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Rogelio López Cuenca: "Es más peligroso el turismo cultural que el de sol y playa"
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Rogelio López Cuenca: "Es más peligroso el turismo cultural que el de sol y playa"

El artista malagueño, reciente Premio Nacional de Artes Plásticas, reflexiona en esta entrevista sobre el arte actual, la política de centros de arte contemporáneo, la polarización, la capacidad del mercado para engullirlo todo y… Málaga

Foto: El artista malagueño Rogelio López Cuenca. (EFE/Paco Campos)
El artista malagueño Rogelio López Cuenca. (EFE/Paco Campos)

Hace unos días, Rogelio López Cuenca (Málaga, 1959) levantó el teléfono para recibir una llamada del Ministerio de Cultura: acababa de ganar el Premio Nacional de Artes Plásticas. López Cuenca no es, precisamente, una figura muy ligada al 'establishment'. Más bien al contrario. Ha tenido diversos encontronazos, como aquella vez que le retiraron varias instalaciones de la Expo de Sevilla que eran muy críticas con el espectáculo. Lo interesante es que habían sido un encargo de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (hoy Acción Cultural). Alguien con poder no las encontró oportunas. Ahora, sin embargo, parece haberse tomado su venganza. O los tiempos le han sido propicios.

Reconocido por la crítica del arte contemporáneo ya desde los ochenta, cuando fundó el colectivo Agustín Parejo School, López Cuenca vive un momento dulce. Al premio nacional se sumó hace unos años, justo antes de la pandemia, una gran retrospectiva en el Reina Sofía que ayudó a popularizar un arte crítico con las relaciones de poder y muy centrado en asuntos como las migraciones, el urbanismo, la memoria histórica y los medios de comunicación de masas.

Esta entrevista es una reflexión sobre el arte actual, la política de centros de arte contemporáneo, la polarización, la capacidad del mercado por engullirlo todo y… Málaga.

placeholder Rogelio López Cuenca. (EFE/Abel Alonso)
Rogelio López Cuenca. (EFE/Abel Alonso)

PREGUNTA. Usted trabaja desde Málaga, pero en 2019 le hicieron una gran retrospectiva en el Reina Sofía, ahora le dan el Premio Nacional… Parece que hay una cierta mirada centrífuga hacia lo que se hace desde la periferia.

RESPUESTA. Tengo mi residencia habitual en un pueblo cerca de Málaga, pero si algo caracteriza mi trabajo es que siempre está arraigado en el contexto en el que estoy trabajando. Y he trabajado en Roma, Valparaíso, Ciudad de México, Madrid, Barcelona… Sí, me considero inconfundiblemente andaluz, pero me siento muy comprometido con la diversidad de lugares en los que he trabajado.

P. Se lo preguntaba porque en los ochenta formó parte del colectivo Agustín Parejo School, cuyos proyectos llamaban la atención sobre la "sociedad idiotizada o semiotizada", que decía Umberto Eco. Y que también tuvieron relevancia fuera de Málaga. ¿Está pasando algo como en los ochenta con la mirada hacia lo que se hace en la periferia?

R. Hablar de décadas siempre es muy convencional. Cuando miramos nuestras fotografías de los ochenta yo a veces digo, "¡más bien parecen los setenta!". Y efectivamente, la actitud de Agustín Parejo School tiene más que ver con cierto espíritu de finales de los setenta. Y luego trabajé sobre la Italia de finales de los setenta, el movimiento de los indianos metropolitanos, una izquierda que estaba muy incómoda con la vieja lógica de la militancia obrerista donde se mezclaban aspectos muy creativos vinculados al teatro experimental, al teatro de calle…

En los ochenta, hay historiadores que dicen que, sobre todo a partir de la segunda legislatura del PSOE, hay una recesión clarísima en cuanto al arte y la cultura. Se centraliza la mirada en el retorno a la pintura, otra vez a la figura del autor genial haciendo enlace con la figura de Picasso. Pero a finales de los setenta había toda una constelación con la revista 'Ajoblanco', todo el 'underground' de la época… Creo que las prácticas culturales de esos años, que tienen que ver con la crisis del capitalismo industrial y todo un descontento del proletariado juvenil, tienen más que ver con lo que fueron ochenta.

"Hay historiadores que dicen que, sobre todo a partir de la segunda legislatura del PSOE, hay una recesión clarísima en cuanto al arte"

P. De hecho, hay una crítica cultural que señala que en los ochenta comenzó el convencionalismo en el arte con eventos como la feria de ARCO.

