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Cataluña está seca y no se atisba solución. ¿Es el momento de construir más desaladoras?
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¿UNA SOLUCIÓN IMPRESCINDIBLE?

Cataluña está seca y no se atisba solución. ¿Es el momento de construir más desaladoras?

El alto coste energético y los problemas medioambientales que genera la salmuera frenan la desalinización del agua del mar, pero nuevas soluciones tecnológicas se abren paso

Foto: Desaladora del Prat de Llobregat. (EFE/Alejandro García)
Desaladora del Prat de Llobregat. (EFE/Alejandro García)

Desde este jueves, dos de cada tres catalanes han entrado en una nueva fase de restricciones de agua. Los vecinos de 202 municipios de Barcelona, su área metropolitana y parte de la provincia de Girona pasan a una situación de preemergencia, según la Generalitat, que limita el consumo de agua por habitante y día a 210 litros, incluyendo actividades económicas. La sequía no tiene fin y ya ha dejado las reservas de las cuencas hidrográficas internas de Cataluña a menos del 19%. No se pueden regar jardines ni limpiar calles, y la presión del agua del grifo se reduce.

El Observatorio Fabra de Barcelona, inaugurado en 1914, registra sus años más secos desde 2021 hasta ahora. Muchos se preguntan qué pasará si sigue sin llover, si la sequía se vuelve crónica o si esta situación se convierte en permanente o empeora con el cambio climático. De hecho, sería aún peor sin dos importantes alivios situados en la costa catalana: la desaladora de Tordera, que funciona desde 2002, y la de Llobregat, inaugurada en 2009 como la más grande de Europa destinada al abastecimiento urbano. ¿Hay que seguir en esa línea y construir más?

Hay quien lo ve bastante claro. "Si nos fijamos en el mapa de las desaladoras, las encontramos sobre todo de Castellón hacia el sur, porque tradicionalmente ha habido más escasez hídrica", explica Rafael Camarillo, ingeniero químico de la Universidad de Castilla-La Mancha, en declaraciones a El Confidencial. "Lo que está pasando ahora, con el cambio climático, es que el problema se extiende al norte, así que es probable que se construyan más", añade. "Es una tecnología probada, funciona bien y, si falta agua, habrá que utilizarla".

España es el país de Europa con más capacidad para desalinizar agua, aunque solo tiene un centenar de plantas de gran capacidad. Aun así, es el cuarto del mundo, por detrás de Arabia Saudí, EEUU y Emiratos Árabes. También hay casos curiosos, como el de Malta, donde, ante la ausencia de ríos interiores, todo su consumo procede del agua desalada. En cualquier caso, la costa mediterránea española tiene las características adecuadas para este tipo de instalaciones, aunque "siempre hay que estudiar la geología o las corrientes marinas para elegir el punto concreto". Un tercio de ellas está en las islas Canarias. En general, las desaladoras son "fáciles de construir, van por módulos", y nuestro país está "a la vanguardia" de este tipo de tecnología.

placeholder Una desaladora. (EFE)
Una desaladora. (EFE)

No obstante, no solo existen desaladoras para el agua del mar, también para el agua salobre, que es la que tiene un alto contenido en sal, pero que no procede del mar, sino que se puede encontrar en el interior. Es el caso de un tercio de las instalaciones españolas. Por ejemplo, hay pozos y yacimientos subterráneos de agua salada, en algunos casos con reservorios aún más salados que el agua marina. "En el interior también tenemos muchos problemas de sequía y habrá que recurrir al agua salobre", opina Camarillo.

Sin embargo, esta solución ya no parece tan ideal como hace años. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero llegó al poder en 2004, se planeó la construcción de 51 grandes plantas como alternativa a los trasvases por los que había apostado el Plan Hidrológico Nacional del Gobierno de José María Aznar. "Hubo un impulso muy fuerte", recuerda Jesús Vargas Molina, investigador de la Universidad de Málaga y miembro del Observatorio Ciudadano de la Sequía, pero "se quedó en papel mojado". Algunas de las que se construyeron ni siquiera están a pleno rendimiento en la actualidad, "porque el agricultor no suele querer esta agua, que es más cara, salvo que se subvencione". Incluso la sociedad en su conjunto tiene "cierto rechazo a consumir agua del grifo procedente de desaladoras, aunque la calidad es igual", explica.

