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Fui a Canarias a informar de los migrantes y vi que el problema está en Madrid
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Crisis migratoria

Fui a Canarias a informar de los migrantes y vi que el problema está en Madrid

¿Qué tiene que pasar para que Canarias abra un periódico? ¿Más de 14.000 personas rescatadas del mar en menos de dos meses? ¿El singular parche de tener que acogerlas en hoteles vacíos?

Foto: Imagen: Laura Martín.
Imagen: Laura Martín.

¿Qué tiene que pasar para que Canarias abra un periódico? ¿Más de 14.000 personas rescatadas del mar en menos de dos meses? ¿El singular parche de tener que acogerlas en hoteles vacíos? ¿Que en un muelle se apelotonen 2.500 personas durmiendo al raso, sin duchas, durante varios días? Una de las muchas crisis del periodismo es madricéntrica.

Un centralismo que a veces se traduce en un cierto abandono informativo por parte de los principales medios de comunicación nacionales, que sobredimensiona Madrid (¿cuántas portadas abiertas con el último episodio del rifirrafe del Gobierno regional de Madrid con el Gobierno central? ¡Llueve en Madrid!) y empuja a "los márgenes" informativos al resto de comunidades autónomas. Escribo estas líneas justo la semana que se confirma un ERE brutal para el personal de las delegaciones de un gran grupo mediático. El centralismo de los medios fuerza entonces a depender casi exclusivamente de las agencias de noticias… Una visión única y un único enfoque de lo que pasa en "los márgenes", si no el silencio, que desdibuja o hace muy lejano cosas que no pasan en Irak, Kenia o Taiwán, sino en la propia España. Hay cada vez una mayor desconexión entre lo que pasa en la "burbuja" madrileña y el resto de comunidades. Y quizá más con Canarias, que tiene el hándicap añadido de ser islas.

No es de extrañar que la imagen de lo que está pasando desde la península sea la de una "invasión" de inmigrantes en Canarias. Cuando estaba en la isla de Gran Canaria cubriendo para El Confidencial la crisis migratoria, me mandaba un amigo un mensaje de WhatsApp que había rulado entre sus familiares. "Canarias ya está 'ocupada' por marroquíes y mauritanos. En las islas orientales, Fuerteventura y Lanzarote, el número de moros ya es mayor que el de la población autóctona. (...) Me comenta mi hermana que en todo el sur de Tenerife (una de las dos islas mayores) la situación de tantos miles de moros deambulando y malviviendo por las calles es cada día más preocupante. Hay zonas controladas por ellos, que exigen derechos y lo que no lo son, como la reclamación de 'sus derechos territoriales', y muchísimos canarios empiezan a tener miedo de verdad. (...) Aquello está lejos y a los peninsulares no les preocupa lo más mínimo". Así son los bulos en redes sociales —el mensaje completo incluye incluso una referencia a un primo guardia civil—, pero este me pareció extremadamente ridículo. La idea de que a alguien le pueda parecer no ya verdad, sino siquiera verosímil que en Fuerteventura y Lanzarote "el número de moros es ya mayor que el de la población autóctona" me fascinaba y horrorizaba a partes iguales.

Foto: Campamento para migrantes en el antiguo Polvorín de Barranco Seco, Gran Canaria. (Alicia Alamillos)
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Hay que ir a Canarias, a Las Palmas pero también al sur: a Arguineguín, el puerto donde (¡durante meses!) se han hacinado migrantes mientras la tensión social en el pueblo empezaba a condensarse como en una olla a presión, a Puerto Rico y Maspalomas, dos escenarios muy diferentes de lo que está pasando en los hoteles que han sido utilizados como parche para poder acoger a los migrantes (no hubieran sido necesarios si se hubieran derivado las llegadas al resto de la península o si el sistema no estuviera ya bajo mínimos por las medidas de prevención del coronavirus), y a Barranco Seco, un centro temporal —cedido por el Ejército— que recibió sus primeros migrantes justo cuando llegué y que será el nuevo escenario de lo que pasará en Canarias: de los hoteles y el muelle se pasará a las tiendas de campaña.

