El negocio petrolero del Estado Islámico: la Yihad ingresa hasta tres millones diarios
Atrapado en un atasco de camino al aeropuerto, el taxista kurdo se queja de sus conciudadanos: “¿Ves? Ése usa gasolina de contrabando. Ése también. Y ése”.
Atrapado en un atasco de camino al aeropuerto, el taxista kurdo se queja de sus conciudadanos: “¿Ves? Ese usa gasolina de contrabando. Ese también. Y ese”. Su ojo, acostumbrado al tráfico de Diyarbakir, la capital oficiosa del Kurdistán turco, le permite detectar, por el color del humo que despiden los tubos de escape, qué vehículos utilizan gasolina de contrabando, mucho más barata pero también peor refinada y que emite muchos más gases nocivos. En Hakkari, la provincia turca más suroriental, encajonada entre Irán e Irak, este periodista también pudo comprobar en un viaje en 2010 cómo el tráfico ilegal de combustible se lleva a cabo sin ningún pudor y la gasolina de contrabando se vende en las calles en botellas de Coca-Cola.
Las fronteras de Oriente Medio, dibujadas por las potencias occidentales tras la Primera Guerra Mundial, son difusas, tal y como pretende el Califato proclamado por el líder del Estado Islámico (EI), Abu Bakr al Baghdadi. Pero antes que este emirato yihadista, los contrabandistas llevan décadas demostrándolo.
“Cuando Estados Unidos ocupó Irak en 2003, solía bombardear periódicamente la frontera sirio-iraquí pensando que quienes la traspasaban ilegalmente eran yihadistas. Así, mató a muchos contrabandistas de cigarrillos”, explica a El Confidencial Joshua Landis, profesor de la Universidad de Oklahoma y uno de los mayores expertos internacionales en Siria: “Durante años esta ha sido una frontera borrosa a través de la que se traficaba. De hecho, las tribus de ambos lados tienen lazos familiares y lo mismo ocurre a ambos lados de la frontera sirio-turca”.
Estas redes de tráfico ilegal se han convertido en un perfecto aliado para el EI, ahora que los yihadistas han ocupado grandes extensiones de terreno en Siria e Irak e intentan levantar un estado en toda regla. Porque, pese a sus ideas medievales, los seguidores de Al Baghdadi saben perfectamente en qué siglo viven: basta echar una ojeada a su publicación periódica, IS Report, para darse cuenta de que usan conceptos plenamente occidentales como nation-building o informan sobre sus proyectos de “protección al consumidor” y control de las cosechas.
Cómo ganar 3 millones de dólares al día
Pero, para construir un Estado, hacen falta ingresos y eso no se consigue con los métodos habituales de un grupo terrorista –robos, pago de secuestros, extorsiones–, sino a través de un sistema impositivo, que el EI ya ha comenzado a establecer en Siria, y mediante los ingresos de la economía tradicional. Y en este caso, el petróleo juega un papel fundamental.
El Estado Islámico controla siete pozos de petróleo en Irak y otros seis en Siria (de los diez con que cuenta este país árabe) y, de acuerdo a los cálculos de Valérie Marcel, experta en fuentes de energía en Oriente Medio y analista de la Chatham House, produce unos 100.000 barriles por día, es decir, el equivalente al 0,13% de la producción mundial.
“Los volúmenes que maneja el EI son una gota en el océano de la producción global”, sostiene Marcel durante una entrevista con El Confidencial. De ahí que la captura de los pozos petrolíferos apenas haya tenido efecto en la cotización del crudo a nivel internacional, aunque sí ha obligado a cancelar proyectos de inversión en el sector energético del norte de Irak, según confiesa a este periodista una fuente de la industria. “Sin embargo, estos volúmenes que controla el EI sí que son muy significativos en cuanto a generación de ingresos para el grupo”, añade la experta de Chatham House. Diversos análisis estiman que el Califato se embolsa, gracias al petróleo, entre 1,5 y 3 millones de dólares al día.
Además de los pozos petrolíferos, el EI ha tratado de conquistar varias refinerías, entre ellas la de Baji, la mayor de Irak, donde se han librado duros combates. Pero buena parte del crudo que refina para el consumo local en las grandes ciudades que controla, como la iraquí Mosul o la siria Raqqa, se lleva a cabo en refinerías móviles en medio del desierto, asegura Landis, quien dice haber recibido fotografías de sus contactos sobre el terreno que reflejan este hecho. De todas formas, este método –que básicamente consiste en hervir el crudo– es muy rudimentario y provoca que se desperdicie gran parte del petróleo. Marcel es de la misma opinión y cree que el EI “carece de experiencia” en el manejo de instalaciones complejas de extracción y refinería del crudo, lo que podría incluso provocar daños en aquellas que controla.
