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Volver a matar lobos: la propuesta del PP que en realidad perjudicaría a los ganaderos
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MÁS CAZA, MÁS ATAQUES

Volver a matar lobos: la propuesta del PP que en realidad perjudicaría a los ganaderos

El programa de los populares recoge levantar la prohibición al norte del Duero, pero los estudios científicos dejan claro que las muertes de lobos incrementan los ataques

Foto: Lobo ibérico en el norte de la península. (iStock)
Lobo ibérico en el norte de la península. (iStock)

Es época de promesas electorales. Cuando la competición está reñida, dar en el clavo con aquellas ideas que movilizan a los votantes y permiten diferenciarse del rival puede arañar unos cuantos apoyos. Las polémicas relacionadas con problemas medioambientales son uno de esos campos de batalla, y un buen ejemplo es el punto 78 del programa del Partido Popular. Si Núñez Feijóo gobierna, acabará con la prohibición de cazar lobos al norte del río Duero, vigente desde hace menos de dos años para toda España, cuando estos animales se incluyeron en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial (Lespre), generando una gran controversia en las comunidades del norte, donde los ganaderos se quejan con frecuencia de sus ataques al ganado.

"Restableceremos la situación de protección del lobo, previa a 2021, para extraer las poblaciones al norte del Duero", afirma el texto de los populares, de ese listado de protección especial, "permitiendo el control" de dicha especie en esa zona. En el programa del PP, este punto está recogido dentro de un objetivo más amplio que habla de "fortalecer y proteger el sistema agroalimentario y el medio ambiente". ¿Son posibles las dos cosas? ¿Volver a matar lobos en comunidades como Asturias, Cantabria, Galicia o gran parte de Castilla y León es una medida adecuada?

Foto: Chacal dorado. (Ricardo Peralta Ayala)

En las últimas décadas, la recuperación de este emblemático animal, que dominaba toda la península en el siglo XIX y casi llegó a desaparecer, ha entrado en confrontación directa con la actividad ganadera. A pesar de que se calcula que, en la actualidad, apenas llegan a 300 manadas (como mucho, unos 2.500 individuos en las estimaciones más optimistas), restringidas a la zona noroeste, permitir su caza puede parecer una buena noticia para el sector primario. La lógica más simple nos lleva a pensar que menos ejemplares equivale a menos ataques. Sin embargo, la naturaleza es mucho más compleja.

Más lobos muertos, más ataques

De hecho, varios estudios científicos internacionales indican exactamente lo contrario: matar al lobo hace que aumenten sus agresiones al ganado. Una de las investigaciones más importantes, publicada en Plos One en 2014, evaluó el efecto de la caza de este animal en EEUU (Idaho, Montana y Wyoming) durante 25 años y los resultados fueron contraintuitivos: cuando se incrementó el "control letal" de este animal salvaje en ciertos lugares, la depredación de ovejas aumentó de media un 4% y la de ganado vacuno entre el 5% y el 6%.

placeholder Lobo ibérico. (EFE)
Lobo ibérico. (EFE)

En Europa, las evidencias científicas dejan resultados parecidos. Tras analizar el problema en Eslovenia, un grupo de científicos llegó a la conclusión en 2011 de que la caza de lobos "no es una medida efectiva para reducir la depredación del ganado" a no ser que "se exterminan por completo de una gran área". A mayor número de lobos muertos, "la depredación de ganado no disminuye, sino que aumenta, salvo que se elimine un elevado porcentaje de la población", una situación que en España equivaldría a erradicarlos, lo cual "atenta contra la protección legal nacional e internacional otorgada a la especie", explica a El Confidencial el presidente de la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (Ascel), Ignacio Martínez.

Pero ¿cómo se explica que, si hay menos animales vivos, ataquen más a la cabaña ganadera? Según los expertos, "en los grupos de lobos que han perdido ejemplares importantes en la jerarquía social, se ha observado una desestructuración", y los comportamientos cambian cuando el número de individuos se reduce. No solo ataca más, sino que lo hace a mayor distancia, con lo cual el problema se disemina. En cada manada, se reproduce una sola pareja, que está vinculada al lugar de cría y, por lo tanto, es más proclive al ataque al ganado que a desplazarse siguiendo las presas salvajes. Cuando uno de sus miembros muere, el grupo se fractura y da lugar a nuevas parejas reproductoras. Es decir, que crece el número de ejemplares dispuestos a atacar al ganado próximo.