placeholder Instalaciones de una desaladora. (EFE)
Instalaciones de una desaladora. (EFE)

Con el paso de los años, los colectivos ecologistas se han manifestado en contra de esta solución, a la que se le han visto las costuras. Aunque puedan ser preferibles a los trasvases, que tienen un gran impacto ambiental y social, las desaladoras presentan dos grandes inconvenientes. "El problema fundamental es el coste energético, que aumenta el precio del producto final", comenta Vargas Molina. Además, "a medida que nos alejamos de la costa, es necesario bombear más". El segundo gran obstáculo son "las consecuencias ambientales de la salmuera que generan, que se suele verter al mar". Al tener el doble de salinidad que el agua marina, supone una amenaza para la fauna y la flora.

"A nivel mundial, la mayor parte de las desaladoras funcionan por ósmosis inversa, es el mejor proceso y ya tenemos décadas de experiencia", destaca el ingeniero químico de la Universidad de Castilla-La Mancha. Este tratamiento fisicoquímico consiste en hacer pasar el agua por una serie de membranas, sometida a presiones de entre 50 y 90 atmósferas para separar las sales. El resultado es que se pueden obtener 45 litros de agua potable de cada 100. Después, en función del uso que se le da al agua desalada, se le añaden otros componentes.

placeholder Una desaladora flotante movida por las olas. (EFE)
Una desaladora flotante movida por las olas. (EFE)

Las mejoras tecnológicas que reflotan la idea

La ósmosis inversa es el método más eficaz y barato, pero ¿qué hacemos si aun así resulta costoso desde el punto de vista de la energía y del medio ambiente? Según Camarillo, el avance de la tecnología está aportando soluciones. Por ejemplo, las plantas más modernas tienen sistemas de recuperación de energía. "La industria se ha dado cuenta de la importancia del ahorro", afirma. Captar agua del mar y devolverla en forma de salmuera es lo más costoso, pero últimamente la apuesta es "usar turbinas que aprovechen el movimiento del agua al entrar y salir como una especie de dinamo; es una manera de utilizar el caudal del agua que entra y sale de la desaladora mediante la propia energía cinética".

El problema de la salmuera también puede mejorar con nuevos sistemas de vertido. La clave es acabar con la alta concentración de sal que se devuelve al mar de una manera más rápida y eficiente, causando el menor daño posible. "Cada vez se manda a zonas más alejadas de la costa y se miden bien las corrientes marinas para que la dilución sea lo más rápida posible", comenta el experto de la Universidad de Castilla-La Mancha. No obstante, en algunos casos, también cabría la opción de aprovechar este proceso para obtener sal.

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"Seguramente, el desarrollo tecnológico nos permita hacer estos procesos de ósmosis inversa u otros procesos de forma más barata y eficiente, por ahí tienen que ir los tiros", coincide el investigador del Observatorio Ciudadano de la Sequía. No obstante, "una fe ciega en los avances tecnológicos no va a solucionar los problemas del agua a largo plazo". En su opinión, centrar la cuestión en "políticas de aumento del agua disponible" es un error, porque nunca será suficiente ni estará disponible para todos en todas las circunstancias.

Frente a la escasez, "lo coherente es hacer políticas de contención del gasto", teniendo en cuenta también que el agua de las desaladoras no llega a todas partes y que, en el interior, hay que buscar otras soluciones. No obstante, "es una tecnología estratégica para la sequía que nos permite suministrar agua de forma independiente de las precipitaciones", apunta el profesor de la Universidad de Málaga. En ese sentido, al menos, "es parte de la solución", pero "no la solución".

Desde este jueves, dos de cada tres catalanes han entrado en una nueva fase de restricciones de agua. Los vecinos de 202 municipios de Barcelona, su área metropolitana y parte de la provincia de Girona pasan a una situación de preemergencia, según la Generalitat, que limita el consumo de agua por habitante y día a 210 litros, incluyendo actividades económicas. La sequía no tiene fin y ya ha dejado las reservas de las cuencas hidrográficas internas de Cataluña a menos del 19%. No se pueden regar jardines ni limpiar calles, y la presión del agua del grifo se reduce.

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