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Tensiones bajo cero

La cooperación y la diplomacia con Rusia quedan congeladas en el Ártico

Las disputas por el control de los recursos naturales, la militarización y la suspensión de los organismos de cooperación hacen aumentar la tensión en la región

Ejercicios militares 'Cold Response' en el Ártico noruego. (Reuters/Yves Herman)

Las relaciones diplomáticas se han congelado en el Ártico. La importancia geopolítica y estratégica de la región delimitada por el círculo polar toma un nuevo significado a raíz de la invasión de las tropas rusas de Ucrania. En el norte del planeta, ya no solo preocupan el calentamiento atmosférico y el derretimiento de la masa de hielo, sino que se ha convertido en un nuevo escenario de las tensiones entre Rusia y los países aliados de la OTAN.

A medida que los efectos del calentamiento global se hacen más evidentes, países como Rusia, Estados Unidos, Noruega, Canadá o Dinamarca intentan acceder bajo el hielo ártico a las enormes reservas de petróleo, gas y minerales, y establecer nuevas rutas marítimas, como en el paso del Noroeste. El Ártico también ha sido hasta hoy una zona considerada 'neutral', donde incluso en los años más tensos de la Guerra Fría se había producido una cooperación entre bloques para desarrollar operaciones de rescate o investigaciones científicas en un entorno natural muy hostil.

Sin embargo, las hostilidades diplomáticas y el miedo a un expansionismo ruso están haciendo peligrar la cooperación regional, que se traduce en ejemplos como el Tratado de las Svalbard, unas islas con soberanía noruega, pero con un estatus especial en que Rusia tiene derechos comerciales y explota minas de carbón. Desde el comienzo de la invasión rusa en Ucrania, cuatro instituciones diplomáticas del Ártico han suspendido su actividad, la más relevante de ellas el Consejo del Ártico, que actualmente está presidido por Rusia hasta el año 2023.

Un nuevo telón de acero

En un comunicado conjunto, los siete países miembros que junto a Rusia forman parte del Consejo Ártico (Canadá, Estados Unidos, Islandia, Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia) condenaron la “invasión no provocada” de Rusia en Ucrania, y señalaron "los graves impedimentos a la cooperación internacional, incluso en el Ártico, que han causado las acciones de Rusia". El comunicado continuaba anunciando que los siete países suspendían las labores del consejo de forma “indefinida”, una decisión que los expertos aseguran tendrá consecuencias en el desarrollo político, económico y medioambiental del Ártico.

Stefan Kirchner, profesor del Centro Ártico de la Universidad de Laponia, recuerda que Rusia es el mayor Estado ártico, “albergando cerca de la mitad del territorio y la población”. En una región donde el calentamiento global avanza tres veces más rápido que en el resto del mundo, la exclusión de Rusia de la cooperación ártica supone “poner un nuevo telón de acero en la región”, una situación que pone la zona ártica “en una posición aún más frágil”, según Kirchner.

Establecido en 1996, el Concejo Ártico ha sido nominado en varias ocasiones para recibir el Premio Nobel de la Paz. Cuando se fundó, el presidente ruso Mijaíl Gorbachov cualificó el Ártico como “una zona de paz”, donde los científicos y la comunidad internacional ha colaborado durante más de 26 años. “Hasta ahora, el Ártico era visto como el espacio exterior, donde las potencias internacionales pueden tener tensiones entre ellas, pero a la vez los mismos problemas, y, por lo tanto, se han visto obligadas a trabajar juntas”, explica Stefan Kirchner.

Además de los ocho países que por su posición geográfica forman parte del Consejo Ártico, en el fórum también hay seis representantes de las naciones indígenas del territorio, como los sami o los inuits, que representan 500.000 personas de los cuatro millones de habitantes que tiene el Ártico. “Aunque las relaciones bilaterales puedan continuar, sin duda hemos perdido 30 años de una construcción lenta, pero continua, del Ártico como un espacio compartido donde se deben aplicar soluciones compartidas”, explica Elana Wilson Rowe, investigadora del Norwegian Institute for International Affairs. “Con el nivel de desconfianza actual, no creo que volvamos a ver los mismos niveles de cooperación regional que habíamos tenido antes”, lamenta la experta.

