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Top 10 de hábitos cotidianos 'saludables' que aumentan tu barriga
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Grasa abdominal

Top 10 de hábitos cotidianos 'saludables' que aumentan tu barriga

'¿Pero por qué no quemo grasas si estoy comiendo lechuga y voy todos los días al gimnasio?', te preguntas. Probablemente porque estás asumiendo como beneficiosas costumbres que no lo son

Foto: Sí, este es uno de ellos. (iStock)
Sí, este es uno de ellos. (iStock)
placeholder (Corbis)

A lo largo de la vida, todos desarrollamos una serie de costumbres que nos cuesta infinito cambiar. No tienes por qué padecer Trastorno Obsesivo Compulsivo para que te resulte complicadísimo modificar un mínimo hábito. Lo cierto es que a todos nos cuesta acabar con esos quehaceres o manías que protagonizan nuestra rutina diaria, y la cosa se tuerce todavía más cuando se trata de volvernos sanos y activos para perder peso…

Aun siendo difícil, a menudo te propones conseguirlo y te prometes a ti mismo que esta vez 'la dieta va a funcionar'. Te pones unas metas alcanzables, mides tus objetivos a diario y estableces un plan de acción a medio y largo plazo. ¡Si ya te las sabes todas! Pero por mucho que lo hagas todo bien tu régimen no funciona y tu vientre sigue acumulando grasa que parece sacarse de la nada. Como explica David Zinczenko en su nuevo libro 'Zero Belly Cookbook' (Ballantine Books) puede que estés asumiendo determinados hábitos como saludables cuando en realidad están echando por tierra tu dieta. Presta atención porque quizás estés haciendo alguno de estos 10.

1. Tomas refrescos 'light'

Es bastante lógico: si quieres adelgazar lo mejor es tomar bebidas y alimentos bajos en calorías y grasas. Pero no. Igual que muchos nutricionistas aconsejan no tomar lácteos desnatados si estamos tratando de perder peso –las grasas naturales de los mismos en realidad pueden ayudarnos a adelgazar, aseguran los expertos–, otros tantos aseguran que los refrescos sin azúcares tampoco son la opción más saludable. Por muy pocas calorías que tengan, los efectos secundarios pueden resultar mucho más dañinos de lo que creemos para nuestro peso.

Según una reciente investigación elaborada en la Universidad de Texas, las personas que consumían refrescos dietéticos aumentaron un 70% el perímetro de su cintura en comparación con aquellos que no los tomaron. Los investigadores explicaron que el culpable de estos resultados podría ser el aspartamo, un edulcorante artificial capaz de elevar los niveles de glucosa en sangre tanto que el hígado no puede asumirla toda y el exceso se acumula en forma de grasa.

2. Compartes tus logros en redes sociales

Muchas personas encuentran fuerzas para continuar con su régimen en grupos especializados existentes en determinadas redes sociales o siguiendo los perfiles de nutricionistas y especialistas en dietas. Creen que esto ayuda, pero no. Al menos no si lo hacemos en modo compulsivo.

Un estudio elaborado en la Universidad de Ulster encontró una relación entre el tiempo que las personas pasaban conectados a Facebook y el que invertían en hacer ejercicio, y resulta que la primera actividad prácticamente anulaba la segunda y, en consecuencia, las grasas campaban a sus anchas por los cuerpos de los adictos a las redes.

“Particularmente engordaba más la gente que se ponía al día en sus redes sociales antes de acostarse en la cama”, explicaban los autores del estudio en la revista 'Pediatric Obesity', donde relatan que las personas que tenían algún dispositivo electrónico en su habitación –y lo consultaban antes de ir a dormir– eran 1,47 veces más propensos a engordar que los que no se los llevaban al dormitorio. Y ojo, porque el dato en niños prácticamente se duplicaba: hasta 2,57 veces más probabilidades de engordar que los que apagaban el móvil por la noche.

3. Duchas rápidas

“Un baño caliente es una de las expresiones más simples de amor y cuidado por uno mismo. Ducharse desnudo en la privacidad de tu propio cuarto de baño aclara la mente, alivia los dolores musculares y libera endorfinas aportándonos una sensación de bienestar”, explica la nutricionista Melissa Milne, autora de 'The Naughty Diet' (Da Capo Lifelong Books), quien describe el baño como “todo un placer sin sin calorías”. Exacto, parece que disfrutar de un rato de relax de mínimo 20 minutos de duración nos relaja y ayuda a reducir el estrés (cuyas consecuencias pueden ser unas de las grandes culpables de que acumulemos grasas y no seamos capaces de perder peso).

4. Te lo tomas con calma

A ver, está claro que pensar en el proceso de adelgazamiento como algo a largo plazo es una buena idea para evitar agobiarnos, desesperarnos por no ver resultados inmediatos y terminar por abandonar la dieta antes de tiempo. Pero tampoco podemos comer lechuga y esperar a ver cómo se queman las calorías. Como explica en 'Eat This!' la nutricionista Jill de Jong “tenemos que ponernos retos que supongan un desafío físico”.

Desde apuntarnos a un deporte extremo hasta obligarnos a caminar todos los días media hora, cualquier actividad física es absolutamente necesaria para que nuestra dieta funcione. “¿Cómo te sientes contigo mismo después de hacer deporte? ¡Como un ganador! Y esa es exactamente la mentalidad que ayudará a aumentar la confianza en sí mismo”, continúa la experta, quien subraya la importancia del estado de ánimo en el proceso de quema de grasas. ¿Quieres un vientre plano? Sonríe y empieza a creer en ti, notarás los resultados mucho antes que si andas penando.

