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Miseria del periodismo musical: "La crítica de discos ya no le importa a nadie"
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Miseria del periodismo musical: "La crítica de discos ya no le importa a nadie"

Bruno Galindo describe en 'Toma de tierra' (Libros del K.O.) cómo el sector de la música y de la prensa musical se derrumbó

Foto: Bruno Galindo es escritor, periodista musical, intérprete de 'spoken word' y mucho más. (Dolores Iglesias)
Bruno Galindo es escritor, periodista musical, intérprete de 'spoken word' y mucho más. (Dolores Iglesias)

Corre el año 1997 y Bruno Galindo (Buenos Aires, 1968) le propone a su jefe en la revista 'EGM' ('El Gran Musical') seguir a Sinéad O'Connor, apestada del foco público por haber roto cinco años antes la foto del papa Wojtyla en directo y haber dicho no sé qué cosas en apoyo del IRA, en su primera gira de redención. Galindo consigue que EMI le dé el visto bueno y que les metan a él y al fotógrafo Francis Tsang empotrados en el 'tour bus' de la banda desde Londres hasta Portsmouth y desde Portsmouth en adelante, durmiendo en unas camas chiquititas, comiendo comida de gasolinera -"nadie come peor que un músico", admite- y siendo testigos una noche tras otra del repertorio de la cantautora irlandesa. Poca emoción y mucha rutina en un viaje en el que la excitación dio paso a la desgana de una convivencia forzada, una enemistad gremial o, simplemente, que llega un momento para los grupos de música en los que salir de gira se convierte en un auténtico coñazo.

En su nuevo libro de memorias musicales, 'Toma de tierra' (Libros del K.O.), Galindo pinta a través de pildoritas de sus propias vivencias el retablo de cómo era aquella industria musical cuando las discográficas y sus satélites eran las reinas del baile de fin de curso. Cuando las 'multis' te mandaban de Madrid a Los Ángeles a entrevistar a Sex Pistols o de Madrid a Dublín para hablar con U2 o de Madrid al fin del mundo porque esto es una fiesta y que corra el champán. Saltamos en el tiempo y el protagonista está pasando el verano en Almería cuando, en uno de sus paseos hasta el supermercado, se encuentra con un póster que anuncia un concierto homenaje a Joe Strummer en el pueblo de Fernán Pérez -poco más de 300 habitantes- en el que actúa su némesis en los Clash, Mick Jones, y gente de The Pogues y de Mescaleros. Pero, ¿qué hacen estas leyendas vivas del punk tocando en un pueblo perdido de Andalucía?

placeholder Sinéad O'Connor rompe una foto del papa en Saturday Night Live.
Sinéad O'Connor rompe una foto del papa en Saturday Night Live.

Strummer compró una casa en San José, en el Parque Natural del Cabo de Gata, donde pasó temporadas estivales hasta su muerte en 2002. Galindo , extasiado, recorre a pie los 22 kilómetros que separan su casa del Bar de Joe, la sala de conciertos; durante la noche habla con los músicos, saca fotos y corre a escribir una crónica para la 'Rolling Stone' que acaban desechando en la revista. Entonces decide enviarla a la matriz americana, pero "tampoco lo ven". "Al mes siguiente la revista de rock más importante del mundo lleva en portada a Britney Spears. Y así es como me doy cuenta de que el equivocado soy yo", escribe en las primeras páginas de 'Toma de tierra'.

Con mucho sentido de la ironía, Galindo retrata el auge y caída de una la industria discográfica desde la mirada de quien disfrutó de los mejores años del sector como periodista musical y que ha visto, desde dentro, cómo todo se ha venido abajo desde la aparición de Napster y de la piratería y de la gratuidad de contenidos y del avasallamiento de las estrellas de pop juvenil frente a las bandas de rock y punk que antes copaban las portadas.

PREGUNTA. En el caso de los periodistas musicales confluyeron la crisis de la música y la crisis de la prensa. El desplome fue doble...