La entrada de China en el tablero ártico

La cooperación entre China y Rusia se ha vuelto más estrecha después de la anexión ilegal de Crimea en 2014 y las sanciones impuestas desde Occidente. Ahora, con sanciones aún más duras, "muchos evalúan que la relación de Rusia y China en el Ártico se profundizará aún más, a pesar de que ya hemos visto a China involucrada en la extracción de gas y petróleo en el Ártico ruso", dice Timo Koivurova, profesor en el Centro Ártico de la Universidad de Laponia.

En 2013, China se convirtió en país observador en el Consejo Ártico y entre los años 2012 y 2017 ha invertido más de 435.000 millones de dólares en inversiones y proyectos árticos, que van desde la construcción de infraestructuras a la investigación científica o la extracción de recursos naturales. Se estima que el Ártico alberga el 13% de las reservas mundiales de petróleo, y alrededor del 30% de las reservas de gas. Parte de ellas está en aguas de Noruega y Alaska, pero la mayoría se encuentra en territorio de Rusia. “Moscú sabe que Europa busca las formas de dejar de depender energéticamente de Rusia, pero esta energía podría ser vendida a China, que a la vez aumentaría su presencia en la región”, dice Koivurova.

El Ártico ya no está desmilitarizado

La decisión de paralizar las actividades diplomáticas y el trabajo de los organismos árticos ha coincidido con unos ejercicios bautizados como 'Cold Response', en los que 30.000 soldados, 200 aviones y 50 buques de guerra de los países miembros de la OTAN participan en el norte de Noruega. Las maniobras escenifican en un territorio extremadamente frío y hostil una invasión rusa de Noruega y pretenden ensayar cómo los miembros de la Alianza Atlántica responderían en defensa del país escandinavo, que comparte frontera con Rusia, en aplicación del artículo 5 de la Carta de la OTAN.

A pesar de que la ministra de Asuntos Exteriores de Noruega, Anniken Huitfeld, reiteró que las maniobras militares estaban programadas desde mucho antes del inicio de la guerra en Ucrania, desde Moscú no ha gustado que se desarrollen a tan solo unos centenares de kilómetros de su frontera. Tampoco el hecho de que en ellas participen Suecia y Finlandia, dos países militarmente no alineados, pero con estrechos vínculos de cooperación militar con la Alianza. “La acumulación de tropas en el Ártico no contribuye en absoluto a la seguridad de la región, más bien lo contrario”, aseguró en un comunicado la embajada rusa en Oslo. Al mismo tiempo, Canadá y Estados Unidos anunciaron unos próximos ejercicios de defensa aérea en el Ártico canadiense, destinados a probar la capacidad de “responder tanto a los aviones como a los misiles de crucero” que amenazan el norte del continente americano.

Desde la anexión rusa de Crimea en 2014., “Rusia ha renovado antiguos puestos militares soviéticos situados en el Ártico y ha construido nuevos, aumentando su potencial y actividad militar en la región”, asegura Timo Koivurova. Además, las bases navales y aéreas de la península de Kola, cerca de Finlandia, “representan un enclave esencial tanto para la defensa como para el dominio militar de Rusia en el Ártico”, agrega el experto, que concluye: “En una región ártica cada vez más militarizada, las consecuencias de un error de cálculo podrían ser muy graves”.

Para Ulrik Pram Gad, investigador del Danish Institute for International Studies, “desde el final de la Guerra Fría, el Ártico representaba un escenario donde se había hecho un esfuerzo para incluir a Rusia en la cooperación internacional. Ahora este trabajo queda congelado, y los mayores perjudicados sin duda serán la protección del medio ambiente y la población que vive en el Ártico”.

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