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Todo por el 'marketing': así era la técnica oculta de la siesta de Thomas Edison
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Todo por el 'marketing': así era la técnica oculta de la siesta de Thomas Edison

Como para dormir, en principio, no se necesita luz, Thomas comenzó a expresar una y otra vez su idea sobre el descanso. Quería promocionar su bombilla y ocultaba un truco bajo la manga

Foto: Retrato de Thomas Edison en 1888. (Wikimedia)
Retrato de Thomas Edison en 1888. (Wikimedia)

En una entrevista de 1889 publicada en Scientific American, el inventor Thomas Edison afirmó que nunca dormía más de cuatro horas por noche. Dormir para el hombre que pulió el mecanismo de la bombilla, siempre con aires de brillantez, era una pérdida de tiempo. Más de un siglo después, no son pocas las personas que podría decirse pertenecen a su escuela, pues desde que se hiciera la luz (eléctrica), el mundo se ha ido alejando de la idea de dormir, pero acercándose cada vez más al estado mismo del sueño: la sociedad del cansancio, que diría el filósofo surcoreano Byung-Chul Han.

Los humanos siempre se han rebelado contra la oscuridad, ya lo explicábamos en otro artículo. Con fogatas y antorchas, primero, con candiles después, cualquier forma de recuperar las formas era el mayor de los objetivos cada vez que caía el sol. De hecho, en las profundidades de la cueva de Lascaux, en Francia, se han llegado a encontrar lámparas de piedra llenas de aceite usadas hace aproximadamente 30.000 años para iluminar las paredes de Cromañón y convertirlas en un lienzo. Y con todo ello, Edison es considerado el causante de lo mejor y lo peor de esta sociedad moderna.

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A menudo, se le señala por haber interrumpido para siempre nuestros relojes internos con su invención de la bombilla definitiva el 27 de enero de 1880. Desde aquel día, nada volvió a ser similar a su pasado. Algunos investigadores llegan a estimar que la luz artificial nos ha privado de 1 a 2 horas de sueño por noche con respecto a las estadísticas previas al siglo XX. El periodista David K. Randall, por ejemplo, escribe en Dreamland: Adventures in the Strange Science of Sleep que "gracias a Edison, la puesta de sol ya no significó el final de la vida social, sino que marcó el comienzo de la misma".

Todo por el marketing

No podríamos decir que el empeño de Edison fuera único, en ningún sentido, sino que siguiendo un ahínco heredado de quienes antes que él probaron a no perder de vista las formas, se encontró en el momento y el lugar correcto para que todo tomara una forma definitiva. No obstante, cualquier invento había que venderlo. En el camino del negocio se convirtió en un personaje de sí mismo. Todo por el marketing: ser científico era ser también empresario, así que para hacer de la bombilla el objeto estrella del futuro, nuestro presente, no podía promocionar un estilo de vida que no la necesitara en todo momento.

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(Wikimedia)

Como para dormir, en principio, no se necesita luz, Edison comenzó a expresar una y otra vez que lo que no se necesitaba era dormir tanto. "La persona que duerme ocho o diez horas por noche nunca está completamente dormida ni completamente despierta; solo tiene diferentes grados de somnolencia a lo largo de las veinticuatro horas. ... Yo nunca encontré la necesidad de cerrar los ojos más de cuatro o cinco horas al día. Siempre escuchamos a la gente hablar de la 'pérdida de sueño' como una calamidad. Yo lo llamaría pérdida de tiempo, vitalidad y oportunidades".

Afirmaciones como esta, que repitió una y otra vez en conferencias, entrevistas y ante cualquier tipo de público que se le presentara, no solo estaban científicamente equivocadas, sino que también eran bastante hipócritas. Para empezar, sabemos que el sueño es esencial para la vida misma. Vinculado con infinidad de planos de nuestra salud, descansar es imprescindible para todo y para todos. También lo es para superar los bloqueos creativos, y a esto es a lo que se aferró Edison en su camino como el deslumbrante inventor que hoy se le considera. Mientras llevaba su falta de sueño como una especie de nivel superior alcanzado, como una insignia de honor por ello, entendiéndose ejemplo para el resto de la sociedad, el estadounidense tenía un pequeño secreto: las siestas energéticas.