RESPUESTA. Hablo de tres edades de oro que por distintos motivos terminan: la discográfica por la piratería y por haber perdido la batalla con las telecos, la periodística por la falta de un modelo de negocio en internet, la artística por el fin de los soportes y el covid. La primera sufre un batacazo terrible por la falta de previsión ante lo que venía. Es muy fácil criticarlo ahora. Pero no vieron lo que venía con las redes de intercambio como Napster y demás, que supusieron el principio del fin. Respecto al periodismo musical, de alguna manera, su crisis viene lastrada por esa crisis del disco, a finales del siglo XX y principios del XXI. El periodismo musical está muerto o casi muerto en tanto que muy pocas personas deben vivir hoy de él. Por otro lado, tampoco es justo decir eso porque hay periodismo musical por todas partes. Hay muchísima pasión por la música, pero está diluido en las redes sociales y en los libros, cuando antes estaban en las radios, en las revistas y en los programas de televisión.

PREGUNTA. ¿En qué momento te diste cuenta de que aquello se venía abajo?

RESPUESTA. El proceso empieza en el momento en el que los contenidos se vuelven gratuitos, acompañados de, creo, un momento de cierto bajón de interés. El periodismo musical, en realidad, es una cosa que ha existido durante muy poquito tiempo, siendo remunerado. Nosotros pensamos que es un derecho que viene de los tiempos inmemoriales. La cuestión es que hubo unas décadas en el que la música era un fenómeno identitario muy fuerte y que dejó de serlo a principios de los 2000. Los años setenta fueron los del rock ‘n’ roll, los ochenta -en España- algo así como el “estoy harto de tanta fiesta”, en los noventa llegó la pasta y justo al final el bajón. En los 2000 hay un algo social que se quiebra y la gente está más interesada en lo político que en lo cultural. Esto se acentúa hasta la actualidad.

placeholder Una de las portadas de Britney Spears en la 'Rolling Stone'
Una de las portadas de Britney Spears en la 'Rolling Stone'

PREGUNTA. En el modelo de la inmediatez, ¿cómo puedes competir un crítico con el consumo ultrarrápido de contenidos? Para cuando has estudiado el disco, lo ha analizado y ha escrito sobre él, ¿la conversación no queda obsoleta?

RESPUESTA. El periodismo cultural poco puede hacer con la inmediatez. Si a ti la editorial te manda mi libro ayer para que te lo leas y me entrevistes hoy para que lo publiques mañana porque el libro sale pasado, poco podemos hacer. Lo haces lo mejor que puedes con muy poco margen. Por eso yo creo cada vez más en trabajar en varios niveles: ir guardando materiales para proyectos personales que puedas sacar por otro lado, especializarte en algo de lo que estés dispuesta a hablar en conferencias o en foros de debate. Hay que trabajar en el nivel instantáneo y al mismo tiempo sobre lo que quieras aprender y especializarte.

PREGUNTA. Cuentas en el libro la anécdota de que durante un viaje de prensa a Palestina, en el que habías podido escribir un reportaje en profundidad sobre el conflicto y entrevistar a los grandes líderes, en tu revista no lo quisieron publicar porque Dover se había caído del viaje a última hora y aquello sin el grupo ya no les interesaba. ¿La industria musical ha utilizado las causas políticas para darse más empaque, como una pose?

RESPUESTA. Yo creo que el tema de los compromisos políticos es recurrente a lo largo del tiempo y de lo que me he dado cuenta al recapitular la información para este libro. En esa entrevista del año 96 con los Sex Pistols en Los Ángeles ya sale, por ejemplo, ese conflicto sobre si hay que ser ‘working class’ o hay que dejar de ser ‘working class’ lo antes posible. Desde el 15M para ahora podría parecer que el tema del ADN social de las músicas es algo que nos importa muchísimo. Hay toda una lucha por darle una carta de naturaleza a una música dependiendo si viene de lo popular o si viene de lo elitista. No es un tema que me interese demasiado porque está muy quemado, pero es un tema recurrente.

Courtney Love en la que me dijo: “Tú y yo somos enemigos naturales”. Los artistas y los periodistas somos dos animales diferentes

PREGUNTA: Cuando cuentas tus anécdotas y experiencias de 'backstage' en 'Toma de tierra', parece que la distancia entre periodistas y artistas era más pequeña. Como ahora que dicen que el fútbol se ha blindado y que se ha perdido esa cercanía de antes y ya no sucede esa magia. ¿Es así en realidad?

