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Descubre el Mont Saint-Michel, una joya inexpugnable en la Normandía
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Descubre el Mont Saint-Michel, una joya inexpugnable en la Normandía

Utilizado como fortaleza defensiva en el pasado, se encuentra en una bahía que es periódicamente invadida por el mar

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Hay una verdad incontestable en esta vida: a nadie deja indiferente el monte Saint-Michel. Conforme el viajero se aproxima a su destino, por la verde carretera, y observa esa joya inexpugnable al fondo, comprende que eso que se dispone a ver es especial, como si no fuera de este mundo. Hay tres formas de llegar hasta sus puertas: en coche de caballos, si el viajero en cuestión es un nostálgico o un romántico empedernido, en autobús (gratuito) o (si se atreve y lleva zapatos para la ocasión) caminando por su pasarela.

Y es que el peregrino que se aproxime caminando por su pasarela en las primeras horas de la mañana descubrirá a lo largo del día cómo va cambiando el paisaje gracias a la fuerza de la naturaleza. El principal encanto del monte Saint-Michel reside en su localización: utilizado como fortaleza defensiva en el pasado, se encuentra en una bahía que es periódicamente invadida por el mar, por lo que probablemente cuando lleguemos no sea más que un peñón conectado a la tierra, pero si tenemos suficiente suerte podremos ver cómo se va convirtiendo poco a poco en una isla separada del resto del mundo.

Según la leyenda se elevaba en medio del bosque de Scissy, que probablemente sea un mito pues no hay pruebas reales de su existencia

Pese a ello, no ha podido escapar de la masificación: antes de llegar un hotel, restaurantes y un pequeño centro comercial nos saludarán, robándonos un poco de esa magia digna de un sitio de peregrinaje. No es muy diferente la sensación cuando atravesamos sus puertas, pues en ese ambiente medieval también encontraremos restaurantes (importante probar la especialidad de Saint-Michel: la tortilla), tiendas de ropa e imanes o 'cachivaches' de 'Juego de Tronos'. Es inevitable, igual que lo son las colas o la infinidad de turistas haciendo selfis a sus puertas. Así es la globalización.

A pesar de todo, sigue siendo un lugar increíble, especialmente si conocemos su historia. Su Abadía, que se alza poderosa en lo alto, fue construida por monjes benedictinos en el año 966, pero los celtas y los romanos lo poblaron antes: según la leyenda se elevaba en medio del bosque de Scissy, que probablemente sea un mito, pues no hay pruebas reales de su existencia. La iglesia original es un poco anterior a la llegada de los benedictinos: a petición del mismísimo arcángel Miguel, el obispo de Avranches, san Aubert, construyó y consagró una primera iglesia en el año 709.

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En tantos años, por supuesto, al monte le ha dado tiempo a presenciar muchas cosas: sufrió incendios y ataques durante la Edad Media y la Guerra de los Cien años (de hecho, por ese motivo fue amurallado), sirvió como prisión durante la Revolución Francesa, sobrevivió a las dos grandes guerras y enamoró a escritores de la talla de Guy de Maupassant. En la actualidad la espiritualidad de la zona de peregrinaje se ha visto desplazada por la masificación, y aunque recibe tres millones de visitantes anuales (o las recibía antes de la pandemia), solo un tercio de ellos va a la Abadía.

Sufrió incendios y ataques durante la Guerra de los Cien años, sirvió como prisión durante la Revolución Francesa

Sin embargo, la visita a la Abadía una vez has recorrido los callejones del monte Saint-Michel es obligatoria. Un viaje por mil años de historia, pues su primera mención aparece en un escrito en latín del siglo IX, está clasificada como monumento histórico desde 1862 y figura en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1979. El recorrido merece la pena especialmente por las espectaculares vistas desde arriba, con las que podremos observar como el agua va acercándose poco a poco al monte durante el día.

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No solo la Abadía, dentro del monte Saint-Michel también podemos encontrar la Capilla de Notre-Dame-sous-Terre, la Iglesia parroquial de San Pedro (originalmente fue la iglesia de los habitantes de la Montaña), la Capilla y la Fuente de Saint-Aubert, además de cuatro museos: el Museo histórico, el Museo marítimo, el Archéoscope y la Casa de Logis Tiphaine, donde puedes ver muebles de época, la armadura del caballero del siglo XIV Bertrand Du Guesclin y exhibiciones astrológicas de Tiphaine Raguenel.

Es motivo de disputa territorial entre normandos y bretones, siendo victoriosos

Pero si simplemente te apetece pasear por fuera y dentro de la muralla y admirar el lugar, también valdrá la pena la experiencia. En la actualidad, en el monte Saint-Michel viven un total de 33 personas, y si vas a estar varios días en lugar de hacer una visita de un día, es recomendable visitar la presa del río Couesnon, comer cordero (extremadamente popular en la zona) o mirar la fortaleza por la noche, con el cielo plagado de estrellas. Tal es el encanto del monte Saint-Michel que es motivo de disputa territorial entre normandos y bretones, siendo victoriosos, por el momento, los primeros. El lugar bien merece un duelo, pues cualquier viajero como decíamos al principio pensará al verlo por primera vez que todo su reino por un trocito de esa fortaleza inexpugnable.

Hay una verdad incontestable en esta vida: a nadie deja indiferente el monte Saint-Michel. Conforme el viajero se aproxima a su destino, por la verde carretera, y observa esa joya inexpugnable al fondo, comprende que eso que se dispone a ver es especial, como si no fuera de este mundo. Hay tres formas de llegar hasta sus puertas: en coche de caballos, si el viajero en cuestión es un nostálgico o un romántico empedernido, en autobús (gratuito) o (si se atreve y lleva zapatos para la ocasión) caminando por su pasarela.

Desembarco en Normandía Edad Media
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