El libro bomba sobre el Ibex 35 que interesa a Pablo Iglesias y Mario Conde
El sociólogo Rubén Juste realiza una minuciosa investigación que revela los secretos de las tripas económicas de España
Treinta y cinco empresas valen el cincuenta por ciento del Producto Interior Bruto en nuestro país. A pesar de su volumen de facturación, pagan solo el siete por ciento de los impuestos y emplean a un testimonial siete por ciento de los trabajadores. Sus secretos y mentiras se revelan en 'Ibex 35. Una historia herética del poder en España' (Capitán Swing, 2017).
Hablamos de un libro escrito por el sociólogo Rubén Juste (Toledo, 1985) que ha interesado igualmente a Mario Conde (que concedió una entrevista al autor) y a Pablo Iglesias (que ha tuiteado sobre él y participará en la presentación). El rigor y la avalancha de datos que contiene el texto nos habla de una sociedad donde las élites manejan la inmensa mayoría de los resortes de poder, mientras la clase media se va destruyendo poco a poco y la sociedad retrocede a niveles de desigualdad propios de comienzos del siglo XX. Un cóctel explosivo a la medida de una nueva explosión social.
PREGUNTA. ¿Cuál es el dato o historia que más te ha llamado la atención en esta investigación sobre el Ibex 35 y las puertas giratorias?
RESPUESTA. La abultada deuda de las empresas del Ibex en pleno terremoto financiero en 2010, particularmente las constructoras, que tenían un ratio de endeudamiento de seis y nueve veces sus beneficios, y de 15 veces en todo el sector. Hay diferentes cálculos, la CNMV cifraba la deuda de las 25 mayores empresas no financieras en la mitad de la deuda pública de entonces, que estaba en el 60% del PIB. Las empresas del índice tenían el ratio de endeudamiento más elevado de Europa. Ese mismo año se inicia una campaña de propaganda elaborada por una asociación de empresas del Ibex apoyando al gobierno, mientras se produce la mayor transferencia de altos cargos del Estado a empresas del IBEX, incluido el asesor económico de Zapatero como presidente de la patronal de constructores. Ese 2010 desembarca Aznar y su plana mayor, así como González y sus ministros en el Ibex. Es el mismo año que se produce el giro de Zapatero e inicia un recorte de 5.000 millones que afectan a prestaciones, becas, dependencia, salarios de funcionarios, seguido por otro recorte de 15.000 millones anunciado en mayo.
La campaña #estoloarreglamosentretodos, se tomó como un gesto de patriotismo, cuando era una campaña de presión
Entre esos dos anuncios las constructoras recibieron un caramelo de 17.000 millones en obras de infraestructura financiados por el Banco Europeo de Inversiones, el ICO, y las Cajas de Ahorro. Había que sostener como fuera a estas constructoras, a costa del erario público o el esfuerzo de unas maltrechas cajas de ahorros. Los datos hablan por sí mismos, las constructoras ahora han reducido su deuda a límites más o menos sostenibles, y el Estado ahora tiene una deuda del 100% del PIB gracias a políticas de rescate como esta. Los intereses del Estado se confundieron con los del Ibex, tanto que la campaña de publicidad que inició entonces la patronal de las constructoras y el Ibex, la famosa campaña #estoloarreglamosentretodos, se tomó como un gesto de patriotismo, cuando era una campaña de presión.
P. ¿Estamos, como dice Thomas Piketty, en una sociedad más desigual que la de 1900-1910? ¿Por qué?
R. Estamos en un momento de concentración de la riqueza similar al de entonces. Lo que ha cambiado son las formas e instituciones que favorecen esa desigualdad. Las empresas industriales o los bancos de inicio de siglo han dado paso a instrumentos cada vez más sofisticados para crear rentabilidad y empleo. El Ibex es un ejemplo de ello. Las empresas que lo constituyen se han convertido en enormes paraguas que abarcan medio planeta, pero están huecas por dentro. Telefónica subcontrata todo, también Santander, Repsol y OHL. Son paraguas para generar rendimientos a los accionistas, a costa de su capacidad para generar empleo. Su rentabilidad es de las más altas del mundo, pero el precio es reducir paulatinamente su capacidad para socializar la riqueza en sus trabajadores.