RESPUESTA. Es al revés. Creo que desde MySpace estamos mucho más cerca. Antes había una profilaxis y ahora te haces una foto con el artista, lo que forma parte del capital social del periodista. En ‘Toma de tierra’ hablo de una entrevista a Courtney Love en la que me dijo: “Tú y yo somos enemigos naturales”. Los artistas y los periodistas somos dos animales diferentes. Daría la impresión, sobre todo en el periodismo cultural, que nos gusta aparecer en la misma foto. Me parece que antes esto no pasaba y que ahora compromete el trabajo de los periodistas al derribar esa barrera.

PREGUNTA. Pero ahora hay que pasar mil filtros para conseguir una entrevista y te hacen 'junkets' en los que tienes cinco minutos para preguntar y paarece más una cadena de montaje que otra cosa e, incluso, te prohíben hacer cierto tipo de preguntas.

RESPUESTA. Eso es algo que ha perdido el periodismo sin pelear demasiado. ¿Qué es eso de los ‘junkets’ de prensa? ¿Qué es eso de que no puedes preguntar ciertas cosas? Yo creo la gente se ha acostumbrado a que las cosas sean así y creo que hay margen para romper todos esos límites.

PREGUNTA. En un tiempo en el que apenas hay espacio para el periodismo musical y en la que se presta más atención a los singles y los videoclips que a los discos, ¿cómo funciona la crítica musical?

RESPUESTA. La crítica de discos hoy es irrelevante. Aquello que hacíamos antes de escuchar el disco, escribir quince líneas y poner cuatro estrellas ya no le importa a nadie. Lo que veo es que actualmente no se habla, además, de la música si no hay un follón o algo que permita una clara polarización. Parece que para que algo haga ruido es necesario que genere un buen malestar.

placeholder 'El madrileño', el nuevo disco de C. Tangana
'El madrileño', el nuevo disco de C. Tangana

PREGUNTA. Uno de los últimos discos que realmente hizo ruido entre la crítica fue 'El madrileño', de C. Tangana. Hacía tiempo que no ocurría un fenómeno así. ¿Por qué?

RESPUESTA. Lo que menos importa de la música hoy es la música. Pero en el caso de ‘El madrileño’ creo que sí que hay cuestiones musicales de las que hablar. Primero porque parece un disco salido de los noventa, por las colaboraciones [Calamaro, Drexler, La Húngara, Kiko Veneno, etc.] y por la dirección artística que aparentemente hay detrás. No sé si todos esos artistas forman parte del background cultural de Tangana. No lo pongo en duda, pero me sorprende. Es un personaje que cae muy bien a mucha gentee y muy mal a otra, algo que fomenta la polarización. Además, para el título, ‘El madrileño’, no ha escogido una palabra cualquiera que tiene determinadas sensibilidades. Pero me ha gustado mucho el disco y me ha gustado mucho la ambición de Tangana, porque hay un deseo, justamente, de ser un artista con carrera que se pueda ganar la vida con esto, siendo un artista que en su anterior andadura no me interesaba demasiado.

PREGUNTA. Hablando de las colaboraciones. Ahora son estas las que hacen más ruido entre medios y fans.

RESPUESTA. Son intentos de 'crossover' para que uno consiga el público del otro y al revés. Es algo que ha ocurrido siempre, pero el hip hop lo ha mercantilizado y esos ‘featurings’ se hacen desde la distancia y valen dinero. “Te lo hago, pero te cuesta tanto y te lo mando por remoto”. Forma parte de ese anhelo capital de tener otros públicos. Yo creo que no hay artista con cerebro comercial que no esté actualmente utilizando esa práctica. Normalmente es una cosa más calculada que artística.

PREGUNTA. ¿Dónde queda ahora espacio para los románticos, para quienes pelean por causas perdidas?

RESPUESTA. El espacio para ser libre y feliz siempre está en alguna parte, pero también hay un precio a pagar. Ese precio puede ser quedarte fuera de un ámbito laboral, de la incomprensión por parte del entorno, de la gente, o muchas otras cosas. ¿Cómo vives la única vida que tienes que sea parecida a la vida que quieres? Yo lo intento a mi manera. Pactas con la realidad constantemente. Haces una cosa que no te interesa pero por la que te pagan para luego poder hacer otra que te encanta pero te genera muy poco rédito.

Estamos planteándonos dejar nuestros trabajos sin tener otros. No podemos más

PREGUNTA. ¿Cómo vivió el gremio la muerte de Oriol Llopis, que había sido un nombre importante de la crítica musical pero que llevaba años sin encontrar ni un trabajo ni su lugar en el mundo?

