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¿Qué le está pasando al Partido Republicano?
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¿Qué le está pasando al Partido Republicano?

El Viejo Gran Partido se desencuaderna como un libro viejo. Su candidato arremete contra los líderes. La crisis refleja los problemas que pueden cambiar el sistema político de EEUU

Foto: Votantes de Trump rezan antes de un mitin del candidato republicano en Florida, el 11 de octubre de 2016 (Reuters).
Votantes de Trump rezan antes de un mitin del candidato republicano en Florida, el 11 de octubre de 2016 (Reuters).

El Viejo Gran Partido se desencuaderna como un libro viejo. Su candidato, Donald Trump, arremete contra los líderes que le han abandonado y dice haberse quitado por fin los “grilletes” del establishment. La crisis refleja los problemas que llevan años creciendo en el sótano del partido y que pueden cambiar el sistema político de EEUU.

“Esperaba que el liderazgo del partido, al final, se alejaría de Donald Trump”, dice el consultor republicano Evan Siegfried. “Y eso antes del vídeo, porque sus números [en las encuestas] no eran alentadores, empeorarían y tendrían un impacto después de la votación. Antes había la esperanza de que Trump evolucionaría como candidato”.

Siegfried argumenta que el partido se ha ido alejando poco a poco de los cambios que suceden a pie de calle. “En cierto modo hemos perdido nuestro mensaje y nuestro camino. No hemos evolucionado como partido”, declara a este diario. El título de su último libro es elocuente: ‘El GPS del GOP: Cómo encontrar a los votantes millennials y urbanos que el Partido Republicano necesita para sobrevivir’.

El mayor desafío quizá sea la demografía. Según el Pew Center, los grupos que votan mayoritariamente demócrata son los que más aprisa crecen en EEUU. Seis de cada diez latinos y la mitad de los afroamericanos son menores de 33 años, frente a menos del 40% de los blancos. El país cambia de color; la Oficina del Censo predice que los blancos, por primera vez en la historia, dejarán de ser mayoría en 2044.

Desde el año 2000, el votante republicano medio se ha vuelto más blanco, más viejo y menos educado; un granero de votos menguante en el que se han centrado sus líderes, como demuestra la ascensión del Tea Party a finales de la década pasada. El 89% de sus votantes en 2010 eran blancos y mayores de 45; menos de la cuarta parte había ido a la universidad. Esta tendencia ha alcanzado su máxima expresión con Donald Trump, el campeón, dicen los números, de la clase obrera blanca.

“La clase trabajadora blanca que ha atraído Donald Trump está muy preocupada por los cambios demográficos”, dice a El Confidencial Marc Hetherington, profesor de ciencias políticas de la Universidad Vanderbilt. “Y está la manera en que el partido ha evolucionado los últimos 30 o 40 años, usando la cuestión afroamericana para atraer el voto de los trabajadores blancos. Ahora, ese segmento del partido ha crecido y por eso Trump ha podido ganar la nominación. El problema es que esta puede ser una estrategia ganadora para conseguir la nominación, pero es mala para las elecciones generales”.

Donald Trump corteja a las regiones más castigadas por la deslocalización con un mensaje populista que ha sido calificado de xenófobo y que ataca gran parte de los valores del partido. El magnate rechaza de plano el Tratado de Libre Comercio con el Pacífico, promete renegociar el NAFTA e implementar medidas de protección social para el cuidado de menores y ancianos, entre otras.

Los financieros que apoyaban a los republicanos Jeb Bush y Marco Rubio en las primarias mudaron su esfuerzo al bando demócrata. Clinton ha recibido 20 veces más dinero de multimillonarios que Trump

“La élite del partido ha comprendido muy mal estas elecciones, de principio a fin”, añade Hetherington. “Pensaban que los comentarios de Trump sobre los inmigrantes, los musulmanes o el libre comercio iban a desencantar a los viejos republicanos de club de campo. Pero esta ya no es la parte más poderosa del partido. Hay una base mucho mayor de clase trabajadora sensible a asuntos que no funcionarían con la élite”.

Su discurso ha espantado a la élite tradicional, incluso a Wall Street. Los financieros que apoyaban a los republicanos Jeb Bush y Marco Rubio en las primarias mudaron su esfuerzo al bando demócrata. Hillary Clinton ha recibido 20 veces más dinero de multimillonarios que Donald Trump y los fondos de inversión aportaron 48 millones de dólares a su campaña. A Trump le entregaron 19.000 dólares.

La crema de expertos en política exterior del partido también se ha puesto mayoritariamente del lado de Clinton, y la prensa conservadora. Ninguno de los cien periódicos con mayor tirada de Estados Unidos ha dado su apoyo al magnate; incluso los más conservadores han respaldado, por primera vez, a un demócrata.

El vídeo filtrado el pasado viernes acabó de decidir a los jefes del propio partido, que hasta ahora se habían mantenido fieles a Trump por cálculo político. Casi la mitad de los 331 senadores, representantes y gobernadores que tiene el Partido Republicano han condenado al magnate y una treintena ha pedido que renuncie a la candidatura.

Trump reaccionó con furia; llamó al Speaker, Paul Ryan, que ya no le defenderá, “débil e ineficaz” y presumió de ser libre para hacer campaña a su manera. El ala dura le apoya y critica a la vieja guardia por entregar la presidencia a Hillary Clinton. La mayoría de las bases mantiene su apoyo a Trump, según diversas encuestas. Los sondeos dan al republicano entre un 8 y un 11% menos de voto que a Clinton.

“Es muy pronto para hablar, pero lo que creo que va a pasar es que vamos a ver al partido haciendo meditación interior”, dice Evan Siegfried. “La cuestión es qué facción (Tea Party, socialconservadores, neoconservadores, populistas, en palabras de Sigfried) se va a imponer. Eso dependerá de cómo de dura sea la derrota de Trump y quién será el presidente del partido el año que viene”.

“Trump probablemente va a perder, y probablemente por mucho”, añade Hetherington. “2016 puede ser un gran año para los demócratas, pero 2018 podría ser, otra vez, un gran año para los republicanos. Lo fascinante es que las elecciones presidenciales y legislativas tienen dos tipos de electorados. En las presidenciales es un electorado mayor, más joven y diverso; más demócrata. En las legislativas este electorado encoge, tiende a ser más viejo y más blanco. Se suele exagerar la mala forma de los republicanos. En 2018 probablemente tengamos una conversación muy diferente”.

El Viejo Gran Partido se desencuaderna como un libro viejo. Su candidato, Donald Trump, arremete contra los líderes que le han abandonado y dice haberse quitado por fin los “grilletes” del establishment. La crisis refleja los problemas que llevan años creciendo en el sótano del partido y que pueden cambiar el sistema político de EEUU.

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