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PRSD: la verdadera razón por la que fracasan las relaciones de pareja (y cómo superarlo)
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UNA TEORÍA DE John Bradshaw

PRSD: la verdadera razón por la que fracasan las relaciones de pareja (y cómo superarlo)

Las relaciones amorosas evolucionan desde la pasión al compromiso y, en esta transición, la mayoría de parejas sufren lo que se conoce hoy como Síndrome de Estrés Post-Romántico

Foto: El amor romántico desaparece en toda relación tarde o temprano. (iStock)
El amor romántico desaparece en toda relación tarde o temprano. (iStock)

El amor es uno de los sentimientos más importantes para el ser humano –si no el que más–, pero si bien ha sido la principal preocupación de los artistas durante toda la historia, su estudio es bastante reciente. Es cierto que el romance ha sido investigado por la psicología desde sus primeros pasos como ciencia, pero los grandes autores –desde Freud a Maslow pasando por Reik– se preocuparon más de lo patológico que de lo convencional, algo por desgracia habitual en la mayoría de los campos de la disciplina.

No fue hasta 1986 cuando Robert Sternberg (Newark, EEUU, 1949), hoy presidente de la Universidad de Wyoming y uno de los más reputados psicólogos del mundo, publicó en la revista 'Psychological Review' su seminal teoría triangular del amor. Fue esta la primera clasificación sobre los tipos de relaciones amorosas, que sigue siendo ampliamente estudiada y debatida hoy en día, y que abordó por vez primera la gran problemática de toda relación de pareja: la transición del conocido como amor romántico al más duradero amor compañero o consumado.

La triste realidad es que la mayoría de parejas son muy pronto víctimas de la biología que les unió en un primer momento

Según la teoría de Sternberg, las relaciones amorosas evolucionan desde la pasión al compromiso, pudiendo desarrollar la intimidad en el camino y manteniendo o no la pasión. Pero, en esta transición, la mayoría de parejas sufren lo que se conoce hoy como Síndrome de Estrés Post-Romántico (PRSD, por sus siglas en inglés).

Aunque este “trastorno” no es reconocido todavía como tal en los manuales oficiales –y quizás no debería considerarse un síndrome propiamente dicho–, es un fenómeno que conocen bien los terapeutas de pareja y casi todo el mundo que ha tenido relaciones duraderas.

“La triste realidad es que la mayoría de parejas son muy pronto víctimas de la biología que les unió en un primer momento”, explica el psicólogo John Bradshaw en su último libro 'Post-Romantic Stress Disorder: What to Do When the Honeymoon Is Over' (HCI). “Cuando estás inmerso en la primera oleada de amor tu cerebro está repleto de compuestos químicos que te hacen tener ganas de practicar sexo todo el rato y te ayudan a disimular las imperfecciones de tu pareja”. Pero, superada esta fase de amor romántico –que según la mayoría de estudios se esfuma pasados 12 o 18 meses– los amantes tienen que enfrentarse a la cruda realidad: nada es tan perfecto como parecía.

“Esto no quiere decir que no se sigan queriendo”, explica Bradshaw, “pero es como si el hechizo que estaban experimentando desapareciera de repente. Ya no quieren hacer el amor en cada oportunidad ni cuentan los minutos para estar juntos”. Es en este momento en el que, según el psicólogo estadounidense, la mayoría de parejas experimentan el PRSD. Algunas lo superan pronto, comprendiendo que la disminución de la pasión es algo normal y no implica la ausencia de amor, pero otras viven un auténtico calvario que acaba en la destrucción de la pareja o, casi peor, el desarrollo de un matrimonio infeliz que puede durar años.

Luchando contra la naturaleza

Como explica Bradshaw, el amor romántico es siempre temporal pues es así como estamos biológicamente diseñados: la naturaleza se asegura de que ninguna pareja permanezca en un estado de enamoramiento para siempre, pues esto sería peligroso para su supervivencia y la de sus hijos (el principal objetivo evolutivo de todo esto), que requieren de una atención mayor de la que puede ofrecer alguien enajenado por el amor.

