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La lección de Chanel: a lo que diga Twitter y la prensa, ni caso
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TRINCHERA CULTURAL

La lección de Chanel: a lo que diga Twitter y la prensa, ni caso

La lección debería estar muy clara: el ruido no guarda relación con los gustos o las sensibilidades de la gente normal

Foto: Foto: Reuters/Yara Nardi.
Foto: Reuters/Yara Nardi.

Los españoles somos la pera. Capaces de convertir algo tan frívolo, superficial y hortera como Eurovisión en un motivo no ya de disputa ideológica, ¡sino en una riada de solemnidad! Convertimos en misa de doce hasta el vermú. Me pregunto si habrá algún otro país de Europa donde un festival de música cursi donde el 99% de los artistas caen en el olvido a la semana siguiente de la gala se toma tan en serio.

Recapitulemos. Cuando el jurado experto eligió a Chanel en el Benidorm Fest lo hizo en contra del voto popular y mediático. Reacción del pueblo y la prensa: la artista tuvo que salir de Twitter por la cantidad de insultos que le vomitaban encima, mientras los sesudos se dividían entre Tanxugueiras y Rigoberta. Un sector de la clase política, siempre deseoso de complacer y alimentar los bajos instintos populares, se tiró en tromba contra el jurado de la misma forma que lo hacen contra los jueces.

Foto: Chanel ha quedado tercera en el certamen de Eurovisión. (EFE)

Ni olvido, ni perdón: el tema de Chanel se llevó al Congreso. Se elevaron quejas contra RTVE. Se exigieron dimisiones. Se anticipó el ridículo que haría España en la clasificación. Se convirtió el “miedo a las tetas” en un lema político esgrimido por ministras de gobierno. Y se escribieron toneladas de artículos contra la decisión experta. Aquí todo el mundo sabe más de fútbol que el entrenador. Pero resulta que Chanel era la mejor opción. Quedó tercera solo porque hay guerra en Ucrania.

¿Qué papel hubieran hecho Tanxugueiras o Rigoberta? Nunca lo sabremos. Aquel portugués encantador, Salvador Sobral, iba con las apuestas en contra y se coronó con su sencillez en un festival que destaca por el brillibrilli y la horterada. Cualquier cosa es posible, salvo que gane el Chiquilicuatre. Pero Chanel sí ha dejado claro que los que la mandaron allí conocían el terreno. Eso, y que el oportunismo está todavía más acusado en España que la envidia, que ya es decir.

Los mismos que denostaron a Chanel, con nombres y apellidos, vertían de pronto toneladas de baba complaciente ante el éxito arrollador de la artista. Este bienquedismo siempre resulta fascinante si se presenta sin disimulo, pero de todo este asunto, en realidad, lo que merece la pena subrayar es la constatación de que el ruido de internet y los medios debe ser ignorado por los productores, los artistas y los creativos en general. Solo por esto valía la pena tragarse Eurovisión.

¿Hay gente en Twitter criticando al artista que has contratado para tu teatro? Ni caso. ¿Están diciendo que tu película atenta contra la dignidad? ¿Han aparecido artículos que equiparan tu pintura con los crímenes de Putin? ¿Te atacan por el uso de palabras de tu novela, por el título, por la portada? Ni caso, ni caso, ni caso. Editores, productores, artistas: ¡ni caso a lo que digan! ¡No son nada!

Foto: Chanel Terrero, en 'Eurovisión 2022'. (RTVE)

El éxito de Chanel es como el de David Chappelle en Netflix. A un lado, un artista que hace algo y una industria cultural que presta su apoyo. Al otro, el vociferante tornado de santurronería digital que se multiplica en forma de artículos de prensa. En cuestión de horas, toneles de amargura cristalizan en textos condenatorios, lamentaciones en los muros y ladridos en los callejones. Se monta un ruido que parece unánime, lleno de graves palabras, y en realidad no le importa a nadie.

La lección debería estar muy clara: el ruido no guarda relación con los gustos o las sensibilidades de la gente normal. El clamor digital negativo y el éxito son más que compatibles. Las posibilidades de triunfo de un producto no dependen de lo que se lee por ahí. Mirad, si no, a Pablo Motos. ¿Quién confiaría en su programa leyendo periódicos y opiniones en Twitter? Ni caso, ni caso, ni caso.

Foto: Chanel en su actuación de Eurovisión 2022. (Reuters)

Internet consigue que un diminuto grupo de histéricos chillones haga callar a una mayoría a la que, o bien el tema se la sopla, como es mi caso, o tiene una opinión positiva del artista, pero tampoco quiere meterse en líos por manifestarla. La prensa es la primera que debería dejar de repetir las consignas de la red, y tal vez así dejaran de repetirlas también los políticos. Seguir el bufido de la flauta suele conducir al barranco.

Chanel ha terminado encaramada al podio de Eurovisión por razones misteriosas que los expertos del jurado del Benidorm Fest lograron identificar, de la misma forma que uno que sabe mucho de fútbol tiene más opciones que yo de rascar un reintegro en la quiniela. Podía haber fracasado estrepitosamente, como le ha pasado a España tantas otras veces, pero eso no hubiera cambiado nada.

Hay gente que sabe de lo que habla y gente que chilla como si lo supiera. Punto.

Los españoles somos la pera. Capaces de convertir algo tan frívolo, superficial y hortera como Eurovisión en un motivo no ya de disputa ideológica, ¡sino en una riada de solemnidad! Convertimos en misa de doce hasta el vermú. Me pregunto si habrá algún otro país de Europa donde un festival de música cursi donde el 99% de los artistas caen en el olvido a la semana siguiente de la gala se toma tan en serio.

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