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Historia de un cristiano y su granja en la frontera del Líbano con el Estado Islámico
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FORMAN MILICIAS PARA PROTEGER sus ALDEAS

Historia de un cristiano y su granja en la frontera del Líbano con el Estado Islámico

Joseph es un cristiano del valle de la Beeka, una zona montañosa convertida en refugio de yihadistas de Siria. Los ortodoxos se alzan en armas ante la amenaza

Foto: Un cristiano maronita durante un servicio en el Ash Monday en una iglesia de Beirut, Líbano (Reuters).
Un cristiano maronita durante un servicio en el Ash Monday en una iglesia de Beirut, Líbano (Reuters).

A unos trece kilómetros de la frontera con Siria se encuentra Ras Baalbek, la mayor localidad cristiana del valle de la Bekaa, feudo de la milicia chií Hizbulá. Solo un par de puestos de control del Ejército libanés y varios retenes de voluntarios civiles separan la localidad de las montañas de Qalamoun. Al otro lado están el Estado Islámico y Al Qaeda. Esta inmensa cordillera es la división natural que delimita a los dos países, una frontera sobre la que no hay ningún control.

Joseph, un cristiano ortodoxo, luce vestimenta militar aunque pertenece a una patrulla de Defensa civil. Hace varios años que terminó el servicio y utiliza su uniforme para patrullar la desértica zona exterior de la localidad cristiana. “Reclutamos a voluntarios y militares retirados del Ejército a los que pagamos la gasolina, el transporte y la comida, pero eso es todo”, indica el cabecilla del grupo a El Confidencial. “Aquí todo el mundo tiene su propia arma y sabemos cómo luchar tras quince años de guerra civil”, añade, fanfarrón, Joseph. Más tarde reconocerá que una pistola no es suficiente para protegerse de los yihadistas.

A cambio de su colaboración, las autoridades locales le han dado a Joseph una pequeña granja, que pasa prácticamente inadvertida en la inmensidad del paisaje. Las montañas que se divisan al frente son el paso de entrada desde Siria al Líbano

Por ese motivo, los vecinos de esta localidad cristiana se han unido a la milicia Hizbulá, formando grupos de vigilancia que informan a las fuerzas de seguridad de cualquier movimiento de combatientes yihadistas en la zona. Entre los aliados cristianos del grupo islamista chií (considerado terrorista por la Unión Europea y EEUU) se encuentran el Partido Social Nacionalista Sirio y el Movimiento Patriótico Libre del general Michel Aun.

A cambio de su colaboración, las autoridades locales le han dado a Joseph una pequeña granja, que pasa prácticamente inadvertida en la inmensidad del paisaje. Las montañas que se divisan al frente son el paso de entrada desde Siria al Líbano. Al no existir una frontera establecida, grupos yihadistas y contrabandistas las cruzan sin ser advertidos por los controles de las autoridades libanesas.

Combatientes del Estado Islámico y del Frente al Nusra (filial de Al Qaeda en Siria) utilizan las montañas para cruzar. La situación ha empeorado desde la ofensiva de Arsal (una operación para aniquilar a los yihadistas en el oeste de Siria). El Ejército está haciendo todo lo que puede, pero no es suficiente. Por eso les estamos ayudando”, explica Joseph.

A continuación nos enseña un agujero en el espejo retrovisor de su coche. “Por aquí entró metralla después de que los yihadistas lanzaran un par de cohetes desde lo alto de la montaña. Los combatientes del EI y el Frente al Nusra se replegaron huyendo de la ofensiva de las fuerzas de Bachar Al Asad y ahora están arrinconados en estas montañas”, advierte.

El miedo a los secuestros

La inseguridad reina en el valle de la Bekaa y los vecinos han decidido formar sus propias patrullas ciudadanas para proteger sus pueblos. “Protegemos el 90% de la población con nuestras patrullas. Aún así, hay zonas que quedan fuera del alcance de las unidades de patrulla y siguen habiendo incidentes de seguridad que continúan amenazando la aldea”, insiste el miliciano cristiano.

Los secuestros, unas de las fuentes de financiación del EI, también han sembrado el miedo entre la población. Hace un par de meses, un tío y un sobrino de Joseph cayeron en manos de combatientes yihadistas. “Gracias a mis vecinos conseguimos pagar el rescate de 30.000 dólares para la liberación de mi tío. Con mi sobrino tuvimos más suerte porque el jeque Mustafá Hujeiri intercedió; le liberaron gratis”, cuenta Joseph.

La localidad fronteriza de Arsal se ha trasformado en la madriguera de cientos de yihadistas del Frente al Nusra y el Estado Islámico, que están atrapados sin poder regresar a Siria por las operaciones militares del régimen de Damasco

El jeque radical, conocido también por el nombre de Abu Taqiye, dirige una mezquita de reciente construcción a la entrada de Arsal, y, según el Ejército, mantiene lazos con los yihadistas. Actualmente le buscan las fuerzas de seguridad.

