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"Las enfermedades infecciosas pueden paralizar el mundo en solo 24 horas"
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ENTREVISTA A ALBERTO GARCÍA-BASTEIRO

"Las enfermedades infecciosas pueden paralizar el mundo en solo 24 horas"

El epidemiólogo Alberto García-Basteiro, que ha sido galardonado internacionalmente por su trabajo en tuberculosis, denuncia la poca atención que recibe esta enfermedad

Foto: El investigador español Alberto García-Basteiro. (IS Global)
El investigador español Alberto García-Basteiro. (IS Global)

Alberto García-Basteiro (Villalba, Lugo, 1982) combate la enfermedad infecciosa más terrible del mundo, la tuberculosis. Era la que provocaba más muertes antes de la pandemia de covid, con 1,4 millones de fallecidos en 2019, y lo seguirá siendo después. Aunque estos días lo encontramos en España para asistir al congreso de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), este médico y epidemiólogo del Hospital Clínic de Barcelona y del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) pasa buena parte de su tiempo en Mozambique, al frente de la Unidad de Investigación de Tuberculosis y VIH del Centro de Investigación de Salud de Manhiça, fruto de la cooperación española y mozambiqueña.

En reconocimiento a su trabajo, ha ganado hace poco el Stephen Lawn Memorial Prize, un galardón que se otorga anualmente a investigadores de menos de 40 años que desarrollan "un trabajo prometedor" en tuberculosis y VIH/sida en el África subsahariana. El rigor científico, la calidad y el componente innovador de su trabajo fueron los aspectos que más destacó el jurado. No hace mucho consiguió otro premio del que presumiría cualquier joven investigador, el Early Career Member Award 2021 de la Sociedad Europea de Respiración (ERS, por sus siglas en inglés).

Foto: El médico Pedro Alonso. (EFE)

PREGUNTA. ¿En qué consiste su trabajo con la tuberculosis, que tantos reconocimientos recibe?

RESPUESTA. Tenemos dos frentes. Por un lado, queremos caracterizar y cuantificar la enfermedad: entender la carga que supone, a qué grupos afecta o cuáles son los determinantes para que haya más o menos muertes. Por otro, trabajamos en el desarrollo y la evaluación de herramientas novedosas, es decir, nuevos diagnósticos, nuevos fármacos y nuevas vacunas. Ahora mismo no participamos en ningún ensayo de vacunas, pero es posible que en los próximos años sí lo hagamos. En cambio, estamos muy centrados en la evaluación de diagnósticos, poniendo el foco en poblaciones más vulnerables, como los niños, que son más difíciles de diagnosticar, o en la población con VIH, porque los test tradicionales no funcionan bien en ella. A veces son herramientas que ya están validadas, pero hay que medir su impacto en el contexto específico del África subsahariana.

P. En España, hablar de tuberculosis suena al pasado. ¿Qué pasa en el mundo?

R. La situación es muy preocupante. Estamos dando pasos hacia atrás por la irrupción del covid. Las cifras de mortalidad están aumentando y no lo habían hecho en los últimos 10 años. La lógica de que la incidencia y la mortalidad vayan descendiendo se está invirtiendo, están cambiando las tendencias. Hay modelos que nos dicen que vamos a retroceder en el control de la enfermedad unos ocho años. Creo que son malas noticias para una enfermedad que se puede diagnosticar, que es tratable y relativamente prevenible. Ha estado con nosotros siempre, es la enfermedad infecciosa que más muertes causa ahora, con la excepción del covid. Pero cuando el coronavirus deje de ser un problema de salud pública, volverá a ser la primera. Vivimos tiempos poco halagüeños.

P. Tampoco en España está erradicada.

R. En 2019 se reportaron más de 4.000 casos. En 2020 la notificación cayó alrededor de un 30% debido al covid. Ya veremos qué va pasando en los próximos años, pero la realidad es que se producen entre 200 y 300 muertes anuales por tuberculosis. Lleva con nosotros toda la historia de la humanidad y afecta a todos los países, lo cual hace incluso más incomprensible que no reaccionemos para ponerle solución. No es un problema muy relevante en muchos de los países industrializados y esto hace que no se invierta. Como los más pobres no van a poder pagar ni las vacunas ni los nuevos tratamientos, la industria farmacéutica no prevé que haya mercado para obtener un retorno de la inversión en investigación.

