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Sí, las relaciones abiertas y múltiples funcionan, asegura la ciencia
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Vivíamos como los bonoBos, ¿qué nos pasó?

Sí, las relaciones abiertas y múltiples funcionan, asegura la ciencia

Aunque actualmente la monogamia sigue siendo la que tiene más fieles seguidores, cada vez más personas defienden y practican el poliamor. No están desencaminadas como se podría pensar

Foto: ¿El compromiso amoroso tiene que traducirse en exclusividad sexual? (Corbis)
¿El compromiso amoroso tiene que traducirse en exclusividad sexual? (Corbis)

La mayor parte de los seres humanos invierten mucho tiempo de sus vidas en buscar a la persona ideal. Esa media naranja con la que compartir el resto de nuestras vidas, quizás formar una familia, y con la que practicar sexo hasta el fin de nuestros días. Sólo y únicamente con esta persona. ¿Es esto lo que significa la fidelidad?

Existen múltiples formas de entender las relaciones sentimentales y sexuales, y aunque actualmente la monogamia sigue siendo la que tiene más fieles –nunca mejor dicho–, cada vez más personas no se avergüenzan de defender –y practicar– el poliamor.

Aquellos que separan la relación sentimental de la sexual y practican sexo libremente sin que esto signifique faltarle al respeto a sus parejas son todavía juzgados y criticados por una sociedad que está convencida de que las relaciones abiertas siempre acaban mal. Pero, ¿es que todas las relaciones deben ser iguales? ¿El compromiso amoroso se traduce en exclusividad sexual? Es más, ¿el sexo tiene siempre que implicar amor?

La monogamia es estupenda para aquellos que se sienten más cómodos, seguros y felices practicando sexo solo con sus parejas, pero también hay que respetar a los que entienden otro tipo de relaciones. Vivir y dejar vivir. Cada persona es libre de encontrar la clave para que sus relaciones de pareja funcionen.

¿Pueden funcionar las relaciones plurales y abiertas en una sociedad liderada por la idea de que la monogamia es intrínseca a nuestra naturaleza? Evan Scott Schwartz analiza en MTV la existencia del poliamor en los seres humanos desde la biología, la sociología y la psicología para entender cuál es nuestra verdadera tendencia natural.

Ocultando la infidelidad

“Yo no podría, me moriría de celos”, “es antinatural”, “las relaciones abiertas nunca funcionan”, son algunas de las frases más tópicas con las que nos encontramos cuando surge el tema del poliamor. Pero como dice en lo que casi parece un trabalenguas Schwartz, “hay más personas en relaciones abiertas de lo que parece, simplemente no hablan abiertamente sobre sus relaciones abiertas”.

Según un reciente estudio aproximadamente el 5% de los estadounidenses están en relaciones no monógamas consentidas. Es decir, que “a uno o ambos miembros de la pareja se les permite –incluso anima– a mantener relaciones íntimas con otras personas”, comenta el autor.

Un porcentaje bastante bajo especialmente si tenemos en cuenta que, según datos del mismo estudio, el 63% de los hombres y el 40% de las mujeres que mantienen relaciones monógamas engañan a sus parejas. Las personas son sexualmente infieles pero no se lo dicen a sus parejas ni quieren que lo sepa la sociedad.

“Mucha gente describe mantener relaciones sexuales con una sola persona como ‘ser fiel’”, opina la terapeuta familiar Dossie Easton, “pero me parece que la fidelidad tiene muy poco que ver con quién se practica sexo”. En opinión de la experta en poliamor “la fidelidad se trata de ser fiel a los compromisos respetando a amigos y amantes y preocupándonos del bienestar de la otra persona”.

¿Puede ayudar a que una relación funcione acumular mentiras y engaños mejor que mantener una comunicación honestamente abierta sobre lo que desea cada una de las partes? Es probable que las soluciones para que la vida en pareja no partan de la necesidad de practicar la poligamia. No todo el mundo necesita tener sexo con múltiples personas para sentirse pleno. Pero algunas personas sí, y no es algo antinatural.

¿Por qué no tenemos relaciones abiertas como el resto de animales?

La monogamia es relativamente rara en el reino animal. A excepción de los seres humanos y otras especies como los albatros, antílopes, pingüinos o cisnes, en general el resto de animales practican sexo y se reproducen con distintos especímenes sin tapujos.