Su mejor cliente es también su enemigo: Bachar al Asad
Uno de los principales clientes del Estado Islámico es también uno de sus mayores enemigos: el Gobierno sirio de Bachar al Asad. “El régimen sirio necesita desesperadamente petróleo para mantener la maquinaria de guerra y seguir prestando servicios a los ciudadanos del territorio bajo su control. El Gobierno aún controla una gran refinería, la de Tartus, pero no puede obtener crudo en los mercados internacionales a causa del embargo. Irán y Rusia, que están del lado de Asad, cada vez dan menos ayuda porque temen estar tirándolo a la basura. Así que al Gobierno sirio no le queda otra opción que comprárselo al EI y probablemente lo hace a través de la mediación de líderes tribales”, afirma Landis.
A quien le sorprenda este comercio entre enemigos, debería desempolvar los libros sobre las guerras de Líbano en la década de 1980 o de los Balcanes en los 1990 para comprobar que no hay nada más natural –en el caótico ambiente de una guerra civil– que el comercio a través de las líneas del frente.
El EI ha tratado de reducir el número de intermediarios y ha enviado directamente sus camiones a la frontera con Turquía, de manera que el precio que ingresa por cada barril ha ascendido hasta alrededor de los 60 dólares
Otra importante parte del petróleo que produce el EI se dedica a la exportación, principalmente a través de Turquía, apunta Marcel. La agencia Reuters citaba el pasado mes de julio al presidente del comité energético de Mosul, Husham al Brefkani, quien aseguraba tener “informaciones confirmadas que muestran que el Estado Islámico está exportando crudo del pozo de Najma, en Mosul, a Siria para pasarlo de contrabando a un país vecino de Siria”. En la misma nota, un empresario de Mosul aseguraba haber comprado al EI 250 barriles de crudo por 6.000 dólares, lo que arroja un precio de 24 dólares el barril, menos de un cuarto de su precio en los mercados internacionales, una verdadera ganga.
¿Cooperación de funcionarios turcos?
Desde entonces, diversos informes apuntan a que el Estado Islámico ha tratado de reducir el número de intermediarios y ha enviado directamente sus camiones a la frontera con Turquía, de manera que el precio que ingresa por cada barril ha ascendido hasta alrededor de los 60 dólares. El paso a Turquía –cuyos pasos fronterizos está controlados en su mayoría por el Frente al Nusra y el EI– se hace con la cooperación de intermediarios turcos y kurdos, e incluso de funcionarios turcos, asegura Landis. De acuerdo con los datos del servicio oficial de estadísticas Turkstat, las exportaciones de Turquía a Siria se doblaron durante los primeros ocho meses de este año en comparación con el anterior y superaron los 1.000 millones de dólares.
Mehmet Adi Ediboglu, diputado del partido opositor turco CHP por la provincia de Hatay, fronteriza con Siria, denunció recientemente que el EI está incluso montando tuberías improvisadas para hacer llegar su petróleo hasta el otro lado de la frontera. El exministro del petróleo de Irak, Issam al Chalabi, también se ha quejado de que los países vecinos están “haciendo la vista gorda” al contrabando de petróleo del Estado Islámico dados los bajos precios que cobra.
E incluso la embajadora de la UE en Irak, Jana Hybaskova, afirmó a inicios de este mes que estados comunitarios están comprando el petróleo que exporta el EI y exigió que se “ejerza presión a Irán, el Kurdistán y Turquía para poner freno” a esta situación. El problema es que, una vez alcanzadas las redes de distribución habituales, resulta muy complicado discernir la procedencia del petróleo y, ahí, los yihadistas juegan con ventaja.
Atrapado en un atasco de camino al aeropuerto, el taxista kurdo se queja de sus conciudadanos: “¿Ves? Ese usa gasolina de contrabando. Ese también. Y ese”. Su ojo, acostumbrado al tráfico de Diyarbakir, la capital oficiosa del Kurdistán turco, le permite detectar, por el color del humo que despiden los tubos de escape, qué vehículos utilizan gasolina de contrabando, mucho más barata pero también peor refinada y que emite muchos más gases nocivos. En Hakkari, la provincia turca más suroriental, encajonada entre Irán e Irak, este periodista también pudo comprobar en un viaje en 2010 cómo el tráfico ilegal de combustible se lleva a cabo sin ningún pudor y la gasolina de contrabando se vende en las calles en botellas de Coca-Cola.
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