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"En la actualidad hay mucho eco de la crisis de la Europa de entreguerras"
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françois ozon, director de 'frantz'

"En la actualidad hay mucho eco de la crisis de la Europa de entreguerras"

El director de 'Sitcom', '8 mujeres' y 'En la casa' presenta 'Frantz' un drama ambientado en Francia y Alemania tras la Primera Guerra Mundial

Foto: El director de cine francés François Ozon
El director de cine francés François Ozon

Porque la historia se repite. Porque aquellos soldados alemanes y franceses que lucharon en la Guerra franco-prusiana de 1870 fueron los mismos que lloraron al mandar a sus hijos a las trincheras en la Primera Guerra Mundial. Y éstos, 20 años después, volverían a mandar a sus hijos al frente, a dispararse los unos a los otros en la Segunda Guerra Mundial. Sísifo reencarnado en dos naciones vecinas. Generación tras generación, todas tropezando con la misma piedra. Es la historia de Frantz, el alemán, pero también la de Adrien, el francés. Y la de sus padres. Y la de sus posibles hijos. François Ozon echa la vista atrás, hasta el estupor de una Alemania agazapada tras su derrota en 1919, recelosa de los franceses y de una Europa que la había castigado después de caída y apaleada.

Y como la historia se repite, Ozon recupera y reinterpreta la melancólica nana que Ernst Lubitsch dirigió en 1932 bajo el título de 'Broken Lullaby' a partir del libreto de Maurice Rostand 'L'homme que j'ai tué'. 'Frantz', un drama post-bélico pacifista -en España se estrena el 30 de diciembre- en el que el director francés compone una especie de elegía a la Europa -o su idea- ilustrada, integradora y culta, del viejo continente renacido una y otra vez que ahora se debate entre la nostalgia por sus principios fundacionales y el miedo ante la inquietante deriva hacia el futuro. "En ese momento había una Europa en crisis, con un brote de nacionalismos, una vuelta a las fronteras, un miedo al extranjero y a los inmigrantes", explica Ozon con esa elegancia natural que trasciende a sus películas."Me pareció interesante mostrar que la historia se puede repetir, a menudo de forma trágica", y que hay que "interrogar al pasado para comprender mejor el presente".

Tráiler de 'Frantz'

"La película enfrenta dos modelos de Europa, una Europa de la cultura, del reconocimiento del otro, donde no existen las fronteras y donde un joven francés puede hablar perfectamente en alemán. Los personajes son románticos, sensibles, cultos, pacifistas… Y, como opuesto, esa Europa del nacionalismo, de la guerra". Un continente desangrado y miedoso, cuna fértil de prejuicios y exaltaciones nacionalistas que acabaría derivando en el conflicto bélico más trágico de la historia, con entre 60 y 70 millones de muertos en el recuento. "Desde el principio, cuando empecé a desarrollar esta historia, me di cuenta de que el contexto histórico era muy importante. Investigué mucho, leí mucho sobre este periodo [la crisis de la Europa de entreguerras] y me di cuenta de que hay mucho eco con la actualidad", lamenta el cineasta. "Y puede sonar como un mensaje naíf, sobre todo cuando hoy en día nos enfrentamos a tanta violencia, pero esta película está claramente del lado de la cultura, porque de cierta manera manda el mensaje de que la cultura sirve para unir. La paz se puede conseguir conociendo la lengua del otro, su cultura, su poesía, su música…".

Y este mensaje llega a través de la mirada de Anna (la cautivadora Paula Beer), la joven prometida de Frantz (Anton von Lucke), un soldado alemán muerto en combate cuya tumba visita todos los días un misterioso hombre. El enigmático joven, un francés llamado Adrien (Pierre Niney), acabará intimando con la familia de Frantz para reconstruir la memoria del amante muerto, del hijo desaparecido, del soldado abatido. "Desde un principio, después de leer la obra de teatro, pensé en contar la historia desde el punto de vista de Anna. De esa forma se crea el suspense porque, al igual que el espectador, Anna no conoce los motivos de la visita de Adrien a Alemania", relata Ozon.