placeholder El investigador Alberto García-Basteiro en Mozambique. (IS Global)
El investigador Alberto García-Basteiro en Mozambique. (IS Global)

P. Entonces, ¿el problema en África es de recursos o hay más factores?

R. Es complejo, porque muchos de los determinantes de la tuberculosis están asociados a la pobreza, a problemas sociales y al acceso a los sistemas de salud, que son frágiles. También hay otras patologías y factores de riesgo, como el VIH, la diabetes o el alcoholismo. En los países más pobres, como Mozambique, coexisten muchos problemas que contribuyen a perpetuar la tuberculosis.

P. En nuestro entorno, ¿podría volver a ser un problema sanitario relevante?

R. En el congreso de la SEPAR se ha explicado que hay roturas del 'stock' de fármacos esenciales para tratar la tuberculosis en España y esto no es aceptable por mucho que se considere que hay pocos casos. Los países ricos se olvidan de estas enfermedades, que pueden resurgir en cualquier momento. De hecho, en América la tuberculosis ya estaba aumentando antes del covid. No en todas partes estaba dejando de ser un problema, en algunos sitios vuelve y no nos podemos confiar ni bajar la guardia pensando que la batalla está ganada. La situación es bastante preocupante.

P. Así que en Europa pueden resurgir enfermedades de otras épocas, como la tuberculosis o la malaria.

R. Desde luego. En algunos casos, se necesitan vectores y condiciones ecológicas particulares, así que puede ser más difícil, pero tampoco es imposible. En cuanto a la tuberculosis, cuando se desmantelan los programas de control y hay cambios sociales relevantes, sobre todo si aumenta la pobreza, es esperable que se incremente, porque son dos factores correlacionados.

Foto: Enfermeras, a las puertas de un hospital de Sudáfrica. (Reuters)

P. El centro de investigación de Manhiça en el que trabajan ustedes en Mozambique es un éxito. Allí se dieron los primeros pasos de la primera vacuna contra la malaria que acaba de ser respaldada por la OMS.

R. Sí, es un proyecto que surge de un acuerdo de cooperación bilateral de los gobiernos de España y Mozambique, una historia ejemplar en muchos aspectos que genera un valor añadido para ambos países. Ahora es un centro mozambiqueño, es decir, que está liderado por actores locales y eso es importante. Junto a otros centros, tiene que seguir jugando un papel para generar evidencia científica que contribuya a la lucha contra las enfermedades más importantes del país, las que causan más morbilidad y mortalidad.

P. El modelo de ese centro trata de desarrollar la investigación científica local. Esta idea choca con la imagen paternalista que tenemos de llevarle medicinas a África.

R. Esto va cambiando con los años. En los orígenes de la medicina tropical y de la investigación en salud internacional había modelos muy colonialistas. Es decir, había científicos de países de altas rentas haciendo investigación en países de África, del Sudeste Asiático o de América Latina y publicando ellos los resultados sin ningún impacto en el contexto local, sin ninguna visión de trabajo compartido. Esto está cambiando porque tiene que cambiar, es un modelo obsoleto e injusto que perpetúa la inequidad. Tenemos que movernos hacia propuestas más colaborativas y promover que haya líderes locales, porque es fundamental que quienes hacen la investigación conozcan de primera mano los problemas si queremos que el conocimiento sea aplicable y de utilidad.

P. Aparte de la malaria y de la tuberculosis, ¿en qué más trabajan ustedes en Manhiça?

R. En las enfermedades que suponen los principales problemas de salud en Mozambique. A día de hoy siguen siendo las enfermedades infecciosas, así que hablamos de malaria, tuberculosis, VIH, neumonías, enfermedades diarreicas... Por cierto, las diarreas siguen siendo una de las principales causas de muerte en el mundo. También está la salud materno-infantil y la salud reproductiva. Además, el área de investigación en ciencias sociales es muy importante, porque la implementación de programas de salud pública no es la misma que en España, así que tenemos un departamento de investigación que intenta entender los aspectos sociales que tienen mucho que ver en la provisión de servicios de salud y en la participación comunitaria, incluso para la propia investigación.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

P. Estamos viendo que la desigualdad en el acceso a las vacunas del covid está siendo brutal entre los países más y menos desarrollados. ¿Cómo está la situación por allí?

