Es noticia
Si Gabriel Rufián es la auténtica izquierda, yo soy la Madre Teresa
  1. Cultura
MALA FAMA

Si Gabriel Rufián es la auténtica izquierda, yo soy la Madre Teresa

El mantra de la 'auténtica izquierda' suele acabar en la autocomplacencia más bochornosa

Foto: Cayetano Martínez de Irujo y Gabriel Rufián, en 'Encuentros inesperados'. (Atresmedia)
Cayetano Martínez de Irujo y Gabriel Rufián, en 'Encuentros inesperados'. (Atresmedia)

Había perdido las dos piernas en un accidente de tráfico. La noche del 28 de octubre de 1982 estaba con los otros en el bar, celebrando la victoria del PSOE. Mis padres, que no me cuentan tantas cosas, me contaron aquella fiesta. Eran jóvenes, relativamente jóvenes; y venían de una dictadura. La juerga electoral en el pequeño pueblo segoviano se estiró hasta altas horas de la madrugada, quizá con Manolo Escobar tronando por los altavoces de un bar-restaurante que aún hoy sigue abierto. El hombre que había perdido las dos piernas usaba ya con soltura sus prótesis ortopédicas. De hecho, se desencajó una. Empezó a dar golpes con ella sobre la barra del bar, en medio de la celebración desatada. Esa es la imagen: un hombre aporreando con una pierna de plástico la barra de un bar en la España profunda la noche que Felipe González alcanzó la presidencia del Gobierno.

¿Quién era esta gente? Eran agricultores, albañiles, algún hombre con dinero, mujeres sin trabajo, amas de casa, obreros, primeros estudiantes universitarios del pueblo. Muchos habían vivido durante décadas sin saber lo que era la democracia. Habían recibido una educación ideológicamente monocorde. No estaban acostumbrados a la verdad variada de los periódicos. No habían salido nunca de España. Casi ninguno podría decir en qué se diferenciaba el socialismo del comunismo. Sin embargo, solo siete años después de la muerte de Franco, junto a otros 10 millones de españoles, votaron a un partido con la palabra 'socialista' en sus siglas. Cuarenta años de lavado de cerebro y floridos pensiles no habían podido evitar aquello. Pero no celebraban, de hecho, el advenimiento del socialismo. No celebraban a Felipe González. Celebraban que, además de poder votar, ahora podían también ganar.

Cuarenta años después de aquella fiesta en un pueblo de Segovia, varios famosos acuden a un programa de televisión. Se trata de 'Encuentros inesperados', con Mamen Mendizábal, en La Sexta. Son: Cayetano Martínez de Irujo, Gabriel Rufián, Daniel Guzmán y Ana Morgade. Mendizábal le pregunta a Cayetano si alguna vez ha votado a la izquierda. Cayetano dice que sí, que a Felipe González. El actor Daniel Guzmán pone cara de disgusto; y suelta, con indisimulada desidia didáctica: “No, a la izquierda”. Salvo Cayetano, todos ríen. Se desternillan. Rufián extiende el puño y choca sus nudillos con los de Guzmán, eufórico.

La escena, de apenas 30 segundos, es repugnante. No por decir que Felipe González o el PSOE no son de izquierdas; eso es un cliché juvenil, mil veces repetido. Se trata del tono, del aire de arbitrariedad, de la autocomplacencia. Estos tipos saben dos cosas: que lo que dicen es una chorrada y que decir esa chorrada sale gratis. De hecho, sus risas no son sanas, como no son nunca sanas las risas propiciadas por el ultraje. Es la risa del que asume que se está permitiendo un abuso. No se ríen porque decir que Felipe González no es de izquierdas sea gracioso; se ríen porque decir que Felipe González no es de izquierdas es injusto. No hay humor en sus carcajadas y gestos, sino mezquindad. La hilaridad es borboteante, de última copa, como cuando entre varios se dan la razón fingiendo mal que la tienen.

Notemos que el único que no se ríe es un noble. El único que respeta lo que votaron los padres y los abuelos de Rufián y Guzmán

Los más de 10 millones de personas que votaron a Felipe González y al Partido Socialista apenas siete años después de enterrar a un dictador ultracatólico no votaron a la izquierda. Esa es la verdad. Guzmán y Rufián lo saben, lo dicen y se ríen. Notemos que el único que no se ríe es un noble. El único que respeta lo que votaron los padres y los abuelos de Rufián y Guzmán, y los padres y abuelos de casi todos los amigos de Rufián y Guzmán, es el IV duque de Arjona y XIV conde de Salvatierra. Él, hijo de la duquesa de Alba, sí tiene claro qué representaba Felipe González en los años ochenta. El miedo no pierde la memoria.

Y es que hay, por supuesto, una 'izquierda auténtica'. Guzmán y Rufián no solo votan siempre a la izquierda auténtica, sino que son la izquierda auténtica y, por tanto, poseen la clarividencia de detectar a la izquierda falsificada. Esto es así porque cualquier congregación de cantamañanas que se sitúa un milímetro a la izquierda del PSOE recibe de inmediato la gracia de la autenticidad. Llevo toda la vida cruzándome con escritores que son de la 'izquierda auténtica', con profesores de instituto que son de la 'izquierda auténtica' y con militantes políticos que militan en la más auténtica de las izquierdas. Su denominador común es obvio: siempre han fracasado. Es el hecho de fracasar lo que les legitima para ser auténticos. El hecho de no tener que demostrar nunca nada.

Foto: Cayetano Martínez de Irujo y Daniel Guzmán. (Atresmedia)

Felipe González legalizó el aborto en España y Gabriel Rufián llevó una fotocopiadora al Congreso de los Diputados. Esa es básicamente la diferencia entre la izquierda y la 'auténtica' izquierda. El progreso frente a la farsa.

Rufián y Guzmán desprecian el arrojo democrático de 10 millones de españoles que en 1982 sabían perfectamente lo que estaban votando cuando votaron a Felipe González. Si me apuran, yo creo que no ha habido nunca en España izquierda más auténtica que esa.

Había perdido las dos piernas en un accidente de tráfico. La noche del 28 de octubre de 1982 estaba con los otros en el bar, celebrando la victoria del PSOE. Mis padres, que no me cuentan tantas cosas, me contaron aquella fiesta. Eran jóvenes, relativamente jóvenes; y venían de una dictadura. La juerga electoral en el pequeño pueblo segoviano se estiró hasta altas horas de la madrugada, quizá con Manolo Escobar tronando por los altavoces de un bar-restaurante que aún hoy sigue abierto. El hombre que había perdido las dos piernas usaba ya con soltura sus prótesis ortopédicas. De hecho, se desencajó una. Empezó a dar golpes con ella sobre la barra del bar, en medio de la celebración desatada. Esa es la imagen: un hombre aporreando con una pierna de plástico la barra de un bar en la España profunda la noche que Felipe González alcanzó la presidencia del Gobierno.

Gabriel Rufián PSOE
El redactor recomienda