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Vuelve John Rambo, el soldado favorito de la derecha estadounidense
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REESTRENO ESTE FIN DE SEMANA DE 'ACORRALADO'

Vuelve John Rambo, el soldado favorito de la derecha estadounidense

Aunque en la novela original John Rambo es un jipi desencantado y furioso, la evolución del personaje en el cine lo ha llevado a convertirse en el paradigma del patriota testosterónico

Foto: Sylvester Stallone en 1982 en un fotograma de 'Acorralado'. (Ízaro Films)
Sylvester Stallone en 1982 en un fotograma de 'Acorralado'. (Ízaro Films)

La noche anterior a que liberasen a veintinueve rehenes estadounidenses secuestrados en el Líbano, Ronald Reagan fue al cine. Supongamos que al de la Casa Blanca. Esa noche se decantó por la secuela de 'First Blood', que en España se tradujo como 'Acorralado', mejor conocida como parte de la saga de 'Rambo'. Una anécdota que no tendría demasiada trascendencia si no fuese porque, justo antes de comenzar la conferencia de prensa para celebrar el rescate, el presidente republicano volvió a enzarzarse con un micrófono abierto y soltó una perla que ha quedado para los anales: "Ayer vi 'Rambo' y ahora ya sé qué hacer la próxima vez que nos ocurra algo parecido". Reagan, aunque también se vendía como veterano de guerra, se alistó en la reserva y por culpa de la miopía nunca lo enviaron a combatir fuera de las fronteras de Estados Unidos. Probablemente no hubiese sabido qué hacer con un machete de las dimensiones del de Rambo, más allá de cortar el gasto público. Pero sí que encontró en Rambo un aliado de su patriotismo beligerante, una forma de contrarrestar la corriente pacifista de los 60 y los 70. El "haz el amor, no la guerra" tenía que quedar demodé.

La primera entrega de Rambo fue el nacimiento —más bien adaptación de la novela de David Morrell— de un personaje del santoral de la cultura popular estadounidense que trascendió su medio y su generación para convertirse en universal. Es más, el Rambo del 'First Blood' de papel era más bien un jipi —por eso lo de las greñas— antibelicista encabronado que la máquina de matar devoto del ejército que vendieron en la película. Rambo nunca dijo "¡No siento las piernas!", pero sí sintió el tintinear del cuproníquel en el bolsillo después de convertirse por sorpresa la cuarta película más taquillera de 1982. Y este fin de semana vuelve a reestrenarse en la cartelera española, apenas dos semanas antes de que se estrene la última entrega de la saga el 27 de septiembre. La última de verdad, palabrita de Sylvester Stallone. Por algo la ha llamado 'Rambo: Last Blood'.

Cuando se estrenó 'Acorralado', los jipis habían 'muerto' más de una década atrás. Estados Unidos entró en los años 80 arrastrada por la 'revolución conservadora' de Reagan y el Partido Republicano. Si 'Taxi Driver' (1976), 'El cazador' (1978) o 'Apocalipse Now' (1979) habían nacido desde la contracultura y su mensaje era abiertamente antibelicista, la saga de Rambo era la respuesta del 'establishment' con la reinterpretación de la figura del veterano ya no como loco ni como víctima del sistema, sino como héroe solitario, guardián de las verdaderas esencias, mártir incomprendido e injustamente tratado por los cobardes que no apoyaron suficiente la guerra. "Allí manejaba aviones, conducía tanques tenía a mi cargo millones de dólares en equipo; aquí ni siquiera me dan trabajo de lavacoches", se queja.

placeholder Sylvester Stallone en un fotograma de 'Acorralado'. (Izaro Films)
Sylvester Stallone en un fotograma de 'Acorralado'. (Izaro Films)

Cuando el proyecto de 'Rambo' le cayó en las manos, Stallone ya se había consagrado como actor y guionista gracias a la saga Rocky, por la que le nominaron a dos oscars. Justo el año de 'Acorralado' había reventado las cajas registradoras con 'Rocky III', y ahora interpretaba a otro tipo duro con músculos hipertrofiados, pero cuya lucha se desarrollaba en un lugar mucho más sangriento y oscuro que un ring de boxeo. Que él fuese quien acabó encarnando a Rambo fue resultado del empeño del director Ted Kotcheff. Los directivos del estudio Orion pensaban que el italoamericano sólo funcionaba en las películas de Rocky. Kotcheff les rebatió y envió el guión a Stallone, que enseguida aceptó. Pero puso una condición: "Entiendo que vais a reescribir el guión. Tengo algunas ideas para mejorarlo. Me encantaría participar como guionista". Es más, que Rambo apenas abra la boca en toda la película fue una de sus aportaciones.

