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El misterio del olor a recién nacido: ¿por qué es imposible de imitar?
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El misterio del olor a recién nacido: ¿por qué es imposible de imitar?

A la hora de crear productos para bebés, se buscan olores "suaves" para que no interfieran en los primeros pasos de su descubrimiento del mundo que les rodea, pero ellos ya crean un olor propio, imposible de replicar

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Los olores nos persuaden inevitablemente. No los vemos, y eso hace que como ya decíamos en otro artículo al respecto, de los cinco sentidos humanos, el olfato sea el más enigmático. Hay olores de todo tipo, tantos que no podrían clasificarse únicamente como buenos o malos. Algunos, de hecho, provocan tanta atracción como repulsión dependiendo de la nariz. Sin embargo, otros representan casi un placer colectivo, con la capacidad, como pocas cosas, de unificar opiniones. Por ejemplo, el olor a recién nacido.

No se ha inventado nada similar a ese olor, tan específico pero tan diverso, aunque podemos tender a asociarlo con ciertos productos: geles, lociones o colonias para bebés que quedan en nuestra memoria como resorte de unos recuerdos que ni siquiera tenemos, y que luego recuperamos con nuestros propios hijos. No es casualidad que, al nacer, sea el olfato la vía más inmediata que tenemos para conocer el mundo (nuestros ojos aún no están preparados).

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Los olores muy fuerte camuflan otros olores, por lo que a la hora de crear productos para los más pequeños, se buscan olores "suaves" para que no interfieran en los primeros pasos de este proceso que es descubrir lo que nos rodea. Tampoco es casualidad que pensemos en ese adjetivo, "suave", cuando pensamos en bebés. Pero más allá de cualquier producto, de cualquier olor suave depositado sobre ellos, los recién nacidos tienen su propio olor, un olor suave por sí mismo, pero que, a diferencia de aquellos, parece imposible de emular. ¿De dónde viene? ¿Cuándo se va? ¿Se puede explicar?

"Una reliquia evolutiva"

Para responder hay que atravesar la vida misma, y situarnos en otro olor, quizás el opuesto: el olor a anciano. En 2012, una investigación encontró evidencia de que este último resulta "un olor corporal reconocible que no puede explicarse completamente por el aseo, la dieta u otras peculiaridades ambientales", como explicó entonces uno de sus autores en una entrevista para la CNN.

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Así, este y sus compañeros consiguieron teorizar que un olor relacionado con un determinado grupo de edad puede ser "una reliquia evolutiva diseñada para ayudar a los seres humanos a elegir a sus compañeros".

Desde ese planteamiento se abría la posibilidad de otros muchos en función de dichos rangos de edad. En el caso de los bebés, ese "nuevo olor" podría tener un propósito evolutivo.

El comienzo del vínculo

Basta observar con detenimiento lo que consigue: con él una madre puede identificar a su bebé más fácilmente, de manera similar a cómo los propios bebés pueden identificar a sus madres por el olor de estas. A partir de él, se refuerza eso que conocemos como "vínculo". Es una capacidad instintiva que ya numerosos estudios han demostrado.

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Un estudio de 2008 llevado a cabo con monos de la especie tití, encontró que en los padres que olían a sus recién nacidos los niveles de testosterona descendían, lo que podría hacerlos "más tolerantes con sus bebés mientras enfrentan desafíos externos que podrían distraerlos de enfocarse en las necesidades del niño y su familia", según los investigadores.

Unos años más tarde, en 2013, otro estudio publicado entonces en Frontiers in Psychology, incidió en esto con personas. Para ello, los autores reunieron a un grupo de mujeres que eran madres, y descubrieron que cuando se les daba a estas una camiseta con el aroma de un bebé el centro de recompensas de sus cerebros se iluminaba. Más tarde, se comprobó que esto mismo sucedía también en mujeres que no eran madres, y en hombre.

Los olores nos persuaden inevitablemente. No los vemos, y eso hace que como ya decíamos en otro artículo al respecto, de los cinco sentidos humanos, el olfato sea el más enigmático. Hay olores de todo tipo, tantos que no podrían clasificarse únicamente como buenos o malos. Algunos, de hecho, provocan tanta atracción como repulsión dependiendo de la nariz. Sin embargo, otros representan casi un placer colectivo, con la capacidad, como pocas cosas, de unificar opiniones. Por ejemplo, el olor a recién nacido.

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