Las empresas se han convertido en enormes paraguas que abarcan medio planeta, pero están huecas. Telefónica subcontrata todo
Los antiguos empresarios tenían en su empresa un modo de generar beneficios y empleo, ahora sus empresas son simples marcas para generar beneficios. Esto tiene que ver con la ofensiva global de los bancos custodio y fondos de inversión, que están consiguiendo que las grandes fortunas, antes propietarias de empresas, pasen a formar parte de estos. Estos fondos terminan siendo accionistas de estas empresas que piden mayores rendimientos, aunque esto signifique desprenderse de los activos de la empresa y reducir plantilla. Lo que vivimos es una espiral del beneficio a corto plazo, que tiene su correlato en el fin de las clásicas empresas, y el inicio de una clase capitalista fondista, que vehícula sus ahorros sin más fin que el rendimiento y no la generación de empleo. Es el mismo proceso de concentración, con otros medios.
P. Sostiene que el Ibex, más que un indicador económico, es un puente entre las élites políticas y económicas. Y aún más: una especie de chivo expiatorio. ¿Qué datos o ejemplos te parecen más relevantes?
R. En el Ibex se concentran una serie de pecados acumulados durante décadas, y que pueden ser expiados debidos a su enorme capacidad para engullir el poder político. En los consejos de empresas del índice han estado ministros que firmaron penas de muerte, como la de Puig Antich y los últimos fusilamientos, el General que juzgo el 23F, o numerosos políticos de la etapa franquista, vamos, son el grupo más numeroso después de los políticos del PSOE. En los noventa, había medio gobierno del PSOE sentado en empresas del IBEX privadas y públicas, mientras el propio gobierno realizaba ventas de paquetes de acciones y recomendaba fusiones. Es la época que se descubre que el gobernador del Banco de España realizó más de 600 operaciones en bolsa. Luego Aznar hizo de ese negocio de amigos un Imperio transnacional a base de comprar empresas estatales de América Latina, en un momento de debilidad de estos Estados, y apoyándose en su control sobre las Cajas de Ahorro, particularmente Caja Madrid.
Las empresas del Ibex acumulan una historia de concupiscencia entre el Estado y las grandes familias de España, incluidos nuevos ricos que se han beneficiado de esa estrecha relación. Por eso, mientras todos los indicadores apuntan hacia unas empresas privilegiadas, el foco mediático cambia hacia Venezuela, es decir, justo a un país donde Repsol, Telefónica o AtresMedia tienen intereses empresariales. Ese es el verdadero poder del Ibex, asumir la capacidad del Estado para formular Opinión Pública, y hacer de sus intereses el interés general.
Las empresas del Ibex acumulan una historia de concupiscencia entre el Estado y las grandes familias de España
Sólo ahora sus pecados son puestos en cuestión, pues hasta ahora nadie se había puesto a mirar los nombres de los consejeros y su pasado. Sólo ahora es un escándalo que un ex director de la Guardia Civil, como Arsenio Fernández de Mesa pase a Red Eléctrica, pero esto lleva pasando desde el origen del Ibex, y si me apuras, desde el inicio de las sociedades anónimas en España. El poder económico es el guardaespaldas del político, y no al revés como siempre se piensa.
P. Hace poco, el sociólogo César Rendueles nos decía que la batalla entre neoliberales y neokeynesianos era estéril, ya que los dos paradigmas han muerto. No se trata de defensores del mercado versus defensores del estado, ya que los primeros usan al segundo para eliminar la competencia. ¿Estás de acuerdo? ¿Hasta qué punto podemos hablar de mercado libre en España?
R. Por la situación en que estamos, creo que los grandes paradigmas tienen poca utilidad, sí. Y creo que es por el rol contradictorio del Estado en esta época, convertido en el territorio en disputa. Las grandes fortunas globales y empresas transnacionales, los adalides del neoliberalismo, han ido minando el Estado hasta el punto de crear un capitalismo atomizado sin ningún orden, y ahora se dan cuenta de que lo necesitan. Y el keynesianismo se ha quedado sin empresarios industriales nacionales, con una economía globalizada, y un Estado adelgazado que no puede sostenerlos. Por el propio desarrollo del capitalismo, el punto clave de disputa está en el Estado, porque todo lo demás se ha convertido en un imposible. Sólo desde allí se puede cambiar algo, tanto desde el punto de vista de industriales que quieren hacerse un hueco ante la ofensiva imparable de las transnacionales y su política de externalización, como de los ciudadanos ante el retroceso de sus derechos. Un ejemplo es una parte del Ibex, que no puede sobrevivir sin el Estado, a pesar de su condición global.
