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Pablo Picasso en Madrid, el lugar que le enseñó a conocer y dominar los clásicos griegos
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Pablo Picasso en Madrid, el lugar que le enseñó a conocer y dominar los clásicos griegos

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando acoge hasta este domingo la muestra ‘Rostros y figuras’, que cuenta con siete obras maestras pertenecientes a la Fundación Beyeler

Foto: Pablo Picasso, en su estudio de Cannes. (Getty)
Pablo Picasso, en su estudio de Cannes. (Getty)

Tenía 16 años cuando llegó a Madrid. Fue en septiembre de 1897, hace 125 años. Pablo Picasso paseaba por Lavapiés, subía y bajaba la calle del Calvario, se dejaba ver por la antigua plaza de Mendizábal (hoy dedicada a Tirso de Molina), el lugar que Sorolla eligió para instalar su primer estudio de pintura, y transitaba el escaso kilómetro que separaba el hostal que le acogía, en la calle de San Pedro Mártir —en cuyo edificio actualmente se conserva un mural de azulejos recordando aquel hito—, con la Academia de San Fernando, donde un mes más tarde sería admitido.

Foto: Imagen: L. Martín.

Picasso descubrió en Madrid y en San Fernando mucha de la obra clásica que luego influirá en multitud de sus series y creaciones. En estos últimos tres meses la Academia ha querido rendir homenaje a este hito con la exposición ‘Rostros y figuras’, en colaboración con uno de los museos privados más importantes del mundo, la Fondation Beyeler.

La exposición puede visitarse hasta este domingo. Una muestra que recoge siete pinturas y dos esculturas de la citada fundación, retratos que son obras maestras del arte como ‘Mujer con sombrero’, que tiene como modelo a Dora Maar, o un trabajo preparatorio para ‘Las señoritas de Aviñón’. Además de cuarenta estampas, tres dibujos y una escultura que se conservan en la Academia. Detrás de la selección y puesta en valor de las obras están la catedrática y comisaria Estrella de Diego y el investigador y conservador Raphäel Bouvier.

placeholder Cabeza de mujer de Pablo Picasso. (Exposición)
Cabeza de mujer de Pablo Picasso. (Exposición)

Madrid 1897

“Para convertirse en artista a finales del siglo XIX y principios del XX en España, había un lugar de referencia que sobresalía entre los demás: la Escuela Especial de Pintura en la Academia de Bellas Artes de San Fernando”, recuerda De Diego. Allí Picasso va a cursar entre 1897 y 1898, hasta el verano, las asignaturas de Dibujo del antiguo y ropajes y Paisaje. La curadora de la exposición también recuerda cómo “su espíritu libre encontró la enseñanza en San Fernando demasiado reglada”.

Era más que habitual ver a Picasso escaparse al Parque de El Reiro o al Museo del Prado. Uno de sus profesores apunta en cartas a su familia el continuado absentismo en sus clases. “Pese a todo, resulta difícil renunciar a intentar esclarecer la influencia última que aquel tiempo de aprendizaje llegó a suponer para la educación de Picasso”, indica De Diego. Para la profesora y académica es fundamental esta formación clásica en el trabajo del Picasso posterior.

“De hecho, basta con mirar las imágenes del estudio del escultor de la Suite Vollard para observar la enorme influencia que el mundo clásico tiene en Picasso, en especial a través de la potencia de unas esculturas que a ratos eclipsan el papel de la modelo y hasta el del artista”, escribe en una de las partes del catálogo. En ese mismo apartado también destaca la importancia que tienen los vaciados de la Academia, junto con los de la Academia de México de los más relevantes en aquella época.

Clásico Picasso

La exposición juega a ese tipo de combinaciones, en las que fantasea con que determinados vaciados hayan podido servir de inspiración a pinturas, esculturas y, como no, series. Entre ellas, dos de las más relevantes que realizó a lo largo de su carrera, la citada serie encargada por Ambroise Vollard y ‘La obra maestra desconocida’, también propiedad del marchante francés. “En todo caso, Picasso fue también un escultor extraordinario y un retratista, además, en sus esculturas, copiando a las modelos, repensándolas desde el canon y más allá”, dice De Diego.

“Si el Prado le regaló la mirada de los grandes maestros, quizás la Academia le ofreció, en medio del tedio del cual se quejaría a menudo, el acceso temprano al ciclo espléndido de la escultura clásica que llena sus lienzos y sus estampas, que refleja en sus esculturas”, recuerda la autora de ‘El androgino sexuado’ o ‘Querida Gala’.

Dorian Gray al revés

Uno de los aspectos más significativos de la exposición es la ausencia de mirada crítica hacia todo lo que se ha ido conociendo de Picasso como maltratador de muchas de sus amantes y modelos. De Diego lo comenta muy de soslayo en el catálogo: “El equilibrio de estas relaciones debe ser puesto en tela de juicio desde la actual perspectiva de género”.

De Diego vuelve levemente unas líneas más tarde, mencionando un hecho que no debe pasarse por alto y que tiene como paisaje el París de los años treinta. Es en esa época en la que Picasso mantiene relaciones con tres mujeres —Olga Koklova, Marie-Thérèse Walter y la mencionada Maar—: “Mujeres representadas como rostros llorosos”.

placeholder Mujer con sombrero. (Pablo Picasso)
Mujer con sombrero. (Pablo Picasso)

Hay otra cita que pertenece a John Richardson, uno de sus biógrafos más importantes, y que en 1980 mencionaba como la mano del pintor malagueño tenía una relación con el retrato un tanto turbia. Donde los retratados terminaban mutando en las pinturas de Picasso y no al revés. Es el caso de su última mujer, Jacqueline Roque. Richardson dice que sus primeros retratos nada tenían que ver con “ese aire tan dramático, tan intenso” que Picasso representó. “No obstante, otra vez el interior de Picasso se hacía realidad: a los pocos meses, la amante terminó por parecerse a sus retratos en personalidad y hasta en apariencia… un Dorian Gray al revés”.

Solo un último apunte, en palabras del propio Picasso que habla en estos términos de Dora Maar, como proyección de sufrimiento: “Para mi ella es la mujer que siempre llora. Durante años la pinté en formas torturadas, no mediante una influencia sádica, ni tampoco con placer; simplemente obedecí a una visión que se me impuso por sí sola. Era la profunda y no superficial realidad”. Cabe preguntarse hasta qué punto el estar junto a Picasso llevaba a Maar a estos estados.

Tenía 16 años cuando llegó a Madrid. Fue en septiembre de 1897, hace 125 años. Pablo Picasso paseaba por Lavapiés, subía y bajaba la calle del Calvario, se dejaba ver por la antigua plaza de Mendizábal (hoy dedicada a Tirso de Molina), el lugar que Sorolla eligió para instalar su primer estudio de pintura, y transitaba el escaso kilómetro que separaba el hostal que le acogía, en la calle de San Pedro Mártir —en cuyo edificio actualmente se conserva un mural de azulejos recordando aquel hito—, con la Academia de San Fernando, donde un mes más tarde sería admitido.

Pablo Picasso