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'Bezimena': en la piel de un obseso sexual... o algo peor
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NOVELA GRÁFICA

'Bezimena': en la piel de un obseso sexual... o algo peor

La dibujante serbo-canadiense Nina Bunjevac publica 'Bezimena', su tercera novela gráfica, una exploración de la psique de un obseso sexual llamado Benny

Foto: Benny es el protagonista de 'Bezimena', la última novela gráfica de Nina Bunjevac
Benny es el protagonista de 'Bezimena', la última novela gráfica de Nina Bunjevac

Primero fue por culpa de los demonios. Luego un castigo divino. Algo dentro, incontrolable. El mal. Un asesino, un violador: el mal encarnado. Los monstruos nacen. Y nosotros no somos como ellos. Ni ellos como nosotros. ¿O sí? ¿Qué siente un asesino cuando mata? ¿Qué siente un violador cuando viola? La nada es la respuesta más fácil. Cuentan John E. Douglas y Mark Marshall en su novela 'Mind Hunter' cómo en sus entrevistas con los asesinos en serie más despreciables de Estados Unidos descubrieron qué sentían cada uno de los criminales antes de violar y matar. Algunos sentían rabia. Pero otros angustia. Algunos creaban fantasías disociativas y sentían que habían sido encarcelados injustamente. Otros disfrutaban y eran fríos y calculadores. A todos les unía una pulsión. ¿Personalidad antisocial? No todos, pero sí muchos. Intentar comprender la psicología y los sentimientos, o falta de ellos, de los asesinos —los, porque no hay un patrón único del asesino— es un ejercicio controvertido y que a la sociedad se le suele atragantar. Y la novelista gráfica Nina Bunjevac se atreve con ello en 'Bezimena', su tercer trabajo en solitario, una adaptación heterodoxa e impactante del mito de Artemisa y Sipretes.

placeholder Portada de 'Bezimena'
Portada de 'Bezimena'

Si en el mito griego Artemisa convierte en mujer a Sipretes, un joven cretense, después de que intente violarla, esta reinterpretación, que comienza y termina con un relato de corte mitológico, el de Benzimena —nombre que, valga la redundancia, significa "sin nombre"—, que convierte a una sacerdotisa quejicosa en Benny, el protagonista de la historia.

La obra de Bunjevac, canadiense de origen serbio, es oscura, lacerante y desafiante. Cada una de los dibujos, más expresivos que realistas, despojados de envoltorio, son escenas perturbadoras en blanco y negro que entremezclan varias capas de fantasía. Incluso de construcciones simbolistas y surrealistas: en una puerta Benny encuentra un llamador que es, en realidad, una vulva que le invita a tocarla. Pasa del punteado a los juegos de sombras y, directamente al negro más impenetrable para contar la historia de Benny, un niño nacido en la primera mitad del siglo XX en el seno de una familia acomodad de curtidores que lo adoraba. "En resumidas cuentas, a Benny no le faltaba de nada", subraya Bunjevac.

placeholder Los dibujos de Bunjevac son crudos y explícitos.
Los dibujos de Bunjevac son crudos y explícitos.

La autora traza el retrato de, primero un niño, luego un hombre, obsesionado con el sexo. Un hombre que, en apariencia, acaba teniendo la posibilidad de llevar a la realidad sus fantasías sexuales. Es más, que las mujeres a las que desea le incitan a cumplir sus deseos más ocultos, como si los conocieran de antemano. Pero la extrañeza está ahí. Todo resulta demasiado perfecto, increíblemente perfecto. Benny 'descubre' que los ciclos lunares son en realidad una clave enviada por las mujeres para acordar los encuentros sexuales.

