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Manual de seducción para tímidos: ensaya con los feos
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DEJA ESCAPAR "SIN QUERER" SUGERENCIAS CALIENTES

Manual de seducción para tímidos: ensaya con los feos

Viste bien, perfúmate, modula tu voz y ronronea al hablar, cuida tu mirada (ni avasalladora ni huidiza) y tus palabras (atrevidas pero no soeces). No olvides

Foto: Manual de seducción para tímidos: ensaya con los feos
Manual de seducción para tímidos: ensaya con los feos

Viste bien, perfúmate, modula tu voz y ronronea al hablar, cuida tu mirada (ni avasalladora ni huidiza) y tus palabras (atrevidas pero no soeces). No olvides mover las manos con cadencia y firmeza al mismo tiempo, no descuides el cruce sugerente de piernas, ni te olvides de sonreír. Hay quien dice que el arte de la seducción es un juego de niños pero para la mayoría de los mortales es un suplicio, un corte, un nerviosismo insufrible y un ridículo atroz. Pero tan divertido…

Tranquilos, el seductor y la seductora no sólo nacen, también pueden hacerse. Para conseguirlo, el psicólogo Enric Castellvi ha redactado una “guía para mejorar la autoestima, gustar a los demás y abrirte al amor”, un libro titulado Taller de seducción (Ed. Alba), en el que desgrana una serie de técnicas para pasar de ser el patito feo a la ratita presumida.

“El gran poder de cada persona reside en la conjunción de la mirada y la sonrisa”, explica a El Confidencial. “Una de las cosas que más nos cuestan a todos es mirar fijamente al otro, sobre todo si nos gusta. Hay que hacerlo, pero de forma sutil, que no resulte impertinente”, continúa.

Para mucha gente eso es, precisamente lo más difícil. Por eso, Castellví nos da un ‘truco’: ensayar todas las veces que se pueda con alguien que no nos guste tanto. Así, los nervios serán menos y el miedo al fracaso no será tan potente. Entrarle a los ‘feos’ (entendido en el sentido de que no nos atraigan, hay feos que arrasan) puede ser el mejor entrenamiento posible para que, cuando llegue la hora de ligarse a quien de verdad nos interesa, nos sintamos más seguros y habilidosos.

“La timidez es esa vocecita interna que nos dice ‘fracasarás’ y anticipa el mal rato que vamos a pasar en lugar de pronosticar todo lo bueno que nos puede ocurrir”, asegura Castellví. Por eso no conviene hacerla demasiado caso y tirarse a la piscina. Eso sí, mejor si llevamos la lección bien aprendida.

“Aprender a seducir consiste en reconocer nuestras capacidades y limitaciones, saber observar y entender las señales que nos envía quien nos interesa, estar dispuestos a fracasar para tener éxito y practicar simples habilidades en el momento y lugar adecuados y con la persona indicada”, argumenta el psicólogo.

Para ponerlo en práctica hay miles de factores a tener en cuenta tales como el atuendo (que sea adecuado a la talla y estilo de cada cual), el perfume (“no se olvida”), la conversación (“no importa tanto lo que se dice sino cómo lo decimos”), los gestos  (“las manos pueden decir cosas que la boca calla”) y, por supuesto, la mirada y el sentido del humor.

Concretamente, a la hora de situarnos frente a la persona que nos atrae, podemos hacer varias cosas que le indiquen nuestras intenciones y, sobre todo, que provoquen su interés por nosotros. No te cortes, cuando estés hablando con la persona que te gusta, toca (provoca un roce sutil como si fuera involuntario o, si eres mujer, posa tu mano sobre su pecho al reírte…), juega con tu cabello, tu cuello o tu collar (revela una actitud desinhibida que llama la atención), halaga, comparte un secreto o conviértele/la en tu cómplice en algo, deja escapar como sin quererlo alguna sugerencia ‘caliente’ (que sea sutil y siembre la duda) y, sobre todo, disfrútalo.

Quien disfruta hace disfrutar

Aunque muchas veces el flirteo resulta amargo para algunas personas (a causa de sus miedos e inseguridades), en realidad debe hacerse como algo agradable y divertido, como un juego más. No sólo porque lo disfrute el seductor o seductora sino porque, si se siente en su salsa, resultará mucho más atractivo para la persona seducida. “Las emociones positivas tienen muchísimo poder de atracción, una persona divertida y agradable que se muestra cómoda y desinhibida resulta mucho más atractiva que otra que esté tensa y seria”, explica Castellví.

Si la cosa funciona, Castelli prohíbe literalmente pedir permiso para besar. “Tomar riesgos aumenta la atracción, a las mujeres les gustan los hombres que se atreven y a ellos les gusta que les sorprendan con un beso apasionado”, asegura. Una vez en el dormitorio, “es el momento de usar todas las armas que conozcas” y, sobre todo, no cometer errores.

A la hora de culminar el tonteo, una vez en la cama, es importante no ir demasiado rápido antes de conocer los ritmos de la otra persona, “es preferible avanzar lentamente que forzar la situación” y conviene procurar que el otro se sienta cómodo. “Juega, explora, disfruta, pero siempre desde el respeto”, recuerda el autor.

Llegar hasta el final sólo es posible si uno se ha sentido bien durante todo el proceso y para conseguirlo durante el tonteo, ya se sabe, ensayar y ensayar. “La seducción es como cualquier otro ejercicio, cuanto más se practica, mejor se hace”, añade.

Eso sí, no hay que perder de vista la posibilidad del fracaso, pero sin desistir. “No tener éxito no significa que no seamos buenos seduciendo, a lo mejor lo que ocurre es que la otra persona no está dispuesta porque ha tenido un mal día, porque tiene pareja, porque está triste o por cualquier otra cosa”.

Lo bueno es que si hemos fracasado con alguien, podemos dirigirnos hacia otro objetivo. Ya se sabe que hay muchos peces en el mar y, como se dice por ahí, hay que besar a muchos sapos antes de encontrar al príncipe azul (si es que existe).

Viste bien, perfúmate, modula tu voz y ronronea al hablar, cuida tu mirada (ni avasalladora ni huidiza) y tus palabras (atrevidas pero no soeces). No olvides mover las manos con cadencia y firmeza al mismo tiempo, no descuides el cruce sugerente de piernas, ni te olvides de sonreír. Hay quien dice que el arte de la seducción es un juego de niños pero para la mayoría de los mortales es un suplicio, un corte, un nerviosismo insufrible y un ridículo atroz. Pero tan divertido…