Además, quedan más lobos dispersos, incapaces de ir a por presas naturales en solitario y que optan por otras más asequibles. Este tipo de efectos está perfectamente descrito en otro artículo, publicado en 2018 en Plos One. Los autores, estadounidenses, encuentran que matar lobos genera efectos contraproducentes porque extiende un problema que puede ser local a explotaciones ganaderas situadas a decenas de kilómetros que no habían sufrido ataques anteriormente. Al desestructurarse las manadas, se ven afectadas.

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Explotación ganadera. (EFE)

"Tienen estructuras sociales muy complejas, donde los jóvenes aprenden de los reproductores", comenta el biólogo Ángel Manuel Sánchez, director del proyecto Voluntariado Nacional para el Censo del Lobo Ibérico y Evaluación del Estado de Conservación de sus Hábitats Naturales. "La caza es un elemento más de aprendizaje y de cohesión entre los individuos que conforman la manada, es lógico que prefieran cazar presas silvestres frente al ganado, una presa teóricamente mucho más fácil y que aporta mucho menos a nivel de relaciones sociales o de estrategia", explica. Sin embargo, las manadas necesitan varios años para asentarse en un territorio y controlar la disponibilidad de presas a lo largo del año. Si escasean, se ven abocados a atacar animales domésticos. En ese sentido, los controles poblacionales aleatorios interrumpen el flujo de información de los individuos más experimentados a los más jóvenes y "no hacen más que disgregar y desestructurar grupos familiares, no dejándoles otra opción que cazar presas más fáciles, es decir, ganado".

A día de hoy, "todos los países de nuestro entorno tienen esta especie estrictamente protegida", recuerdan en Ascel. Así es en Portugal, Francia e Italia. No obstante, hay otros lugares de Europa que siguen permitiendo abatirla, como Letonia. Allí se siguen evaluando los resultados. Un estudio publicado este mismo año en la revista Sustainability explica que los ataques al ganado han aumentado en las últimas dos décadas en este país, y que coinciden, precisamente, con la época en la que se cazan lobos, el verano y el otoño. En definitiva, esta investigación confirma que la tasa de depredación del ganado es mayor cuando aumenta el número de sacrificios del animal salvaje.

placeholder Oveja atacada. (Cedida)
Oveja atacada. (Cedida)

Qué implicaría el cambio

Con estos datos, los biólogos temen las consecuencias de volver a la situación anterior. "¿Alguien con sentido común se imagina volver a cazar linces ibéricos, osos pardos o águilas imperiales? Pues con el lobo pasa lo mismo, significaría un enorme retroceso en las políticas de conservación de la biodiversidad y de restauración de hábitats con lo que además se perderían muchos fondos de la Unión Europea", afirma Ángel Manuel Sánchez. Los responsables del censo del lobo ibérico elaboraron un informe en 2017 que cifraba el número de muertes anuales no naturales (incluye atropellados, envenenados y disparados) entre las 500 y las 650 en España. Según los expertos, con estos números, no contar con el máximo grado de protección encamina a la especie a la extinción, teniendo también en cuenta el "cuello de botella genético" que sufrió en los años 70, cuando estuvo más cerca de desaparecer, una falta de variabilidad genética que disminuye las opciones de supervivencia de la especie.