R. No sé si el término es convencionalismo, pero en cuanto al arte contemporáneo lo que hace ARCO es crear el marco fundamental para entenderlo. ARCO es una feria, un evento comercial, no es una bienal de arte, no es la Documenta. Hasta tal punto ha marcado ese paradigma que durante mucho tiempo el horizonte de los responsables culturales de provincias era ir una vez al año a ARCO. Y ya pensaban que habían visto lo que se estaba haciendo. Pero en ARCO no cabe la mayor parte de la producción artística contemporánea. Y, a mi juicio, la más interesante. ARCO es una feria comercial llena de objetos, pero como no tenemos otros eventos, como hemos sido incapaces de desarrollar una bienal fuerte, para la gran mayoría de la población el mundo del arte es el mercado del arte. Y eso es una exclusión brutal.

P. ¿Y cómo ha visto la evolución desde los ochenta? Porque decía que antes los responsables iban a ARCO a ver qué se cocía. Ahora casi hay un museo de arte contemporáneo en cada capital de provincia.

R. Esa eclosión se realizó con la fantasía de crear el edificio sin presupuesto para la colección, sin pensamientos previos acerca de su dirección, de su intención… Igual que en el XIX había que tener un teatro para representar óperas y zarzuelas, ahora hay que tener un centro de arte contemporáneo, aunque en muchos casos están infrautilizados. Se centran los gastos en la infraestructura a costa del tejido cultural local.

P. Esto ha sucedido con gobiernos socialistas y populares en las distintas provincias.

R. Sí, sí. Hay una hegemonía de un cierto pensamiento neoliberal en última instancia y que tiene que ver con el paradigma que estableció ARCO y es que el mercado es el único juez. A mí eso me parece peligrosísimo. Es decir, si tú vales ya en algún momento el mercado te rescatará. Y que haya centros de arte cuya referencia sea lo que tiene éxito en el mercado… Las prácticas artísticas experimentales, las que hacen avanzar la cultura, lo hacen a costa de su fracaso e inconveniencia económica.

"Esa eclosión de museos contemporáneos se realizó con la fantasía de crear el edificio sin presupuesto para la colección"

P. ¿Y esto cómo influye en el artista? Porque si sabes que lo que triunfa son determinados contenidos, si sabes que solo te van a exponer si haces eso…

R. Ha habido un cambio fundamental. Cuando empezamos nosotros en los setenta no existía esa red de centros de arte que hay en casi cada capital de provincia. Es decir, no había una maquinaria que alimentar. Los artistas más jóvenes ahora funcionan como el riego sanguíneo para mantener toda esa maquinaria de las infraestructuras expositivas. Y con muchísima frecuencia se hace en unas condiciones de precariedad tremendas. Mientras que en el centro de arte hay personas para la seguridad, limpieza, transporte, el comisario de las exposiciones a las que se les paga, para los artistas muchas veces no hay previstos honorarios. ¿Entonces qué eso de que el mercado te salvará? Pero si se hace explotando…

Algo que es común a todas esas profesiones que podemos caracterizar como vocacionales y que curiosamente son frecuentemente feminizadas: los cuidados, la enseñanza, los trabajos del hogar. Trabajas muchísimo más de la remuneración que recibes. Hay un interés de explotación de ese deseo que muchas veces se paga con visibilidad. "No, no si yo te hago una exposición". Y con eso tú ya tienes… Siempre es como un salario en diferido. Y contra eso es contra lo que se rebelaban los movimientos culturales juveniles de finales de los setenta. No queremos una felicidad en el futuro sino ya. Ese fue el lema de 'El paraíso ahora'.

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Foto: EFE/Abel Alonso.

P. Al final hay una cosa que ocurre y es que el capitalismo se lo come todo, hasta los lemas anticapitalistas de los setenta. La contracultura vende, que han dicho algunos.

R. Claro, si algo caracteriza al capitalismo es su extrema flexibilidad. Por ejemplo, la instrumentalización de esta cuarta oleada del feminismo. Ahí está el desfile de Lagerfeld con pancartas escenificando una manifestación reivindicativa feminista con las modelos vestidas de Chanel. Lo seguimos llamando capitalismo, pero ya no se trata solo de relaciones económicas, sino que es la vida entera.

P. Hay quien puede decir: Rogelio López Cuenca es un artista muy crítico con el 'establishment', con el mercado, los poderes, muy insumiso, pero ahí está, con una retrospectiva en el Reina Sofía y con un premio del Ministerio de Cultura, es decir, del Gobierno, de alguna manera. Eso es poco anarquista.