Foto: Truffaut y Hitchcock, duelo de titanes

"En una proyección, un espectador me dijo que él veía la película como una variación del film de Hitchcock 'Vértigo', donde también hay un personaje desaparecido y la voluntad de recrearlo a través de alguien que se le parezca", confiesa el cineasta. "La ausencia, el fantasma, es un tema muy cinematográfico, un tema que siempre se ha tratado en el cine". "Muy pronto me pareció evidente que a Frantz había que visualizarlo desde la perspectiva de Anna, es decir, idealizado. Anna no conoce al verdadero Frantz, ni Adrien tampoco: los dos lo han soñado, lo han imaginado de formas distintas. Y eso es lo que me interesa, que el espectador también vea una imagen que es casi un cliché gracias al que se puede imaginar cosas. Encuentro muy interesante darle forma a un fantasma idealizado para confrontarlo con la verdad en un momento dado".

Ozon, a diferencia de Lubitsch, se ancla en un punto equidistante, tras una mirada empática hacia el duelo de unos y de otros. "Muy pronto empecé a sopesar la idea de construir la película como un espejo entre los dos países; en la primera parte es Adrien el que hace la visita a Alemania y en la segunda parte es Anna la que hace el viaje a Francia. Y eso me ha permitido construir la película como un espejo en el que las escenas se responden y, finalmente, demostrar que el nacionalismo fue el mismo en cada uno de los lados y que hubo tanto sufrimiento en un lado como en otro. Anna se tiene que enfrentar a la mirada de los franceses al igual que Adrien se enfrenta a las alemanas al principio. Sé que es raro, que habitualmente, en la construcción de una película, hay un giro o una revelación en la parte final. Y aquí está en medio del film.".

Y es 'Frantz' quizás a la vez la película más clásica y a la vez más posmoderna de François Ozon, que no sólo juega con la estructura, sino también con la forma, saltando del blanco y negro al color a gusto y disgusto, obviando la ortodoxia y la matemática. "Mi productor se puso muy nervioso cuando le dije que quería cambiar de blanco y negro a color en algunas escenas. Y me preguntó si iban a ser los 'flashbacks'. Y yo le dije que lo haría cuando me llegase la sensación y que el color vendría como una vuelta a la vida tras un periodo de dolor. Y así es como lo construí. Por ejemplo, en el paseo por el campo, yo quería que la naturaleza fuese en color, en una decisión estética e instintiva. Me había sentido inspirado por los paisajes de Caspar David Friedrich -del romanticismo alemán-, que me gustan mucho. El cuadro de Manet ['El suicida', 1877), al principio, se muestra en blanco y negro, y al final en color, lo que refuerza su violencia".

Un cuadro con el que se pone el punto final a un film, a pesar de lo doliente, optimista. "Para mí es una película con un 'happy ending'. Pero es muy interesante porque muchos jóvenes no lo ven así. Yo lo veo como que Anna ya es una adulta, ya entiende las cosas. Y mira el cuadro de 'El suicida' con distancia, como si todo el sufrimiento vivido estuviese dentro de la pintura y se ve capaz de observarlo con distancia, como quien ve una película".

Porque la historia se repite. Porque aquellos soldados alemanes y franceses que lucharon en la Guerra franco-prusiana de 1870 fueron los mismos que lloraron al mandar a sus hijos a las trincheras en la Primera Guerra Mundial. Y éstos, 20 años después, volverían a mandar a sus hijos al frente, a dispararse los unos a los otros en la Segunda Guerra Mundial. Sísifo reencarnado en dos naciones vecinas. Generación tras generación, todas tropezando con la misma piedra. Es la historia de Frantz, el alemán, pero también la de Adrien, el francés. Y la de sus padres. Y la de sus posibles hijos. François Ozon echa la vista atrás, hasta el estupor de una Alemania agazapada tras su derrota en 1919, recelosa de los franceses y de una Europa que la había castigado después de caída y apaleada.

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