La asombrosa historia de la gran estructura cósmica que ya no existe

En 1995, el mundo admiró asombrado la imagen de un grupo de columnas de cuatro años luz de longitud situadas en la nebulosa del Águila, a 7.000 años luz de la Tierra. Fue una visión tan inimaginable que alguien las bautizó como los Pilares de la Creación. El único problema es que los pilares no existen. Habían sido destruidos hace más de mil años.

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En 2015, un Hubble mejorado capturó nuevas imágenes de alta definición de esta estructura, que volvieron a asombrar a todos. Pero ayer, la NASA publicó la versión del James Webb que, como siempre, me ha dejado sin habla durante varios minutos, mientras aumentaba su tamaño y navegaba en la pantalla del ordenador para ver el increíble detalle capturado por este telescopio espacial que no cesa de sorprender a astrónomos y cualquiera que tenga curiosidad por saber que hay más allá de la atmósfera terrestre.

Y, como la del Hubble, es otro espejismo de algo inexistente.

La máquina del tiempo

Limitados por nuestra comprensión de la realidad y del tiempo, miramos los objetos del espacio como si fueran las montañas o el océano en la Tierra. Percibimos estos paisajes estelares como algo que está fijo ahí arriba, seguro, arraigado en nuestra realidad, los sólidos cimientos de nuestra misma existencia. Algunas personas ven la obra de los dioses en todo este espectáculo aparentemente inmutable, de ahí los nombres mitológicos de planetas, constelaciones, nebulosas y galaxias… o estos Pilares de la "Creación". Otros sólo ven maravillas científicas, "un vasto coliseo cósmico" en el que la Tierra es sólo una diminuta "mota de polvo suspendida en un rayo de sol".

Nuestra diminuta percepción del tiempo, la misma que nos hace pensar que somos el centro de todo, es solo una ilusión. A escala cósmica, al igual que en nuestras vidas individuales, las cosas se mueven constantemente. La arquitectura del cosmos está en constante cambio y los científicos saben desde 2007 —solo unos años después de que fueran observadas por primera vez— que estas estructuras gigantescas ya no existen.

Fueron destruidas por una supernova que ocurrió hace 6.000 años. Con nuestros telescopios, podemos ver cómo la supernova avanza, imparable, destruyendo todo lo que toca. Desde la Tierra, la onda expansiva aún no ha alcanzado los Pilares de la Creación. Para nuestros sentidos, todavía están ahí, intactos.

Se avecina un espectáculo asombroso

Dentro de otros mil años habrá un espectáculo increíble. La onda expansiva ya está llegando a los Pilares de la Creación y, tal como fueron creados, serán destruidos, borrados por la fuerza de una estrella muerta. Paul Scowen — Profesor de la Escuela de Exploración de la Tierra y el Espacio de la Universidad Estatal de Arizona en Tempe y uno de los hombres que dirigió las observaciones originales del Hubble en 1995 — lo explica perfectamente: “Me impresiona lo transitorias que son estas estructuras. Están siendo activamente eliminadas ante nuestros ojos. La fantasmal niebla azulada que rodea los densos bordes de los pilares es material que se calienta y se evapora en el espacio. Hemos captado estos pilares en un momento único y de corta duración en su evolución.

Racionalmente, sé por qué ocurre esto. Sé que, como la luz tiene que recorrer una gran distancia, llega mucho después de que se haya producido el evento. Cuanto más lejos ocurre algo, más tiempo tarda en llegar a nuestros ojos. Sé que cuando miramos al cielo estamos viendo el pasado: segundos, minutos, años, siglos y milenios atrás. Cantidades que no podemos comprender racionalmente. El Universo es una asombrosa máquina del tiempo.

No somos nadie y lo somos todo

Pero el hecho de que entienda todo esto conceptualmente no importa. Cada vez que pienso en ello, experimento la misma sensación: una mezcla indescriptible de asombro y humildad al pensar que yo mismo y todas las personas que me rodean, todas las personas a las que amo, he amado o amaré, tampoco existen aún desde la atalaya de las ruinas de esos pilares. Ahora mismo, si hay unos alienígenas en una nave espacial pasando por esas coordenadas espaciales, mirando hacia la Tierra con telescopios mágicos capaces de ver humanos caminando sobre ella, ninguno podría saber que estamos aquí, enfrascados en nuestras pequeñas glorias y miserias, a menos que esperen 7.000 años. Para ellos, ahora mismo, no existimos.

Es entonces cuando me doy cuenta de que realmente estamos solos en medio de este enorme caos organizado que es el Universo. Y cada vez que pienso en ello, amigos míos, mi mente y mi corazón explotan, barridos por una supernova de asombro y humildad.