25 años de 'Reservoir Dogs': el perfecto atraco imperfecto de Quentin Tarantino
El primer largo de Tarantino fue un acontecimiento que no sólo marcó a varias generaciones de cinéfilos, sino que cambió la forma de hacer y entender el cine
"¿Sabes de qué va 'Like a Virgin'? De una chica que se cuela por un tío que tiene una polla enorme. Toda la canción es una metáfora sobre las pollas grandes". Las dos primeras frases de la primera película —seria— de Quentin Tarantino condensan en apenas una treintena de palabras la esencia básica de la obra de, probablemente, el director más influyente —si la influencia se mide por la cantidad y diversidad de influidos— de las últimas tres décadas. Sexo, palabras gruesas, cultura pop, disquisiciones metafísicas con objeto de lo banal. Y aunque los fluidos se intuyan, falta la sangre, que en el cine de Tarantino —dicho por él mismo y aunque muchos lo cuestionen— no es parte del fondo, sino de la forma.
Dice Slavoj Žižek que un acontecimiento es "el efecto que parece exceder sus causas". También puntualiza que "el surgimiento de una nueva forma de arte es un acontecimiento". Cuando en 1992, un neófito Tarantino estrenó 'Reservoir Dogs', no sabía que su película cambiaría, en gran parte, la forma de entender y hacer cine. Escuelas de cine plagadas de alumnos con ínfulas 'tarantinianas', público y crítica hermanada, dejando a un lado el sañudo combate habitual, cinéfagos y turistas ocasionales de la gran pantalla unidos en la misma sala. Quentin Tarantino: el 'superglue' del séptimo arte. Y 'Reservoir Dogs', el Dorian Gray del celuloide, un film igual de relevante —sino más— hoy que en el momento de su estreno, hace ya 25 años. Para celebrar este aniversario, el Cine Capitol de Madrid ha organizado un pase especial de la película el próximo jueves 22 de junio.
"¿Qué es un Reservoir Dog? 'Reservoir Dogs' es Harvey Keitel, Tim Roth, Michael Madsen, Chris Penn, Steve Buscemi y yo", explicaba Tarantino en 1992, en una entrevista promocional en Londres. "Es, en resumen, una historia de un grupo de tíos que planean un atraco y donde todo lo que puede salir mal, sale mal". Poco tiempo antes del estreno de 'Reservoir Dogs, Quentin Jerome Tarantino era un tipo sin blanca, al borde de la treintena y que seguía viviendo en casa de su madre. El encargado de un videoclub en Manhattan Beach que no conseguía vender nada como guionista, ni tenía los recursos para sacar adelante una película como director y cuyo primer proyecto, 'My Best Friend's Birthday' no había pasado de ser una producción amateur de ínfimo presupuesto —unos 5.000 dólares, es decir, 4.500 euros— y hecha a base de pedir favores a amigos y compañeros de trabajo.
En 1991, Tarantino había participado en el seminario 'June Film Lab' de Sundance para desarrollar un guión que tenía entre manos y que, en su desesperación por no conseguir que nadie le financiase, había simplificado su historia hasta la mínima expresión: pocos personajes, pocas localizaciones, poca acción y mucho —muchísimo— diálogo. "En el videoclub tenía mi propia sección de películas sobre atracos y recuerdo que, aunque había visto muchas películas de ese tipo, miré a la estantería y pensé, 'Tío, no han hecho una peli de éstas en mucho tiempo, ¿no? Me gustaría volver a ver alguna así'.Eso es lo que puso el germen en mi cabeza. Así que escribí una", explicaba el cineasta en una de sus primeras entrevistas.
Keitel era uno de los actores favoritos de Tarantino desde que el director lo vio en 'Taxi Driver' y 'Los duelistas'
El germen podía haber muerto en los cajones de cualquier productora de medio pelo si no hubiese sido gracias a Harvey Keitel, una de las estrellas más 'cool' del momento y que después de una época en horas bajas, había revivido gracias a 'Indiewood', el ala más independiente de los estudios de Hollywood. "Siempre ha sido uno de mis actores favoritos, desde que lo vi en 'Taxi Driver', 'Los duelistas', 'El Madre, la Melones y el Ruedas'… era muy fan. Y para mí era como un sueño el tener la oportunidad de trabajar con él algún día", admitía entonces Tarantino. "Resulta que mi productor, Lawrence Bender, estaba dando clases de interpretación con un profesor cuya mujer, que era actriz, conocía a Harvey del Actor's Studio. Así que Lawrence le lleva el guión a su profesor de interpretación, que lo lee, le gusta, y se lo pasa a su mujer, que lo lee, le gusta y se lo da en mano a Harvey en el Actor's Studio. Tres días después me llaman por teléfono y me dicen: 'Hey, ¿está Quentin Tarantino? Soy Harvey Keitel, creo que el guión es magnífico, absolutamente magnífico y me encantaría tener un papel, de verdad que me encantaría. Me encantaría ayudar a producirlo, si es posible".
'Reservoir Dogs' cambió la forma de hacer y entender el cine con un presupuesto de apenas 1 millón de euros
Con Keitel totalmente entregado al proyecto, Bender y Tarantino vieron que las puertas de los estudios no se les cerraban en las narices. "Nos convirtió a Lawrence y a mí en cinestas y no en un par de pringados dando vueltas con un guión, lo que nos dio legitimidad a la hora de entrar en las oficinas de la gente, ya que teníamos a Harvey Keitel con nosotros, aunque eso no significaba necesariamente que nos fuesen a dar todo el dinero que quisiésemos. Pero hacía que nos tomaran en serio".