R. ¿Qué ha sucedido? Que toda una generación próxima a la mía o más joven está accediendo a la dirección de esos centros de arte o son elegidos en calidad de representantes del mundo de la cultura para formar parte de los jurados. Pero no son los gobiernos los que dan los premios. Tiene que ver con que se produce una cierta sintonía. Pero vamos, yo cuando he formado parte de algún jurado es alucinante ver cómo deriva aquello en algo que no se tenía previsto. Yo en ningún jurado en el que he formado parte ha salido el candidato o candidata que yo llevaba [risas].

"No son los gobiernos los que dan los premios. Tiene que ver con que se produce una cierta sintonía con los jurados"

P. Pero también lo digo porque hace treinta años, en 1992, la Expo retiró una instalación suya sobre el papel del lector y el espectáculo. Entonces al poder no le gustó nada su crítica. ¿Cómo ha visto el revisionismo que se ha hecho del año 92?

R. En el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo hice una exposición junto a Elo Vega. Era sobre cómo la retórica que envolvió la Expo asumía por completo la de la Hispanidad, el Descubrimiento, etc., que era del XIX. Cuando a los italianos se les ocurre celebrar la hazaña de Colón como italiano, a Cánovas y a los de la Restauración, cuando se estaba a punto de perder las últimas colonias, hacen ese último esfuerzo de inventar ese concepto. Fue una de las experiencias pioneras de lo que luego se llamó la 'colonialidad', la continuidad de ese tipo de relaciones de superioridad y sometimiento cultural.

P. ¿Cuál es la función del arte contemporáneo?

R. En absoluto es homogéneo. Tiene diversas funciones. Lo más normal es que como todo el arte a lo largo de la Historia sirva para apuntalar las relaciones de poder, pero al mismo tiempo todas las ideas que tenemos acerca del mundo no proceden de nuestra experiencia directa sino de experiencias culturales, de narraciones, visuales etc. Entonces hay un territorio siempre en disputa y las prácticas artísticas pueden trabajar en una dirección o en otra o son susceptibles de ser usadas en un sentido u otro. Yo siempre digo que cuando pensamos en la etiqueta "arte político" siempre se la asignamos al arte disidente cuando en realidad no hay arte más político que el arte complaciente con el orden cumpliendo una función de subrayado y naturalización de las relaciones de poder. Es decir, el entretenimiento es mucho más político que el arte disidente que patalea.

P. ¿Hay espacio hoy para el arte que patalea?

R. Yo creo que sí, pero tiene que funcionar en una continua negociación para lograr su visibilidad. Hasta qué punto las concesiones para entrar en determinados canales tienen posibilidad de incentivar esos significados críticos. Cuando eres más joven, piensas en esta fantasía de la calle y de los movimientos sociales y de situarte afuera. Pero cuando vas descubriendo… Yo por la universidad pasé como una exhalación. No me pareció interesante. Pero ahora mismo pienso que cualquier campo es susceptible de generar pensamiento crítico. Sean la academia, los movimientos sociales, la literatura más comercial, los espacios más experimentales. Creo que todos esos territorios son susceptibles de ser utilizados para generar discurso crítico y conocimiento.

"El entretenimiento es mucho más político que el arte disidente que patalea"

P. Lo que percibo es que en los últimos tiempos el arte o más bien los museos han entrado también en la guerra cultural. Hay museos de unos y museos de otros. ¿Esto cómo lo ve?

R. También hay otro asunto y es que el arte contemporáneo tiene una posición muy marginal con respecto a las discusiones de la cultura contemporánea. Estas se producen en otros ámbitos. Se está desvaneciendo todo un orden que nosotros habíamos conocido. Y hay que defenderlo ante la inundación de la lógica de mercado de toda la producción cultural. Hay que defender la autonomía y la excepcionalidad de determinadas instituciones culturales para generar discusión. Yo jamás pienso que las prácticas artísticas tengan que aspirar a decir la última palabra. Nuestra obligación es la de complejizar determinados asuntos y buscar una perspectiva inédita. Cuando hay determinadas guerras, miradas de polarización, cuando ya sabes de antemano cuál es la posición de la gente creo que desde las prácticas artísticas se puede aparecer con una perspectiva inédita que nos obligue a repensar lo que creíamos que ya sabíamos para el resto de nuestra vida.