R. En Mozambique va aumentando la cobertura poco a poco, pero sigue siendo insuficiente. Si no recuerdo mal, andamos por el 6% o el 7% de la población con dos dosis, aunque tampoco es fácil saber las vacunas que se han puesto. Lo que está claro es que es insuficiente para estar tranquilos y evitar nuevas olas, estamos lejos de las coberturas que permiten dejar atrás las restricciones. Ocurre en toda África, incluso con casos peores, como el de Nigeria, que no llega al 2%. No es muy aceptable que en los países ricos se estén poniendo terceras dosis y que siga sin haber vacunas suficientes para muchos países, no habla bien de nosotros como sociedad globalizada. Esto tiene consecuencias más allá de las sanitarias. En Mozambique los niños han perdido más de un año de escolarización, así que tiene un impacto social muy grande.

Al final, los países que más sufran las consecuencias de la pandemia van a ser los que ya eran más pobres y tenían más dificultades. Ahondará en las brechas preexistentes, tenemos que hacer esfuerzos para que lleguen las vacunas y que se puedan administrar, porque hace falta logística para que lleguen a las zonas más rurales. Es triste que suceda esto a pesar de que no son los países que se ven más afectados en el aspecto médico, ya que las pirámides poblacionales son muy anchas en su base, con mucha población pediátrica, y el covid se suele complicar con la edad. En Mozambique, el 50% de los habitantes tienen menos de 17 años. Así que se verán menos afectados directamente, pero van a sufrir las consecuencias indirectas durante los próximos años, incluyendo el impacto de otras enfermedades, como la tuberculosis.

Foto: Un mosquito "Anopheles gambiae", que transmite el parásito que causa malaria. Foto: EFE/Stephen Morrison

P. Usted también ha analizado la gestión de la pandemia en el mundo. ¿Tiene alguna esperanza de que al final aprendamos algo del covid?

R. Deberíamos aprender, pero esperanza tengo poca. Tenemos memoria de pez, una vez que el covid no sea un problema de salud pública en la mayoría de los países ricos, intuyo que volveremos a los mismos patrones de financiación, solidaridad e investigación que había antes. ¿Por qué? Por lo mismo que no se invierte en tuberculosis, no será un problema para los países que más pueden hacer para invertir este tipo de situaciones y las prioridades serán otras, como la recuperación económica u otros problemas de salud, pero nos olvidaremos de todas estas enfermedades infecciosas hasta que vuelva otra pandemia. No nos damos cuenta de que, si hay enfermedades que puedan paralizar el mundo en 24 horas y detener la economía global, esas son las infecciosas. Sin embargo, el covid ha demostrado que somos capaces de encontrar soluciones y generar herramientas en tiempo récord. En un año, había 100 vacunas diferentes en desarrollo clínico. Disculpa que vuelva a mi terreno, pero estamos en el mejor momento de la historia en el desarrollo de vacunas frente a la tuberculosis y solo hay 14. ¡Es tremendo!

P. Aquí ya no pensamos mucho en la pandemia, pero la situación es distinta en otro países. ¿Queda mucho covid por delante en el mundo?

R. El virus no muta demasiado y la mayor parte de las vacunas comercializadas son efectivas contra las formas graves de la enfermedad. Cuando se alcanzan coberturas como la que tenemos en España dejará de ser un problema acuciante. En otros países seguirá habiendo transmisión y eso implica un riesgo de que aparezcan mutaciones, aunque mute poco. Descuidar las coberturas en otros países y mirarnos al ombligo con la tercera y la cuarta dosis es hacernos un flaco favor. En muchos países seguirá habiendo olas mientras no haya altas coberturas de vacunación.

Alberto García-Basteiro (Villalba, Lugo, 1982) combate la enfermedad infecciosa más terrible del mundo, la tuberculosis. Era la que provocaba más muertes antes de la pandemia de covid, con 1,4 millones de fallecidos en 2019, y lo seguirá siendo después. Aunque estos días lo encontramos en España para asistir al congreso de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), este médico y epidemiólogo del Hospital Clínic de Barcelona y del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) pasa buena parte de su tiempo en Mozambique, al frente de la Unidad de Investigación de Tuberculosis y VIH del Centro de Investigación de Salud de Manhiça, fruto de la cooperación española y mozambiqueña.

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