Los diputados eran los principales intermediarios o nexos entre empresas durante la burbuja inmobiliaria
Concretamente, las constructoras, que se han expandido a base de créditos de entidades financieras amigas, teniendo como salvaguarda un posible rescate del Estado. Todo está muy entrecruzado, y no sería sorprendente ver escenarios con alianzas entre fuerzas sociales antagónicas, como pueda ser la burguesía industrial catalana y Podemos. Cada grupo de empresarios busca una forma de Estado que les beneficie, como los constructores del Ibex, que han heredado una idea con larga tradición en España que dice que las grandes empresas se crean en diferido, con financiación de aliados, y esperando un rescate posterior por el Estado; y para ello necesitan un Estado articulado por el PP y el PSOE en el parlamento. Es significativo que en uno de los análisis que he realizado con datos de consejeros cruzados del Ibex (consejeros que participan en más de una empresa), saliera que los diputados eran los principales intermediarios o nexos entre empresas durante la burbuja inmobiliaria.
Al mismo tiempo, el que sea un terreno en disputa, es porque el Estado es al final el único instrumento de planificación colectiva, tanto de empresarios como de ciudadanos. Sin él, no hay plan a largo plazo, sólo un molino ciego. Los grandes empresarios son incapaces de crear proyectos a largo plazo de forma conjunta, eso sólo lo hace el Estado, de ahí que muchos como Trump se hayan lanzado a conquistarlo, con el objetivo de beneficiar y hacer crecer a un conjunto de empresarios aliados bajo un relato de salvación colectiva.
P. Otro factor que señala es la continuidad entre élites franquistas y democráticas. ¿La Transición y la hegemonía del PSOE engrasaron una prolongación del antiguo régimen por otros medios?
R. Hay que empezar diciendo que es el franquismo el que crea las condiciones materiales para la modernización económica que hereda la democracia. La democracia pone encima un paraguas constitucional y un sistema de partidos, pero la estructura de poder es la misma. El PSOE pactó con las grandes familias del franquismo el reparto del conglomerado industrial del país. Para esta operación los aliados de Carlos Solchaga, el muñidor del PSOE, no eran otros que los viejos tecnócratas del franquismo, Leopoldo Calvo-Sotelo, Rafael Del Pino, Claudio Boada, José María Amusátegui, José María López de Letona, asociados en su mayoría a la fundación de la empresa Ferrovial y al Círculo de Empresarios, el lobby del grupo. Eran los tecnócratas de la industria española, muy vinculados al Opus Dei. Es cierto que los socialistas no pactaron con el Bunker, pero sí con las fuerzas vivas del franquismo. Era natural, es algo que en sociología se llama equivalencia regular, eran dos grupos de tecnócratas que ocupaban las mismas posiciones. Solchaga y su grupo replicaron la función de los tecnócratas del Opus, ser la bisagra del poder económico con el Estado, favoreciendo, eso sí, la posición privilegiada de sus integrantes. De ahí que el grupo de subordinados de Solchaga fuera el mejor colocado en el Ibex desde su fundación. Este fenómeno de continuidad lo corrobora Mario Conde en el libro con algunos ejemplos.
P. En la parte final del libro propone recuperar las leyes antimonopólicas al estilo de las que ya funcionaron en el mundo anglosajón con prestigiosos políticos como Eisenhower, Roosevelt y Atlee. ¿Es esa una una tarea más complicada ahora que en el siglo XX? ¿Por qué?
