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Las raíces del yoga: por qué debes incorporarlo a tu vida cotidiana
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Las raíces del yoga: por qué debes incorporarlo a tu vida cotidiana

Un repaso a las ventajas físicas y mentales de estas milenarias técnicas que permiten estar en forma a la vez que humanizarnos en una época cada vez más automatizada

Foto: Una de las posiciones clásicas.
Una de las posiciones clásicas.

Es más que probable que a lo largo de la historia de la humanidad, junto con la música y el ajedrez, la disciplina yóguica haya sido la herramienta de exploración del conocimiento más científica, contrastada y longeva; sus raíces se hunden profundamente en la noche de los tiempos. Esto no va en demérito de otras opciones como la matemática, la medicina o la física, solo que las tres primeras tienen una base ampliamente documentada desde tiempos inmemoriales.

Ya en la cultura Harappa, instalada en el delta del Indo allá por el 3.500 a.C, hay restos arqueológicos que avalan rotundamente la práctica del yoga en aquellos tiempos previos a las invasiones arias. Era un yoga que reflejaba posiciones –asanas–, más asociadas a la meditación y que nítidamente demuestran la práctica ancestral de esta disciplina, en la que los practicantes más avanzados han llegado a acceder a los shiddish, poderes místicos que emanan de la práctica de una disciplina mágica ancestral llamada bhakti-yoga.

El acceso a otras formas de conocimiento ajenas al ámbito de lo intelectual convierten al yoga en un arte con mayúsculas

Cuando hablamos del yoga, lo hacemos obviamente de la búsqueda de una espiritualidad laica en la que la puerta de la meditación es parte angular de la educación que propone el yoga para acceder ya sea a un mundo paralelo en el que la voluntad determina el progreso del practicante, ya sea como un útil estimulante psicofísico que permite desbrozar la realidad como lugar común, despojándola de las enormes poluciones, engaños y autoengaños a los que estamos sometidos.

El trabajo con las asanas (posturas que por resonancia actúan sobre determinados centros energéticos a lo largo de la columna vertebral) a través del hatta yoga -el formato de yoga mas conocido en occidente-, así como el control de la respiración (Pranayama), las técnicas de limpieza para preparar el cuerpo para aquellos retos que se producen en las etapas más avanzadas de la práctica, a las que hay que sumar las técnicas meditativas que pueden llegar a facultar para aquellos practicantes más comprometidos, el acceso a otras formas de conocimiento ajenas al ámbito de lo intelectual (léanse los libros de la antropóloga tibetanista Alexandra David Neel), convierten al yoga en un arte con mayúsculas ante los retos de la cosificación del individuo en una sociedad que fagocita valores a una velocidad de vértigo.

Proyección universal

En la práctica del yoga se puede acceder al más estricto aislamiento sensorial y a la contemplación meditativa como factores de comunión con lo manifestado. Dicho de otro modo, el yoga es una actitud personal de búsqueda y desarrollo interno que lucha contra los excesos del ego limitante y nos acerca a un yo más reducido y humano, más elevado y sencillo, más amable y menos “ombliguista”. La yoguini y escritora Sara Maitland, en su famoso opúsculo 'Viaje al Silencio' -libro de muy interesante lectura-, expresa en su implicación como contempladora en medio de los lugares más extraños que podamos imaginar, cómo es posible percibir nuestra divinidad sin apelar a dioses exteriores, más allá de que los pueda o no haber.

Ya en los antiquísimos textos del 'Mahabharata' o del 'Ramayana', o en los Vedas, se hace alusión a la existencia del principio dinámico del prana o energía vinculada a la respiración o a los centros o canales sicoenergeticos llamados nadis y chakras. Siglos más tarde, los Yoga Sutras de Patanjali sistematizarían la práctica del yoga elevándola a lo magistral y dándole una proyección universal.

El eje fundamental de la práctica física gira en torno a la flexibilidad y la fortaleza de la espina dorsal, de los músculos y de las articulaciones

La introducción de las asanas aparece más tardíamente y convierten en algo más dinámico la práctica del yoga en su vertiente física, sin olvidar en definitiva que solo son una preparación para las prácticas más elevadas del yoga. El eje fundamental de la práctica física gira en torno a la flexibilidad y la fortaleza de la espina dorsal, de los músculos y de las articulaciones, que armónicamente llevados conducen a una plenitud desconocida.

Es sabido que la personalidad está configurada por cinco aspectos distintos; esto es, el físico, el mental, el emocional, el social y el espiritual; por ello, el yoga es a la mente como un estabilizador y en consecuencia, si estabilizas tu mente, puedes eliminar el sufrimiento y acceder a la paz interior.

Gimnasia de primer orden

El yoga llega a occidente de la mano de la celebrada figura de Swami Vivekananda, que abre la brecha del convencimiento de que una era nueva puede permitir, sin perder de vista la realidad impuesta por las circunstancias cotidianas, elevar a la condición humana por encima de sus miserias. Otros maestros como Iyengar en su escuela de Pune o los más ortodoxos de Sivananda muestran caminos divergentes pero que suman en la construcción de esta extraordinaria disciplina. En España, el venerado Ramiro Calle trae un viento fresco en los albores de los setenta.

En suma, incorporar este arte ciencia a la vida cotidiana nos reportaría una gimnasia de primer orden que debidamente personalizada puede lograr ser enormemente terapéutica a la par que nos abre una ventana por la que proyectar otra forma de ver la vida más allá de la rutina impuesta por un mundo cada vez más tecnológico y menos humano.

Es más que probable que a lo largo de la historia de la humanidad, junto con la música y el ajedrez, la disciplina yóguica haya sido la herramienta de exploración del conocimiento más científica, contrastada y longeva; sus raíces se hunden profundamente en la noche de los tiempos. Esto no va en demérito de otras opciones como la matemática, la medicina o la física, solo que las tres primeras tienen una base ampliamente documentada desde tiempos inmemoriales.

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