'Acorralado' fue la cuarta película más taquillera de 1982

La trama comienza con John Rambo, ex boina verde de vuelta de Vietnam, y su llegada a un pueblecito del noroeste americano llamado Hope, es decir, Esperanza. Pero la esperanza se acaba pronto cuando el sheriff, al que le pagan por asegurarse de que la ciudad siga siendo igual de aburrida que siempre, y mete en el calabozo a Rambo por vagabundear. Y a los agentes se les va la mano con él. Y en su lucha por la supervivencia y perseguido por sus recuerdos traumáticos de la guerra, Rambo emprende un camino de sangrienta destrucción. Pero mucho más rebajado que en la novela original. Los guionistas se preocuparon de que no pareciera un asesino sádico.

placeholder Otro momento de 'Acorralado'. (Izaro films)
Otro momento de 'Acorralado'. (Izaro films)

La crítica de 'The New York Times' Janet Maslin dijo en su momento que "la guerra de Vietnam es a 'Acorralado' lo que que la violación es a 'El justiciero de la ciudad', una excusa para la furia y la destrucción". Y ambas tienen en común la figura del lobo solitario que actúa al margen de la ley porque la justicia los ha abandonado. La crítica también la tilda de simple, brutal y sin complejidad, pero no ahonda en la importancia del cambio de percepción, de la defensa de la figura del ex combatiente. UY porque Maslin todavía no había visto 'Rambo: Acorralado II'; el crítico de 'Rolling Stone' David Fear considera la segunda entrega, como "la quintaesencia de la declaración de intenciones de la era Reagan". Rambo vuelve a Vietnam para, esta vez sí, ganar la guerra. ¡U-ese-a! ¡U-ese-a!

El crítico de 'Rolling Stone' David Fear considera la segunda entrega, como "la quintaesencia de la declaración de intenciones de la era Reagan"

Rambo se presentó como un superhéroe. Con sus traumas, sí, pero con una capacidad física y de reacción muy por encima del ciudadano medio. Incluso del atleta. Y, además, está dispuesto a sacrificar su vida por sus conviccions, que son las de defender su país. Rambo es una máquina de matar, y la película lo vende como un referente al que admirar. Porque representa "la paz por la fuerza", que es la doctrina que impuso Reagan en materia exterior, apoyando guerrillas contra grupos afines a la Unión Soviética. En la tercera entrega de Rambo el espectador se encuentra con aquello de "el único ruso bueno es el ruso muerto".

placeholder Otro momento de 'Acorralado'.
Otro momento de 'Acorralado'.

Pero a Rambo también hay que cuidarlo. Porque se ha jugado el pellejo por su país y ahora su país no lo respeta. ¿No es una injusticia? Rambo ha acabado convirtiéndose en el paradigma del soldado americano. De la fuerza bruta. Un símbolo de la hegemonía de Estados Unidos en el mundo. Pero también del estereotipo del protagonista de cine de acción de los 80, que encumbró a Stallone y a Schwarzenegger. Hoy no hay nadie que haya podido ocupar su espacio. Y aunque Estados Unidos sigue metiéndose en fregados militares, su peso político y militar está en decadencia. Como John Rambo en la quinta y definitiva entrega. Y ahora que ya no hay vietnamitas a los que aplastar, adivinen quién es el enemigo de Rambo. Esta vez no tienen que cruzar océanos. Sólo tienen que buscar al sur de la frontera.

La noche anterior a que liberasen a veintinueve rehenes estadounidenses secuestrados en el Líbano, Ronald Reagan fue al cine. Supongamos que al de la Casa Blanca. Esa noche se decantó por la secuela de 'First Blood', que en España se tradujo como 'Acorralado', mejor conocida como parte de la saga de 'Rambo'. Una anécdota que no tendría demasiada trascendencia si no fuese porque, justo antes de comenzar la conferencia de prensa para celebrar el rescate, el presidente republicano volvió a enzarzarse con un micrófono abierto y soltó una perla que ha quedado para los anales: "Ayer vi 'Rambo' y ahora ya sé qué hacer la próxima vez que nos ocurra algo parecido". Reagan, aunque también se vendía como veterano de guerra, se alistó en la reserva y por culpa de la miopía nunca lo enviaron a combatir fuera de las fronteras de Estados Unidos. Probablemente no hubiese sabido qué hacer con un machete de las dimensiones del de Rambo, más allá de cortar el gasto público. Pero sí que encontró en Rambo un aliado de su patriotismo beligerante, una forma de contrarrestar la corriente pacifista de los 60 y los 70. El "haz el amor, no la guerra" tenía que quedar demodé.

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