Mientras las serpientes tienen orgías masivas o los adorables e inteligentes delfines son promiscuos por naturaleza, los humanos evolucionamos hacia la monogamia. ¿Cuándo dejamos de ser animales, sexualmente hablando?

Uno de los libros más importantes sobre la base biológica de la sexualidad humana, titulado Sex at Dawn: How We Mate, Why We Stray, and What It Means for Modern Relationships explica cuál fue el punto de inflexión en el que dejamos de comportarnos –insistimos, a nivel de libertades sexuales– como nuestros antecesores simios.

Los doctores Christopher Ryan y Cacilda Jethá plantean en el libro una teoría impactante sobre el fin de la poligamia en nuestra raza: A pesar de que los humanos y los chimpancés evolucionaron de un ancestro común, tomamos nuestras costumbres sexuales de un primo diferente, los bonobos.

El reino del poliamor

Los bonobos son uno de nuestros parientes más cercanos. Un tipo de simios inteligentes –chimpancés– cuya organización es algo compleja pero la mar de relajada.

Estos primates viven en una sociedad que podría ser el paraíso para más de uno. Como explican en Wikipedia, las relaciones sexuales juegan un papel preponderante en las sociedades de bonobos, ya que son usadas como saludo, como método de resolución de conflictos, como medio de reconciliación tras los mismos y como forma de pago mediante favores tanto de machos como de hembras a cambio de comida.

“Las hembras de bonobo de la República Democrática del Congo ofrecen sus favores sexuales a cualquier macho que esté interesado. Los bonobos de todas las edades disfrutan del amor libre”

A diferencia del resto de primates, los bonobos no malgastan sus fuerzas en enfrentamientos territoriales con otras especies de simios por lo que tienen todo el tiempo del mundo para descansar y disfrutar de la vida. Quizás tanto rato para tocarse ha hecho de ellos unos grandes expertos en sexo, con técnicas muy parecidas a las humanas.

De hecho, sorprende que son los únicos primates a los que se ha observado mantener prácticas sexuales similares a las nuestras: sexo oral, penetración mirándose cara a cara, coito hembra-macho, frotaciones hembra-hembra o macho-macho, e incluso besos con lengua.

Como dicen Ryan y Jethá “el poliamor es un estilo de vida real y tradicional entre nuestros antecesores”. Pero… ¿En qué momento dejamos de gozar de la libertad sexual de nuestros primos hermanos?

¿Se nos acabó el amor de tanto usarlo?

Los humanos vivían como los bonobos, manteniendo relaciones sexuales todos con todos y contribuyendo al bienestar del grupo, justo hasta el momento en el que comenzamos a ser dueños de cosas. “La evolución marcó el inicio de las relaciones como otra forma de propiedad”, comenta Schwartz.

Como explican los expertos en biología sexual, los humanos evolucionaron hacia la monogamia como consecuencia del desarrollo de la propiedad: primero granjas y cultivos individuales y después exclusividad sexual en pareja. La gente empezó a valorar la propiedad sexual sobre la promiscuidad y el poliamor fue desterrándose de las nuevas sociedades.

Relaciones abiertas

Schwartz insiste en que “la monogamia y la poligamia son legítimas y practicarlas sólo depende de lo que cada uno considere mejor para sí mismo”. Según explican diferentes estudios científicos, existen dos clases de seres humanos, los que se inclinan hacia la monogamia y los que no lo hacen y parece que hay paridad entre ambos.

Según una investigación, las personas en relaciones monógamas tienen niveles más altos de la hormona de la oxitocina –también conocida como la hormona del amor–, lo que les atraería más a mantener compromisos con una sola persona. Pero, ¿somos todos iguales? No sólo la ciencia, hoy también la sociedad empieza a entender que no.

“El cambio de actitudes sobre la sexualidad han abierto los ojos a mucha gente que cada vez acepta más que existan distintas expresiones de amor. No es que el poliamor sea mejor que la monogamia o viceversa; simplemente son estilos diferentes para diferentes personas” concluye Schwartz.

La mayor parte de los seres humanos invierten mucho tiempo de sus vidas en buscar a la persona ideal. Esa media naranja con la que compartir el resto de nuestras vidas, quizás formar una familia, y con la que practicar sexo hasta el fin de nuestros días. Sólo y únicamente con esta persona. ¿Es esto lo que significa la fidelidad?

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