RESPUESTA. Yo no lo conocía y no me gustaría hablar de él como si lo conociera. Pero te digo: la gente se está yendo a vivir en furgonetas. La gente se está yendo a vivir a una aldea en la que viven 18 personas planteándose ser herreros o ser carpinteros. Estamos planteándonos dejar nuestros trabajos sin tener otros. No podemos más. Salta a la vista que Oriol Llopis no podía más en lo suyo… Decir que estamos en un momento de ruptura en la vida y en los hábitos de millones de personas no es decir nada nuevo.

PREGUNTA. ¿Cree que se puede reconducir la situación en la que ha quedado la industria cultural española tras la pandemia?

RESPUESTA. Ha demostrado la extraordinaria fragilidad del mundo artístico y de su tejido laboral. En un plano político -y esto es complicado porque el arte y la política deberían estar lo suficientemente lejos pero también lo suficientemente cerca- urge un replanteamiento de qué industria cultural queremos tener y cuál queremos dejar morir. Ha sido muy desafortunado que la pandemia nos haya tocado vivirla con un ministro de Cultura tan ‘despistado’, por decirlo bien, cuando creo que en el futuro más inmediato vamos a necesitar una revolución a la manera de Jacques Lang en Francia en los años 80. Hay muchos músicos, incluso establecidos, que están en la ruina y hay músicos que están trabajando de riders, con todo el respeto a ese trabajo, que son gente que ha solucionado la papeleta a todo el mundo durante el Covid..

placeholder Una foto del FIB 2018. (Efe)
Una foto del FIB 2018. (Efe)

PREGUNTA. Recientemente, el periodista musical Nando Cruz señalaba también las vergüenzas de los organizadores de festivales de música, que contratan por millonadas a los grandes grupos y a los grupos medios y pequeños no les pagan. ¿Puede seguir funcionando ese modelo?

RESPUESTA. Es una cuestión de matemáticas y de presupuesto. Es una cuestión material. La gente va a preguntar quién toca y tú les vas a decir los cabezas de cartel. Esto empezó cuando empezó la competencia. Antes había cuatro festivales y ahora hay 400 y los más punteros han tenido que destacarse. Pero también es verdad que los grandes agentes se han aprovechado. “Oye, que este me paga un millón, así que dame dos”. No es un millón cienmil. Son dos. Desde principios de los 2000 han jugado así. No es justo, pero a las pequeñas bandas les compensa. Puedes estar tocando a las cuatro de la tarde en Benicàssim para nadie, pero ya puedes vender que has tocado con tal o cual grupo. Dicho esto, me parece que los festivales representan un modelo gastado. La imagen publicitaria se ha comido completamente el evento. No es aventurado decir que el auge de los festivales es inversamente proporcional al de los conciertos.

PREGUNTA. Dices en 'Toma de tierra' que la música que descubre uno en la juventud es la que le acompaña luego toda la vida. Pero, ¿hay algo de lo que haya descubierto ahora que sea la excepción de su regla?

RESPUESTA. Constantemente escucho cosas del presente, pero entre la atención que le dedico y la cantidad enorme de música que me llega, incluso las cosas que me encantan las escucho dos veces y ya me voy a otra cosa. Incluso lo que me encanta se me olvida.

Corre el año 1997 y Bruno Galindo (Buenos Aires, 1968) le propone a su jefe en la revista 'EGM' ('El Gran Musical') seguir a Sinéad O'Connor, apestada del foco público por haber roto cinco años antes la foto del papa Wojtyla en directo y haber dicho no sé qué cosas en apoyo del IRA, en su primera gira de redención. Galindo consigue que EMI le dé el visto bueno y que les metan a él y al fotógrafo Francis Tsang empotrados en el 'tour bus' de la banda desde Londres hasta Portsmouth y desde Portsmouth en adelante, durmiendo en unas camas chiquititas, comiendo comida de gasolinera -"nadie come peor que un músico", admite- y siendo testigos una noche tras otra del repertorio de la cantautora irlandesa. Poca emoción y mucha rutina en un viaje en el que la excitación dio paso a la desgana de una convivencia forzada, una enemistad gremial o, simplemente, que llega un momento para los grupos de música en los que salir de gira se convierte en un auténtico coñazo.

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