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La élite de EEUU se une en contra de Trump
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La élite de EEUU se une en contra de Trump

La crisis obliga a los líderes del partido a elegir entre la lealtad a sus principios, o intereses, y la lealtad al candidato que eligieron masivamente los votantes

Foto: El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, durante un mitin de campaña en Fort Myers, Florida (Reuters).
El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, durante un mitin de campaña en Fort Myers, Florida (Reuters).

La fragmentación del apoyo republicano a Donald Trump, a menos de un mes de las elecciones, ha metido a Estados Unidos en territorio desconocido. El líder oficioso del partido, el Speaker Paul Ryan, ha roto la disciplina de fila al declarar que ya no defenderá más a Trump y que desde ahora su prioridad no va a ser recuperar la Casa Blanca, sino mantener la mayoría parlamentaria.

La crisis obliga a los líderes del partido a elegir entre la lealtad a sus principios, o intereses, y la lealtad al candidato que eligieron masivamente los votantes. Como si de un manual marxista se tratara, el campo conservador de Estados Unidos se asemeja a una lucha de clases: abajo, las clases populares castigadas por la globalización, seducidas por un líder que les promete redención. Arriba, la élite de políticos, empresarios e intelectuales que ven el mundo desde pasillos y apartamentos caldeados.

“La incapacidad de Trump para controlarse o para ser controlado por otros es una amenaza real para nuestra seguridad nacional”, dice The Arizona Republic en su editorial de apoyo a Hillary Clinton. Era la primera vez que este bastión conservador apoyaba a un candidato demócrata desde su fundación, en 1890. Igual que The Cincinnati Enquirer, Tulsa World, Dallas News; todos ellos históricos de la derecha.

“Trump no es un hombre de ideas. Es un demagogo, un xenófobo, un sexista, un ignorante y un mentiroso. Está espectacularmente incapacitado para la presidencia”; lo decía The Atlantic, que en sus casi 150 años de historia sólo había apoyado a dos candidatos: Abraham Lincoln, durante la guerra civil, y Lyndon Johnson.

De hecho, ninguno de los cien periódicos de mayor tirada ha respaldado oficialmente a Donald Trump. Incluso Gary Johnson, el candidato libertario al que no conoce el 70% de los estadounidenses, ha recibido más apoyos editoriales que el republicano.

placeholder Un votante de Donald Trump durante un mitin de campaña del candidato republicano en Loveland, Colorado, el 3 de octubre de 2016 (Reuters).
Un votante de Donald Trump durante un mitin de campaña del candidato republicano en Loveland, Colorado, el 3 de octubre de 2016 (Reuters).

Si el magnate genera rechazo en la élite republicana, la élite progresista lleva semanas presa del pánico ante su potencial victoria. The New York Times y The Washington Post investigan al magnate desde hace meses, los expertos, analistas, think-tanks, reconocen su impotencia por no haber sabido predecir a Trump y una sensación de terrible urgencia ha movilizado a gente que nunca se había metido en política.

“No creo que la palabra ‘sorpresa’ sea la adecuada”, dice a El Confidencial Chad Gracia, realizador neoyorquino. “Más bien shock, terror, confusión y tristeza”. Chad Gracia lleva dos años cosechando todos los premios imaginables por su obra The Russian Woodpecker, un documental de factura exquisita. Hace días, Gracia decidió aparcar su talante despegado de cultureta neoyorquino para zambullirse en la campaña política.

“Nunca he estado registrado como demócrata o republicano. Nunca he sido voluntario, nunca hice llamadas, ni nada de eso. Pero hace dos semanas me obsesioné. Me di cuenta de que leer las encuestas y hablar con mis amigos de lo peligroso y terrible que sería Donald Trump era completamente inútil. Sólo causaba indigestión. Así que decidí dejar de leer tanto y coger esa energía y enfocarla hacia algo que tuviese un impacto concreto, mesurable y positivo en las elecciones. Me obsesioné con la idea de que para mantener sana nuestra democracia tenemos que hacer algo más que votar”.

Gracia dice que durante un año, allá donde iba, todo el mundo le preguntaba por Donald Trump: en Ucrania, Italia o Finandia; los taxistas, directores de cine, amigos de amigos. Él siempre negó su posible victoria como quien desmiente un bulo absurdo. Hasta que el reconocido estadístico Nate Silver dijo que Trump sumaría el 50,1% de los votos. Gracia despertó. Montó un grupo de Facebook con 20 amigos para ayudar en lo posible a la campaña de Clinton; en el momento de esta entrevista ya eran 700.

