tomado después de ser presionado gravemente por mi editora, mi mujer, mi agente, amigos que me quieren que dicen que ya está bien de tomarme a choteo muchas cosas, que tienes barba, una edad, que peinas canas y que ya no eres un chaval y que tienes que escribir con el peso y rigor que exige el mundo de ti. Pero aunque me propuse escribir así luego en el proceso de edición, que ha sido muy intenso, hubo mucho tira y afloja y aún pulimos muchas cosas que Pilar [Álvarez] consideraba que no me tomaba muy en serio.

placeholder 'Contra la España vacía'
'Contra la España vacía'

P: A lo largo del libro se repite la idea de que 'La España vacía' lo escribiste con cierta ingenuidad. ¿La has perdido? ¿La ha perdido también este país desde 2016?

R: Realmente no lo reprocho sino que añoro la ingenuidad con la que escribí ‘La España vacía’. Me gustaría recrearla, pero sé que es imposible porque el escritor que escribió todo aquello ya no existe. Yo escribo un libro en otra casa, en otra vida y con otras expectativas y lectores. Ese escritor contaba con unas virtudes que no tiene el actual y es que no tenía ningún tipo de expectativa. Escribía convencido de que no le importaba nada a nadie lo que escribía. Ahora me resulta muy difícil abstraerme, tengo que hacer un esfuerzo para no anticiparme a algunas de las reacciones de algunas cosas que digo porque eso acobarda el texto y uno de los aciertos de 'La España vacía' es que está escrito desde la inconsciencia. Pero ahora hay gente que está pendiente de lo que digo y algunos vienen con aplauso y otros con mazo a pedirme explicaciones.

Y he cambiado yo, pero el país también. El país de 2021 es un país mucho más serio que el de 2016. Yo creo que es un país mucho menos tolerante con la ocurrencia, con el discurso incómodo, el discuros irreverente. Es un país mucho más politizado, mucho más bronco y donde es más difícil plantear según qué cosas sin que el ruido las ahogue. También echo de menos la alegría de ese país en el que se podían decir muchas cosas sin que nadie pidiera tu cabeza en la plaza pública.

"El país de 2021 es un país mucho más serio que el de 2016. Yo creo que es un país mucho menos tolerante con la ocurrencia"

P: En el libro también hablas del 15M y de su infantilismo y sentimentalidad. Esta pérdida de la alegría, de ingenuidad, de la ocurrencia, ¿tiene que ver con que el 15M -y casi todos sus líderes- solo unos años después se hayan desvanecido?

R: De aquello solo queda la mala leche, pero la alegría no. Sí persiste el tono sentimental y de llevarlo todo a una cuestión personal. A mí se me hace el ambiente un poco incómodo, pero probablemente porque soy un bocazas y los bocazas lo tenemos peor en este país porque no le damos tanta importancia a nuestras palabras, pero los demás sí se la dan.

P: Pero es llamativa esta aceleración de los tiempos. Es que no da para ninguna reflexión.

R: Los plazos se aceleran muchísimo, todo revienta, todo es fugaz, lo que era importante al día siguiente deja de serlo… Sí, porque vivimos en un tiempo muy acelerado de descomposición de muchas cosas. En el momento en el que las instituciones de la democracia liberal empiezan a resquebrajarse y debilitarse todo cambia, los ritmos cambian, los liderazgos son también más débiles, pero más imponentes porque llegan con mucho más ruido… es verdad que hemos vivido cinco años de intensísimo cambio social que creo que todavía estamos intentando asimilar. Nos va a llevar un tiempo entender todo lo que ha pasado y cómo ese mundo de ayer se ha ido desvaneciendo, no sin dejar rastro, pero sí que se ha ido desmigajando, de una forma a veces evidente y otras no tanto.

P: Algo persiste y es la cuestión identitaria. ¿Este libro es una enmienda a cierta cuestión identitaria mediante la cual también se interpretó ‘La España vacía’?

