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Mi primera vez en la Feria de Abril: todas las Sevillas en una
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'TRINCHERA CULTURAL'

Mi primera vez en la Feria de Abril: todas las Sevillas en una

Me gustó mucho saber que hay una caseta destinada exclusivamente a acoger a niños perdidos, también otra para remedar daños en los trajes, que son de flamenca o de gitana

Foto: Una mujer vestida de flamenca en la Feria de Sevilla. (Reuters/Marcelo del Pozo)
Una mujer vestida de flamenca en la Feria de Sevilla. (Reuters/Marcelo del Pozo)

La cerveza está perfectamente tirada y el camarero la posa con orgullo en la barra. El cliente da las gracias y dice: "Oye, ponme algo atractivo con esto, como unas aceitunas". Y el aludido contesta: "Hombre, caballero, si quiere usted algo atractivo, pídame una ración de jamón, no aceitunas".

Es miércoles 4 de mayo y son las últimas palabras que escucho antes de dirigirme por primera vez en mi vida a la Feria de Abril de Sevilla. Las penúltimas me las dijeron dos amigas, Isabel y Ana. La primera me advirtió de forma asertiva: "No vayas a venir ni en chándal ni en deportivas". La segunda me dijo: "Entra con el pie derecho y no digas arco, sino portada. No seas cateta".

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En el bolso llevaba guardados unos zapatos de terciopelo rojos con libélulas cosidas. Me pareció que aquello estaría a la altura, así que me apoyé en la portada, me quité las deportivas y entré con el pie derecho. Primer logro conseguido.

Y bastaron poco más de cuatro horas para comprobar que entre calles con nombres de toreros muertos y otras tantas de toreros vivos, aquel recinto cobija a todas las Sevillas en una. Y tiene un lenguaje y código propios. Donde el feriante distingue a la legua de qué pie cojea cada uno. El que va de prestado, el que respeta las tradiciones y el hereje, el forastero, el quiero y no puedo, el puedo y me sobra. Lástima que no beba cuando estoy de servicio, porque acabé de refrescos hasta el gorro. A cambio, tomé un montón de notas.

Me senté en una caseta con Marta Carrasco. Es periodista, pero me la presentaron como "la que sabe todo de la feria". Sonrió cuando saqué el cuaderno y no paraba de decirme que comiera, "la bebida hay que empaparla". Resumiendo: el flamenco es el único traje que cambia según las modas, aunque la ortodoxia dictamina que lunares y flores son los estampados permitidos. "Hubo un tiempo en el que se llevaban ajustados casi hasta el tobillo, como los trajes de chulapa madrileños. No veas tú para hacer pis", explicó. Ese detalle me hizo admirar aún más a las mujeres de aquellas más de mil casetas, que no paraban de bailar y de moverse como si aquello no pesara.

placeholder La Feria de Abril de Sevilla. (EFE/Raúl Caro)
La Feria de Abril de Sevilla. (EFE/Raúl Caro)

Este año, parece, se llevan las transparencias, que hacen llorar a los sevillanos y a cualquier persona con dos dedos de frente y sentido del gusto, añado. Me contaron que de esa guisa apareció una exconcursante de Gran Hermano, aunque yo solo vi a Gloria Camila, hija de José Ortega Cano y Rocío Jurado, que parecía estar pasando calor mientras posaba para las fotos desde el coche de caballos. También conviene ser cauta con las flores y llevar un calzado en condiciones, nada de deportivas, aunque recientemente se hayan relajado un poco las normas de incorporar alpargatas, que son más de ir al Rocío.

Aquella me pareció una amalgama de cosas maravillosas, de señores muy señoreados y bellezas epatantes, de esas a las que todo parece sentarles bien. Personas que saben que los hombres a la feria deben ir con chaqueta clara porque la oscuridad queda reservada para la Semana Santa, conversaciones que giran en torno a cuál de las ferias es mejor, si esta o la de Jerez de la Frontera. Si Madrid es España dentro de España, Sevilla es Sevilla dentro de Sevilla. Hay un orgullo desmedido y transversal. Se escuchan quejas por empezar la feria un fin de semana en vez de lunes, una decisión que viene del referéndum popular que hizo el anterior alcalde, el ahora candidato a la Junta de Andalucía, Juan Espadas, en 2016. Estos turistas, siempre enfangándolo todo.

