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Hipercopresencia: la razón por la que terminas odiando a tu familia en navidades
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EL ALCOHOL AGUDIZA TU HARTAZGO

Hipercopresencia: la razón por la que terminas odiando a tu familia en navidades

Ocurre cuando tienes que convivir unos días con personas a las que no ves durante meses y serías capaz de vender tu espíritu navideño al mismo diablo para que te dejen tranquilo de una vez

Foto: Veremos si siguen tan sonrientes cuando llegue Fin de Año. (iStock)
Veremos si siguen tan sonrientes cuando llegue Fin de Año. (iStock)

Llegan las vacaciones de Navidad y las recibimos ilusionados, no solo porque vamos a tomarnos un merecido descanso, sino porque, además, es una época bucólica y familiar, en donde aflora la mejor versión de nosotros mismos. Tal vez haga meses que no ves a tus padres o a aquella tía que era tu favorita cuando eras niño, tampoco tienes demasiado tiempo durante el año para disfrutar de tus hijos y adornar el árbol juntos os une más que antes. Pero, admitámoslo, al cabo de unos días de encuentros y comidas con la familia, incluso tu adorable abuelita se te repite más que el redondo de ternera que tu madre se empeña en cocinar cada Nochebuena… ¡Qué pesados! ¿Qué sentido tiene pasar 24 horas juntos durante todas las fiestas? Y, claro, está tu suegra, que este año quiere que conozcas a todas sus primas segundas, incluso las que ya ni respiran; o tus hijos que acampan en el salón como una manada de ewoks lampiños, y para rematar está tu pareja, al que echabas tanto de menos y ahora solo echarías, así a secas. Porque al final resulta que estás hasta el moño de que todo el mundo se dedique a organizarte a la agenda y te sientes fatal porque, claro, es Navidad y estás tan malhumorado y agobiado que te pareces al Grinch.

¡Alto ahí! No debes sentirte culpable, porque lo que te pasa es bastante corriente. Los psicológos lo llaman 'hipercopresencia'.

La familia también empacha

Dicen que el roce hace el cariño, pero el cariño excesivo también produce roces. En estas fiestas sueles compartir mucho tiempo con personas a las que quizás no hayas visto en meses e incluso un año; incluso puede que se hospeden en tu casa. Estar hasta el gorrito de Papa Noél de la Navidad y de tu familia en estas circunstancias es perfectamente normal.

Según explicó a 'The Daily Mail' la profesora Melanie Booth-Butterfield, experta en comunicaciones de la Universidad de West Virginia, las consecuencias explosivas de la hipercopresencia se dan cuando reclamamos nuestra propia independencia y espacio; entonces, se produce una avalancha de discusiones. Pero, ¿por qué no puedo ser más paciente con mis seres queridos, si solo son unos días y no voy a volver a verlos quizás hasta el próximo año? Justamente por eso. “Cuando tienes una relación esperas pasar algo de tiempo con la otra persona, pero no estar juntos todo el día. Sientes que todo está muy controlado y pautado, que no puedes separarte del otro ni un momento”, explica la profesora.

Tener a los niños en casa genera tensión a sus padres, que intentan que se comporten bien delante de los invitados y solo consiguen ponerse más furiosos

Es precisamente esa necesidad de coordinarse con mucha más gente a la que no estás acostumbrado lo que te produce agobio, ansiedad y una cara de pocos amigos que te esfuerzas en esconder emborrachándote no solo de espíritu navideño. Pero el alcohol, lo deberías saber, no combina bien con el hartazgo.

Brindo contra vosotros

Las personas más independientes son las que peor lo pasan en Navidad, sobre todo, asegura Booth-Butterfield, debido a una simple, pero dañina ecuación. A saber: baños + niños + alcohol.

El primer factor está claro: en tu propia casa te duchas sin restricción de tiempo y esperas, pero cuando llegan las visitas y colonizan tu baño es casi como si te arrebatasen un pedazo de tu intimidad que no habías sabido valorar hasta ahora. Porque no importa a qué hora decidas tomar un ducha o cuándo te sobrevenga un apretón, siempre hay un intruso en tu pequeño oasis y a veces, incluso, olvidan tirar de la cadena. Por otro lado, “los niños también crean tensión, porque son ruidosos y muy activos y traviesos, y los padres se ponen nerviosos porque quieren que sus hijos se comporten bien ante las visitas. A su vez, los niños se sienten presionados por sus padres”.

