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Un collar GPS para el lobo: la medida estrella para salvar al ganado "no sirve para nada"
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COSTOSO E INÚTIL

Un collar GPS para el lobo: la medida estrella para salvar al ganado "no sirve para nada"

Aunque las administraciones se empeñan, realizar un seguimiento de ejemplares aislados no protege a los animales domésticos y, en cambio, pone en riesgo a los lobos capturados

Foto: Captura de un lobo en Villardeciervos, Zamora. (EFE/Mariam A. Montesinos)
Captura de un lobo en Villardeciervos, Zamora. (EFE/Mariam A. Montesinos)

Castilla y León alberga el 60% de los 2.800 lobos que hay en España, según los datos que publicó hace meses la Fundación Artemisan. La Junta suele ofrecer otras cifras, las de ataques al ganado que se atribuyen a este animal: 3.034 en 2022. Desde el año anterior está incluido en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE), una decisión que impide matarlo y con la que no está de acuerdo ninguna comunidad autónoma del noroeste, las que aglutinan casi toda la población.

En ese contexto, la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León ha iniciado un ambicioso programa que pretende colocar, cada año, un collar GPS a 20 lobos para seguir sus movimientos. La idea es capturar individuos, colocarles el dispositivo y, a través de la geolocalización, recopilar datos. Según los responsables del plan, que ya ha logrado establecer este radiomarcaje en 11 animales, servirá para prevenir ataques. Sin embargo, los biólogos no entienden cuál es la lógica que lleva a pensar que ese seguimiento puede proteger al ganado.

Foto: Lobo ibérico en el norte de la península. (iStock)

“Nadie con dos dedos de frente puede pensar que tener localizado a un lobo escogido de manera aleatoria va a prevenir daños al ganado”, afirma en declaraciones a El Confidencial Ángel Manuel Sánchez, biólogo y director del proyecto Voluntariado Nacional para el Censo del Lobo Ibérico y Evaluación del Estado de Conservación de sus Hábitats Naturales. “No sirve para nada, solo vas a saber cómo se mueve ese ejemplar concreto y te van a salir dibujos preciosos en el ordenador, pero poco más podrás inferir, son datos aislados”, añade. En su opinión, este tipo de actuaciones solo sirven de argumento a los políticos, para “decir que están trabajando en conservación” o convencer a los ganaderos y a la sociedad de que están haciendo algo.

Sin base científica

El investigador Jorge Soto, miembro de la junta directiva de la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (Ascel), también cree que se trata de una operación cosmética cuyo argumento principal “no se sostiene ni tiene base científica”, asegura. “Colocar collares a los animales para seguir sus movimientos puede ser una herramienta valiosísima”, matiza, “pero hacerlo para prevenir ataques no se sostiene, porque está demostrado que es más efectivo proteger al ganado por medio de vallas, perros o recogiéndolo por la noche”.

placeholder Trampa para el lobo. (EFE)
Trampa para el lobo. (EFE)

“Con el radiomarcaje se pueden obtener datos sobre los ritmos de actividad de los ejemplares o sus áreas de actividad, pero en realidad toda esa información ya se conoce, hay mucha literatura científica sobre ello”, afirma este experto. Habitualmente, los zoólogos investigan el comportamiento de los animales en general, y del lobo en particular, gracias a complejas labores de muestreo, obteniendo datos mucho más valiosos sobre las manadas. Por el contrario, hacerlo de esta forma, conduce a conclusiones sesgadas.

“Luego salen estudios en los que se deduce que todos los lobos se alimentan de carroña cuando en realidad lo puede estar haciendo un ejemplar solitario, precisamente, porque no tiene forma de unirse a un grupo y cazar”, pone como ejemplo Sánchez. El problema es que estas capturas aleatorias se llevan a cabo “sin ni siquiera conocer el territorio”, lamenta, lo que lleva a errores de bulto como colocar el collar a dos miembros de la misma manada “sin saberlo”.

placeholder Lobo ibérico. (EFE)
Lobo ibérico. (EFE)