La autora traza el retrato de, primero un niño, luego un hombre, obsesionado con el sexo

El sexo, que Bunjevac dibuja de forma cruda —felaciones, penetraciones, sadomasoquismo—, siempre tiene lugar de noche, en pasillos oscuros, en un bosque, en la habitación de un caserón. Y ellas siempre lo reciben con las piernas abiertas. En las situaciones propuestas por Bunjevac no puede ignorarse el halo de incredulidad. Sobre todo cuando Benny encuentra un cuaderno en el que sus fantasías sexuales aparecen plasmadas antes de que ocurran, como producto de la magia.

placeholder Alterna escenarios reales con fantasías simbolistas.
Alterna escenarios reales con fantasías simbolistas.

Pero por la noche llegan las pesadillas, una opresión en el pecho, un aviso de que algo no funciona. Y el final es demoledor. Implacable. Estomagante. Bunjevac se mete en la piel de Benny para intentar comprender sus mecanismos, sus obsesiones y su sufrimiento. Sí, porque Benny sufre. Y con esta propuesta Bunjevac entra en un terreno ambiguo y pedregoso. Pero precisamente, la indagación en la ambigüedad de las emociones, sobre todo en las de alguien moralmente reprobable, es lo que hace de 'Bezimena' una obra radical y turbadora.

Benny sufre. Y con esta propuesta Bunjevac entra en un terreno ambiguo y pedregoso

En su anterior novela gráfica, 'Patria', Bunjevac utilizó su experiencia personal para retratar la cotidianidad de una familia disfuncional en plena descomposición de los Balcanes. Y es que la biografía de la autora da para varios libros: su familia emigró de Serbia a Canadá en los años 60, pero en 1975, cuando Bunjevac tenía dos años, su madre decidió trasladarse con ella y su otra hermana de vuelta a Serbia: su padre, alcohólico y violento, estaba enrolado en grupos ultranacionalistas serbios y murió en 1977 en una explosión cuando manipulaba una bomba destinada al consulado yugoslavo en Toronto.

placeholder Becky 'la blanca', la Artemisa de esta historia.
Becky 'la blanca', la Artemisa de esta historia.

'Benzimena' es también un exorcismo del pasado, explicado al final del cómic en la nota de la autora. En ella relata cómo fue víctima de dos intentos de violación, uno cuando tenía 15 años y otro posterior, a manos de "un hombre a quien admiraba y en quien confiaba" y que debía protegerla. Bunjevac, previendo las virulentas reacciones que puede provocar su obra —¿podría haberla dibujado un hombre?—, desvela su propia experiencia como víctima, lo que es a la vez un añadido de complejidad al punto de vista del relato —podría resumirse en "soy un violador y estos son mis sentimientos"—, y una salvaguarda de las críticas malintencionadas o simplistas. "Este libro está dedicado a todas las víctimas olvidadas y sin nombre de la violencia sexual", termina. "Que encontréis la paz, que encontráis la luz y hagáis disipar la oscuridad que os rodea".

Primero fue por culpa de los demonios. Luego un castigo divino. Algo dentro, incontrolable. El mal. Un asesino, un violador: el mal encarnado. Los monstruos nacen. Y nosotros no somos como ellos. Ni ellos como nosotros. ¿O sí? ¿Qué siente un asesino cuando mata? ¿Qué siente un violador cuando viola? La nada es la respuesta más fácil. Cuentan John E. Douglas y Mark Marshall en su novela 'Mind Hunter' cómo en sus entrevistas con los asesinos en serie más despreciables de Estados Unidos descubrieron qué sentían cada uno de los criminales antes de violar y matar. Algunos sentían rabia. Pero otros angustia. Algunos creaban fantasías disociativas y sentían que habían sido encarcelados injustamente. Otros disfrutaban y eran fríos y calculadores. A todos les unía una pulsión. ¿Personalidad antisocial? No todos, pero sí muchos. Intentar comprender la psicología y los sentimientos, o falta de ellos, de los asesinos —los, porque no hay un patrón único del asesino— es un ejercicio controvertido y que a la sociedad se le suele atragantar. Y la novelista gráfica Nina Bunjevac se atreve con ello en 'Bezimena', su tercer trabajo en solitario, una adaptación heterodoxa e impactante del mito de Artemisa y Sipretes.

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