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Cómo evitar una discusión innecesaria en tus reuniones navideñas
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Cómo evitar una discusión innecesaria en tus reuniones navideñas

Si quieres que reine la paz y la tranquilidad, a pesar de que existan los malos rollos, deberás poner de tu parte para que todo salga bien. Aquí van una serie de consejos

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Diciembre ha llegado y con él las reuniones para celebrar la Navidad, el fin de año y el comienzo del siguiente. Y una celebración, si no es social, no es una celebración. Ello implica volver a reunirnos con aquellos que, tal vez, no vemos desde los últimos 12 meses, con todo lo que eso conlleva. En muchas casas, las expectativas serán altas y positivas, pero en otras también pueden abundar las caras largas, los reproches malintencionados o los conflictos irresueltos del pasado.

Se suele pensar que quien tiene ganas de discutir acaba provocando un enfrentamiento. No es nada raro y tampoco habría que caer en demonizar las discusiones intrafamiliares, siempre que los polos opuestos hablen desde el respeto y la tranquilidad. Las reuniones navideñas son una metáfora de cómo funciona la sociedad: a veces de forma caótica e impredecible, en continua disputa dialéctica, y muchas menos veces de las que nos gustaría, con paz y armonía.

Hacer hogar no solo significa darse regalos, comer rico y dilatar la sobremesa, sino convivir y disfrutar del mero hecho de estar juntos

Hay un aspecto a tener en cuenta para las celebraciones familiares y de empresa: en ninguna de estas dos se elige a las personas con las que comes o cenas, y es por ello por lo que a más de uno se le quitarán las ganas de acudir los días previos a la cita. Son cenas, por tanto, de cara a la galería, para quedar bien. Seguramente, con quienes son tus amigos de verdad no te entran tantas dudas. Pero ello no quiere decir que no debamos asistir, cerrarnos en banda o ir con el ceño fruncido: como seres sociales que somos, necesitamos salir al encuentro de personas que son distintas a nosotros, no comparten los mismos intereses o, directamente, nos caen mal.

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Por tanto, lo primero que hay que tener en cuenta es que a veces es necesario ceder. Sobre todo si hay niños de por medio, pues en último término son ellos los que mantienen intacta la ilusión de la Navidad, al estar rodeados de sus figuras de autoridad más inmediatas (sus padres, sus abuelos o sus tíos). Por ellos, merece la pena dejar las penas y los malos rollos atrás, hacer hogar. Esto no solo significa darse regalos, comer rico y dilatar la sobremesa por una especie de obligación social impuesta, sino también convivir lo mejor posible y disfrutar del mero hecho de estar juntos.

Ante todo, tolerancia

Uno de los motivos de conflicto más inmediatos es por temas de política, y más en la época tan caliente en que vivimos. Seguramente tengas identificado el patrón ideológico de muchos de los miembros de tu familia, así que sabes perfectamente qué temas evitar. Basta con contar hasta tres a la mínima opinión cruzada o a destiempo. Aunque contraponer distintos puntos de vista es positivo, las navidades no son el mejor momento para sacar el tema a relucir. Si de verdad quieres que todo salga bien, no entres en el juego con provocaciones.

No sobredimensiones las citas navideñas, hay que disfrutarlas, pero tampoco pensar que gracias a ellas las cosas se arreglarán por arte de magia

Lo primero es la tolerancia, como aconsejan desde Mental Health Today. "Aceptar y tolerar las diferencias es esencial en toda relación", asegura Kate Thompson, psicoterapeuta. "Ambas partes deben aprender a tomarse un tiempo para ponerse en el lugar del otro, respetar sus diferencias y pensar en lo que le hace feliz a la otra persona si quieren fortalecer la relación". No hay necesidad de entrar en una discusión y la mejor forma es ser inteligente y algo muy fácil: callarse la boca. En caso de que te den la palabra o inviten a hablar, también deberías pensar dos veces lo que quieres decir o, directamente, tomártelo con humor y negar la invitación a dar tu opinión. No vas a arreglar el país o convencer a nadie de que se pase al bando contrario en una cena navideña, con lo cual carece de utilidad el hecho de enfrentarse así porque sí.

Cuida el lenguaje no verbal

Por otro lado, no es lo que dices si no cómo lo dices. Controla tu lenguaje no verbal y sé asertivo. Si ya en la mesa te sientas dándole la espalda a alguien cuando te habla o en ningún momento esbozas una sonrisa, es posible que los cuchillos dialécticos no tarden en saltar. Del mismo modo, si haces gestos de tensión, te mantienes con los brazos cruzados todo el tiempo, resoplas demasiado o flexionas los puños, quienes cenen contigo pensarán que estás de malas por algo concreto, arruinando la paz y armonía. Siéntate en la mesa con toda la tranquilidad y la buena voluntad de que dispongas, puede que haya problemas soterrados e irresueltos, pero no es el momento adecuado para sacarlos a la luz.

Foto: Una bomba de relojería a punto de explotar. (iStock)

No hables tanto: mejor baila o juega

Habría que observar a los más pequeños, cuya única motivación en los días navideños pasa por jugar y disfrutar del tiempo libre. Como decíamos, en muchos aspectos la Navidad está hecha para los niños, son los reyes de la casa y, como tal, es una gran oportunidad para vernos reflejados en ellos. Esto nos puede infundir tristeza debido a que ya nunca sentiremos esa ilusión por los días festivos, pero el truco está en observar lo que hacen y reproducirlo para sentirnos más cerca de experimentar esa magia de la Navidad. Basta de hablar, hay que pasar a la acción: juega con ellos, baila, usa sus códigos y lenguaje, invítales a hablar y haz que sean el centro de la fiesta. De este modo crearás un ambiente familiar en el que disfrutar y expresar emociones más allá de la palabra, evitando así entrar en discusiones innecesarias o absurdas.

Rebaja las expectativas

"La idea de que la Navidad traerá de vuelta todo lo bueno de una relación o en una familia es muy difícil de resistir, pero cuando las fiestas terminan, despertamos y descubrimos que ninguno de nuestros problemas se ha ido, a veces esto puede provocar que las cosas empeoren más que nunca", agrega Thompson, sobre un detalle que es muy importante: no sobredimensiones estas citas navideñas, hay que disfrutarlas y alejar los problemas por un rato, pero a su vez tampoco acabar pensando que gracias a este tipo de reuniones las cosas se arreglarán o volverán a estar donde debían estar. La psicóloga incide en que muchas personas acuden al psicólogo justo después de las fiestas, por lo que vive estas reuniones con moderación y unas expectativas justas. No todo se va a arreglar por arte de magia.

Diciembre ha llegado y con él las reuniones para celebrar la Navidad, el fin de año y el comienzo del siguiente. Y una celebración, si no es social, no es una celebración. Ello implica volver a reunirnos con aquellos que, tal vez, no vemos desde los últimos 12 meses, con todo lo que eso conlleva. En muchas casas, las expectativas serán altas y positivas, pero en otras también pueden abundar las caras largas, los reproches malintencionados o los conflictos irresueltos del pasado.

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