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Dime qué enfermedad padeces y te diré dónde deberías ir de vacaciones
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Dime qué enfermedad padeces y te diré dónde deberías ir de vacaciones

Cuando elegimos un destino vacacionesl, deberíamos hacerlo según nuestro estado de salud. Explicamos qué debes tener en cuenta antes de marcharte

Foto: El verano es momento para relajarse, pero no debemos olvidar que algunos destinos pueden perjudicar nuestra salud.
El verano es momento para relajarse, pero no debemos olvidar que algunos destinos pueden perjudicar nuestra salud.

En la lista de intenciones para las vacaciones, que puede incluir la idea de descansar, recuperar fuerzas, tener más tiempo libre, desconectar de la rutina, descubrir nuevos paisajes o culturas, habría que añadir siempre la de seleccionar el destino más apropiado según nuestro estado de salud.

Por ello, tuMédico.es recopila una serie de recomendaciones generales para seleccionar los lugares más adecuados para viajar este mes de agosto en función de la historia clínica individual y a partir de algunas patologías frecuentes entre la población.

“Debería ser un requisito primordial a la hora de planificar un viaje, especialmente si se padece alguna dolencia crónica”, afirma el miembro del consejo asesor de tuMédico.es y médico internista, Joaquín Capdevila. “Aunque pueda parecer obvio, tiende a olvidarse que el objetivo último de unas buenas vacaciones es que tengan un impacto directo y positivo sobre nuestro bienestar”, recuerda Capdevila. Con el fin de disipar dudas, el especialista añade que “lo idóneo es consultar al médico si el destino soñado es también el más indicado para recargar pilas”.

La altitud es un factor que influye de manera directa en la presión arterial, que aumenta a medida que nos alejamos del nivel del mar. Por este motivo, los destinos de costa son más favorables para las personas hipertensas, mientras que las hipotensas podrían optar en cambio por zonas de montaña.

Por otro lado, es conveniente vigilar la exposición solar y abstenerse de practicar ejercicio físico durante las horas centrales del día para evitar bajadas repentinas de tensión.

Los tipos de alergia y los trastornos que origina son muy diversos y los alérgicos acostumbran a ser muy conscientes de las precauciones que hay que tomar para minimizar la exposición al alérgeno que desencadena la reacción.

Los destinos de montaña, y más en concreto los de media montaña, son los más aconsejables para las personas que sufren rinitis alérgicas, puesto que la presencia de ácaros y de contaminantes en la atmósfera es inferior y el período de polinización es más corto.

Los alérgicos a las picaduras de insectos deben ser especialmente cuidadosos cuando viajan y se recomienda que consulten con un alergólogo la conveniencia de llevar medicación parenteral para su seguridad.

Por su parte, aunque uno de los principales placeres cuando viajamos es el contacto con la gastronomía local, el riesgo de probar nuevos sabores es elevado en el caso de alergias alimentarias. No hay que bajar nunca la guardia ni dejar de preguntar la composición de los platos, salsas y guarniciones que nos sirven, por muy extraño que parezca que lasustancia a la que somos alérgicos haya sido utilizada como ingrediente para preparar la receta.

El calor es el peor enemigo de las varices porque dificulta la circulación de la sangre. Con el fin de paliar algunos de los síntomas que padecen las personas con varices, como los fuertes dolores y la pesadez en las piernas, se recomienda que elijan climas templados o incluso fríos para pasar el verano. Para quien no pueda concebir su descanso estival lejos de la playa, lo idóneo sería no tumbarse al sol en la toalla y optar por largos paseos al lado del mar.

En el caso de viajes de larga duración en avión, debe evitarse cruzar las piernas y es necesario mover los pies con frecuencia y caminar durante unos minutos cada dos horas, aproximadamente. De todos modos, es importante consultar con un especialista en angiología para estudiar la conveniencia de administrar medicación.

La exposición solar, las altas temperaturas, tomar bebidas o alimentos excesivamente fríos, el aumento de la presión atmosférica o la deshidratación son algunos factores que pueden desencadenar crisis migrañosas.

Hay que tener en cuenta que por encima de los 2.000 metros sobre el nivel del mar, aumenta la probabilidad de aparición de cefaleas, uno de los síntomas del denominado mal de montaña, un trastorno asociado a la disminución del oxígeno en el aire y que afecta especialmente a quienes viven habitualmente cerca de la costa. Además, los cambios de presión durante las maniobras de aterrizaje y despegue de un avión también pueden afectar a las personas con este tipo de dolencia.

Asimismo, se aconseja no alterar demasiado la rutina de descanso en vacaciones, ya que un exceso o falta de sueño influye en la aparición de procesos dolorosos.

El cloro que contiene el agua de las piscinas es un agente irritante de la piel que puede agravar los eccemas. Por este motivo, no hay que olvidar aplicarse cremas de barrera antes del baño en la piscina.

A la hora de hacer las maletas, los atópicos tendrían que pensar en lugares no demasiado calurosos si quieren mantener a raya esta enfermedad inflamatoria crónica. Las altas temperaturas provocan un aumento de la sudoración que contribuyen a incrementar la irritación cutánea característica de la dermatitis y empeorar los síntomas –picor, enrojecimiento, inflamación y sequedad de la piel–.

Aunque la idea de sumergirse en el océano y explorar el fondo marino puede resultar un plan muy tentador, no sería la actividad más adecuada para las personas propensas a sufrir infecciones de oído. El contacto excesivo con el agua y el aumento de presión a medida que se desciende puede provocar otitis. Si esta presión es excesiva, puede causar un barotrauma o traumatismo en el oído, que en función de su gravedad, podría derivar en la ruptura del tímpano.

Por el mismo motivo, los viajes en avión pueden convertirse en una tortura para las personas con tendencia a padecer inflamaciones de los canales auditivos.

La psoriasis es una enfermedad inflamatoria no contagiosa de la piel, que se manifiesta por la aparición de placas escamosas.

El verano es una época propicia para mejorar las lesiones cutáneas y mitigar los síntomas. La exposición solar, el agua salada del mar y la humedad de la costa representan la combinación de factores ideal para aliviar las manifestaciones de esta patología.

Las personas con diabetes pueden optar por cualquier destino sin restricciones. Sin embargo, a la hora de planificar el viaje, se recomienda prescindir de los formatos ‘todo incluido’, que dificultan el control sobre los menús. Asimismo, deben evitarse en la medida de lo posible los bufés libres en los que se tiende a comer en mayor cantidad.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que el cambio de hábitos y ejercicio físico durante las vacaciones puede requerir un reajuste del horario y las dosis del tratamiento.

Las zonas montañosas son las más adecuadas para estas enfermedades respiratorias, siempre que las oscilaciones térmicas no sean muy fuertes.

En el caso de los pacientes asmáticos, se recomienda pasar el verano en lugares de media montaña, donde la concentración de contaminantes en la atmósfera es muy baja, el período de polinización es muy breve y el clima seco favorece que la proliferación de ácarossea inferior. En general, la humedad es el peor enemigo de estas patologías, ya que puede inflamar la mucosa bronquial.

Antes de realizar una reserva hotelera, se aconseja comprobar con el establecimiento aquellos datos útiles para el bienestar de las personas con asma como, por ejemplo, que las habitaciones no dispongan de moqueta.

En la lista de intenciones para las vacaciones, que puede incluir la idea de descansar, recuperar fuerzas, tener más tiempo libre, desconectar de la rutina, descubrir nuevos paisajes o culturas, habría que añadir siempre la de seleccionar el destino más apropiado según nuestro estado de salud.

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