El propio Keitel —ya que Tarantino y Bender seguían sin blanca— fue además el que costeó los viajes a nueva York para hacer los 'casting' en los que encontraron a Steve Buscemi (Señor Rosa) y Tim Roth (Señor Naranja), que se acabaron convirtiendo en colaboradores habituales. "Cuando entró Tim, no hizo una lectura de guión. Todos los demás sí, salvo Harvey, claro. Se sentó, vestido con una camiseta de un equipo de fútbol y pantalones naranjas, con el cigarro en la boca. Era perfecto. Su lenguaje corporal, todo era perfecto. Así que lo cogí".
"Empieza a sonar el tema, qué bien, con guitarras, muy pegadizo, y va Madsen con su bailecito y, de repente, ¡zasca!… comienza lo duro"
En 'Reservoir Dogs', Tarantino también estableció una de las firmas más reconocibles de su cine: la utilización de la música como un elemento narrativo explícito y evidente. En un principio, pensó en condensar la acción de la película en un espacio corto de tiempo, en un fin de semana, para facilitar la producción. Y quiso que ese fin de semana fuese el de la celebración de un supuesto evento setentero para poder poner los temas que más le gustaban de la época: el poco dinero que tenía hasta entonces se lo gastaba en películas, vinilos y 'memorabilia' relacionada con ambas artes. De esa forma, y con 'Stuck In The Middle With You' (1972) de Stealers Wheel en la cabeza, Tarantino concibió una de las escenas más sorprendentes e icónicas de la historia del cine, un auténtico 'shock' en su momento. "En la escena 'infame' de la tortura, el uso de la canción 'Stuck In The Middle with You', que es una canción ligera, marchosa, 'cool'- no sólo no aligera la escena, sino que la hace todavía más difícil de ver. Porque estás viendo la escena y empieza a sonar el tema, qué bien, con guitarras, que te hace seguir el ritmo con los pies, muy pegadizo, y va Madsen con su bailecito y, de repente, ¡zasca!… empieza lo duro".
"Me intimidaba mucho esa escena. No sabía si podría hacerla", recordaba Madsen (Señor Rubio) en un encuentro en el Festival de Tribeca el pasado abril. "En el guión sólo ponía 'el Señor Rubio baila como un loco alrededor del policía'. ¿Qué significaba eso? Entonces me acordé de un baile que había visto hacer a James Cagney en una película, no me acuerdo cuál. De repente me vino a la cabeza y decidí hacerlo".
En Sitges, en octubre de 1992, Wes Craven, que estaba entre el público, abandonó la proyección a la mitad
'Reservoir Dogs' se paseó por los festivales de medio mundo, dando a conocer el nombre de un Tarantino que por fin acariciaba la posibilidad de poder vivir dentro de la industria del cine, a pesar de que su première mundial en Sundance fue "un desastre", según el propio Tarantino. "No tenían una lente escópica para el proyector, pero dejé que la pusieran porque no sabía que no se podía, que iba a verse como una caca. Cuando llegamos al clímax final, las luces se encendieron, pero alguien se dio cuenta y las volvieron a apagar. Después, en el momento álgido, cuando todo el mundo está apuntándose con las pistolas, se fue la electricidad". De su paso por Sitges en octubre de 1992, Tarantino recuerda la decepción al ver que Wes Craven, que estaba entre el público, abandonaba la proyección a la mitad.
Sin embargo, 'Reservoir Dogs' no sólo le abrió las puertas de Hollywood para al cineasta, que dos años después estrenó 'Pulp Fiction'; también lo hizo para Madsen, que en 2014 confesaba: "Tuve mucha suerte en ser uno de los actores, porque fue muy al principio de mi carrera. Tenía muchas inseguridades respecto a hacer el papel del Señor Rubio. No sabía lo que estaba haciendo: era muy joven y no tenía experiencia. A él le debo mi carrera, ¿entiendes? Fue mi génesis como actor".
Sin embargo, más allá de trayectorias concretas, de nombres puntuales, la relevancia y la perdurabilidad de 'Reservoir Dogs' trasciende —volviendo a Žižek— su propia identidad: con apenas 1 millón de euros de presupuesto, la película provocó un cisma, un momento de inflexión dentro de la cultura pop, una ruptura abrupta del posmodernismo en el cine 'mainstream'. El propio Madsen, más de dos décadas después, no podía evitar sorprenderse: "¿Quién hubiera pensado que 'Reservoir Dogs' abriría las puertas al cine independiente? Porque después de ella, todo el mundo quería hacer algo así. Quentin fue el primero, el que lo empezó todo".
"¿Sabes de qué va 'Like a Virgin'? De una chica que se cuela por un tío que tiene una polla enorme. Toda la canción es una metáfora sobre las pollas grandes". Las dos primeras frases de la primera película —seria— de Quentin Tarantino condensan en apenas una treintena de palabras la esencia básica de la obra de, probablemente, el director más influyente —si la influencia se mide por la cantidad y diversidad de influidos— de las últimas tres décadas. Sexo, palabras gruesas, cultura pop, disquisiciones metafísicas con objeto de lo banal. Y aunque los fluidos se intuyan, falta la sangre, que en el cine de Tarantino —dicho por él mismo y aunque muchos lo cuestionen— no es parte del fondo, sino de la forma.