Por supuesto, no hay invasión. Podemos llamarlo una crisis migratoria, si queremos, aunque si hablamos exclusivamente de cifras está todavía muy por debajo de las de 2006, el último gran referente, cuando llegaron 31.000 migrantes a las costas canarias. Nada que ver, por supuesto, con la crisis de 2015, cuando a las islas griegas llegaban centenares de miles, o en los mayores picos de la ruta Libia-Italia en el Mediterráneo Central. Lo que hay es una crisis de acogida y, eso sí, una tormenta perfecta que agita una bomba social: el reservismo del gobierno y otras organizaciones, la negativa a derivar a los migrantes a la península, y por supuesto el coronavirus, con su crisis turística (esa sí que es una crisis, y muy dolorosa, en Canarias de la que en los próximos meses veremos sus daños).

En la cobertura de esta crisis ha habido mucho silencio. El silencio no ayuda. Barrer los problemas debajo de la alfombra a ver si desaparecen no debería ser la estrategia, y mantener a los migrantes en Canarias, lejos de la península y el resto del territorio continental europeo, o levantar centros en medio de la nada con varias barreras para que los periodistas no puedan acercarse (sí en Barranco Seco y sí en Arguineguín, donde las fotos tienen que hacerse con teleobjetivo) no es una estrategia que se pueda mantener en el tiempo. Y no solo me quejo como periodista ante el silencio —continuado— de algunas instituciones: el miedo a no saber, a no tener respuestas, el desconocimiento es mucho de lo que yo vi cuando hablaba con la gente, especialmente en Arguienguín. Los migrantes allí, mantenidos en el puerto, no paseaban por el pueblo. No se cruzaban con ellos, no daban problemas más allá que estar ahí. Pero la gente estaba agobiada. Eran demasiados y demasiado tiempo mantenidos ahí, sin saber qué se iba a hacer con ellos. Demasiados y demasiado tiempo. "Lo que está pasando aquí es demasiado. Yo creo que nos están engañando cada día más. Todas las semanas dicen que lo quitan, que lo van a quitar, y nada. No sabemos nada de cómo están. ¡Son muchos, y no sabemos nada!", me decía enfadada una camarera de una peña-bar en Arguineguín. Las preguntas, sin respuesta.

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Pero, irónicamente, es también una situación especialmente visible, que la tenías al momento en la calle. En Puerto Rico o Maspalomas, localidades turísticas del sur de la isla, podías pararte un momento y hablar con los muchachos (la mayoría son jóvenes): de Marruecos, de Mali, que se querían ir a Sevilla, o a Francia, o a Roma. Haciendo pequeñas compras en un supermercado, o dejando pasar el tiempo en una cafetería consumiendo un solo café para pasar las horas muertas con el wifi (eso lo he hecho yo también muchas veces). Con alguna excepción, la gente con la que hablé me decía que no daban problemas. Con alguna excepción, la gente con la que hablé sentía la tensión.

Tensión social

En Canarias se está cociendo esa bomba social, que es el gran problema. "Somos conscientes de la tensión social que se genera cuando hay gente que, con la crisis actual, está a un paso de quedarse en la calle, cuando hay canarios que tendrán que dormir en la calle, y ven luego a las personas migrantes acogidas en hoteles. Por eso las soluciones, los enfoques, tienen que ser holísticos, para todos", me decía una fuente de una organización de ayuda a los migrantes en las islas. El tema de los hoteles es especialmente jugoso para un artículo, para miles de quejas y algunas pancartas: un parche temporal para cumplir con las obligaciones legales (por si queremos algo más allá del asunto humanitario de no dejar a nadie morir en el mar o dormir durante días en el suelo de un muelle) que terminó alargándose en el tiempo ante la negativa de derivar al resto de la península. ¿Qué vas a hacer si no, dejarlos en la calle y sin medios, donde también se generaría un problema social, de salud pública y de seguridad? En ese contexto, el sistema legal los empuja al sistema de acogida y asilo. Con los centros desbordados, la opción más sencilla eran los hoteles, vacíos de turistas.