R: El ‘contra’ va contra muchos usos y sambenitos que vinieron después. Probablemente la cuestión identitaria no fue la mayoritaria ni la más recurrente, pero sí hubo algunas interpretaciones esencialistas, tanto identitaria por un lado, quizá más por el espectro de la derecha, que ha intentado ver en esa España vacía las esencias míticas y mitológicas del país, y a mí ahí no me van a ver. Yo intento situarme en otro lugar del discurso. Pero también esencialista en un sentido místico de ‘Walden’, de intentar recuperar el contacto con la naturaleza y verdades telúricas… Se interpretó como un alegato antiurbano cuando nunca lo fue. Yo vivo en una ciudad y de hecho se me reprochó que yo viviera en una ciudad, como si yo tuviera que hacer tres cosechas de tomates antes de escribir un libro. Ha habido ciertos malentendidos de los que derivan ciertas frustraciones y discursos con los que yo me he peleado más que debatido porque no ha habido ocasión para debatir. Lo quye busco en este libro es un espacio para ese debate que no se ha producido. Lo que se ha producido son reproches cruzados, histeria, cosas…, lo que hace Twitter básicamente.

placeholder Sergio del Molino (Patricia Garcinuño)
Sergio del Molino (Patricia Garcinuño)

P: El libro lo inicias con una charla que tuviste con Joaquín Estefanía, también aparece por ahí Íñigo Errejón y acabas con una defensa de Manuel Azaña. ¿En este debate propones una defensa del cosmopolitismo frente a una época en la que el esencialismo parece que está ganando la partida?

R: Es el tiempo del populismo oportunista que ha descubierto que el nacionalismo y la identidad de los símbolos nacionales son un movimiento movilizador muy poderoso. Y ante el cual la democracia cosmopolita, liberal, abierta y compleja está totalmente indefensa. Han descubierto que es un arma poderosísima y la utilizan, y se han organizado y han creado movimientos casi religiosos. Azaña tiene una dimensión casi oracular. Tenía razón de una forma tan profunda que hasta hoy nos cuesta verlo. Han tenido que opasar más de ochenta años para que seamos conscientes de los acertado y solitario que estaba este hombre en la defensa de una sociedad lo más plural posible. Él consideraba que su gran error político no tenía que ver con la guerra sino con el primer gobierno de coalición de 1931 cuando no logra que los republicanos de derechas se mantengan en el Gobierno. Él dice que la República no puede ser patrimonio de la izquierda y de los socialistas sino un patrimonio de todos y hay que hacer ver que los republicanos de derechas también están representados en esa república. Pero en el momento en el que se produce esa ruptura él dice, ya se ha fastidiado todo, ya nos hemos ido a la mierda. Ese espíritu creo que es que el nos falta ahora. No hay ninguna figura ni ningún movimiento político ahora que represente algo parecido a lo que representaba Azaña.

"Es el tiempo del populismo oportunista que ha descubierto que el nacionalismo y la identidad de los símbolos nacionales son muy poderosos"

P: ¿No entra ahí, quizá, ese patriotismo progresista que están defendiendo desde Íñigo Errejón a intelectuales como José Luis Villacañas y Santiago Alba Rico?

R: Sí, son versiones matizadas y cada una con su subjetivismo y sus peros del patriotismo constitucional, que es la fuente común de la que emana todo. Lo que creo que más o menos todos estamos intentando hacer sin saber muy bien cómo y dando palos de ciego es coger esa matriz del patriotismo constitucional y darle un contenido emocional, sentimental, que pueda oponerse al sentimentalismo desbordado del etnicismo. Pero no sabemos muy bien cómo darle esa lectura irracionalista. En parte porque es muy difícil embadurnar de sentimientos algo que es fruto de la pura razón y que lo que defiende es un contrato social y que nosotros formamos una comunidad política por pura voluntad, porque nos conviene, y que no tiene en cuenta que en su génesis la dimensión sentimental de la política. Por eso, darle la vuelta sentimental y emocional es muy difícil. Pero creo que sí hay varias cabezas que están dándole vueltas ahora a eso. Y cuando hay varias cabezas y hay un debate público al final acaba saliendo algo.