“Hacemos cosas muy pequeñas y muy positivas. Un día aportamos 10 dólares a la campaña, otro llamamos por teléfono a alguien. Hay quien nos ofrece dinero para alquilar una furgoneta o un hotel. Es increíble la red que hemos creado”. Gracia afirma que lleva años moviéndose “de burbuja en burbuja” y que lo más duro para él ha sido darse cuenta de que comparte su país con personas que tienen valores completamente diferentes. “Es muy triste, porque siento que he perdido mi idea de América”.

Los sondeos confirman el miedo de Chad. Estados Unidos se ha partido en dos mitades que no se hablan. La proporción de votantes independientes ha alcanzado el récord del 46%. Dentro de cada partido, la proporción de quienes se sienten “fuertemente demócratas” o “fuertemente republicanos” también está en máximos, según un estudio de la Universidad Estatal de San Diego y la Atlantic de Florida.

El problema, según Chad, es el “enorme cambio demográfico, que amenaza el antiguo monopolio del hombre blanco”, y “la capacidad de personalizar las noticias que uno recibe, eliminando cualquier información que no coincida con las posiciones de uno. Antes leíamos los mismos periódicos. Ahora vivimos en diferentes realidades (a través de las redes sociales) y eso es extremadamente peligroso para la democracia”.

El soporte electoral de Trump es la población masculina blanca sin estudios universitarios de regiones industriales afectadas por la deslocalización. Estados como Ohio, Pensilvania, Wisconsin o Iowa. ¿Acaso pueden los dos planetas, el urbanita intelectual y el regional proletario, encontrar un canal para entenderse?

La confianza de Estados Unidos en sus medios de comunicación está en mínimos. Desde los años setenta, menos de la mitad de los norteamericanos dice confiar en el “cuarto poder”, según las encuestas de Gallup. Este año sólo un tercio, el 34%, dice fiarse, una proporción que se hunde hasta el 14% entre los votantes republicanos. Un paisaje que además se ha fragmentado por el uso de internet y las redes sociales, donde verdades y mentiras se mezclan en un vertiginoso juego de espejos.

La tecnología es capaz de leer los datos de una persona y de ofrecer la misma información que le gusta a esa persona”, dice a El Confidencial Beatriz Cuartas, vicedirectora del Programa de Gestión Política de la Universidad George Washington. “Si se trata de un liberal (progresista), entonces se le ofrece más cosas liberales. Es un ciclo que se alimenta a sí mismo”.

El periodista John B. Judis invita a la clase intelectual progresista a que no se deje llevar por el miedo y a que escuche lo que, en su opinión, refleja Trump: la ansiedad de la clase trabajadora. “Creo que ese tipo de teorías (sobre el racismo de los votantes de Trump) son producto del aislamiento de los progresistas en EEUU, que realmente no entienden ni el 50% de lo que está pasando en este país. Por supuesto que hay racismo, pero esas teorías no reflejan la complejidad de lo que ocurre. Si escuchas lo que dice Trump, él habla de Ford mudándose a México, de Navisco haciendo las Oreos en México, de China… Hay muy poco del racismo que veíamos en los años 50”.

Judis acaba de publicar el libro The Populist Explosion: How the Great Recession transformed American and European Politics (“La explosión populista: Cómo la gran recesión transformó la política americana y europea”), un análisis marcadamente económico del ascenso de los populistas, entre ellos Donald Trump.

“Creo que hay una sensación de pánico”, dice Judis a El Confidencial. “En parte basada en la idea de que Trump sería un presidente realmente horrible, pero también en parte por ignorar al tipo de cosas que está abordando y que son problemáticas para el 30 o 40% de la gente. No están escuchando. Creo que es un error”.

El pasado fin de semana ha traído una especie de catarsis política. Parte del liderazgo republicano se siente libre para denunciar a Trump, por principios o para intentar salvar su carrera política en caso de una debacle electoral. Mientras, el otro lado del espectro dejaba resonar un suspiro de alivio con el hashtag #ItsOver (“se ha terminado”). Como si todavía no quedasen cuatro semanas para el voto.

La fragmentación del apoyo republicano a Donald Trump, a menos de un mes de las elecciones, ha metido a Estados Unidos en territorio desconocido. El líder oficioso del partido, el Speaker Paul Ryan, ha roto la disciplina de fila al declarar que ya no defenderá más a Trump y que desde ahora su prioridad no va a ser recuperar la Casa Blanca, sino mantener la mayoría parlamentaria.

Hillary Clinton The New York Times
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