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Las claves del plan de Obama para destruir a la teocracia militarizada con bombardeos
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EEUU LANZA ataques en siria contra yihadistas

Las claves del plan de Obama para destruir a la teocracia militarizada con bombardeos

Cuáles han sido los objetivos, por qué se ha producido este ataque, quiénes han formado parte de la coalición y qué consecuencias puede tener de cara al futuro

Hace unos quince días el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, anunciaba que Washington estaba dispuesto a minar y, en último término, a destruir al Estado Islámico (EI). El grupo yihadista fue incluso calificado por el presidente como un “cáncer a erradicar”. Si bien muchos pudieron pensar que la amenaza no tendría consecuencias, en la madrugada del lunes al martes una coalición liderada por EEUU atacó posiciones clave del EI en Siria. Analicemos ahora cuáles han sido estos objetivos, por qué se ha producido este ataque, quiénes han formado parte de esta coalición y qué consecuencias puede tener de cara al futuro.

Aunque es cierto que tan sólo contamos con la información proporcionada por el CENTCOM (Mando Central estadounidense) y, por lo tanto, hemos que ser cautelosos, parece ser que las zonas bombardeadas habrían sido cuatro:

a) Deir al Zour. Ciudad que se encuentra a orillas del Éufrates y que supone, además de un oasis en el desierto, un importante centro de comunicaciones con Irak. Por lo tanto, la destrucción de este centro limitaría mucho la capacidad de acción del Estado Islámico no sólo en Siria, sino también en Irak.

c) Zona oeste de Alepo. En esta región es donde se encuentran los campos de entrenamiento del grupo Khorasan, una facción vinculada a Al Qaeda que está liderada por Muhsin al-Fadhli. Este grupo es uno de los que ha amenazado con actuar en Estados Unidos si se producía un ataque en Siria.

d) La ciudad de Raqqa, que pasa por ser el epicentro de todas y cada una de las actividades del Estado Islámico en Siria.

Vídeo: La coalición internacional bombardea Siria

El ataque norteamericano tenía un triple objetivo: desmantelar el centro político, económico y propagandístico del Estado Islámico. De todos los puntos que se han bombardeado, el que merece una mención más pormenorizada es Raqqa, considerado por todos como la capital del EI.

La ciudad de Raqqa es, al mismo tiempo, un centro operativo y un escaparate que muestra todo lo que el EI puede ofrecer. Es por ello que su líder, Abu-Bakar Al Baghdadi (que reside allí) hizo hace unas semanas un llamamiento masivo a médicos, profesores y otros profesionales a unirse a este nuevo “modelo de sociedad” poniendo a Raqqa como ejemplo. La ciudad, que ha sido calificada como una “teocracia militarizada”, posee un sistema educativo, impositivo y penal perfectamente organizado, y es precisamente desde aquí desde donde se lanza el soft power que atrae a todos aquellos extranjeros que se unen al EI. Por esta razón, EEUU puso a Raqqa como objetivo fundamental del ataque militar lanzado en la madrugada del lunes.

Gracias a la diplomacia desplegada por el secretario de Estado, John Kerry, se pudo lograr una sólida y homogénea coalición compuesta por EEUU y un número significativo de aliados árabes. En concreto estamos hablando de Qatar, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Arabia Saudita. Aunque no se ha especificado el rol de cada uno, todo parece apuntar a que Qatar y Arabia Saudita habrían prestado sus instalaciones militares y que Jordania, Emiratos y Baréin (5ª Flota) habrían participado de forma directa en los ataques. Hay que recordar que el país hachemita se encuentra amenazado directamente por el EI y que de forma regular sus militantes intentan penetrar en territorio jordano.