El truco de la pelota

No es otra cosa que la práctica de confiar en el sueño la estimulación de tu creatividad. En este sentido, se dice que el inventor solía dormir la siesta mientras sostenía una pelota en cada mano, suponiendo que, mientras se dormía, los orbes caerían al suelo y lo despertarían. Así podría recordar el tipo de pensamientos que nos vienen cuando nos dormimos, que a menudo no recordamos. Además, cualquier lugar de la casa le era bueno para tumbarse un ratito: lo hacía constantemente, tanto que llegó a instalar colchones en lugares impensables.

Un estudio reciente ha comprobado que la etapa nebular que se produce justo entre la conciencia y el sueño cuando estamos entrando en él, llamada 'N1' o 'hipnagogia', puede despertar la creatividad

Bastante exagerado el hombre, y un tanto pillo, pero resulta que en algo sí tenía razón: estaba en lo cierto al dejar que su cerebro se deslizara suavemente en la primera fase del sueño en busca de la creatividad como un Peter Pan viajando al País de Nunca Jamás. Según un estudio publicado en Science Advances en 2021, la etapa nebular que se produce justo entre la conciencia y el sueño cuando estamos entrando en él, llamada 'N1' o 'hipnagogia', puede despertar la creatividad.

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(iStock)

A esta conclusión llegó un equipo de investigadores tras varios experimentos con voluntarios. Para investigar eso de las siestas energéticas, la neurocientífica del Paris Brain Institute Delphine Oudiette y sus colaboradores dieron un conjunto de problemas matemáticos a 103 participantes. La clave para resolverlos era un patrón oculto.

Lo que dice hoy la neurociencia

Dieciséis participantes descifraron el código y resolvieron los problemas de inmediato, pero al resto se les pidió que tomaran un descanso de 20 minutos. Durante el mismo estuvieron conectados a una máquina que monitorea las ondas cerebrales. Al igual que Edison, se acomodaron y sostuvieron un objeto en sus manos. Una vez que pasó el tiempo acordado, se les dijo que registraran qué pensamientos tuvieron mientras dormían. Luego, se les asignaron más preguntas. Casi el 83% de los participantes que alcanzaron la 'hipnogogia' resolvieron entonces el patrón oculto y respondieron las preguntas. Sin embargo, solo el 31% de las personas que permanecieron despiertas y el 14 % de las que pasaron a un nivel más profundo de sueño lograron resolver los problemas.

placeholder Edison durmiendo sobre una mesa de su laboratorio. (Wikimedia)
Edison durmiendo sobre una mesa de su laboratorio. (Wikimedia)

"Siempre he tenido muchas experiencias hipnagógicas, experiencias oníricas que me han fascinado durante mucho tiempo. Me sorprende bastante que casi ningún científico haya estudiado este período del sueño en al menos las últimas dos décadas", expresaba más tarde Oudiette en una entrevista para Scientific American. Por supuesto, Edison no habría conseguido los avances en su trabajo sin dormir, y lo sabía. De hecho, mientras decía lo contrario al público, dejaba constancia de ello en sus diarios. Es gracias a eso que sabemos de primera mano que solo estaba siguiendo una estrategia (con el peligro que luego significó haberlo hecho) y que la mayoría de los días, tomaba por lo menos una o dos siestas breves.

Además, tampoco es que el hombre madrugara con ese espíritu de autómatas que muchos parecían ansiar en el siglo XIX: "Hoy me he despertado a las 5:15 am. Mis ojos estaban avergonzados por los primeros rayos del sol. Les di la espalda y traté de darme otro chapuzón en el olvido. Fue un éxito. Me desperté a las 7 am", escribió en un día durante sus vacaciones en el verano de 1885. Claro, estas y tantas confesiones del estilo no se publicaron hasta 1971. Para entonces, el sueño ya estaba perdiendo fuelle en todos. Había que producir, que generar, que pulir… Había que mantenerse despiertos por lo que pudiera pasar.

En una entrevista de 1889 publicada en Scientific American, el inventor Thomas Edison afirmó que nunca dormía más de cuatro horas por noche. Dormir para el hombre que pulió el mecanismo de la bombilla, siempre con aires de brillantez, era una pérdida de tiempo. Más de un siglo después, no son pocas las personas que podría decirse pertenecen a su escuela, pues desde que se hiciera la luz (eléctrica), el mundo se ha ido alejando de la idea de dormir, pero acercándose cada vez más al estado mismo del sueño: la sociedad del cansancio, que diría el filósofo surcoreano Byung-Chul Han.

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