La mayoría de parejas son compatibles, pero rompen porque son incapaces de alcanzar el tipo de amor que puede aguantar en el tiempo

En el pasado, los matrimonios eran concebidos más como un contrato social que como un vínculo amoroso. Esto era en muchos sentidos una tragedia, pero por otro lado todo el mundo tenía claro que no tenía por que estar enamorado para siempre de su pareja.

Hoy el discurso ha dado la vuelta por completo y parece que una relación no puede llegar a buen puerto si no se construye desde la pasión desenfrenada. Se trata de una idea errónea que causa muchísimo dolor, pues es casi imposible que el amor romántico sobreviva en el tiempo. La única forma de construir relaciones duraderas, comenta Bradshaw, reside en saber superar esta transición del romance al compañerismo, creando un amor duradero, con la suficiente cantidad de sexo –que, debemos tener claro, será menor que en la etapa previa–.

En opinión del psicólogo, que lleva décadas trabajando como terapeuta familiar, el PRSD está en la base de la mayoría de fracasos matrimoniales: “Creo que sólo el 15% de las parejas son verdaderamente incompatibles, pero muchas rompen porque son incapaces de alcanzar el tipo de amor que realmente puede aguantar en el tiempo”.

Todos podemos sufrir en menor o mayor grado el PRSD, pero podemos lograr que desaparezca pronto si seguimos estos consejos que Bradshaw ofrece en su libro:

Reconoce la diferencia entre pasión y amor

La base misma del PRSD consisten en confundir la falta de pasión con la pérdida de amor. La reducción del deseo es algo natural e imposible de evitar pasado un tiempo en la relación. Eso no significa que ya no estéis enamorados, pero es algo que se debe solucionar en pareja.

“El amante con una libido mayor puede volverse pasivo-agresivo con su pareja”, explica Bradshaw. “E, independientemente del grado de daño, es el tipo de comportamiento que puede inflingir un enorme daño emocional”. Muchas personas, cuando experimentan la falta de deseo en la relación, se dejan de preocupar por sus parejas y se vuelcan en sus amigos o sus hijos, lo que a la larga acaba destrozando la intimidad.

En cuanto veas que el deseo ha disminuido háblalo con tu pareja. Callarse es la peor opción y no reconocer el problema como algo normal es un error.

Evita las 4 'D'

Cuando el amor romántico se esfuma –algo que puede no ocurrir al mismo tiempo en ambas partes de la pareja– empezamos a notar que algunos de los comportamientos de nuestro amante, en los que no habíamos reparado, nos molestan enormemente. “Se necesita tiempo, esfuerzo y una gran voluntad de compromiso para crear un amor lo suficientemente sólido como para durar toda la vida”, explica el psicólogo, algo que no ocurrirá nunca si, a la primera de cambio, somos intransigentes con los defectos de nuestra pareja.

Debemos centrarnos en nuestros fallos, no en los de nuestra pareja, que no vamos a poder controlar

Es muy sencillo que empecemos a criticar a nuestra pareja por cualquier asunto en el que antes no habíamos reparado, y es normal, pero si empezamos a tratar mal a nuestro compañero la relación hará aguas tarde o temprano.

Para no caer en esta trampa, debemos evitar siempre las cuatro 'D' que suelen envenenar para siempre una relación: denigrar a tu pareja con ataques sobre su comportamiento, actuar siempre a la defensiva, devaluar a la otra persona y crear distancia. Y para huir de éstas debemos reforzar los tres hábitos de las relaciones sanas: compartir los sentimientos, revelar los deseos y comentar los disgustos.

Sé autocrítico

Para superar la transición del amor romántico al amor consumado debemos centrarnos en nuestros fallos, no en los de nuestra pareja, que no vamos a poder controlar. Esto, claro está, requiere un importante trabajo de autocrítica.

“Puedes culpar a tu pareja por ser incapaz de resolver todos vuestros problemas y refugiarte en la ira y el resentimiento”, explica Bradshaw. “O puedes reconocer que si quieres escapar del círculo vicioso de discusiones y tensión debes empezar por cambiar tu propio comportamiento”.

Aprende a discutir

En esta fase de la pareja es imposible no tener ciertas discusiones que antes no eran habituales. Y el secreto para salir bien parado no consiste en obviar éstas, sino en enfrentarlas de una manera constructiva.