Los aliados de Estados Unidos en el Viejo Continente han preferido mantenerse al margen. Francia ha expresado su voluntad de apoyar a Washington en sus ataques en Irak, pero no en Siria, por considerarlos contrarios al Derecho Internacional

Más allá de las implicaciones de cada Estado, lo que merece ser reseñado es la unidad mostrada por los miembros de la coalición. Este apoyo del mundo musulmán ha permitido que el ataque no pueda ser interpretado como una agresión de Occidente, lo que restaría legitimidad al mismo. Además, con el apoyo explícito de estos países, se acallan las voces que acusaban a algunas monarquías del Golfo de complicidad con el Estado Islámico. Por ello, podemos afirmar que estamos más cerca del clima que permitió la liberación Kuwait en 1992 que de aquel que dividió a la comunidad internacional en 2003.

En lo que a Europa se refiere, los aliados de Estados Unidos en el Viejo Continente han preferido mantenerse al margen. Francia ha expresado su voluntad de apoyar a Washington en sus ataques en Irak, pero no en Siria, por considerarlos contrarios al Derecho Internacional. Quizás la reacción que más ha podido sorprender haya sido la rusa. El Kremlin ha criticado la intervención y ha advertido que estas acciones no deben servir como punto de partida para el derrocamiento de Bachar al Assad.

Otro de los elementos que cabe plantearse es si la estrategia militar elegida es la adecuada, sobre todo a la luz de los fracasos de Afganistán y Libia, donde quedó manifiestamente demostrado que los ataques aéreos son, a todas luces, insuficientes. Aunque los Gobiernos occidentales no se lo planteen, resulta casi inevitable el envío de tropas terrestres a la zona para acabar con el problema del EI. Si esta segunda fase de la operación no se produjera, estaríamos ante una situación similar a la que describió el general McChrystal en Afganistán. En otras palabras, las campañas aéreas son sólo una parte de las estrategias, que siempre deben complementarse con un despliegue terrestre, una opción que conlleva bajas, bajas que no encaja bien la opinión pública.

Teniendo en cuenta la experiencia de Irak, podemos anticipar que el golpe que se le ha asestado al EI ha sido muy contundente. No obstante, con mucha probabilidad no será el último, aunque mantendrá un fuerte valor simbólico, ya que no podemos olvidar que este ataque se produce en un momento en el que el presidente Obama va a acudir a la ONU a reunirse con los principales líderes mundiales. De este modo, el inquilino de la Casa Blanca fortalece su posición internacional justo ahora que se cumple un año de su error más notable en política exterior, las famosas líneas rojas que Al Assad no podía pasar.

Por otro lado, el ataque de EEUU fortalece el compromiso de Washington con los Estados del Golfo Pérsico, al tiempo que tensa más la cuerda con Rusia. Esta acción militar debe ser entendida como un termómetro para medir el compromiso de Moscú con Al Assad. Queda por ver, precisamente, cuál va a ser el futuro del presidente sirio, a quien los Estados Unidos sí que informaron, o mejor dicho advirtieron, del ataque. Quizás sea este el inicio de un proceso que acabe con el último de los regímenes baazistas de Oriente Medio.

Por último, las acciones de la coalición permitirán medir el poder del Estado Islámico en Occidente ya que el grupo de Al-Bagdadi amenazó con activar algunas células durmientes si se producía una operación internacional contra sus intereses.

*Alberto Priego es profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas. Ha trabajado en varias universidades y think tanks como la East West, la UCM o la University of London (SOAS).

Hace unos quince días el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, anunciaba que Washington estaba dispuesto a minar y, en último término, a destruir al Estado Islámico (EI). El grupo yihadista fue incluso calificado por el presidente como un “cáncer a erradicar”. Si bien muchos pudieron pensar que la amenaza no tendría consecuencias, en la madrugada del lunes al martes una coalición liderada por EEUU atacó posiciones clave del EI en Siria. Analicemos ahora cuáles han sido estos objetivos, por qué se ha producido este ataque, quiénes han formado parte de esta coalición y qué consecuencias puede tener de cara al futuro.

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