Con este escenario, la caza del lobo genera una espiral que incrementa el problema y que, según Ascel, tiene su mejor ejemplo en Castilla y León, donde se abatieron más de 1.100 lobos en ocho años. "No se ha evaluado si los objetivos por los cuales se han estado matando lobos se han cumplido", apunta Martínez, pero el resultado es que hay "más muertes de lobos, incrementos sistemáticos y continuos de bajas ganaderas, radicalización social e incremento de la caza ilegal". En definitiva, "algo no funciona".

placeholder Lobo ibérico. (EFE)
Lobo ibérico. (EFE)

Los datos de esta comunidad hasta 2021 suelen tener interpretaciones contrapuestas. Los defensores de la actividad cinegética contra el lobo argumentan que, al sur del Duero, donde ya estaba prohibida su caza, se concentraban hasta el 85% de los ataques. Sin embargo, al analizar al detalle los datos, también encajan con la explicación de los biólogos derivada de los estudios: en esa zona la especie está menos asentada, solo vive el 15% de las manadas, abunda la disgregación y los ejemplares solitarios.

Según Ascel, entidad que promovió la actual protección y que mantiene pleitos en los tribunales contra cuatro comunidades autónomas e incluso el Gobierno, en España aún "faltan lobos para que puedan ejercer su papel ecológico", por ejemplo, reducir las poblaciones de ungulados salvajes y la transmisión de enfermedades como la tuberculosis, que tanto afecta a los propios ganaderos. La presencia del lobo genera "servicios ecosistémicos" insospechados, como "la reducción de las colisiones entre la fauna salvaje y los vehículos". Un estudio asegura que, en 2018, el consumo de corzos y jabalíes por lobos franceses ahorró entre 2,4 y 7,8 millones de euros al evitar víctimas humanas y daños materiales en colisiones con dichos ungulados en las carreteras galas.

Foto: Un oso negro americano. (Wikipedia)

En concreto, en España, este temido animal se alimenta sobre todo de corzos, según un estudio publicado en 2009. El análisis de 593 excrementos de lobo reveló que el 62,8% de sus presas fueron corzos, el 12,6% ciervos y el 10% jabalíes. El consumo de ovejas y cabras domésticas solo representó el 7,7% y el 2,9% respectivamente. Estudios similares en otros países indican que la dieta basada en el ganado apenas llega al 1%. Algunos zoólogos incluso consideran que se le atribuyen ataques que no le corresponden, por ejemplo, provocados por perros descontrolados.

El reto de la convivencia

Por eso, los expertos apuestan por otra receta para la convivencia entre lobo y ganaderos: implementar medidas disuasorias y preventivas. Algunas son prácticas tradicionales hoy perdidas, como la guarda nocturna del ganado. La agrupación de partos (intentar concentrarlos en un momento del año) y el uso de perros guardianes son otras medidas útiles. Además, las hay más modernas, como los pastores eléctricos (descargas eléctricas en el cercado) o el fladry (un cordel del que cuelgan bandas de colores que ahuyentan a los carnívoros.

"En Europa, se dedican enormes partidas económicas para poder hacer compatibles las actividades humanas con el entorno donde se desarrollan, incluso llevan compromisos asociados que no suelen cumplirse", comenta el responsable del censo del lobo. Desde ese punto de vista, los daños que ocasiona el lobo "pueden ser asumidos desde las administraciones correspondientes sin ningún tipo de problema, hay financiación para ello, y, si el lobo y otras especies continúan con su estatus de protección, habrá más". Lo que ocurre es que "el lobo es utilizado como chivo expiatorio" de todos los problemas del medio rural, "que son muchos". Es decir, que "matar lobos no soluciona la falta de competitividad del sector agroganadero de nuestro país, siempre a la sombra de otros centroeuropeos; ni los ínfimos precios que perciben los productores y que no se solucionan a base de subvenciones que los hacen aún menos competitivos".

Es época de promesas electorales. Cuando la competición está reñida, dar en el clavo con aquellas ideas que movilizan a los votantes y permiten diferenciarse del rival puede arañar unos cuantos apoyos. Las polémicas relacionadas con problemas medioambientales son uno de esos campos de batalla, y un buen ejemplo es el punto 78 del programa del Partido Popular. Si Núñez Feijóo gobierna, acabará con la prohibición de cazar lobos al norte del río Duero, vigente desde hace menos de dos años para toda España, cuando estos animales se incluyeron en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial (Lespre), generando una gran controversia en las comunidades del norte, donde los ganaderos se quejan con frecuencia de sus ataques al ganado.

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