Algo tan sencillo como dormir abrazados puede hacer que recuperes parte de la pasión perdida

Como explica el psicólogo, muchas parejas entran en una dinámica en la que discuten por auténticas chorradas que acaban por enfrentarles de verdad, creando malentendidos tóxicos. La única forma de evitar esto pasa por aprender a discutir. “No hay nada malo en tener diferentes puntos de vista, pero no olvides escuchar lo que la otra persona tiene que decir y nunca retengas rencores”, explica Bradshaw. “Entiende las discusiones como una forma de mostrar a tu pareja como te sientes”.

Recuerda cómo empezó todo

El fin de la pasión desenfrenada con que comienza toda relación puede ser traumático, pero es también perfectamente normal. ¿Acaso vas a estar toda la vida enamorado? ¿Aguantarías toda la vida en ese estado de absoluta enajenación?

Dicho esto, hay ciertos comportamientos del amor romántico que deben mantenerse en la siguiente fase, y para ello merece la pena echar la vista atrás y pensar qué tipo de cosas hacías en los primeros meses de la relación. Algo tan sencillo como dormir abrazados puede hacer que recuperes parte de la pasión perdida.

Lo importante, cuenta el psicólogo, es hacer saber a tu pareja que la sigues queriendo. La indiferencia puede acabar con cualquier relación.

No pongas a tus hijos por delante

Bradshaw lo tiene claro: “Es un error poner a los niños por delante del matrimonio”. Es común en las parejas que tienen hijos que los padres se vuelquen en ellos y descuiden su amor, lo que al final no es bueno para nadie. Es necesario, explica, mantener una vida íntima alejada de los hijos que, por otro lado, es la que va a continuar cuando estos se hagan mayores. Si no lo hacemos, es muy probable que nuestro matrimonio acabe en divorcio más pronto que tarde.

“Debería ser sagrado que los padres tengan una noche libre todas la semanas, tan pronto como sea posible”, asegura el psicólogo. “Su relación es el componente más importante de la familia”.

No descuides el sexo

El fin del amor romántico suele implicar una frecuencia menor en las relaciones sexuales, pero en ningún caso debemos aceptar que estas han terminado para siempre. Una pareja que no hace el amor está acabada, por lo que es decisivo que sepamos trabajar para que el sexo no desaparezca.

“Si no haces el amor con tu pareja es crucial que hables de ello, explicándole en detalle que es lo que realmente te excita”, explica Bradshaw. “Por muy extraños que parezcan algunos deseos, todos tenemos formas distintas de entrar en materia”. Lo que debemos tener claro es que nuestra pareja no puede leernos la mente, y si la cosa ya no funciona es trabajo de ambos reactivar la pasión, explicando con sinceridad qué nos gusta y qué no.

Lo importante es trabajar por recuperar la intimidad perdida, y esto no empieza por el sexo, sino por las caricias, los abrazos y, en general, el cariño

“Si no hablas de ello”, concluye el psicólogo, “la parte de la pareja con mayor libido tenderá a quejarse, regañar y criticar. Eso sólo hará que la otra parte se aleje, creando un círculo vicioso”.

¿Cómo podemos solucionar esta situación? Lo importante, explica Bradshaw, es trabajar por recuperar la intimidad perdida, y esto no empieza por el sexo, sino por las caricias, los abrazos y, en general, el cariño: “Eventualmente, la persona con menor deseo puede aceptar tener sexo de nuevo, y probablemente le gustará. Hacer el amor refuerza el vínculo amoroso, debido a dos importantes componentes químicos que se liberan en el acto sexual”. Y esto crea un círculo virtuoso que puede hacer que la relación recupere el pulso.

El amor es uno de los sentimientos más importantes para el ser humano –si no el que más–, pero si bien ha sido la principal preocupación de los artistas durante toda la historia, su estudio es bastante reciente. Es cierto que el romance ha sido investigado por la psicología desde sus primeros pasos como ciencia, pero los grandes autores –desde Freud a Maslow pasando por Reik– se preocuparon más de lo patológico que de lo convencional, algo por desgracia habitual en la mayoría de los campos de la disciplina.

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