P: Y, sin embargo, ahí persiste ese populismo nacionalista que está resultando atractivo para mucha gente. Y, sobre todo, para mucha gente de nuestra generación que, como dijo Toni Judt y citas en tu libro, ha crecido con la entrada en la Unión Europa, con la beca Erasmus y con la Champions League.

R: Creo que es un rasgo generacional, pero no de toda nuestra generación. Es un rasgo que enarbola una minoría, pero que es muy dominante y muy ruidoso, y que ha conseguido inhibir la expresión política de una mayoría. Esto que tú planteas lo reconoce mucha gente y creo que muchos nos vemos como hijos de la democracia. Pero la crisis de legitimidad ha sido tan grande a partir de la corrupción, de todo el sistema nefasto al que ha ido llegando y que desembocó en el 15M, combinado con la crisis del 2008 y el oportunismo de grupos minoritarios que han sido vehementes y muy convincentes a la ahora de crear esa mitología del Régimen del 78, que han inhibido la expresión. Porque parece que si dices esto era un mojigato, la voz de su amo, el siervo, el perro faldero del felipismo y cosas así. Pero de la misma forma que haces para que no te llamen facha, que no dices ciertas cosas por si tal, pues también hay una mayoría de nuestra generación, nacidos a finales de los setenta y principios de los ochenta, que inhiben estas evidencias de decir que sí, que tenemos muchos problemas, pero que los podemos abordar todos dentro de la democracia, no hay que empezar de cero nada. Pero eso nos da vergüenza decirlo para que no vengan y te señalen y te digan… Son los mismos mecanismos de la espiral del silencio.

placeholder Sergio del Molino (Patricia Garcinuño)
Sergio del Molino (Patricia Garcinuño)

P: Los que vienen detrás de nosotros se están aproximando también a los extremos… Así lo dicen los datos y sus explicaciones son la falta de expectativas, de futuro, el ascensor social roto… ¿Hay un riesgo de que las generaciones más jóvenes no crea en los valores de la democracia liberal?

R: Sí, porque además de todo lo que has apuntado tú no tienen una socialización política como la que tuvimos nosotros que es heredada de los padres. No leen periódicos, no ven la tele, los medios de comunicación son totalmente ajenos a ellos y se mueven en unos códigos y unos medios que para algiunos que ya somos viejos prematuros resultan casi incomprensibles. La ruptura puede venir por ahí. La identificación con la democracia liberal era indisociable de un entorno de los medios de expresión, que era donde se debatía. Si viene una generación que es completamente ajena a ellos, a sus ritos y que funciona con otros códigos y que no sabe nada ni de periodismo ni le interesa probablemente eso va a afectar a la propia democracia liberal, porque si no aprecias estas instituciones tampoco vas a apreciar otras.

"Los jóvenes no leen periódicos, no ven la tele, los medios de comunicación son totalmente ajenos a ellos. La ruptura puede venir de ahí"

P: En este sentido me resultaba un poco paradójica la defensa que haces de Ana Iris Simón que ha abogado por una serie de valores que han sido considerados, a priori, tradicionales o que, al menos, ya habíamos superado.

R: Yo es que no veo valores tradicionales en el libro de ‘Feria’. Cuando escribí el libro todavía no había hablado en Moncloa y el libro no era el bombazo que es hoy. Yo no comparto la lectura del tradicionalismo. Es un libro de afectos y afectación cotidiana intergeneracional. Quizá no sea un discurso vanguardista en el sentido de que no pone en cuestión algunas verdades que tengamos por elementales, pero tampoco es reaccionario ni que retroceda. Lo que pone en evidencia son verdades del barquero: existe una familia y quieres a tus padres y eso es importante a la hora de vincular una sociedad, y probablemente hemos dejado de lado algunas cosas muy elementales para fijarnos en cuestiones que quizá no lo son tanto para la vertebración de una sociedad. En todo caso yo veo una defensa de la familia a secas y la familia puede ser una reunión de amigos y de gente que quiere tener hijos.

P: ¿Cómo entiendes la polvareda que ha levantado?

