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Mujeres 'progres', no hagáis el juego a la ultraderecha
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Mujeres 'progres', no hagáis el juego a la ultraderecha

Proliferan los altavoces que afirman que lo importante es el cuidado de los hijos, como opuesto a "comerse el mundo". Abunda desde la literatura sobre la lactancia, la pareja o lo "femenino"

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Emilio Naranjo)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Emilio Naranjo)

A la izquierda se le ha metido un caballo de Troya en el discurso feminista que, lejos de abanderar la libertad de la mujer, se dedica a predicar la moral "correcta" de buena chica, buena nena; en definitiva, lo que antiguamente simbolizaba aquella coletilla retrógrada de "buena esposa". Pedir permiso, los cuidados, obrar bien, aires maternales… hasta el punto de que hoy varias mujeres de la derecha política proyectan, paradójicamente, un imaginario más empoderado que los referentes del progresismo.

Basta ver cómo cierta izquierda ha sepultado el discurso del "techo de cristal", de la fémina que se batía el cobre por ser la directora de su empresa o erigirse como líder social. De la lucha por el empoderamiento público, por descriminalizar nuestra ambición fuera del hogar, ahora una parte del "progreso" se dedica a moralizar sobre la vida privada, a construir maniqueos arquetipos sobre la mujer en familia.

Proliferan los altavoces que afirman que lo importante es el cuidado de los hijos, como opuesto a "comerse el mundo". Abunda la literatura sobre la lactancia, la pareja o lo "femenino", como si las luchas del estilo de la brecha salarial de género fueran historia y tocara ya hablar de otras cosas, cuando no es cierto.

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Lejos de ser un discurso inocuo, o amparar una elección personal legítima —allá cada cual con su vida—, la traslación discursiva muestra un cambio de paradigma, o de tornas, a derecha e izquierda. Esto es: una izquierda que le compra la retórica a la ultraderecha en lo moral o la familia, frente a una derecha que se comporta ya con el empoderamiento que otrora fue el de las clásicas feministas. A saber, que varias libertades de las mujeres, como el aborto, no las trajo a España el conservadurismo.

Si bien, acaso se podrá negar que mujeres como Cayetana Álvarez de Toledo o Isabel Díaz Ayuso no proyectan ese ideal público que no pide perdón, tampoco permiso, para enfrentarse a un mundo —todavía— tan de lógicas masculinas como es el político. Para empezar, contra los dirigentes de su formación, el Partido Popular, a cara descubierta. Es decir, mujeres cuya proyección se asocia más a lo libertario, solas ante el peligro, que al rol comunitario buenista.

Apréciese ahora cómo se resalta a menudo, desde las tribunas que apoyan a Yolanda Díaz, la idea de la líder que "cuida" al pueblo. O incluso, el término "matria" que deslizó la vicepresidenta. Preocupa la cosmovisión maniquea que se puede extraer de ello. Como si la idea del cuidado fuera un rasgo positivo, la mujer buena, y en cambio, no cuidar —porque se está a otras cosas— fuera de mujer 'mala', mala líder. Jamás se oyó que Pablo Iglesias viniera a proteger a sus votantes.

Foto: Imagen: CSA Images / EC Diseño.

Claro está, las apariencias no son todo. La misma Ayuso que se empodera por las mañanas, por las tardes casi insinúa que la interrupción del embarazo es un jolgorio. Si bien ella dista del arquetipo conservador de Vox por el ejemplo conocido. La presidenta madrileña no es la 'máter' que va a misa los domingos, y todo se lee como una estrategia para recuperar votos del espectro conservador voxita.

De ese modo, el aire de mujer subversiva, en contra del sistema, que encarnaron las sufragistas en el pasado, ha dejado de tener salida en el imaginario de una cierta izquierda. No en toda. Bastan cinco minutos hablando con alguna feminista clásica, del ala socialista, para entender su indignación por ese abandono de la bandera de la libertad, a manos del sector podemita. Las acusan de predicar un nuevo modelo de mujer familiar en lo público, o incluso, de caer en el paternalismo.

La mujer en la esfera pública, en cambio, es sinónimo de libertad. Todo depende de dónde se ponga el foco

A la sazón, se podría extraer el riesgo de ciertos relatos de las palabras de la feminista Gloria Steinman en las páginas de 'El País'. "Las feministas interferimos en la base de su jerarquía, que es el hogar" decía sobre la ultraderecha. Dicha ideología parte de una familia tradicional, donde la mujer es cuidadora principal, o señora de la casa. Por consiguiente, hablar de la mujer en la esfera privada siempre remitirá al modelo tradicional. La mujer en la esfera pública, en cambio, es sinónimo de libertad. Todo depende de dónde se ponga el foco.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)

De fondo, esos relatos cubren una función dentro del paradigma capitalista. La mujer que teje lazos, que cuida, como expliqué aquí, es una forma de nutrir el ideal colectivo del Estado de bienestar, de corte asistencial, frente al individualismo donde cada uno vaga su suerte. Del otro, la idea de la mujer sola y fuerte no podría hacerle más el juego al liberalismo: cada uno luchando en su casa, el discurso del mérito…

Ahora bien, ese aire moralista metido en lo femenino es peliagudo, al ser nuestras líderes referentes en la alta política, también en sus rasgos particulares. Por ejemplo, la propia vicepresidenta deslizó en una entrevista: "Yo no trabajo para el aplauso político. Me da igual. Es muy masculino eso de las luchas de poder. No me preocupan las medallas, me preocupa mi conciencia" dijo sobre los "egos" en política.

Poner el útero de la mujer en el centro, su rol maternal, es hoy más que nunca lo más parecido a la construcción de la nueva mujer conservadora

Quizás existan modelos de liderazgo más comunes en las mujeres, como la huida al ordeno y mando. Pero el texto de Díaz suena a la vieja melodía que solía criminalizar la ambición femenina. Y qué ocurriría si una líder tuviera ego. ¿Acaso no es la política un mundo de egos, que además sirve a un proyecto colectivo?

Aunque las apariencias no son todo, también construyen imaginario en política. El programa de la izquierda será todo lo contrario al arquetipo de mujer oprimida, mientras la ultraderecha todavía sigue negando la violencia de género o la brecha salarial. Pero poner el útero de la mujer en el centro, su rol maternal, es hoy más que nunca lo más parecido a la construcción de la nueva mujer conservadora, nada progresista: la abnegada madre de familia, la cuidadora, o moralista.

Es el rol en el que está cómoda la ultraderecha, y al que cierta izquierda le hace el juego demasiado a menudo. Tanto, que cuando la primera aplique su programa ideológico, tendrá el clima social abonado de manos de cierta 'progresía'.

A la izquierda se le ha metido un caballo de Troya en el discurso feminista que, lejos de abanderar la libertad de la mujer, se dedica a predicar la moral "correcta" de buena chica, buena nena; en definitiva, lo que antiguamente simbolizaba aquella coletilla retrógrada de "buena esposa". Pedir permiso, los cuidados, obrar bien, aires maternales… hasta el punto de que hoy varias mujeres de la derecha política proyectan, paradójicamente, un imaginario más empoderado que los referentes del progresismo.

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