Aunque, sin duda, el ingrediente de la ecuación que la convierte en potencialmente explosiva es el alcohol, porque furiosos y bebidos se nos suelta mucho más la lengua. “Cuando bebemos, el alcohol nos vuelve más desinhibidos y nuestro humor y comportamiento se descontrolan”, sostiene, y añade que “hay más fricciones cuando algunos miembros de la familia beben y están ebrios y otros no, porque a las copas sociales se les unen esos otros factores de cansancio y sensación de falta de libertad que pueden desencadenar el conflicto”, afirma la experta.

Cómo tener las fiestas en paz

Para intentar que nuestras comidas familiares no se conviertan en un repetitivo 'Día de la Marmota', Melanie Booth-Butterfield recomienda mantener el contacto con nuestras familias todo el año y no únicamente en Navidad. Puede que parezca contradictorio, pero esto hará que nadie nos acapare durante las fiestas y, además, no nos sintamos culpables por no estar con ellos absolutamente todo el tiempo. Además, puede que te sorprendas y que tal vez ellos se sientan igual de atados que tú.

“Piensa en repartir el tiempo y pregunta a las personas cuando vayan llegando si tienen algún plan. Promueve que tengan un momento para ellos”, explica la experta, ya que para lograr un balance perfecto entre tu propia autonomía y la unión de grupo, uno debe empezar por sentar algunas bases. Y, sobre todo, no ser tan rígido con el tiempo. Estás de vacaciones, por una vez quítate el reloj, mételo en un calcetín y cuélgalo del árbol.

Si quieres una familia unida, pero no maniatada, simplifica, asigna responsabilidades y propón que cada cual tenga su momento de independencia

Muchas personas suelen estresarse cuando tienen invitados en casa, ya que a sus quehaceres domésticos les han de sumar el de ser un buen anfitrión. Pero, ¿acaso no sois familia? Pues comparte. “Simplifica las cosas y otorga a cada persona diferentes responsabilidades para ayudar en Navidad. Por ejemplo, alguien puede preparar el desayuno y otro hacer la lavadora; incluso los niños deberían cooperar”, recomienda la experta. También es una forma de que los invitados se sientan cómodos y útiles en casa.

O puede que lo que más te crispe los nervios sea ver a los jóvenes enganchados a sus teléfonos móviles mientras tú tratas de contagiar ilusión y paz a las comidas navideñas, que empiezan a ser bastante tensas. ¿En serio crees que mejorarás el ambiente si les prohíbes usar el móvil en la mesa? Para Booth-Butterfield no es realista pedir a los chicos que desconecten sus vidas, porque hay “diferencias generacionales” que debes ser capaz de entender. La mejor opción, sugiere, es pactar con ellos un tiempo para un 'apagón general', lo que evitará tensiones y tal vez pueda resultar divertido. De igual forma, propone otros trucos que restarán estrés a las fiestas, como evitar las colas que se producen, según un estudio, sobre las 10.30 am, y estar preparado para la explosión de 'esto no es lo que pedí a Papa Noél' de los niños, que ocurre en Nochebuena sobre las 12.42 pm.

Y si todo lo anterior no funciona, siempre puedes maniatar a tus familiares y obligarles a ver una y otra vez la película 'Qué bello es vivir', por si una sobredosis de melaza navideña acaba quitándoles las ganas de darte más la vara.

Qué bello es vivir (1946, Frank Capra)

Llegan las vacaciones de Navidad y las recibimos ilusionados, no solo porque vamos a tomarnos un merecido descanso, sino porque, además, es una época bucólica y familiar, en donde aflora la mejor versión de nosotros mismos. Tal vez haga meses que no ves a tus padres o a aquella tía que era tu favorita cuando eras niño, tampoco tienes demasiado tiempo durante el año para disfrutar de tus hijos y adornar el árbol juntos os une más que antes. Pero, admitámoslo, al cabo de unos días de encuentros y comidas con la familia, incluso tu adorable abuelita se te repite más que el redondo de ternera que tu madre se empeña en cocinar cada Nochebuena… ¡Qué pesados! ¿Qué sentido tiene pasar 24 horas juntos durante todas las fiestas? Y, claro, está tu suegra, que este año quiere que conozcas a todas sus primas segundas, incluso las que ya ni respiran; o tus hijos que acampan en el salón como una manada de ewoks lampiños, y para rematar está tu pareja, al que echabas tanto de menos y ahora solo echarías, así a secas. Porque al final resulta que estás hasta el moño de que todo el mundo se dedique a organizarte a la agenda y te sientes fatal porque, claro, es Navidad y estás tan malhumorado y agobiado que te pareces al Grinch.

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