Datos en malas manos, animal muerto

La Junta de Castilla y León engloba este plan en una serie de “medidas preventivas” en las que va a invertir casi cuatro millones de euros hasta 2026. Aunque este proyecto es especialmente ambicioso por el despliegue previsto, no es muy novedoso: según los expertos, desde los años 80 se deben haber radiomarcado unos 150 lobos (con frecuencia, los dispositivos dejan de funcionar con el paso de los años), pero hay poca transparencia con respecto a los proyectos y los resultados. En los últimos tiempos, otras comunidades (Galicia, Asturias, La Rioja, Castilla La Mancha y Madrid) también han colocado dispositivos GPS a esta especie y el resultado de estas iniciativas inquieta a los expertos, porque sospechan que los datos se acaban filtrando con un desenlace fatal para esta especie protegida. El caso más flagrante ocurrió en 2019 en la madrileña Sierra del Rincón, cuando un lobezno de seis meses apareció muerto por un disparo en la cabeza tan solo unos días después de que le colocasen el collar de seguimiento.

“En Asturias, tenemos datos de grupos familiares que han desaparecido después de que algún miembro fuese radiomarcado”, comenta Sánchez. No solo ocurre con los lobos: el oso Cachou, que estaba geolocalizado, murió envenenado en el Valle de Arán (Lleida) en marzo de 2020. Y no solo ocurre en España: un estudio realizado en Rusia sobre otro gran carnívoro, el tigre de Amur, que está en peligro de extinción, reveló que el 75% de los ejemplares geolocalizados acabó muriendo a manos de cazadores furtivos. De alguna manera, llevar GPS no solo contribuye a hacer más visibles a los animales, sino que es probable, según este y otros trabajos, que incluso altere su comportamiento.

placeholder Lobo. (EFE)
Lobo. (EFE)

“El radiomarcaje de ejemplares no es nada malo, pero al final la realidad te dice que esos lobos aparecen muertos, está pasando en Asturias”, apunta Soto. Precisamente, las comunidades que están desarrollando estas iniciativas “son las mismas que están pleiteando en los juzgados para que se vuelva a permitir matar lobos”, recuerda. Además, estos costosos proyectos se realizan gracias a fondos que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha puesto a disposición de las comunidades para proyectos de investigación. Sin embargo, son las administraciones quienes dirigen estos proyectos, sin la participación de científicos ni universidades.

Daños por las capturas

Por otra parte, los científicos advierten de que atrapar lobos para colocarles este tipo de dispositivos tiene consecuencias. Un estudio publicado en la revista Journal of Wildlife Diseases en 2022 detalla que en un programa de radiomarcaje desarrollado en Michigan (EEUU) fueron capturados, durante varios años, 351 ejemplares y, al menos, el 47% sufrió lesiones, la mayoría leves, aunque también están recogidos casos graves. Generalmente, se utilizan trampas para las patas y existen muchos trabajos internacionales sobre las heridas que provocan, aunque no en España, donde la información pública sobre este tipo de actuaciones es “muy críptica”, aseguran los biólogos.

Foto: Los lobos deambulan libres por la zona de exclusión de Chernóbil. (REUTERS/Vasily Fedosenko)

Según han explicado a Efe los técnicos de Castilla y León, en este caso, se minimizan los daños, porque preparan trampas con un olor atrayente y, gracias a las cámaras de fototrampeo y a un equipo siempre en alerta, los veterinarios acuden rápidamente, y le aplican un dardo tranquilizante al ejemplar capturado. De esta manera, le ponen el collar y, además, se le toman muestras de sangre y heces para hacer un estudio epidemiológico. El dispositivo pesa 600 gramos y solo se coloca a ejemplares que pesen más de 20 kilos, que lo llevarán el resto de sus días.

A los científicos no les convencen estos argumentos, porque al final “el 1% de los lobos muere en acciones de radiomarcaje, según los datos de EEUU”, apunta Jorge Echegaray, otro miembro de Ascel. Aunque el riesgo sea bajo, la población de lobo ibérico sigue siendo tan endeble que cada ejemplar muerto “es una pérdida irreparable”, asegura. Además, colocar trampas en el campo entraña riesgos para otras especies, incluso para el oso pardo, porque “no son muy selectivas”.

Castilla y León alberga el 60% de los 2.800 lobos que hay en España, según los datos que publicó hace meses la Fundación Artemisan. La Junta suele ofrecer otras cifras, las de ataques al ganado que se atribuyen a este animal: 3.034 en 2022. Desde el año anterior está incluido en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE), una decisión que impide matarlo y con la que no está de acuerdo ninguna comunidad autónoma del noroeste, las que aglutinan casi toda la población.

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