Me gustó mucho saber que hay una caseta destinada exclusivamente a acoger a niños perdidos, también otra para remedar daños en los trajes, que son de flamenca o de gitana, pero jamás de faralaes. Aprendí a mirar a una mujer bellísima cuando me señalaron que el tamaño de las perlas de sus orejas y la forma en la que iba sentada al caballo denotaba que el caballo era de su propiedad. Detecté la mirada escáner al entrar en una caseta muy privada y muy exquisita en la que devoré una sopa de pan, tomate y langostinos porque mi cara, mi cuerpo y mi espíritu gritaban que yo era un error fatal en todos los sentidos. Pelo suelto, pantalones negros y una mochila del mismo color de la de Dora la Exploradora con unas zapatillas de deporte camufladas dentro.

Foto: Sevilla se prepara para la Feria de Abril. (EFE/Julio Muñoz)

Este es un sitio en el que hacen muchos negocios, me advirtieron. "Lo mismo te sale un trabajo, que el amor de tu vida o el que hace la obra del cuarto de baño", afirmaron. Un pack así de completo no he escuchado yo en ninguna otra fiesta popular, la verdad. Pero poco iba a encontrar yo en aquella caseta por muy ricos que fueran los langostinos, porque todas aquellas familias tan guapas ya tenían un buen pasar sin necesidad de contar conmigo, así que me fui a la zona donde podría encontrar otra fauna y otra flora.

Muchachas jovencísimas con el porte de Victoria Federica de Marichalar y de Borbón agitadas pero no mezcladas con otras con otro índice de masa corporal, pero igual de festivas. Con nailon y poliéster en los trajes, tatuadas y que bailaban con la copa en la mano a las puertas de una caseta donde un DJ ponía una canción de Aitana. Familias con el bocata en la mano envuelto en papel de aluminio y otras a las que les faltaba llevar incorporado el cortador de jamón al lado.

Hay alegría en la feria, hay manzanilla y rebujito y hay unas ganas locas de abrazar y volver a lo de siempre. A levantarse a las dos de la tarde porque esa semana es sagrada para un sevillano, como lo es la Semana Santa y cualquier otra cosa que se precie. A ver quién tiene narices de decirle a una ciudad que lo suyo no es para tanto. Cuando en la de feria de este año la empresa municipal de limpieza ha llegado a retirar 90.000 toneladas de vidrio a diario, cuando lo normal eran 30.000. Que la noche del domingo llegó a las 130.000.

Foto: Inés Arrimadas y Begoña Villacís disfrutan de la Feria de Abril de Sevilla. (Instagram/@begonavillacis)

También hay cansancio al caer la tarde, cuando se llevan varios días de fiesta. Llueve con ganas y en la cola para los taxis dos señores venden paraguas con alegría. Una pareja con dos niños muy pequeños que no han comprado ninguno protestan por lo mucho que tarda en avanzar la fila. A la pequeña se le cae un muñeco de peluche que abraza en el carrito. Lo recojo del suelo y se lo doy a los padres. "¡Menos mal que lo has visto, si no tenemos un drama!", bromean. El muñeco es un camello que lleva cosida en el trasero la palabra Canarias. Me hago la simpática y les digo: "¡Y os toca iros a Canarias!". "¡Qué Canarias ni qué Canarias! ¡Si es de la tómbola de ahí enfrente!", responden. Entramos casi a la vez en nuestros respectivos taxis.

Sevilla es Canarias dentro de España. O lo que le dé la gana ser.

La cerveza está perfectamente tirada y el camarero la posa con orgullo en la barra. El cliente da las gracias y dice: "Oye, ponme algo atractivo con esto, como unas aceitunas". Y el aludido contesta: "Hombre, caballero, si quiere usted algo atractivo, pídame una ración de jamón, no aceitunas".

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