El coronavirus ha arrasado con el turismo en las islas, especialmente en el sur, donde representa la gran mayoría del negocio. No lo hay. Decenas de locales han cerrado, bares de copas, restaurantes que abren solo unas horas para llenar dos o tres mesas. "Los propios turistas que vienen lo notan. Me preguntan que dónde está el ambiente que había otros años", comenta un recepcionista de un hotel en Maspalomas.

placeholder Un centro comercial en Maspalomas. (A.A.)
Un centro comercial en Maspalomas. (A.A.)

Yo solo había visto algo parecido en Sharm El Sheij, una ciudad-resort turístico en el sur de la península del Sinaí. En años buenos, me lo imagino lleno de vida y turistas rusos. Cuando yo fui, el verano tras el atentado contra el avión de Metrojet que se cobró las vidas de 224 personas, la mayoría turistas rusos que salían precisamente de Sharm rumbo a San Petersburgo, y la desaparición siete meses después del vuelo MS804 en el Mediterráneo, era un parque temático fantasma. Imaginen cómo estaba Sharm. Imaginen cómo están las ciudades turísticas del sur de Canarias. Hay gente en la playa, claro que sí, pero las cicatrices se notan en los bares y restaurantes cerrados, las persianas a medio bajar y los carteles de "Se traspasa". Eso es lo que vi. Luego las cifras lo confirman: una caída del 88,2% en la llegada de turistas extranjeros este octubre (habrá que ver la de noviembre), comparada con 2019. Gran Canaria, en concreto, recibió apenas 43.237 turistas. "Esta temporada (el invierno, temporada alta en Canarias) ya está perdida. Estamos mirando para el año que viene", me decía un hotelero en Puerto Rico.

Los inmigrantes no han echado al turismo, ha sido el coronavirus, pero para muchos canarios, es como si la situación se riera en su cara. "Con lo que está pasando en el sur, esto es insostenible. Encima de que aquí no hay trabajo, hay gente en la calle, muchas personas están pidiendo ayudas sociales y parte de las ayudas no están llegando, la gente está muy desilusionada, cabreada...", me decía Carlos, en la cola para recibir una ayuda social en Las Palmas. "Y además, las ayudas del ingreso mínimo vital no están llegando: decenas de documentos y te lo rechazan por cualquier cosa...".

Me pasé también por una cola de Cáritas para hablar con la gente. La mayoría eran caras con historial en la calle, pero había también algún rostro nuevo. "Yo vine a Canarias en febrero para trabajar en la hostelería. Es imposible y ahora no tengo apenas nada, vivimos de la pensión de mi mujer". Canarias ya partía de una situación muy difícil: el 35% de la población canaria estaba en riesgo de pobreza o exclusión social a finales de 2019, según un informe publicado hace apenas un mes por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social. Un segundo informe, elaborado por Oxfam Intermón, sostiene que la tasa de pobreza en las islas ha crecido más de dos puntos porcentuales tras el confinamiento. Tendremos que esperar a las cifras que salgan del hundimiento de la última temporada turística (el turismo representa en torno al 35% del PIB canario —en 2018— y genera el 40,4% del empleo, pero el enfado ya está ahí. "No hay dinero, y te cabreas cuando escuchas que están cobrando 40 euros por migrante mientras que algunos de aquí no tienen para vivir", me decía el dueño de un bar en Puerto Rico. Con distintas variaciones, lo oí muchas veces.

¿Qué tiene que pasar para que Canarias abra un periódico? ¿Más de 14.000 personas rescatadas del mar en menos de dos meses? Quizá tendrá que ser la crisis social que se viene y que aprovecharán algunos partidos políticos para pescar votos en toda España.

¿Qué tiene que pasar para que Canarias abra un periódico? ¿Más de 14.000 personas rescatadas del mar en menos de dos meses? ¿El singular parche de tener que acogerlas en hoteles vacíos? ¿Que en un muelle se apelotonen 2.500 personas durmiendo al raso, sin duchas, durante varios días? Una de las muchas crisis del periodismo es madricéntrica.

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