5. Llevas una dieta alta en proteínas

Una alimentación rica en proteínas y baja en carbohidratos puede hacer que la pérdida de peso sea notable al principio, pero a largo plazo deriva en que ganemos kilos más rápido. Así lo asegura un estudio realizado en nuestro país según el cual las personas que siguen un régimen alto en proteínas tenían un 90% más de posibilidades de ganar un 10% más de peso corporal con el paso de los años que quienes las consumían en menor medida. Durante seis años, los investigadores analizaron los hábitos alimenticios de una muestra de 7.000 personas llegando a la conclusión de que no todos los alimentos proteicos allanan el camino para acabar con la molesta y creciente barriga.

6. Las verduras frescas son tus preferidas

La mayoría de las verduras son ricas en nutrientes, altas en fibra y bajas en calorías. Cuantas más incluyamos en nuestra dieta más probabilidades tendremos de saciar el apetito y sentirnos satisfechos durante más horas (lo que se traduce en picar menos entre horas). Pero está claro que no todo 'lo verde' adelgaza ni aporta los mismos valores. Y ojo, porque lo más natural no tiene por qué ser lo más saludable.

Aunque te encante ir al mercado y consumir siempre productos frescos y de temporada y jamás compres enlatados ni alimentos de bote, deberías saber que algunas verduras congeladas tienen una densidad de nutrientes más alta que algunos frescos. Así lo asegura un estudio publicado en el 'Journal of the Science of Food and Agriculture' según el cual algunos vegetales conservados conservan hasta el 95% de sus vitaminas mientras que otros frescos pueden conservar un porcentaje menor con el paso de los días (o incluso las horas).

7. Nunca te saltas la dieta

Cuando el objetivo es perder peso es fundamental mantener un equilibrio entre ejercicio y una dieta adecuada. Pero todo trabajo requiere una recompensa, y si no te das un pequeño capricho de vez en cuando tu régimen se puede ir al traste y las grasas hacerse todavía más fuertes en tu abdomen.

Tomártelo en serio es importante, pero si te saltas la dieta o el ejercicio un día puntual o incluso varios no tiene porqué arruinar todo el progreso conseguido ni acabar con tus nuevos hábitos de vida saludable que tan bien habías interiorizado. Numerosos expertos en alimentación recomiendan seguir regímenes que nos permitan darnos algún que otro homenaje: algo dulce de vez en cuando, permisividad con determinadas cantidades de alcohol o incluso un día libre a la semana. No dramatices y asume que aunque te saltes tu dieta 3 días al mes seguirás cumpliendo con el 90% de tus objetivos y los caprichos apenas tendrás unas consecuencias mínimas en tu cuerpo.

8. Comes tres veces al día

A pesar de que los expertos en dietas y las últimas investigaciones insisten en que es importante hacer varias comidas al día –en torno a cinco– en lugar de tres principales, tú sigues erre que erre con el “desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo”. Así te luce el abdomen.

Está claro, si tomas menos calorías y sólo comes tres veces perderás peso, pero eso no quiere decir que entre toma y toma tu cuerpo esté preparado para quemar grasas eficientemente, y es precisamente ahí donde está la clave para adelgazar a largo plazo y mantenernos. Lo ideal es que tomes un pequeño aperitivo nutritivo cada tres horas para mantener los niveles de azúcar en sangre estables y mantener a raya antojos como alimentos dulces o grasos.

9. Evitas los frutos secos (porque engordan)

Como son una fuente importante de proteínas no los comes, no vayas a hincharte como una bola. Una vez más, te equivocabas. Un puñado de frutos secos puede ser el aperitivo ideal. Algunos como los pistachos, por ejemplo, son ricos en proteínas, pero también mucho más bajos en calorías de lo que crees. Investigadores de la Universidad de Illinois encontraron que aquellas personas que consumían pistachos con cáscara –que tenían que pelarlos, vaya–, comían un 41% menos calorías en comparación con los que consumieron nueces peladas. Esto se debe a que al incluirse el proceso de pelarlos, engañamos al cerebro haciéndole creer que estamos ingiriendo más de lo que en realidad contiene la ración.

10. Te pesas a diario

Ponerte sobre la báscula cada mañana para ver las mínimas evoluciones de tu dieta pasadas apenas 24 horas es contraproducente, y, probablemente, lo sabes. Es más, los expertos creen que incluso puede derivar en un aumento de peso mientras que aquellas que se pesan apenas una vez a la semana no sólo no engordan, sino que además son capaces de perder algunos kilos sin necesidad de hacer ningún cambio en sus dietas. ¿No te cuadra? Enfréntate al peso una vez cada siete días y hazlo siempre a primera hora de la mañana antes de desayunar. Notarás la diferencia.

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A lo largo de la vida, todos desarrollamos una serie de costumbres que nos cuesta infinito cambiar. No tienes por qué padecer Trastorno Obsesivo Compulsivo para que te resulte complicadísimo modificar un mínimo hábito. Lo cierto es que a todos nos cuesta acabar con esos quehaceres o manías que protagonizan nuestra rutina diaria, y la cosa se tuerce todavía más cuando se trata de volvernos sanos y activos para perder peso…

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