placeholder 'Read State', de 1992, del artista visual Rogelio López Cuenca. (EFE/Paco Campos)
'Read State', de 1992, del artista visual Rogelio López Cuenca. (EFE/Paco Campos)

P. No parece que estemos en esa situación.

R. Ahora es verdad que son momentos recesivos. La velocidad de las transformaciones propicia esa regresión. Todo desaparece delante de nuestros ojos por lo que te asustas y la sociedad se hace más conservadora, no quiere que nada se mueva. Es un fenómeno que al mismo tiempo tiene que ver con la profusión de los museos, con que queremos conservar las cosas antes de que desaparezcan. Y eso puede ser positivo, pero lo negativo es el crecimiento de las identidades excluyentes, el miedo… Cuando hay algo que se está derrumbando y ves que no tiene más remedio es cuando aparecen las reacciones más conservadoras. Hay un reverdecimiento de posiciones inmovilistas

P. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

R. Todo lo que sucede es responsabilidad nuestra. Hay una reacción dialéctica siempre entre posturas más conservadoras y otras más progresistas. Hay épocas en las que se va en una dirección y otras en otra, pero en todas estamos implicados.

P. Para terminar, quiero preguntarle por Málaga, porque está de moda, ¿no?

R. Bueno, ha sido una grandísima operación de 'marketing'. Como tantas áreas desindustrializadas de Occidente vieron desaparecer su pujanza y se han intentado reconvertir con la apuesta de la terciarización de la economía vinculándola fundamentalmente al turismo. Y en el caso de Málaga aprovechando el mito de Picasso en torno al turismo cultural. Hay quien considera que el turismo cultural representa unos símbolos en sí mismos por el grado de simplificación que exige el tipo de explotación turística. Te puedo hablar de los museos, pero también hay consecuencias nefastas sobre la gastronomía. Desaparecen las gastronomías propias de los lugares para 'macdonalizarse', simplificarse. Y esa 'macdonalización' afecta a la oferta cultural.

"En Málaga ha habido una grandísima operación de márketing aprovechando el mito de Picasso en torno al turismo cultural"

P. En defensa de esta apuesta por el turismo cultural: si hay que generar dinero y empleo a priori esto parece mejor que exhortar al turismo de borrachera (como Magaluf) o a lo que siempre ha hecho España: el sol y playa, que ha engullido la costa con sus resorts y hotelazos en primera línea.

R. Estoy en un par de grupos de investigación sobre turismo porque me interesa muchísimo. Ahora se repite la boutade de que el turismo es el último de los grandes 'ismos' porque se lo come absolutamente todo. Hay turismo cultural, de salud, solidario, sexual… No hay nada que no sea turístico. Si una virtud tenía el turismo masivo de España, el de sol y playa, era algo que los empresarios veían como una maldición, que es la estacionalidad. Y eso era el respiro, lo que lo mantenía en una ecología próxima al del cultivo agrícola: sabías que había que dejar descansar eso porque si no se agotaba. Y yo creo que haberlo extendido a otras variedades como esto del turismo cultural que está continuamente ofreciendo ofertas es lo que pone más en riesgo la sostenibilidad. Al final el turismo cultural acaba siendo más peligroso que el de sol y playa.

P. Esto es como tirar los dados y hasta una pregunta naíf, pero dígame, ¿hacia dónde vamos?

R. Es tan difícil diagnosticar algo en lo que estás sumergido… La ciencia solo tiende al trato con cadáveres. Pero lo que sí está claro es que la tendencia del poder económico y su extensión política es la incapacidad de tomar medidas hasta que ya ha pasado la catástrofe. Y eso es lo que estamos viendo. Nos imaginamos el colapso como el fin del mundo, pero no, el colapso sucede de una manera polarizada, con miles de estratos, pero está sucediendo delante de nuestros ojos.

Hace unos días, Rogelio López Cuenca (Málaga, 1959) levantó el teléfono para recibir una llamada del Ministerio de Cultura: acababa de ganar el Premio Nacional de Artes Plásticas. López Cuenca no es, precisamente, una figura muy ligada al 'establishment'. Más bien al contrario. Ha tenido diversos encontronazos, como aquella vez que le retiraron varias instalaciones de la Expo de Sevilla que eran muy críticas con el espectáculo. Lo interesante es que habían sido un encargo de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (hoy Acción Cultural). Alguien con poder no las encontró oportunas. Ahora, sin embargo, parece haberse tomado su venganza. O los tiempos le han sido propicios.

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