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Lo que he aprendido de las citas después de ligar un montón en Tinder
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'no he estado cerca de tener pareja ni una vez'

Lo que he aprendido de las citas después de ligar un montón en Tinder

Tras dos años formando parte de esos 50 millones de usuarios y después de innumerables quedadas con resultados dispares, ha llegado el momento de recopilar las lecciones aprendidas

Foto: 'Pues nada, encantada de conocerte y tal. Voy a ver quién hay por la zona'. (iStock)
'Pues nada, encantada de conocerte y tal. Voy a ver quién hay por la zona'. (iStock)

Se estima que Tinder cuenta con 50 millones de usuarios y que se hacen 15 millones de 'matches' al día. Con semejante numerología, resulta prácticamente imposible ser soltero y huir del impulso de abrir la app que ha cambiado de forma definitiva la dinámica y el funcionamiento de las citas. Ya no hace falta pensar qué ponerte para resultar atractivo. Ni siquiera hace falta levantarte de la cama y quitarte el pijama de poliéster para navegar entre hombres que parecen salidos de la portada de 'Men´s Health', mujeres dignas de 'Sports Illustrated' o gente normal que se encuentra acurrucada entre las sábanas haciendo exactamente lo mismo que tú: buscar el ansiado 'match'. Tinder ha hecho que nuestra huella dactilar sea la encargada de elegir nuestro destino o, al menos, el devenir de nuestra siguiente cita.

Ni siquiera hace falta levantarte de la cama y quitarte el pijama de poliéster para navegar entre hombres que parecen salidos de la portada de 'Men´s Health'

Match.com fue el portal pionero en hacer de la búsqueda de pareja (pareja puede, o quizás no, haber sido utilizado en el texto como eufemismo que enmascara “revolcón”, pero no queremos herir sensibilidades en el primer párrafo). Se lanzó en 1995 y ha sido necesaria más de una década para que las citas online hayan sido despojadas de tabúes que huelen a naftalina. Un polémico artículo de 'Vanity Fair' sentenciaba que Tinder está sembrando el apocalipsis en el universo de las citas, pero, ¿está la app minando el romanticismo o está haciendo que vayamos al grano en una realidad en la que cada vez tenemos menos tiempo que perder? ¿No es Tinder una forma sencilla de conocer un poco a la otra persona y saber si vas a necesitar fingir una emergencia para huir de una cita desastrosa? Tras dos años formando parte de esos 50 millones de usuarios y tras innumerables quedadas con resultados dispares, ha llegado el momento de recopilar las lecciones aprendidas fruto de un riguroso (y en ocasiones, delicioso) trabajo de campo amoroso. Por cierto: en estos dos años, no he estado cerca de tener pareja ni una sola vez, y eso que en mi círculo cercano cuento con tres amigos cuyas parejas han sido fruto de esta app.

Lección número uno: las citas a ciegas son cosa del pasado con Tinder. Ya has visto fotografías de tu posible Romeo y aunque cada una ha sido seleccionada (y editada) con el ojo clínico del que busca un revolcón, al menos la posibilidad de quedar con alguien que no te atrae físicamente se disipa. Eso sí: huye de perfiles con una única fotografía, de aquellos que únicamente posan con gafas de sol (unas Wayfarer son capaces de convertir a Arévalo en Paul Newman) o de esos que se empeñan en poses imposibles que tapan alguna facción de forma insistente. Es poco probable que se trate de un amante de la fotografía experimental o artística: lo más posible es que en realidad esté tapando algún defecto del que luego no conseguirás apartar la mirada a lo largo de la cita. Si eres mujer, estarás acostumbrada a que antes de quedar te pidan fotografías extra para asegurarse de que no eres fruto de un filtro Valencia. Aprende de ellos, exige fotografías para evitar sorpresas desagradables y no olvides que un hombre que se sabe tomar mejores 'selfies' que tú no es de fiar. Y sí, somos conscientes de que pedir imágenes a un hombre eleva las posibilidades de que la fotografía de un pene se cuele en tu 'smartphone'. De ti depende si es razón para bloquear al contacto o para jalearlo con entusiasmo.

Tinder nos ahorra el proceso de la duda, y aunque muchos le encuentran ternura al proceso de seducción, para otros es un atajo digno de admiración

Quedar con alguien con el que has estado hablando por WhatsApp tras haber pasado por ese filtro de “estás bueno o no lo estás” por el que Tinder nos hace pasar implica que por primera vez puedes saber de tu cita más de lo que jamás pudiste saber antaño, cuando quedabas con alguien tras haber intercambiado miradas en un bar. Si tienes amigos en común en Facebook, y dado que la política de privacidad de dicha red social cada día es más dudosa, es posible que el agente Horacio que llevas dentro dé con fotografías que fueron descartadas del casting Tinder, estados con los que saber si tiene sentido del humor y links con vídeos de YouTube que te harán saber si sois compatibles… musicalmente hablando. También sabrás sus intereses, pues Tinder elige algunos de los grupos a los que somos afines. Pero cuidado: me han avisado, por ejemplo, de que en mi perfil aparecía como interés destacado el grupo “acostarse solo con gente que tenga aire acondicionado”. Es decir: el algoritmo que elige qué grupos seleccionar de ese sinfín de grupitos a los que te afiliaste por hacer la gracia se puede volver peligrosamente en tu contra.