R. Creo que corremos el riesgo de buscar políticas maximalistas en un momento que no es propicio. El marco de la Unión Europea condiciona todo movimiento, pero también da algunas pistas. El propio memorándum de 2012 imponía criterios antimonopolistas al restringir el control de las Cajas de Ahorros reconvertidas en Bancos sobre sus participadas. Igual que España ha hecho cumplir esas leyes en contra de los intereses de entidades nacionales, habría que hacer cumplir las leyes de competencia, por ejemplo, a los bancos custodio extranjeros que hoy mantienen una posición abusiva en extensos sectores de la economía, particularmente en el sector financiero, sin hacer saltar las alarmas de competencia. No puede ser que seamos más rigurosos con las entidades nacionales que con las extranjeras.
P. Durante Vistalegre, Teresa Rodríguez decía que las élites nunca han renunciado a sus privilegios de manera voluntaria. ¿Crees que es una afirmación correcta o una exageración? ¿Qué otros mecanismos pueden llevarnos a una sociedad menos desigual económicamente?
R. Decía Nicolás Sartorius hace unos días que no somos conscientes de la juventud de la democracia. Y es cierto, en España tenemos a penas 44 años de experiencia de sufragio universal, es un tiempo muy corto para hacer entender a las élites, sobre todo económicas, de la existencia de un Estado de derecho. Ejemplo de su miopía es al haber entendido que la jefatura de Estado es un intermediario para el IBEX, pues entonces dicha institución deja de tener una vocación pública. Termina siendo una institución al servicio de una plutocracia, no de unos ciudadanos. Este es uno de los ejemplos más evidentes de un Estado que no ha tenido una transformación democrática, hay una adecuación en la forma, pero no en las prácticas.
P. Habla del ocaso de dos grandes relatos, marxismo y cristianismo, como la pérdida de paradigmas donde la acumulación de riqueza es rechazable para el bienestar humano. ¿Diría que hay que recuperarlas o inventarse algo nuevo? ¿Qué experiencias políticas y soociólogicas le parecen más estimulantes ahora?
R. Vivimos en otro momento de elogio a la pulsión de muerte, algo parecido a lo que sucedió a inicios de siglo XX, debido al incremento de los conflictos bélicos, la pauperización creciente y la competencia feroz. Ello lleva inevitablemente a la búsqueda de un chivo expiatorio. Es evidente que hay una rabia contenida que no tiene forma de racionalizarse y busca cauces cada vez más violentos. Pongo como ejemplo el rito de la expiación de los judíos, donde se echaba suerte a dos machos cabríos para liberar y expiar las culpas y pecados del pueblo de Israel. Uno se sacrificaba y el otro se liberaba en el desierto. En un contexto de creciente desigualdad y pérdida de poder, existe el peligro de buscar chivos expiatorios en minorías no dominantes. Antaño fueron las brujas o los propios judíos, ahora son los latinos o los refugiados. Y gran parte de la culpa la tendrá el otro chivo que saldrá libre, en nuestro caso el Ibex35, que trata de desligar su responsabilidad en la crisis económica sobre otros, como los gobernadores del Banco de España, o sobre Caja Madrid, cuando fueron ellos los que se beneficiaron de ese entramado.
Existe el peligro de buscar chivos expiatorios en minorías no dominantes. Antaño fueron brujas y judíos, ahora latinos o refugiados
Ese es el peligro, el Ibex se convierte en un instrumento económico, político y mediático poderoso de la minoría que lo controla para expiar sus culpas en otros. Por desgracia, no hay grandes relatos que puedan señalar esa capacidad, como lo podía hacer el marxismo o el cristianismo, que había sido capaz de identificar a grandes grupos sociales poderosos agrupados por un interés común, fuera este la avaricia o la propiedad. Cuesta señalarlos como una clase cohesionada, pero es que hasta Warren Buffet lo hace. ¿Soluciones? Fortalecer la idea de solidaridad y fraternidad, y recuperar la capacidad de presión de los trabajadores. Sin la unión solidaria, no hay fuerza. Creo que es el momento de que las llamadas Mareas den un paso adelante.
Treinta y cinco empresas valen el cincuenta por ciento del Producto Interior Bruto en nuestro país. A pesar de su volumen de facturación, pagan solo el siete por ciento de los impuestos y emplean a un testimonial siete por ciento de los trabajadores. Sus secretos y mentiras se revelan en 'Ibex 35. Una historia herética del poder en España' (Capitán Swing, 2017).
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