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El futbolista Éric Cantona es un actor ejemplar... e inhumano
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El futbolista Éric Cantona es un actor ejemplar... e inhumano

El jugador francés fue una estrella del Manchester United y se consolida como estrella del cine en 'Recursos inhumanos', la serie de Netflix donde ejerce de presidiario

Foto: Éric Cantona, en una escena de 'Recursos inhumanos'. (Netflix)
Éric Cantona, en una escena de 'Recursos inhumanos'. (Netflix)

Calvo. Bigote poblado. Grandes patillas. Tatuajes de presidiario. Avejentado. Cuesta trabajo identificar a Éric Cantona en algunos pasajes de 'Recursos inhumanos', la serie de Netflix que confirma su reputación de matador entre los grandes actores de Francia. No se la han reconocido con ningún premio, pero los primeros escarceos de 'amateur', hace ya un cuarto de siglo, han sido los antecedentes de una carrera de vuelo, tanto por las películas y series que ha rodado —casi 40— como por el vago recuerdo de su etapa de futbolista entre las nuevas generaciones.

Éric Cantona se retiró de los estadios en 1997. Apenas un año después, ya aparecía en la megaproducción 'Elisabeth'. Interpretaba un papel modesto de embajador francés antes de atreverse a protagonizar sus primeras comedias. Demostraba así Cantona sus cualidades polifacéticas, aunque los hitos de su ejecutoria predisponen el papel de tipo duro, físico.

Es el caso de Alain Delambre en 'Recursos inhumanos', 'alter ego' de un desempleado crónico de 58 años que se resarce del sistema protagonizando el secuestro de unos rehenes en una multinacional aeronáutica. Termina en prisión y se expone a un proceso judicial ejemplarizante, de tal manera que la hostilidad del hábitat carcelario predispone los matices de un personaje magnético y manipulador. Como si llevara puesta la camiseta del Manchester United.

Fue el equipo de su vida, de su gloria y... de su desdicha. Especialmente cuando la agresión a un hincha del Crystal Palace —una patada de karateka— le supuso una sanción de nueve meses y precipitó la intervención de su propia madre. La señora Cantona pidió auxilio al seleccionador nacional de Francia, Guy Roux, para que se ocupara del chico en el plano afectivo. Fue su mentor en los primeros años y su mejor interlocutor francés, aunque el caso le sobrepasó de tal modo que Roux pidió auxilio al presidente Mitterrand en el contexto de una crisis diplomática.

La anécdota ilustra la fama y la importancia genuina que distinguían al futbolista en la era jurásica de la mercadotecnia. No hizo demasiado Éric Cantona por los colores de Francia —sirva como ejemplo su discreto historial de los 'bleues'— ni por la liga nacional, pero sus hazañas en la Premier se percibían casi siempre con el entusiasmo y la estupefacción de un héroe colonial.

Hasta el extremo de que uno de sus 'sponsors' más leales divulgó una campaña publicitaria que frivolizaba con el orgullo de Albión: “1966 fue un año grande para el fútbol inglés”. No se trataba de una alusión a la cosecha en que Inglaterra se adjudicó el campeonato del mundo, sino la fecha del nacimiento de Éric Cantona en el belén de la ciudad de Marsella.

Sin escuela

“Nunca he seguido una escuela”, confiesa Cantona. “Mi escuela ha sido la experiencia, el sentido de la observación y la capacidad de ser crítico conmigo mismo. En el fútbol, en el teatro, en el cine, las técnicas son diferentes, pero en el fondo se trata de hacer la misma cosa, evolucionar. Cuando marcaba dos goles en un partido, siempre me proponía de inmediato marcar un tercero. Lo que te hace progresar es la voluntad de mejorar. Sea cual sea la actividad, incluidas la petanca o las cartas, todo es una cuestión de carácter”.

Las arrugas, los años y la madurez explican acaso que Cantona se haya convertido en un tipo ejemplar. De otro modo, la firma de coches Renault no le habría convertido hace unos años en el protagonista de una campaña de vehículos familiares. ¿Quién se negaría a subir al Laguna si fuera Éric Cantona el conductor del coche?, sobrentendían los anuncios.

Cantona construyó su personaje a partir de una genuina creatividad volcánica

Y no puede decirse que Cantona se haya reciclado en actor. Siempre lo ha sido. Había construido un personaje a partir de la genuina creatividad volcánica. Lo había dotado de un aspecto —el cuello alzado, el mentón altivo, la barba descuidada de presidiario— y lo había recubierto de ocurrencias, goles memorables y sentencias ininteligibles a beneficio del enigma. Entre ellas, claro, la que pronunció a propósito de la agresión al hincha del Crystal Palace: “Cuando las sardinas siguen un barco de pesca, es porque piensan que las sardinas serán arrojadas al mar”, explicó Cantona a los periodistas cuando le pidieron explicaciones.

Se han organizado simposios para descifrar aquella frase y se han multiplicado las tesis doctorales. Ahora sabemos la verdad, porque el propio icono marsellés la reveló en el diván de la revista 'Psychologies' cuando se estrenó 'Buscando a Éric', aquella película de Ken Loach en que Cantona hacía de Cantona, para la dicha de un grupo de aficionados.

Cantona quiso decir exactamente lo que dijo. O sea, nada. Se le vino a la cabeza la ocurrencia para torear a los periodistas y provocarles un circuito neuronal. Se había anticipado a ellos, en coherencia con su propia filosofía. Había elegido una posibilidad ente mil. Había funcionado.“Cuando jugaba al fútbol, visualizaba las escenas antes de que se produjeran”, confesaba Éric Cantona al diario parisino 'Libération'. “Me refiero a la anticipación… Es lo mismo que me pasa cuando subo al escenario o cuando me encuentro en un plató. Ken Loach me decía que un actor debe ser un re-actor. Le gustaba sorprenderme, pero lo hacía para trabajar mi capacidad de reacción. Más se trabaja, más fácil es todo. Porque tenemos inteligencia y el sentido de la anticipación. Las reglas de juego cambian, pero la capacidad de reconocer una entre mil posibilidades tanto vale para el fútbol que para el cine o para el teatro”.

Le protege a Cantona una suerte de indulgencia, de simpatía, independientemente de sus fechorías y muchas veces gracias a ellas. Más o menos como le sucedió a Zidane después de la cornada a Materrazzi en el estadio de Berlín. El gesto podría haberlo protagonizado Cantona, aunque el futbolista no recuerda la finalísima por el cabezazo, sino por el temple y la creatividad con que Zizou transformó el penalti al estilo Panenka.

“En el fútbol, afortunadamente, existe el factor humano. Imagínese lo que sería este deporte si todo transcurriera como un partido de la PlayStation”, sentencia Cantona.

Calvo. Bigote poblado. Grandes patillas. Tatuajes de presidiario. Avejentado. Cuesta trabajo identificar a Éric Cantona en algunos pasajes de 'Recursos inhumanos', la serie de Netflix que confirma su reputación de matador entre los grandes actores de Francia. No se la han reconocido con ningún premio, pero los primeros escarceos de 'amateur', hace ya un cuarto de siglo, han sido los antecedentes de una carrera de vuelo, tanto por las películas y series que ha rodado —casi 40— como por el vago recuerdo de su etapa de futbolista entre las nuevas generaciones.

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