Dicho lo cual, ahora quedamos con alguien al que, en cierto modo, conocemos, y esto nos da cierta seguridad de la que antes carecíamos. Pero esta relativa seguridad es el mejor escondite de la decepción, así que la lección siguiente es no esperar nunca mucho de una cita Tinder. Ni de una ajena a apps, en realidad. Al igual que WhatsApp nos empuja a ser ocurrentes y directos, enfrentarnos al temido cara a cara implica silencios incómodos, conversaciones condenadas al olvido o alusiones a películas o personajes in situ que hacen imposible la fugaz búsqueda en Google para seguir el hilo de la conversación. Porque (y aquí viene otra lección), Tinder sirve para conocernos un poco, pero el 'face to face' es el que al final importa y ahí no hay matches que valgan.

En la serie de tres capítulos A Very British Romance, Lucy Worsley se pregunta si el romance ha muerto a manos de Tinder. “¿Cómo habría Jane Austen podido escribir sus novelas sobre la lenta y exquisita tortura del amor en la era de Grindr y Tinder, en la que solteros aburridos buscan rollos de una noche con sus móviles?”. Teniendo en cuenta que la definición de amor por parte de la autora implica la palabra tortura, quizás el que Tinder sirva de atajo para ir a la cama sin pasar por dramas innecesarios no sea necesariamente algo negativo. De hecho, no lo es. En Tinder, como en cualquier bar, puedes dar tanto con gente que busca una relación como con personas que solo quieren un “alivio” rápido, pero es fácil saberlo con tan solo intercambiar un par de frases. Me han ofrecido primeras citas en el cine (hay seres que creen que conocerse a oscuras, viendo una película y mascando palomitas como si hubiera pasado un mes en una isla desierta es una forma óptima de conocer al que se sienta al lado) y primeras citas del tipo “nos tomamos unas copas en casa”. Cita o sexo, vamos. Y no nos engañemos: el hecho de que seamos más activos en Tinder los fines de semana deja claro que quizás no sea precisamente amor lo que buscamos el viernes por la noche.

Una app ideal para tímidos

Tinder ha hecho que seamos más sociables (y esta vez, no se trata de un eufemismo). Sin apps de por medio, el número de citas que un soltero tiene al año no son comparables con las que se tienen gracias a Tinder. Yo misma no había tenido más que dos citas en mi vida hasta que me abrí Tinder, y me vi envuelta en una espiral en la que cenas, cañas e incluso cines (las tres C´s de la C mayúscula, la de las CITAS) son habituales cada mes.

Esta app, además, es perfecta para tímidos. Si te gusta la camarera del bar, pedirle el teléfono exige un par de copas de más o mucha valentía, pero con Tinder, hablar con la persona que te atrae físicamente es tan solo cuestión de abrir un chat tras el 'match'. Se acabaron las dudas de si te está mirando con deseo o con terror. Se terminó el no saber si está mirando a tu amigo o si eres tú el que le interesa. Tinder nos ahorra el proceso de la duda, y aunque muchos le encuentran ternura al proceso de seducción, para otros es un atajo digno de admiración.

No nos engañemos: el hecho de que seamos más activos en Tinder los fines de semana deja claro que quizás no sea precisamente amor lo que buscamos

Tinder afirma que la mayoría de sus usuarios buscan una relación seria. La realidad dice que esta afirmación no es muy creíble, pero lo cierto es que cuando te hallas ante una cita que realmente busca una pareja, te lo hace saber sin tapujos. Cuando una mujer habla en una primera cita sobre relaciones serias o niños, se convierte en una firme candidata a recibir una orden de alejamiento. Cuando es un hombre el que saca estos temas, por alguna terrorífica y extraña razón, se le permite preguntarte por tus planes de futuro de forma tan directa que crees estar en una entrevista de trabajo o en el programa de Bertín Osborne (minutos de silencio para experimentar un sentido escalofrío). Porque al igual que Tinder acelera los procesos habituales previos a la cama (conocer a alguien en un bar, intercambiar teléfonos, tener una cita…), también hace que muchos vean en esta app el marco perfecto en el que buscar la pareja perfecta de forma rápida. Quizás el amor no se esconda tras la pantalla de tu móvil, pero qué demonios: tal vez tampoco esté esperando en la barra del bar a que le invites a una copa. Puede que tu corazón no te lo agradezca, pero tu cartera sí.

Se estima que Tinder cuenta con 50 millones de usuarios y que se hacen 15 millones de 'matches' al día. Con semejante numerología, resulta prácticamente imposible ser soltero y huir del impulso de abrir la app que ha cambiado de forma definitiva la dinámica y el funcionamiento de las citas. Ya no hace falta pensar qué ponerte para resultar atractivo. Ni siquiera hace falta levantarte de la cama y quitarte el pijama de poliéster para navegar entre hombres que parecen salidos de la portada de 'Men´s Health', mujeres dignas de 'Sports Illustrated' o gente normal que se encuentra acurrucada entre las sábanas haciendo exactamente lo mismo que tú: buscar el ansiado 'match'. Tinder ha hecho que nuestra huella dactilar sea la encargada de elegir nuestro destino o, al menos, el devenir de nuestra siguiente cita.

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