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Un paraguas envenenado sobre el Támesis: así se mataba en la Guerra Fría
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Un paraguas envenenado sobre el Támesis: así se mataba en la Guerra Fría

Es la primera vez que se traduce en España 'Retrato de mi doble' de Georgi Márkov, el escritor disidente búlgaro asesinado fríamente por su país en su exilio en Reino Unido

Foto: Recorte de prensa inglesa de la época con la noticia del asesinato de Markov
Recorte de prensa inglesa de la época con la noticia del asesinato de Markov

Un as de picas ocupa la portada de la resurrección literaria de Georgi Márkov (1929-1978), más o menos como si el azar hubiera devuelto a la actualidad al mártir de la Guerra Fría. Es la primera vez que se traduce en España 'Retrato de mi doble' (Siruela). Y la coartada providencial para evocar la trama con que fue asesinado en Londres el escritor búlgaro. Un sicario italiano. Un plan siniestro de la KGB. Y un procedimiento letal cuya sofisticación parece evocar a Thomas de Quincey cuando escribió 'Del asesinato considerado como una de las bellas artes'.

Se trata del “paraguas búlgaro”. Y del picotazo que sintió Markov cuando paseaba sobre el puente de Waterloo, en el espejo del Támesis. Parecía un simple accidente. Hasta el asesino llegó a disculparse cuando le clavó la punta de aquella afilada sombrilla, pero ya le había inoculado una dosis de ricino. Una especie de inyección a la que los doctores no encontraron remedio.

Recelaron incluso de la versión que les trasladaba el paciente en su estado de sugestión. Les resultaba inconcebible que Márkov, como él decía, hubiera sido represaliado por el régimen búlgaro. Y que la erupción de la piel expusiera los síntomas de un envenenamiento. Las sospechas de Márkov terminaron acreditándose en el laboratorio. Estaba sentenciado a muerte.

placeholder 'Retrato de mi doble'. (Siruela)
'Retrato de mi doble'. (Siruela)

Un monumento evoca en Sofía la leyenda de Markov. La inauguró el presidente Rosen Plevneliev en 2014, aunque el reconocimiento póstumo del escritor podría confundirse con cualquiera de los sarcasmos que habitan su obra. El humor negro formaba parte de los recursos que los artistas del telón de acero exploraban para sustraerse a la tiranía y a la censura. No siempre con éxito. La novela 'El techo' fue retirada de las librerías porque Márkov exponía la tragedia de unos trabajadores que morían sepultados en una planta metalúrgica llamada Lenin.

La alegoría de la opresión resultaba demasiado evidente, como evidentes eran las ganas de Márkov de exiliarse. No solo como escritor represaliado, sino como víctima de una patología que padecían él y sus compatriotas. Llamémosla 'ketman', un concepto búlgaro que alude al desdoblamiento de identidad inducido por el régimen comunista. Manifestarse públicamente de una manera y sobrellevar hacia dentro una angustia y una frustración insoportables.

Hemos visto como se desvanece la personalidad, como se destruye la individualidad, cómo se corrompe la vida de todo un pueblo

“Mentiras y verdades cambian sus valores con la misma frecuencia que la corriente alterna”, escribe Márkov en un pasaje de 'La verdad que mató'. “Hemos visto como se desvanece la personalidad, como se destruye la individualidad, cómo se corrompe la vida de todo un pueblo con el fin de convertirlos en un rebaño de ovejas apático bajo la inviolabilidad policiaca”.

Es el contexto en el que tiene sentido evocar la definición que Todorov, tan búlgaro como Márkov, había acuñado sobre el comunismo en su perversión económica: “El sistema no puede funcionar cuando los trabajadores fingen que trabajan y cuando el Estado finge que los paga”.

Distorsiones políticas

No cabe mejor lugar para el fingimiento que una partida de cartas, una timba clandestina que propone a los jugadores mostrarse de una manera y pensar de otra. El “ketman”, decíamos. Y el procedimiento del que se abastece la novela corta e intensa de Márkov que acaba de publicar Siruela. La escribió en 1966. Y representó un fenómeno editorial en Bulgaria que parecía haber domesticado al propio escritor. Porque trabajaba en la editorial del régimen. Y porque no le pareció a los censores que 'Retrato de mi doble' contuviera distorsiones políticas.

Explícitamente no las tiene, pero leída entre líneas puede interpretarse como un 'Manual de resistencia'. Viene a cuento la obra magna de Pedro Sánchez porque se reconoce en la novela de Georgi Márkov los recursos desde los que puede prodigarse el cinismo. Ejemplos prácticos:

-“Era todo un lujo endilgar la trola más repugnante y endilgársela al personal. He comprobado que al menos la mitad de la gente te creerá si te mantienes firme”.

-“Da el cambiazo o prepara la baraja justo en el momento en que todos esperan que lo haga y nadie pueda creerse que se atreva a hacer justo aquello que no debería”.

Se había convertido en enemigo del pueblo. Sus obras fueron prohibidas y retiradas de las bibliotecas

La novela de Márkov concibe el tapete como un lugar donde las verdades parecen mentira y las mentiras parecen verdad. Una manera sutil de desenmascarar la tiranía búlgara de la que terminaría escapando. Le facilitó las cosas la mediación de un hermano que residía en Italia. Y terminó exiliándose a principio de los setenta en Londres. Trabajaba en la división búlgara de la BBC y se pluriempleaba tanto en la Deutsche Welle como en la emisora Fee Europe, de tal manera que Márkov representaba la disidencia al régimen atroz de Todor Zhikov.

Se había convertido en enemigo del pueblo. Sus obras fueron prohibidas y retiradas de las bibliotecas. Y estaba prohibido siquiera mencionar su nombre. Los servicios secretos lo identificaban única y específicamente por el alias de Wanderer. Vagabundo, en alemán.

Es una buena definición de Márkov. Se sentiría identificado con ella mucho mejor que con la estatua, pero la dictadura búlgara no se limitó al silencio. O convirtió el silencio en un procedimiento criminal. Un encontronazo en la calle. Usted disculpe. Y un aguijonazo en la pierna que alojaba una dosis de ricino. La investigación sigue abierta. Nadie ha respondido del asesinato. Nadie ha sido condenado. Pero ha reaparecido el as de picas como si fuera un picotazo para estimular y reanimar la verdad.

Un as de picas ocupa la portada de la resurrección literaria de Georgi Márkov (1929-1978), más o menos como si el azar hubiera devuelto a la actualidad al mártir de la Guerra Fría. Es la primera vez que se traduce en España 'Retrato de mi doble' (Siruela). Y la coartada providencial para evocar la trama con que fue asesinado en Londres el escritor búlgaro. Un sicario italiano. Un plan siniestro de la KGB. Y un procedimiento letal cuya sofisticación parece evocar a Thomas de Quincey cuando escribió 'Del asesinato considerado como una de las bellas artes'.

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