Josh Nasrala, otro voluntario de la defensa civil, es dueño de una fábrica de muebles. Hace un par de meses, relata, “unos 35 hombres armados aparecieron en el pueblo. Unos venían de Arsal y otros de Siria. Tres trabajadores sirios que estaban durmiendo en la fábrica fueron secuestrados. Lograron liberarlos tres días después, sin pagar rescate, con ayuda de unos vecinos”. “Conozco a casi el 80% de Arsal. Son buena gente, seguimos haciendo negocio con ellos. Pero en los últimos meses hemos visto como se ha deteriorado la situación”, advierte.

Una ‘madriguera’ de yihadistas

La relación con los sirios se ha tensado bastante debido a la inseguridad y en muchas las aldeas de la Bekaa se ha impuesto el toque de queda a los refugiados. Abd El Karim Raed nos recibe en su casa: un espacio diáfano, sin apenas muebles y una gran alfombra que cubre el suelo, donde toda la familia se reúne para comer mientras ven la televisión.

Hace tres años huyeron de Homs. La guerra les arrebató todas sus pertenencias. “Dejé Siria viendo como Bachar Al Asad bombardeaba mi ciudad con barriles de TNT. Crucé la frontera con mi familia y gracias a los vecinos de la Ras Baalbek hemos podido tirar hacia delante”, explica. Aquí, la vida es muy difícil para un refugiado sirio. “Es complicado. No podemos salir a partir de las 6 de la tarde, a los sirios se nos ha impuesto toque de queda. Tras los problemas en Arsal la situación se ha tensado mucho”, lamenta Abd El Karim.

La localidad fronteriza de Arsal se ha trasformado en la madriguera de cientos de yihadistas del Frente al Nusra y el Estado Islámico, que están atrapados sin poder regresar a Siria por las operaciones militares del régimen de Damasco, apoyado por Hizbulá, en las vecinas montañas de Qalamoun. Los yihadistas que resistían en las montañas no encontraron otra salida que Arsal, convertida en una pequeña Siria, ya que la población de refugiados es cuatro veces superior a la local. Este oasis suní en el feudo este de Hizbula ha servido de apoyo crucial para el rearme y el descanso de los combatientes extremistas antes de regresar a la batalla.

Debido a su condición especial, al ser una localidad de mayoría suni, guarda una estrecha relación con los rebeldes sirios. Hasta hace unos meses, el Ejército libanés se mantenía al margen para no provocar discordia entre la comunidad suní y la chií.

Los tentáculos del Estado Islámico y el Frente al Nusra se extienden hasta la portuaria localidad de Trípoli, la segunda ciudad más grande del Líbano. Hace dos semanas, este reducto islamista volvió a ser escenario de encarnizados combates

La situación allí se ha vuelto tan peligrosa que escapa al control de las autoridades libanesas. En agosto, el Ejército lanzó una operación contra los yihadistas que duró una semana y se saldo con cerca de medio centenar de muertos (entre combatientes y refugiados sirios) y una treintena de desaparecidos de las fuerza de seguridad libanesas. A día de hoy, los soldados y policías libaneses siguen secuestrados en algún remoto lugar junto a la frontera Siria; sus familiares, desesperados, le han dado un ultimátum al Gobierno de Beirut para que facilite la liberación.

Hace menos de un mes yihdistas de Al Nusra atacaron un puesto fronterizo de Hizbulá en la localidad chií de Bitrel; en los enfrentamientos murieron cerca de una decena de sus milicianos y más de una docena de yihadistas.

Los tentáculos del Estado Islámico y el Frente al Nusra se extienden hasta la portuaria localidad de Trípoli, la segunda ciudad más grande del Líbano. Hace solo dos semanas, este reducto islamista volvió a ser escenario de encarnizados combates entre el Ejército libanés y las milicias yihadistas con un saldo de 42 muertos. Tras cuatro día de ofensiva, las fuerzas especiales, apoyadas por helicópteros de combate, tomaron la mezquita Abdulá bin Masud, sede principal de los yihadistas en el barrio salafista de Bab al Tabaneh. Desde esta mezquita, afín al Frente Al Nursa, los clérigos radicales Shadi Maulaui y Usama Mansur, reclutaban y dirigían a las milicias yihadistas en el norte del Líbano.

A unos trece kilómetros de la frontera con Siria se encuentra Ras Baalbek, la mayor localidad cristiana del valle de la Bekaa, feudo de la milicia chií Hizbulá. Solo un par de puestos de control del Ejército libanés y varios retenes de voluntarios civiles separan la localidad de las montañas de Qalamoun. Al otro lado están el Estado Islámico y Al Qaeda. Esta inmensa cordillera es la división natural que delimita a los dos países, una frontera sobre la que no hay ningún control.

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