R: La debería analizar un psiquiatra. La mayoría de las reacciones contrarias a Ana Iris y ese mantra que se ha instalado de que es un discurso falangista… De repente hemos descubierto Falange, pero Falange ya estaba muerta en el franquismo, la mató Franco. Nunca ha sido una fuerza importante… Y, de repente, ¿ahora una chica de 30 años es el adalid del falangismo? Es una interpretación mostrenca, delirante y que debería ser atendida por un psiquiatra. Si se creen lo que dicen, están zumbados, y si no se lo creen, son unos cínicos. Es una muestra de lo difícil que es plantear un debate normal y razonable sobre cuestiones que no deberían escandalizar a nadie y que incluso, oponiéndote a ellas, que te puedes oponer radicalmente, pero sin delirar ni decir tonterías. Lo puedes refutar sin necesidad de hacer el ridículo.

"La interpretación que se ha hecho [de Ana Iris Simón y Falange] es mostrenca, delirante y que debería ser atendida por un psiquiatra"

P: Hablando de críticas, en El Confidencial Esteban Hernández ha criticado ‘Contra la España vacía’ argumentando que hay que hacer muchos más cambios para sostener la democracia más allá de los que propones como acabar con los populismos y cambiar un par de cosas… ¿Cómo ves esta crítica?

R: Es que yo no digo eso en el libro. La crítica es una crítica política fundamentalmente y desde una posición… Yo creo que con Esteban me unen muchas más cosas de las que él pone en evidencia… Entiendo que ha habido cierta exageración, que yo también lo practico, porque cuando criticas un libro lo estás utilizando para poner tus propias tesis. Yo no tengo nada que decir acerca de la posición política porque para eso está el libro, para plantear distintos debates. Pero sí que lo dices sobre que yo planteo un discurso del establishment y que con cambiar un par cosas todo funcionaría y solo los enemigos de la democracia liberal son enemigos y no hay autocrítica… yo ahí no me reconozco con lo que digo en el texto. Yo creo que planteo algo mucho más complejo y no digo que todo funcionaría razonablemente bien si eliminamos de la ecuación a los populistas. Lo que planteo es que todos los problemas políticos que tiene una sociedad compleja caben dentro de la democracia liberal y se pueden abordar dentro de la democracia liberal, no que la sociedad sería perfecta y todo sería maravilloso si nos quitamos de encima a los populistas. Sencillamente es una defensa de los cauces. Todos los que plantean una refutación del sistema caben dentro de él. Podéis plantear vuestros discursos y dentro de la discusión racional de una democracia liberal eso puede llevar a reformas y a transformar una sociedad, pero desde dentro, no torpedeándola por fuera. He visto alguna caricaturización más de mi discurso, pero entiendo que entra dentro de lo normal.

P: Termino con una pregunta relajada, ya que tanto hemos hablado de debates y la necesidad de debatir: ¿Y si lo que tenemos que hacer es irnos todos de Twitter?

R: (Risas) Yo en twitter estoy ya solo muy tangencialmente. Solo coloco mis cosas y me voy corriendo porque realmente es solo una sarta de insultos. Facebook es otra cosita, más moderada. Twitter es un cenagal, lo que pasa es que vivimos en tiempos de clickbait y hay mucha gente que solo se entera de las cosas por Twitter así que si queremos divulgar nuestras cosas ahora mismo se me ocurren pocas alternativas. En Twitter hay que entrar, cerrar los ojos rápido y salir.

Hace cinco años, aunque en estos tiempos acelerados parezcan dos siglos, Sergio del Molino (Madrid, 1979) consiguió un enorme éxito entre los lectores y la crítica con 'La España vacía' (Turner, 2016). De hecho, el término se institucionalizó para designar la desploblación de buena parte de la España mesetaria (si bien después se inoculó con calzador el más feo "España vaciada"). Era un viaje principalmente literario, a la manera de la tradición de muchos de nuestros escritores que se habían preguntado por las entrañas y problemas del país. Pero, de ahí, explica hoy el escritor y periodista, salieron usos y sambenitos que ahora combate o al menos intenta aclarar en 'Contra la España vacía' (Alfaguara), no tanto una enmienda al anterior sino más bien a ciertas cuestiones que se han intensificado en este lustro "intensísimo", en palabras del propio Del Molino.

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